Wendy y Lucy

Sin tantos artificios como el cine de los Dardenne y con muy pocos medios este director ha realizado una sensibe historia que, contando lo poco que cuenta, se hace mucho más perdurable que muchas de las historias que nos narra el cine reciente, y en muchos menos minutos. Es concisa, sencilla y muy bien interpretada por la actriz principal.

Una joven de nombre Wendy se traslada a Alaska acompañada de su perra Lucy, para incorporarse en una empresa conservera. Viaja desde Indiana en su viejo coche, un Honda Accord. Justo cuando llega a Oregón el viaje de Lucy empieza a torcerse. De un lado comete el error de robar en supermercado comida para perros y es pillada infraganti; tras unas horas en la cárcel y pagar la correspondiente multa, al volver no encuentra a su perra. También su coche se ha averiado y el precio del arreglo excede a su exiguo presupuesto. De todo ello resulta que Wendy empieza a sufrir gran ansiedad, a la vez que su dinero y su autoestima van hacia abajo y sin remedio.

La escritora, guionista y directora de cine estadounidense Kelly Reichardt, con un guion de su autoría consigue una película que absorbe al espectador, con una historia sencilla pero directa al corazón.

El film va exponiendo desde una óptica neorrealista y cierto aire bressoniano, una panorámica un tanto desalentadora de una Norteamérica profunda atravesada por el desempleo y la pobreza a todo nivel, y un grado nada desdeñable de desesperanza.

Con una música aceptable de Will Oldham y una fotografía bien de Sam Levy, la cinta está bien interpretada por una actriz un tanto naif, Michelle Williams que, empero, encarna bien su personaje. Bien acompañada por otros actores mayormente desconocidos pero que pasan el corte como Williams Patton, Will Oldham o John Robinson.

Es un obra pequeña con un corazón grande, aunque no podemos decir de ella que sea sobresaliente; le falta sustancia y enjundia.

El mayor problema de Wendy y Lucy es que su historia, o su punto de partida, sería excepcional en un cortometraje de 30 minutos en lugar de un film de 80 minutos. Y es un problema cuando todo lo que quieres contar se puede resumir en una servilleta de papel, por que está carente de "chicha", de algo de garra y energía, de contenido que mostrar. Sobresalen, eso sí, unos actores en estado de gracia, la potente dirección y una fotografía de un altísimo nivel. La historia de Wendy y su perrita Lucy es atractiva hasta cierto punto y el final, si bien algo precipitado, deja un buen sabor de boca - aunque agridulce por la naturaleza del mismo-. Pese a todo el film me ha parecido demasiado distante y muy lento, esto último por lo previamente comentado: la historia no da para tanto, y si estiras mucho el chicle lo más seguro es que se rompa. El film de Kelly Reichardt no llega a explotar, pero desde luego se queda lejos de las expectativas generadas en un primer momento. Quizá tenga que revisarla para acabar de cogerle el punto... quien sabe. Toda la gente con la que la he visto la ha disfrutado, así que habrá que concederle el beneficio de la duda.

Buena película de cine independiente que parece haber desflorado anos y relajado esfínteres entre la parroquia pero que a mí, sinceramente, no me ha parecido para tanto. Aunque disfrutable es un rato. Buena actuación de Michelle Williams en un papel servido en bandeja para el lucimiento dramático, y buena dirección de Kelly Reichardt, que con lo mínimo, un guión esquelético y un estilo casi documental, llena la pantalla de melancolía y tristeza otoñal. La película promete más de lo que finalmente acaba dando, pero a pesar de todo, con ese sencillo final contenido, cuando uno preveía quizás mayores fuegos de artificio, la directora no falsea la honestidad de la propuesta y logra ser consecuente y elocuente, de nuevo con lo mínimo, y con apenas unas gotas de BSO. A mí, como siempre que aparece un animal en pantalla y se hace gala de una sensibilidad ajustada, me tuvo ganado desde el primer fotograma.

Una chica viaja a Alaska con su perra y en una ciudad de Oregon sucede algo.

La protagonista se mueve en un fondo en principio inocuo, en los suburbios de una ciudad, donde la naturaleza convive con las calles. Rodeada por un belleza intensa y a la vez discreta (siempre que veo estos espacios norteamericanos de los suburbios, rodeados de una vegetación casi lujuriosa, siento siempre lo mismo: es imposible ser infeliz en un entorno tan hermoso!), vive su aventura: silenciosamente, sin aspavientos, sin adornos, aceptando.

La delicada belleza (y de nuevo discreta) de la protagonista es un valor añadido, le concede a su vida, a la vida que muestra al espectador, un valor casi aristocrático.

Si no os gustan las películas lentas, en las que "no pasa nada", no la veais.