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El niño con el pijama de rayas

Drama Berlín, 1942. Bruno (Asa Butterfield) tiene ocho años y desconoce el significado de la Solución Final y del Holocausto. No es consciente de las pavorosas crueldades que su país, en plena guerra mundial, está infligiendo a los pueblos de Europa. Todo lo que sabe es que su padre -recién nombrado comandante de un campo de concentración- ha ascendido en el escalafón, y que ha pasado de vivir en una confortable casa de Berlín a una zona ... [+]
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Críticas 242
Críticas ordenadas por utilidad
20 de octubre de 2009
32 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia que embargó el corazón de miles (tal vez millones) de lectores:

Un preboste del tercer reich se muda con su familia al ladito mismo de un campo de concentración cuando le encargan dirigirlo. Bien. Este hombre pretende, no obstante, que ningún miembro de su familia se percate de lo que realmente se cuece allí dentro (nunca mejor dicho). ¿Toma alguna precaución para ello? No, ninguna. Incluso tiene a su servicio (doméstico) a un judío al que grita como un energúmeno y mete palizas sin ton ni son.
Pretende que su hijo pequeño nunca quiera salir de casa, no se aburra, no desee tener amigos con los que jugar y jamás mire por la ventana de su cuarto, desde donde se ve el campo de trabajo. Pretende que su esposa no se cosque del crematorio, teniéndolo, como lo tiene, a un palmo de sus narices.
El niño, Bruno, sin duda ha heredado la prodigiosa inteligencia de su padre. Porque si bien entiendo que tanta crueldad injustificada no le cabe en la cabeza a un niño, este pobrecito roza la subnormalidad profunda.
También tenemos a la hija mayor, que de la noche a la mañana se convierte en Frau Brujer.
Y tenemos, como no, el propio campo de trabajo, que no sólo no tiene soldados que lo custodie, sino que, además, tampoco tiene muros, lo que facilita que sus habitantes se pongan a hablar con quién les de la gana que se pasee por allí, e incluso, que el que se pasee por allí les eche de comer y pretenda jugar con ellos a la pelota. Por no hablar de lo sencillo que resulta cavar un túnel bajo la endeble vallita. Vaya cachondeo. Ojalá los campos de concentración hubiesen sido de verdad así… no hubiese palmado un sólo judío en ellos.

A mí, y me vais a perdonar, todo esto me parece profundamente estúpido. Menos mal que pasé de leerme el librito.

Al menos, la peli tiene cosas buenas:
-Una impecable factura.
-Está bien rodada, cuidada al mínimo detalle, y tiene un buen trabajo de casting.
-El ritmo está muy bien medido, lo cual consigue, sin duda, que la peli entretenga.
-Vera Farmiga está espléndida, y también destaca la interpretación del niño, el del pijama de marras. (Me queda la duda de si este niño es tan tonto como Bruno, o en cambio, en un cabroncete vengativo)
-Y el final es, cuánto menos, resultón. Sobre todo teniendo en cuenta todas las tontunas que nos hemos tenido de tragar hasta llegar a él.

Resumiendo, la peli es una historieta como de tebeo que, para colmo, da mal rollo, pero formalmente bien realizada.
VALDEMAR
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28 de marzo de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de corrompernos ante tantas inmundicias que nos van manchando, aún contemplamos el mundo con esa mirada limpia que no distingue entre razas, ni piel, ni credos, ni condición.
Cuando todavía estamos en esa edad pletórica, a nuestros ojos las personas no son más que eso: personas. Una más altas, otras más bajas, unas más claras, otras más oscuras, cada una con su rostro y su silueta y su forma de ser.
Cuando todavía somos puros, cosas como los prejuicios aún no han hecho mella y no comprendemos por qué algunos mayores desprecian a otros por tonterías como el color de la piel, porque hablen de otro modo, porque vengan de otro lugar o porque tengan otra forma de hacer las cosas.
En ese momento de nuestro desarrollo, lo único que nos importa es tener algún amigo con quien jugar y con quien poder hablar de todo eso que los adultos, demasiado ocupados con sus absurdos problemas, no entienden. Hemos oído decir que los judíos son malvados y ladrones (no sabemos a ciencia cierta qué es ser judío, y tampoco sabemos por qué son malvados y ladrones), hemos oído que los que vienen de tal o cual sitio son gentuza, cosas por el estilo.
Pero nuestro corazón, que es el que más sabe, no se lo cree. Por fortuna, en esa edad dorada, el alma es instintivamente más sabia de lo que lo será después, cuando ya esté contaminada.
En esa edad dorada, los alambres de espinos aún no son barreras insalvables, y los uniformes de rayas todavía no llevan el sello del horror y de la muerte, y aún sentimos lástima y podemos llorar cuando vemos que se maltrata a otros seres humanos (aunque algunos mayores se empeñen en decirnos que no son personas y que se merecen el maltrato).
A esa edad, las palabras no nos engañan. Sólo remueven un poco la superficie, pero no llegan a tocar el fondo.
La verdad se muestra por sí sola. La verdad llega más hondo que las palabras adornadas.
Desde los ojos de Bruno, hijo de un oficial nazi, saltaremos ese alambre de espinos que separa dos mundos y estrecharemos las manos con nuestros semejantes.
Vivoleyendo
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16 de octubre de 2008
32 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de entrar en el cine la emoción no me embargaba, no me gustaba el cartel, no me gustaba el título, no me gustaban las ideas que me habían llegado previamente. Sí, tenéis razón, fui una mierda de espectador, fui con prejuicios y hasta con algo de mala leche, estaba predispuesto y frustrado porque los cines de Jaén no me ofrecían algo mejor de antemano. Para salvarme el culo diré que esto es bastante normal en mi visión cinéfila, por lo que sorpresas ha habido a puñales y seguirá habiendo, mis prejuicios no me condicionan tanto.

Empezó la película, buen ritmo, personajes estereotipados pero correctamente encajados. Me gusta la relación con los padres de los niños, todo parece normal, son niños, juegan, saltan, bailan, se llevan bien los hermanos. Se mudan, divertida secuencia en donde descubren la casa en la que tienen que vivir, parece que la niña en los últimos dos minutos sigue igual, el niño juega con lo que puede, escenas cotidianas de adaptación. Aparece el campo de concentración, cambio de párrafo en un segundo, en este instante me removí de mi asiento en el cine, fruncí el ceño y empecé a gruñir.

Aparece el campo de concentración y con él lo peor del film. Como no me apetece organizar este texto con reglas lingüísticas más complejas, pongo dos puntos y guiones:
- Todo es simple y falto de originalidad.
- El guión no está bien estructurado, partes de la historia no tienen continuidad, las tramas paralelas avanzan demasiado rápido.
- Los malos son malísimos, los buenos son las mujeres y los niños.
- Sensacionalismo de salón usando a niños muy parecidos que se encuentran con suma facilidad en mitad del peor episodio de la historia, en múltiples situaciones risibles por falta de argumentación lógica de su desarrollo. Simplemente suceden los hechos, los autores de la película (supongo que en el libro todo estaría mejor atado) nos tratan con un desdén enorme, porque creen que no somos merecedores de explicaciones racionales, pese a que la historia es rocambolesca y las necesita.
Puede que muchos de vosotros veáis fábulas, metáforas o cáscaras de cacahuete de los que no hay que preocuparse, porque lo importante, según vuestra opinión, son los valores que cimienta esta cinta. Entre ellos están la amistad, la inocencia, la igualdad entre clases, la brutalidad y el castigo consiguiente si te portas como un animal. Me parece bien que estos valores se muestren en pantalla, pero me parece obsceno, por no decir inmoral, que tales valores se incrusten en mitad de La Historia, con la manipulación que esto comporta para con la realidad. Se desborda la fantasía a rellenar como para usar clichés culturales e históricos para soportar las tramas, los valores o lo que carajo se situaba en la parte de atrás de los calzoncillos del niño del pijama de rayas.
I m feeling good
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13 de octubre de 2008
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela superventas del mismo nombre, "El niño con el pijama de rayas" cuenta la historia de Bruno, hijo de un soldado en la Alemania nazi, y su relación de amistad con un niño judío prisionero en un campo de concentración.

Para empezar, el libro ya basaba todo su interés en el absoluto desconocimiento de la historia que iba a desarrollar, estrategia algo tramposa pues es obvio que te impactará más si no sabes de que trata, cegándote así a creer que acabas de descubrir una obra maestra, como así se la tachaba, cuando se trata simplemente de un cuento correcto.

Su adaptación al cine no se ha hecho esperar, y tras el visionado de la cinta queda claro el porqué: tanta prisa por ver la historia trasladada al cine obedece sin duda a motivos económicos. Cuánto antes se estrene, más fresco estará el libro entre la gente. El director calca los pasajes de éste y pone los diálogos en boca de actores bastante inexpresivos todos ellos (salvo quizás el personaje de Vera Farmiga, la única que me ha transmitido algo) y confía en que el éxito del libro empujará al público a consumir su película, una película vacía, que apenas logra emocionar y que denota una falta de compromiso y personalidad preocupante.

La columna vertebral tanto del libro como de la película es la relación entre los dos niños, amigos cuando no deberían serlo. Sus encuentros entre vallas se suceden en la cinta de manera fría, no te llegas a creer que exista un fuerte vínculo entre ellos, ya que no se da tiempo para desarrollarlo. Este es el fallo más grande, a mi parecer, de la película. Una vez que no se logra convencer con esto, el resto queda incoherente y forzado. Además ninguno de los dos niños saben dar a sus personajes la energía y la naturalidad que se intuía en la novela, y las partes divertidas en que Bruno hacía alusión a determinados conceptos erroneámente debido a su desconocimiento han sido suprimidas.

Un filme en busca de la lágrima fácil, con un montaje de determinadas escenas con música sensiblera que delata una intención escandalosamente manipuladora, algo que no vería del todo mal si por lo menos lo que se contase fuese mínimamente atractivo. Ni siquiera el final, que en el libro era uno de los momentos más destacados (por razones obvias), consigue emocionar. Esperas que por lo menos te diga algo, un último acto tan cruel y desolador, pero se oscurece la pantalla y te quedas igual. Estamos pues ante una hora y media que deja bastante que desear.

"El niño con el pijama de rayas" es pues un libro recomendable, pero que no funciona (no de la forma que se ha hecho) en su versión celuloide. Una imagen vale más que mil palabras, pensaría el director, pero no se percató de que para el dicho se haga realidad hay que saber filmar esa palabra, darle esa intensidad, esa emoción, ese algo que convierte un texto en cine, y que aquí se pierde entre pomposidad y pretenciosidad.
Franky_23
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21 de agosto de 2009
54 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ignorancia es la fuerza. Este sencillo lema formaba una triada sobre la que George Orwell sustentaba en 1984 los procedimientos básicos de dominación en un estado totalitario. Sin embargo, profundizando un poco en su significado hallamos que el término ignorancia no se refiere tanto al vacío de conocimiento intelectual sino al procedimiento por el que el ciudadano absorbe y da por bueno toda información y/o enseñanza procedente de la maquinaria estatal. Este análisis, aún inscribiéndose en el marco de una novela de ficción, no deja de estar inspirado en dos modelos totalitarios contemporáneos al escritor; por un lado el comunismo stalinista (sin duda el blanco más directo de Orwell como denuncia a la traición de los principios marxistas teóricos) y por otro el fascismo al que el novelista inglés combatió en la guerra civil española.

Es sobre este fenómeno de la desinformación sobre el que aún pivota una gran polémica en el entorno historiográfico sobre el conocimiento de la población alemana tenía sobre el holocausto judío, pero de lo que no hay ninguna duda a tenor del conocimiento sobre la época es la educación(o si se prefiere engaño masivo) al que desde muy temprana edad se sometía a la población al respecto de cuestiones raciales y muy especialmente al respecto de la cuestión judía.

Por ello produce estupefacción el tratamiento, como mínimo infantiloide, que nos ofrece este film. Resulta del todo inconcebible que un niño de la edad del protagonista, y para más inri hijo de un alto cargo de la SS, desconozca cualquier principio básico del nacionalsocialismo y sobre todo cual era el significado de lo que representaba ser judío. Esta no es más que la punta del iceberg de la gran cantidad de incongruencias e inexactitudes históricas y argumentales de la película (que adapta por supuesto de su original literario). No obstante estas consideraciones cinematográficas sobre la verosimilitud de lo expuesto no dejan de ser meras anécdotas en lo que podría ser considerada una rutinaria adaptación literaria. Lo realmente destacable es que este cúmulo de inexactitudes no son fruto del azar sino que responden a una determinada visión moral sobre el holocausto.

Este niño de mirada limpia e inocente esconde detrás una intencionalidad manifiesta, ser símbolo de toda Alemania. Una metáfora que pretende mostrar la ingenuidad y bondad de una nación que desconocía lo que sucedía a su alrededor. Un país que se puso en manos de un grupo de asesinos y estafadores y que creyó a pies juntillas las mentiras que el nacionalsocialismo y concretamente su führer Adolf Hitler les vendió. Un mensaje, en definitiva, que busca la expiación y redención pero que al mismo tiempo, obviando cuestiones fundamentales tales como la viabilidad de la que nación más culta de Europa fuera tan ignorante, acaba por reducir a los alemanes en meros títeres idiotizados. (continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LennyNero
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