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Sombrero de copa

Musical. Comedia. Romance Jerry Travers, un astro de la comedia musical americana, llega a Londres y se instala en la habitación del productor de su obra, Horace Hardwick. El azar le hace conocer a la bella modelo Dale Tremont, que se aloja en la habitación de abajo. Ella le toma, erróneamente, por Hardwick y, al enterarse que está casado (en realidad, y aunque no lo sabe, con una amiga suya, Madge), le rechaza y viaja con su jefe, el modisto Alberto Beddini, a Venecia. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
20 de junio de 2008
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de "Sombrero de copa" es hablar de uno de los primeros musicales importantes, donde vemos unas coreografías brillantes a cargo de Hermes Pan y del propio Fred Astaire.

Como bien se ha dicho de guión carece, pero dudo que tenga importancia aquí, donde si los diálogos son divertidos.

Han pasado musicales a la historia inmerecidamente como es el caso de "Un día en nueva York", pero sinceramente este no es el caso, dentro del género creo es imprescindible.
Me quedo con la escena en la que Astaire canta la ya mítica "Cheek to cheek", simplemente brillante.
Dusty Rivers
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6 de noviembre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
O cursi, o almibarada, o fantasía delirante que se desarrolla en un mundo de lujo, o película sólo apta para finolis, o artificiosa.
Hay incluso quien asegura que es un film indigno por su ostentación.

Pero a mí la película me resulta muy entretenida, me gustan sus guiños, acepto de buen grado el juego de complicidades que propone el director y me dejo cautivar por el embrujo de lo inalcanzable.

Y aunque sé que se trata de un producto para el lucimiento de su protagonistas, la película posee un buen ritmo narrativo, domina el tempo y los diálogos, es cuidada hasta lo minucioso, ingeniosa, divertida.

Y pulquérrima.
ÉGIDA
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25 de julio de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En momentos de crisis como los actuales un modo sano de evadirse de vez en cuando es el cine. Sombrero de Copa invita a la evasión a visitar un mundo candido e inocente donde la música fluye de la nada, donde bailar es muy fácil casi tanto como el caminar, donde los malos no matarían ni a una mosca. Que mas da que Venecia sea de cartón piedra y que sea una comedia de enredo de lo más simple, lo que importa es que es cine puro con unos números musicales que hacen que se te muevan los pies solos. Si quieres irte un rato de este mundo horrible solo tienes que ver sombrero de copa y mirar con ojos de niño sin contaminar
Nubeiro
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13 de agosto de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el1929 se estrenó la primera película sonora, o eso dice la historiografía menos rigurosa, cuando apareció en la gran pantalla la película de Alan Crossland, titulada el Cantor del jazz. En realidad esta película fue una de las primeras que utilizaba el recursos sonoro, pero realmente aún tenía una estructura totalmente muda y solo se trata de una película parcialmente hablada. Pero claro, una de las frases que el mítico actor de la película Al Jolson recitaba era: Eh! Escuchen! Esto sólo acaba de empezar!. Los historiadores ya tenían la leyenda hecha realidad, así que se aprovecharon de esta frase…y del extraordinario éxito que tuvo la película de Crossland, una obra que ciertamente era bastante irregular. En realidad la primera película totalmente sonora se trata de la olvidada Luces de Nueva York.

¿Es casualidad que la película de Crossland fuera un musical? Seguramente no, y es que el género fue totalmente sobreexplotado con la aparición del recurso sonoro. El porqué es bastante fácil de intuir. La gente estaba totalmente sorprendida con unas películas que habían pasado de convertirse en silentes en obras que disponían de múltiples recursos sonoros. Ahora, por fin, las estrellas de la gran pantalla podían hablar y la gente podía escuchar su voz. El público estaba totalmente entusiasmado, y se creó un auténtico fenómeno, que duró bastantes años (hasta que las nuevas generaciones dejaron de gozar con la música de generaciones pretéritas). El género musical había empezado su andadura.

Sombrero de Copa seguramente sea una de las películas prototípicas de la RKO y del sello inconfundible que imprimían sus dos estrellas, Fred Astaire y Ginger Rogers. Recordemos que en aquellos años el sistema de estudios estaba en su máximo apogeo. Esto significa que los actores no tenían el mismo poder de decisión que las estrellas de ahora. En el sentido de que el contrato les unía de manera casi esclavista con la productora con la que habían firmado. Es decir, toda persona que firmaba con una productora (no sólo actores, también los contratos incluían técnicos de iluminación o asistentes de dirección) estaba comprometida a trabajar de manera exclusiva para ella. El resultado fue que cada productora tenía sus propias maneras de hacer película y se podía discernir un sello en cada producción. Incluso cada compañía diferente tenía un target de público distinto y contaban con estrellas que gustaban a un u otro tipo de espectador determinado.

En la RKO encontramos a Fred Astaire y Ginger Rogers, una de las parejas más exitosas del género musical. Además con sombrero de copa recibieron diferentes nominaciones a los premios de la academia, incluyendo el de mejor película.

Y es que sombrero de copa es un clínic del cine de la RKO musical. La trama es arquetípica y podemos encontrar múltiples detalles que son constantes en otras películas de la mítica pareja

En la mayoría de películas musicales los protagonistas formaban parte del espectáculo de música o se mueven en este ámbito profesional. En este caso, el personaje de Fred Astaire se trata de un carismático bailarín. De esta manera los argumentos podían aprovechar para sacar el máximo jugo posible a sus intérpretes. Recordemos que Fred Astaire era un consumado bailarín y un experto en el claqué. En sombreros de copa lo podemos ver perfectamente, pues la película es un gran escaparate para que el actor pueda mostrar sus dotes artísticas. Esta es una de las características básicas del género. La película en realidad puede verse como un simple velo que nos sirve para destapar a los grandes números o stagies (el nombre técnico de los números musicales) de las estrellas. Lo podemos comprobar porque si uno ve la película quitando las stagies o número musicales nos daríamos cuenta de que no entorpecen para nada en la trama de la película.

También la trama es la misma que en otras películas de la productora. El amor entre los dos personajes protagonistas es el motor de la cinta. Siempre entre los dos habrá escarceos e incluso terceras personas que tratarán de dinamitar la relación entre ellos, pero siempre el final será feliz. La gente de los años treinta veía en los musicales una total vía de escape a la triste realidad social en la que se veía envuelto. Por eso los protagonistas siempre acostumbran a ser personajes totalmente alejados de las clases bajas (la gente no quería que le recordarán su miseria) y por este mismo motivo gozan de un glamour a los que sólo unos pocos estaban al alcance. Y claro, el final feliz era totalmente indispensable para que el espectador moderno llegará a la catarsis clásica.

Siempre se acostumbra a olvidar a uno de los grandes actores del musical clásico, y me refiero Edward Everett Horton. Seguramente porque él no bailaba en ningún momento, sino que simplemente era el mejor acompañante de Fred Astaire, como sucede en esta película y como también sucedía en la Alegre divorciada (1934). Seguramente él no fuera el favorito del público pero con el paso del tiempo su trabajo ha sido revalorizado y es que la vis cómica que tenía era más que perfecta y cumplía sobradamente con el trabajo de segundo espada.

http://neokunst.wordpress.com/2013/08/13/el-musical-y-sombrero-de-copa/
Kyrios
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17 de enero de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sombrero de copa de Mark Sandrich es una comedia romántica musical basada en un cantante y bailarín que al instalarse en un hotel de Londres conoce por casualidad a una bella modelo de la cual se enamora. Dirigida con un ritmo dinámico y con un estilo ameno que agrada ver y escuchar, es una obra mítica por el famoso tándem de Fred Astaire y Ginger Rogers que cautivaron en los años 30 al público con sus canciones y coreografías, sacando a la palestra el ballet en su mayor esplendor en el séptimo arte para quedar suspendido en el tiempo y ser conocido por todos aquellos que quieran descubrir los primeros grandes musicales del 7º arte.
La fotografía en blanco y negro es clásica y está bien cuidada en detalles elegantes que dan esplendor a unas imágenes evocadoras que encantaran a los cinéfilos y les hará sentir confort durante su visionado. La música es melódica e inolvidable en sus canciones dulces que rebozan belleza y desde luego nostalgia, concluyendo una labor sensacional y cautivadora que resiste perfectamente el paso del tiempo con sus sonidos inspiradores. Los planos y movimientos de cámara consuman una excelente labor a través del uso del seguimiento, avanti, retroceso, generales, reconocimiento, detalles y cámara en mano que sacan lo mejor de los bailes y las interpretaciones.
Las actuaciones son deslumbrantes y están llenas de carisma. Como protagonistas Fred Astaire está seductor y fulgente en un imperecedero papel y Ginger Rogers está sensual y convincente, formando ambos un tándem perfecto que perdura perfectamente en el tiempo, siendo acertados los acompañamientos de Edward Everett Horton, Helen Broderick y Erik Rhodes entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones distinguidos e impolutos y unos decorados lujosos que dejan clara la alta clase social en la que se mueven los protagonistas, cumpliendo perfectamente con el tipo de vestiduras que se espera de un film clásico de este calibre.
El guion, escrito por Allan Scott y Dwight Taylor, es hermoso e indeleble por su historia y por supuesto por sus bailes y canciones que han sobrevivido sobresalientemente el paso del tiempo para los cinéfilos clásicos, siendo además muy recordados en otros conocidos films posteriores en el archiconocido baile de la canción Cheek To Cheek, concluyendo un film excepcional y cautivador que es de visión obligada para todos aquellos amantes de los musicales de toda la vida. Esto se lleva a cabo con una narrativa clásica y equilibrada que con tono sugerente y cordial añade espontaneidad al film, sobre todo por parte del genuino Fred Astaire.
En definitiva, la considero una obra inmortal e imprescindible en los musicales y en el tándem Astaire-Rogers, por ser de una belleza exquisita y estar llevado a cabo con una elegancia inusual para deleite de todos los cinéfilos clásicos. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, vestuarios y narrativa que vuelven a Sombrero de copa, uno de esos films que quedaron suspendidos en el tiempo para disfrute de todas las generaciones ávidas del mejor cine y mejores musicales.
Elcinederamon
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