Efectos secundarios

¿Qué se puede esperar de un buen guión, con buenos diálogos y bien resuelto; más una puesta en escena efectiva, elegante y seria?
Una película mucho mejor que la mayoría, aunque la parte final con su desenlace sorpresa rompa lo que muchos esperaban y querían ver de un film que aborda el mundillo profesional de la psiquiatría y la farmacología, aunque livianamente.

Steven Soderbergh deja patente, tanto en "Contagio" como en "Efectos secundarios", lo excelente cineasta que es. Rueda rápido y encima bien. Tiene buen gusto tanto en la fotografía, como en la ambientación escénica, como en la selección musical. Sabe qué clase de música, escenarios, imagen y hasta vestuario quiere y son los más adecuados.

Pese a que parezca forzada la sorpresa final, que a los espectadores nos aleja de poder ver lo mismo que se hizo con "Contagio" pero en el terreno de la psiquiatría; al mismo tiempo, esa sorpresa tiene otra, un "efecto secundario" que hace finalizar el largometraje con buen sabor, recordando a alguna peli tipo "Alguien voló sobre el nido del cuco".

Sobre los actores quiero decir que funcionan muy bien en sus papeles, todos parecen buenos, en otro tipo de película los mismos actores parecerán mediocres o malos; va en función del guión. Los actores siempre están al servicio del guión, de la historia y de las líneas de diálogo. No son "estrellas"; para estrellas importantes ya tenemos al Sol.
¿Jude Law, Rooney Mara, etc... son buenos actores, grandes actores? Pues según la película. Si se meten en producciones ligeritas de cascos parecerán estúpidos, si se meten en obras cinematográficas cuidades con mimo hasta el detalle, parecerán excelentes. Simples peleles al servicio de productores, directores y guionistas. Aquí los actores cumplen de "fruta madre".

Hasta el título del film es correcto y tiene gancho.

Los aproximadamente cuarenta primeros minutos de Efectos secundarios prometen un Soderbergh tan audaz como el de El soplón a la hora de tomar la temperatura moral de nuestro tiempo. La naturalidad con que, en ese tramo de la película, todos los personajes, sean psiquiatras, pacientes o amigos o familiares de estos o de aquéllos, recitan de memoria las marcas de antidepresivos, ansiolíticos o somníferos es pasmosa, dibuja un nada complaciente retrato de la inestabilidad contemporánea. La trama, centrada en una sonámbula de tendencias suicidas, describe esa cierta frivolidad con que se recetan fármacos, se testan prototipos con los pacientes como conejillos de indias, etcétera. Y cuando algo falla, el médico que tan ciegamente confió en las grandes corporaciones que flirtearon con él (pasta gansa mediante) se queda más solo que la una, desprotegido, acorralado, incluso calumniado por oscuros hechos del pasado.

Esto es únicamente el primer tramo de Efectos secundarios, el más interesante, crítico y corrosivo. Por desgracia, lo que sigue va perdiendo fuelle a cada nueva escena. El doctor protagonista, tras ser señalado mediáticamente con el dedo y perderlo todo (trabajo, familia, dignidad), se convierte en una suerte de Philip Marlowe que empieza a sospechar de la verdad de su paciente, investiga a la psiquiatra que antes la trató y, tirando del hilo, descubre el gran pastel. Todo muy forzado con un final que puede sorprender pero que decepciona de la misma forma, igualmente Soderbergh dirige su relato con una puesta en escena elegante y precisa y un reparto encabezado por un Jude Law impecable, Rooney Mara, la Lisbeth Salander de Millennium, el rol de perturbada le va que ni pintado, y Catherine Zeta-Jones es una femme fatale de aúpa.

Steven Soderbergh se encuentra en mi lista de directores sobrevalorados, y tiene unas cuantas películas a las que también les vale el mismo adjetivo, como por ejemplo Traffic (2000) -por la que ganó un Oscar-, y películas directamente malas como Un Romance muy Peligroso (1998), Ocean's Twelve (2004) y la irregular Contagio (2011). Después están otro trabajos suyos que me hacen pensar que le infravaloro, largometrajes notables como Erin Brockovich (2000), divertidos como Ocean's Eleven (2001) e interesantes como el remake Solaris (2002). Con él una de cal y una de arena.

Efectos Secundarios (2013) es la película con la que -dice- se retira del mundo del cine, un thriller protagonizado por Jude Law, Rooney Mara, Catherine Zeta-Jones y Channing Tatum.

Los Taylor (Mara & Tatum) son un matrimonio con problemas, él acaba de salir de prisión y trata de reinsertarse; ella se encuentra en una depresión e intenta suicidarse, pero falla. De esa manera llega al hospital y conoce al Dr. Jonathan Banks (Law), un psiquiatra que la acoge en su consulta y la medica con unos nuevos fármacos. El efecto secundario de uno de ellos destruye la vida de los Taylor y hunde la carrera del doctor.

Me preparé para lo peor en el primer acto de Efectos Secundarios, empieza como una denuncia social sobre recetar fármacos -de dudosa efectividad muchos de ellos-, el reverso farmacológico de Traffic y Contagio, dos películas que ejercían críticas sobre el tráfico de drogas y las epidemias víricas respectivamente. Sobre la práctica podrían haber sido interesantes, pero el tono distanciado y aséptico del director me deja frío, este hombre trata a la gente como estadísticas y eso puede estar bien como estudio de la sociedad, pero al séptimo arte le pido algo más de alma, Efectos Secundarios la tiene.

Los dos actos restantes pierden el oremus; lo que empieza como un análisis a los efectos de que producen los antidepresivos y las nuevas drogas, deriva a un thriller a lo Hitchcock -del que no voy a destripar sus múltiples sorpresas-. Puede que afecte al conjunto, que divague respecto a sus intenciones iniciales. Yo lo he visto más como un señuelo para picar, y sorprender al espectador el resto de metraje con una propuesta bastante más festiva. Efectos Secundarios engancha porque no sabes qué va a pasar, y cada nuevo giro de guión, por rocambolesco que sea, te atrapa más que el anterior.

Los calificativos que usado para referirme a las películas que más me han gustado de Soderbergh en el primer párrafo han sido notable, divertido e interesante, Efectos Secundarios es las tres cosas al mismo tiempo.

A destacar: la banda sonora de Thomas Newman, y Jude Law y la Zeta-Jones entre los actores.

Side Effects comienza con esa breve escena en la que la sangre mancha el piso de la cocina y de la sala. Hay un regalo sobre una silla y todo parece indicar que algo macabro ha ocurrido. Luego, tras la anticipación narrativa, nos devuelve en el tiempo tres meses atrás para comenzar a indicarnos por dónde deben ir nuestras expectativas. A pesar de la jugada inicial, sencillamente nos dejamos llevar por el relato de la depresión y el uso de los antidepresivos sobre Emily (Rooney Mara) y contamos nítidamente con el ambiente cultural y clínico para captar que las cosas no están saliendo bien en su vida, ni en su entorno. Y esa es una parte del filme. Candorosos, casi ingenuos, el espectador y el filme se van de la manito hacia las más sencillas conclusiones.
Pero las cosas comienzan a salirse de cauce y el filme cambia de objeto. Pasamos del drama a una aventura criminal impresionante que a nadie deja indiferente. Sin revelar más, solo puedo decir que se trata de una gran película, con muy buenas interpretaciones y una historia inolvidable.

Steven Soderbergh no es Hitchcock, ya, pero hacía años que no veía una película que recogiera lo mejor de su legado. Un policíaco enrevesado, que gira sobre sí mismo, siniestro, oscuro, que te da pistas pero no logras acertar hasta que te muestran el final.
El film se divide en dos partes: la primera es un diagnóstico acertado y brutal sobre le enferma sociedad burguesa en la que nos movemos, con medio mundo medicado por su forma de vida; y una segunda, con formato thriller de ritmo endiablado, que mejora con un segundo visionado.
Es cierto que el final es efectista, por eso la califico con un 8 y no un 9.
Steven Soderbergh es uno de los directores más arriesgados del cine yankee. Y si no, recuerden el CHE.