Furia

Después de un feroz presagio expresionista en Metropolis, como retrato futurista y poco alentador de la sociedad industrial venidera, de M, Vampiro Dusseldorf y las del Dr. Mabuse; el director vienés Fritz Lang se mueve de su Alemania "natal" para ir a probar fortuna en el extranjero. Una mala adaptación teatral en Francia, lo impulsa a intentarlo de nuevo en el mercado americano. El resultado: una brillante, provocadora y sensual reflexión sobre la inmoralidad de la sociedad y de la vulnerabilidad del individuo ante la masa enloquecida por un afán de venganza tan primitivo como la ley del Talión. Un siglo atrás, la presunción de inocencia quedaba fácilmente ultrajada en aquellos habituales linchamientos populares acaecidos tal cual los relata el film. Lang se desentiende de cualquier rigidez política e industrial para acabar completando una valiente y reveladora historia que pone en entredicho la autoridad policial y la competencia del segundo y tercer poder de un país recién resquebrajado por la crisis económica del 29. La soberbia interpretación de Spencer Stracy no desmerece una mención, por lo que juega un papel fundamental en este formidable guión de Norman Krasna, dirigido con maestría por Fritz Lang. Muy recomendable.

No quiero hacer mucha sangre sobre el d3 siempre. Mientras uno hacía pelis mediocres de falsos culpables en UK por aquellos tiempos, el grande de verdad hacía la mejor y más laureada carrera del cine sonoro. Billy Wilder es el único que le podría igualar, que no superar. Furia es el mayor alegato sobre la pena de muerte y el linchamiento y obra cumbre sobre la condición humana. Ya con ver la escena de la filmación en el juicio ves que el cine sonoro de Lang gana por mayoría absoluta al resto de los mortales. Furia pasa por ser la primera peli americana y el primer eslabón de su increible carrera en el cine. Yo; admirador de They Won't Forget de Mervyn LeRoy de 1937 declaro que es deudora de Furia. La diferencia está en que Lang la hizo un año antes y la productora era la MGM, que le manipuló el final. Lo manipuló el creador de Eva al desnudo. Con o sin manipulación Furia es la obra maestra que cualquier director hubiera querido hacer. El vienés hizo una docena de un calado inigualable para los mortales. El otro ni era vienés y el único calado que tenía era el abrigo.

Maravillosa película, reflejo de una sociedad ansiosa de tomarse la justicia por su mano.
Un vivo retrato, de la venganza cuidadosamente preparada. Una película con similitudes a El vampiro de Dusseldorf, quizá no tan profunda pero igual de cautivadora.
Lang otra vez consigue hacer sentir al espectador parte del sufrimiento del actor, cosa dificilísima.
Incluso el final previsible es emocionante y consigue que creas que la justicia puede existir.

Furia, de Fritz Lang es, por encima de todo una historia real. No busquen el cartel de "todo parecido con personas vivas o muertas es puramente accidental" porque haberlo no háilo. Este es el supremo valor de la película y el que obliga a una reflexión sobre la ira, la venganza, el tomarse la justicia por su mano, la rebelión de las masas, la voluntad del pueblo soberano y esas cosas.

Y no creo que haya nadie que se aventure a decir que son temas pasados de moda ni que el racismo, la xenofobia y los linchamientos son temas exclusivos de "burning" Missisipi o de Matar a un ruiseñor. Probablemente, si eso sucediese, sería debido a tener las ventanas excesivamente bajadas, el televisor perpetuamente en el canal Disney y roto el mando a distancia. La actualidad se llama Marta y es evidente para todo aquel que le quede alguno de los cinco sentidos en estado de alerta.

El secuestro y posterior asesinato con solo 19 meses del bebe de Lindbergh en 1932 convirtió a su autor (Bruno Hauptmann) en el hombre más odiado de América y en 1933 el secuestro en San José (California) de Brooke Hart con linchamiento de dos de sus autores por la multitud (hechos en los que se inspira el film) eran acontecimientos recientes que estaban en la memoria colectiva y que un Fritz Lang recién llegado a América tuvo el valor y la osadía de recoger y plasmar en imágenes donde se olvida un tanto de aquellas Metropolis que se había traído en la maleta para ofrecernos crudas realidades, tan crudas como era posible en el 36 donde muchos temas eran tabú o eran altamente desaconsejables y perniciosos para la protegida salud mental de la ciudadanía.

La venganza es uno de los temas insignia de Lang. Recordemos Los verdugos también mueren o la misma Perversidad. Sin embargo aquí la venganza se sirve de la manera desaconsejada, es decir con una plebe al punto de ebullición desbordada bajo los estímulos de estruendosas arengas en las que la verdad se esconde debajo de los gritos. En las películas que he citado, nosotros los espectadores nos convertimos en cómplices apoyando las furias personales incontenidas. Aquí somos críticos, aunque a decir verdad lo tenemos muy fácil sabedores de la absoluta inocencia del linchado.

Es una gran película de Lang, sin duda, en el fondo y en la forma, donde el gran director alemán expone al mundo libre sus valores cinematográficos arrancados al opresor alemán. Sin embargo ni el expresionismo ni sus claroscuros ni sus travelings de cámara pueden con la fuerza de una historia, por la que estuvo nominado a los premios de la Academia, que confirmó la buena trayectoria de Tracy con la MGM despues de sus años “grises” con la Fox y que hizo al público fijarse en una Sylvia Sidney cuya participación fue una apuesta total del propio Lang con quien - buena prueba del trabajo bien hecho- volvería a participar en Solo se vive una vez y en Tu y yo.

Absolutamente imprescindible.

Se supone que en los países “civilizados” y “democráticos” uno de los mayores avances en el campo penal y jurídico es la presunción de inocencia. Es uno de los principios que separan al ser humano del salvajismo, al menos en la teoría, porque defiende que todas las personas tienen derecho a protección legal y a ser juzgadas, en el caso de sospecha de comisión de delito o crimen, con justicia y siendo considerada su inocencia si no hay pruebas concluyentes.
Fritz Lang le pone la cara colorada a la ley y la justicia por diversos motivos:

1º. Porque la masa actúa borreguilmente y si uno señala a un pobre diablo gritando que es culpable, la mayoría lo secundará sin saber nada del individuo en cuestión, sin haberlo visto cometiendo el crimen, sin detenerse a reflexionar en que se estén equivocando y prejuzgando sin pruebas a alguien que puede ser tan inocente como cualquier hijo de vecino.

2º. Porque la justicia como balanza con los ojos vendados pertenece al reino de las utopías y de las hadas. La mueven a su antojo los políticos que sitúan por encima de todo los votos en las próximas elecciones. Dejémonos de fantasías de cuento; gran parte de los de ahí arriba sólo se interesan por sacar mayoría, ocupar el sillón cuanto más mejor y forrarse (y digo gran parte porque aunque peque de ingenua me gusta pensar que todavía queda un minúsculo, microscópico puñado de gente honrada en esos mundillos).

3º. Porque si eres honrado y tienes una conciencia que aúlla por las noches, estos países tan civilizados y democráticos te escupen a la cara que eres idiota perdido por tener escrúpulos. La oveja negra eres tú por ser tan panoli.

4º. Porque si te niegas a ser cómplice en un delito colectivo y a encubrir a una partida de delincuentes disfrazados bajo la capa de la muchedumbre, éstos te estigmatizan, te amenazan y te condenan como si tú fueras el culpable de todo y el apestado. Y si te callas por miedo, eres igual de culpable. Y nadie, en ese país tan civilizado y democrático, te va a garantizar protección y dignidad a tu persona si eres de los que no se pueden callar.

5º. Porque parece mentira que en un país civilizado y democrático exista la pena capital. El Estado se contradice y también se rebaja al nivel del asesinato: penaliza matando a los que matan.

6º. Porque, se diga lo que se diga, y ya pueden llenarse la boca con palabras ampulosas, la vida, la dignidad y el beneficio de la duda siguen valiendo un pimiento y se siguen despreciando cada día en estos países tan civilizados y democráticos.

Cualquiera se cabrearía si le pasara lo mismo que a Joe Wilson. Cualquiera querría ver arder el sistema y con él a todos los hipócritas que son los primeros en lanzar la piedra. Cualquiera se desengañaría y por fin se daría cuenta de lo que no quería ver: que en muchos casos tantas leyes y derechos humanos sirven maravillosamente como papel higiénico, porque para que se cumplan… pues no.