Torremolinos 73

Crítica corta: Javier Cámara, notable. Candela Peña, tres cuartas partes de lo mismo. El guión: decae un poco a partir de la mitad del filme. Fotografía: excelente. Huele a diapositiva familiar de los 70. Buena BSO. Ambientación lograda.

¡Ah" Y la chocante (por sorprendente) aparición de Mads Mikkelsen (recordado Le Chiffre de "Casino Royale") en un corto papel.

Cosas de la globalizacón.

Por cierto: el making foff del DVD (con Pablo Berger jugando a ser el Peter Jackson de "La verdadera historia del cine") es digno de verse.

Comienza bien, la ultraderrota como una de de las bella artes, la comedia peleona a espuertas, el sarcasmo a fondo, desgarramantas, di no a todo/s, pero la fiesta dura poco, no mucho, se apelmaza, se vence se tuerce desconcha, desdibuja deforma dispersa, y al final, gran pecado mortal de lesa humanidad gravedad moral necesidad, se trata de poner medio seria, se echa a perder, y eso ya nada (nos) interesa, apenas importa aporta, apesta.
Juan Diego es/era/está enorme y ellos dos tampoco lo hacen mal (Cámara es un buen actor y ella en líneas generales siempre cumple o resalta aunque quizás tanto como en otras no destaque aquí quién sabe). La película se enreda en su propia maraña abierta y ya no encuentra el tono de tragicomedia que pareciera a todas luces que pretende o busca con ese final especialmente garrafal casi como del verdugo nada menos y con las bromas sobre Bergman dios nos perdone que son muy pobres y obvias y tontas incluso mucho más de lo que fingen o quisieran.

El argumento es tan disparatado que sólo puede explicarse desde la premisa de que la película está basada en un hecho real. “Torremolinos 73” es una comedia amarga que sirve para reflejar la España del tardofranquismo, deseosa de aires nuevos de apertura y a punto de hacer estallar los corsés de la dictadura. Javier Cámara y Candela Peña son el alma de la película, ambos están magníficos, y además Berger consigue que haya mucha química entre ellos. Los protagonistas son dos pobres españoles de clase media, ahogados por no poder pagar la renta a final de mes. De la noche a la mañana, y sin ser muy conscientes de ello, se convierten en actores porno. Su situación económica cambia de la noche a la mañana, pero sus inquietudes y aspiraciones siguen siendo las mismas. Él querría ser un gran director de cine, como Ingmar Bergman. Ella desearía, sobre todo, ser madre. En el fondo, los protagonistas son dos seres de una extraordinaria candidez, y la película es una sucesión de acontecimientos que les pondrá a prueba como pareja, hasta el desenlace final. Berger combina todos estos elementos para hacer una película muy peculiar, de un humor negrísimo, pero también de una enorme ternura.

El debut de Pablo Berger es mejor de lo esperado. Sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que se trata de una película que juega con una historia sobre porno (recordemos la demencial No lo llames amor llámalo X).

Y el resultado es notable, al menos durante los treinta, cuarenta primeros minutos de la película. Ahí destacan especialmente la ambientación setentera, las caras (constantemente perplejas y de indignación de Javier Cámara y Candela Peña) y ciertas escenas muy bien resueltas (la primera reunión para explicar el nuevo producto).

Sin embargo, la segunda parte es cuándo para mí la película flojea. Comienza a ser un relato más sobre los sentimientos (acaso estas filmaciones unen más a la pareja protagonista), la fama y las dificultades que esta conlleva.

Y para mí, le película deja de tener ese aroma único y especial que tenía hasta el momento. Por mucho Mads Mikkelsen o Thomas Bo Larsen (se agradece que alguien en el cine español sea capaz de hacer un sentido homenaje a estos grandes actores).

El final remonta un poco y deja una sensación extraña. Desde luego, no es algo común en el cine español.

Desde luego esta película es bastante más atinada, para un servidor, que Blancanieves o Abracadabra. Eso sin dudarlo.

"Muy bien, muy bien, muy bien", exclama Juan Diego mientras el violeta imperial se va abriendo camino entre tanto color pajizo. Claro que sí, bródel: muy bien. Y es que esta película nos enseña a toda la familia que el ser humano es, de por sí, todo un espectáculo y que cualquiera puede hacerse de oro mostrándonoslo tal y como siempre ha sido, es y será: un jodido verraco.

La vergüenza, los escrúpulos, los principios, son los únicos obstáculos que debe salvar un hombre de bien para triunfar en esta puta vida. Y quien no pueda deshacerse de estas rémoras, que pague por ver a los que ya se han desecho de ellas: actores porno, políticos, jetas y demás fauna. A mamarla.

Esta película es la repera y recomiendo verla completamente desnudo, no sea que le quede a uno un cerco en el calzoncillo de la hostia. Todo un homenaje puro y sincero al cine con pelillos de aquellos maravillosos años 70.