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El último concierto

Drama Tras 25 años cosechando éxitos y gozar de fama mundial, y en plena preparación de un concierto para celebrar su cuarto de siglo profesional, el futuro de un cuarteto de cuerda de Nueva York recibe un duro golpe que puede poner en entredicho su supervivencia. El violonchelista de la formación está padeciendo los primeros síntomas del Párkinson, una enfermedad que en poco tiempo pondrá fin a su carrera como intérprete. La incertidumbre ... [+]
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Críticas 67
Críticas ordenadas por utilidad
13 de marzo de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaré por lo malo. La película es americana, con todo lo que ello lleva consigo. Una de las cosas típicas de las películas americanas es que parece que las cosas tengan que dártelas mascadas, que siempre que alguien hace algo malo te den poderosísimas razones para que lo entiendas, que casi nunca un “bueno” puede cometer un error o hacer algo incorrecto porque los humanos somos imperfectos, no, siempre hay una razón enorme para que uno que en la película tiene el papel de “bueno” cometa un desliz. Eso no me gusta, y aquí pasa, y pasa con casi todos los personajes, ya que todos son “buenos”.

Tampoco me gustó mucho la subtrama de la bailarina española que se enamora de Phillip Seymour Hoffman, un excelente actor (uno de los mejores del mundo) capaz de hacer creíble cualquier papel menos el de rompecorazones. Que una chica joven y guapa se enamore de él es de película de ciencia-ficción, y esta no lo era.

Por último, el tema de la hija, guapa, rebelde, y con un inmenso talento para tocar el violín, tampoco me la trago. Yo creo que es un personaje que quizá está de más en la película, o no está bien tratado.

El resto, pura delicia. He disfrutado mucho con la película. No se hasta qué punto se debe a la propia calidad de la misma, y hasta qué punto tiene que ver que las úlitmas películas que había visto me habían gustado bastante poco. Pero el caso es que la gocé bien.

Después de verla me entero de que es el primer largometraje de este director, Yaron Zilberman, y desde luego no lo parece. La película está realizada con temple, y hay una magnífica dirección de actores. Ya, ya se que se trata de unos actores de tan alto nivel que no hay que ser un maestro para sacar jugo de ellos, pero en este caso se nota que están muy bien dirigidos, además del talento que tienen ellos.

Tan claro que el director es nuevo en esto de dirigir películas como que no tiene nada de novato en conocimiento de la música clásica. Se nota que sabe del tema y que ama la música, porque además logra transmitirlo. Le sobra conocimiento, de eso se da cuenta cualquiera que la vea. Por lo tanto, la música de la película ya se entenderá que es formidable. Y si a la buena dirección de actores, al acertado manejo del ritmo de la historia, añadimos unos preciosos planos del invierno en Nueva York y un pulcro respeto por los personajes, a los que terminamos entendiendo tanto en sus virtudes como en sus miserias (excepto, ya digo, las dos chicas jóvenes), nos sale una película de gran calidad, un brillante debut como director.

El cuarteto de actores es de lujo. Tenemos al primer violinista, Mark Ivanir, un actor al que no conocía, y si le he visto, no le recuerdo. Hace de músico disciplinado, perfeccionista. Un tipo solitario y reprimido, que solo parece ser feliz cuando toca el violín. Lo borda.

Philip Seymour Hoffman, el segundo violín. Palabras mayores. Un actor que no sabe hacerlo mal. Interpreta a un violinista que lucha continuamente por ser reconocido, por ser más tenido en cuenta dentro del cuarteto, y también por su matrimonio, ya que siente que su mujer no le quiere demasiado. Cuando intenta que durante los conciertos sea él el primer violín alternando con el otro, su mujer se pone en contra y se empieza a desencadenar el drama. Está genial, como siempre. No hay papel que le quede grande, lo desarrolla con una naturalidad y un empaque que difícilmente se aprende. No me imagino a nadie mejor para el papel.

Catherine Keener, la mujer de P.S. Hoffman en la película. Toca la viola en el cuarteto. Sensacional también. Está casada con un hombre del que no está enamorada, pero tienen una hija en común y sigue con él hasta que logra la excusa perfecta para dejarlo. Ama el grupo y trata por todos los medios de salvarlo. Sufre por la enfermedad de Christopher Walken, por la separación de su marido y por su nefasta relación con su hija. La Keener (¿sigue casada con Dermott Mulroney?) brilla con luz propia y demuestra que tiene mucho más talento del que, seguramente, ha mostrado hasta ahora.

Por último, el gran Christopher Walken. El violonchelista. Se sale de la pantalla. Rebosa elegancia y saber estar por todas partes. Todos los aficionados al cine sabemos que estamos ante un actor de primerísimo nivel que lleva toda la vida dando lecciones de interpretación, pero a mi me sigue asombrando. Cuando él está en la pantalla, se los come a todos, no se puede mirar a otro lado. Está inmenso. Cuando se sienta a escuchar un disco en el que canta su difunta mujer no puedes dejar de compartir su emoción. Y su intervención final, que tardaré en olvidar. O cualquiera de sus lecciones en la clase de música que imparte (la anécdota de Pau Casals, o lo cabrón que era Beethoven por conectar siete movimientos y hacer que no se pueda hacer pausa entre ellos, escenas para el recuerdo).

En esta película, la música es lo principal, hay que saberlo. Se tocan otros temas, la vejez, la enfermedad, la amistad, el matrimonio, los hijos, el egoísmo, pero salvo éste último, todos muy de soslayo. El egoísmo sí está presente durante toda la película. Los personajes se enfrentan a él. Al suyo y al de los demás. De hecho, como de música clásica en general y de Beethoven en particular no puedo opinar mucho porque soy profano, el debate que tuve tras ver la película fue sobre el egoísmo. La conclusión fue que hay pocas cosas tan humanas como el egoísmo. Incluso los generosos son egoístas, por lo tanto, es un defecto con el que hay que ser indulgente.

En definitiva, una película que hay que ver. Es sencilla, poco pretenciosa. Culta pero accesible. Tiene sentimentalismo pero no empalaga, sino que conmueve, y exalta la pasión. En la vida y en la música. Versión original subtitulada obligatoria, como siempre.

http://keizzine.wordpress.com/
keizz
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11 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una noticia inesperada hace que uno de los mejores cuartetos de cuerda del mundo se tambalee. Donde solo había armonía, al día siguiente de conocerse el serio inconveniente al que habrá de hacer frente el veterano violonchelista del grupo, comienza el resquebrajamiento en forma de celos profesionales, crisis de pareja y confesiones emponzoñadas por el tiempo de clausura. Las notas, que habían tejido un manto de concordia y comprensión, se tornan dardos y nadie relacionado con el entorno resulta ileso. Los músicos, acostumbrados a mecerse en las nubes, entre vítores y excelencias, tocan el suelo y se descubren seres indefensos ante la intemperie de la realidad.

Asistimos los espectadores, desde la distancia, al trasiego emocional de estos artistas neoyorquinos que sacan a pasear sus penas por el Central Park, las orillas del East River o cualquier lujosa calle del Upper East Side, pero que sienten la lengua trapajosa y las dentelladas de la soledad igual que cualquier ciudadano resacoso y con el alma herida del barrio de Vallecas. Aunque esto no impide que pensemos (equivocadamente) que no es lo mismo pillársela con un "Don Simón" de cartón que con un The Macallan 1824 Series (el whisky más caro del mundo,dicen).

Los actores demuestran gran oficio y hasta nos hacen creer que tocan, o al menos nos lo hacen creer a los que nunca hemos llegado más allá del Tamborilero interpretado a la flauta.
Sinhué
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25 de agosto de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una exquisita inmersión en el mundo de la música, las pasiones que la engendran y que ella despierta en nosotros. Soberbia interpretación de los cuatro miembros del cuarteto. Un imprescindible contrapunto al tsunami de explosiones, asesinos, zombis y demás seres fantásticos que invaden las pantallas en nuestros días. ¡Gracias Zilberman!
tote
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30 de noviembre de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cansina, pedante, lenta y snobista película, cuya trama es de lo más vulgar y socorrido, pero al tratarse de concertistas de música clásica, debería ser sublime.

Hagamos un ejercicio de imaginación; supongamos que en vez de concertistas son fontaneros. Así tenemos que el jefe de "Gotera fontaneros" está enfermo y debe dejar su empresa a sus empleados; Puri (la secretaria) está casada con Rafa, uno de los fontaneros. Éstos, a su vez, tienen un hija poligonera, Jessica, que se enrolla con el otro fontanero, Pepe, amigo de la familia. A su vez Rafa ve que no le quieren de jefe y se va de pilinguis, liándose con la que pone las copas en el bar de la esquina, descubriéndolo Puri y echándolo de casa. Luego se enteran del lío de la hija y se monta la de San Quintín, pegándose en el taller con las llaves inglesas. Aunque no se lo crean, acabo de contarles la película. Porque "El último concierto" es esto, una zafia y vulgar historia de cuernos, problemas laborales, envidias, traiciones y demás... eso sí, aderezado con música clásica de Beethoven, visitas a museos para ver cuadros de Rembrandt y disertar sobre la vida, sueños y demás zarandajas....

Historia muy trillada con buenos actores, eso sí, como Walken y Seymour Hoffman. Pero no evitan que la película sea pretenciosa cuando se trata de un simple telefilme de esos de Antena 3 que pasan los fines de semana.
Quinto Sertorio
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9 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de una premonición se tratase, el título de la película ha supuesto la última gran actuación de Philip Seymour Hoffman. El ganador de un Oscar al mejor actor principal por “Capote” nos ha dejado a los 46 años. Su sola presencia en un reparto era sinónimo de calidad dando credibilidad a cada personaje que interpretaba. Una triste noticia difícil de digerir para todos los amantes del cine pero que gracias a la magia del séptimo arte, su legado permanecerá imborrable en la retina del espectador.

Es el caso de El último concierto, primer largometraje del director israelí Yaron Zilberman que trata sobre un cuarteto de cuerda que tras 25 años de carrera conjunta recibe un durísimo golpe: uno de sus miembros padece una grave enfermedad que le obligará a dejar su carrera profesional. Este hecho unido a la inseguridad sobre el futuro del grupo provocará un torrente de emociones y hechos que amenazarán la unidad del mismo.

Zilberman dirige con acertado pulso y ritmo a un grupo de sensacionales actores. Los cuatro protagonistas son intérpretes de notable calidad que han destacado en algún momento de su carrera como protagonistas, pero que sin duda sobresalen en papeles más secundarios, dando empaque y calidad a los repartos en los que figuran.

Así, junto a Hoffman, nos encontramos a Catherine Keener (Vivir rodando, Como ser John Malcovich) habitual del cine independiente norteamericano; Mark Ivanir (El viaje del director de Recursos Humanos) y destacando por encima del resto a Christopher Walken (El Cazador, La zona muerta). El actor neoyorquino da un recital con su soberbia, contenida y conmovedora actuación. Sus miradas, su voz crepuscular dando lecciones sobre la vida y sobre la música le aúpan un escalón por encima al del resto de sus compañeros. La escena en la que cuenta la anécdota sobre Pablo Casals es uno de los mejores momentos del film.

Prácticamente todo funciona en “El último concierto”; las relaciones entre cada uno de los miembros del grupo, sus anhelos, frustraciones y resquemores afloran y el espectador percibe cada una de estas sensaciones como si fueran propias. El único pero que se le puede poner es el personaje de la hija de dos de los miembros, un tanto desdibujada y con una importancia relativa en la historia. Pese a ello, no entorpece en la trama y protagoniza uno de los pocos momentos divertidos del film.

Disfrutamos así de una obra sin fisuras, emocionante, realista, sin altibajos y que se beneficia de un grupo de actores en estado de gracia. Todo un logro para una época del año caracterizada por la sequía de títulos de calidad en nuestros cines. En definitiva, reflejo de lo que fue la carrera profesional de un actor irrepetible: Phillip Seymour Hoffman.

Más sobre esta y otras películas en el blog: argoderse.blogspot.com.es
Daverunner
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