La princesa prometida

Segundo tras segundo, la película entretiene, engancha y enamora. Ideal para ver en familia, cada frase, en su mayoría con doble sentido es una obra de arte. Para ser de los años 80, donde los efectos especiales eran fondos, decorados y mucho cartón piedra, visualmente es perfecta. Robin Wright está encantadora. La primera escena de lucha de espadas es magnífica, jugando coreografía y música. Peter Falk y Fred Savage, geniales. Un delgado Mandy Patinkin y el resto de actores secundarios mejoran aun más esta maravilla. Y además, música de Mark Knopler.

Una notable cuento escrito por William Goldman y llevado a la gran pantalla con una sutileza y un corazón tan grande como el mismo cielo por un autor siempre acertado, cumplidor y perfecto en cuanta película caía en sus manos, me refiero al eterno Rob Reiner.

Sobre esta preciosa película se puede decir muchas cosas, pero empiezo diciendo que es uno de esos puntuales casos en donde se traslada con enrome brío y honestidad el espíritu propio de un cuento de hadas (o para ser más específicos, de princesas) de los libros en una película, un objetivo que hasta la poderosa Disney ha perdido.

Además de ser un film que se destaca en lo técnico, con una puesta en escena verosímil y coherente, los personajes que lo pueblan enriquecen el relato con su carisma y son el motor principal en donde se mueve una historia sencilla en apariencia, pero que esconde brillantes diálogos que además de no repetir tópicos del género fantástico, elevan con su sano humor una propuesta llena de amor y dulzura de principio a fin.

Otro punto por el que uno termina rendido ante esta adorable propuesta es la forma en la que se nos va presentando ya que por cierto detalle en el argumento general, el espectador forma parte de lo que el narrador principal esta contando y por ende crea la sensación de volver a ser niños otra vez.

Sobre el reparto todos están tan increíbles, que es casi imposible siquiera imaginar a otros rostros para interpretarlos, desde un arrollador Cary Elwes como el irreverente héroe "Westley", pasando por un Mandy Patinkin que se luce como el inolvidable "Íñigo Montoya", hasta el inmortal "André the Giant" que derrocha amabilidad y simpatía como "Fezzik ".

Junto a ellos una preciosa Robin Wright, impecable como "Buttercup", una futura princesa en apuros. Como dato curioso este fue su primer gran papel en el cine, ya que hasta aquel entonces su papel más reconocido era en la serie "Santa Barbara" (1984-1993).

De soporte se dejan ver Chris Sarandon, Christopher Guest, el siempre hilarante Wallace Shawn, Fred Savage, Peter Falk ("Columbo" hace acto de presencia) Peter Cook y en cortas aparicones BIlly Crystal y Karol Cane.

En la banda sonora participa el mismísimo Mark Knopfler, el guitarrista y fundador de la mítica banda de rock Dire Straits y en la dirección fotográfica el desaparecido Adrian Biddle, mismo que aplica la calidez con tonos pasteles en el uso de la luz, transmitiendo empatía en todo momento del largometraje.

Un encanto de film, muy recomendado.

A pesar de que tardé en darme cuenta de sus encantos, puesto que tuve que verla un par de veces antes de caer, definitivamente en sus redes, estamos ante la que es, sin duda, una de las películas más encantadoras de la historia del cine.

Todo arranca como un cuento, el de un abuelo a su nieto, para terminar como una historia de caballeros y princesas, de compañeros de aventura absolutamente entrañables y de grandes momentos de cine: «Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate para morir».

De esas películas que, cuantas más vueltas le das, más te das cuenta de lo bien que están: Actores en su sitio, un guión repleto de todo lo necesario (batallas, aventuras, misterio, romance…), una fotografía espléndida, una banda sonora para el recuerdo… todo está bien y todo está en su sitio.

Es decir, lo único que necesitamos es disfrutar de ella. Como suele pasar con este tipo de películas que pasan a la posteridad, con poco más de 30 millones de dólares de recaudación en salas, la película se convirtió en el clásico que recordamos gracias a su paso al formato doméstico.

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Una historia tipo cuento que entretiene, pero que tampoo es que innove mucho. El guión y sus diálogos están bastante bien, con buenos toques de humor, pero el transcurso de la película es bastante previsible en muchos momentos.

Lo mejor son las interpretaciones, bastante creíbles y dando lugar a personajes curiosos y nobles.

No es una gran película, pero vale para una tarde de invierno.

La historia es buena. Está basada en el estilo de las narraciones que contaban los abuelos, tal como se presenta al principio, inspiradas a su vez en los cuentos de Grimm, Andersen o Perrault. La trama atrae a los niños y a los adultos que todavía se sienten algo niños. No obstante, la realización deja algo que desear. Se mezclan espectaculares paisajes con decorados de cartón piedra y escenarios con trucos ópticos que cantan demasiado. Además, existen cantidad de anacronismos en el vestuario, a ratos medieval y a ratos renacentista o barroco. Se dirá que, al fin y al cabo, es una fantasía, pero la descuidada puesta en escena, en este sentido, hace sentir nostalgia de las películas de mosqueteros o de piratas y guerreros protagonizadas por Errol Flyn, Orson Wells, Robert Taylor o Burt Lancaster. El cuento no está mal pero siempre queda la frustración de aquellas frases clásicas cuando te decían "colorín colorado este cuento se ha acabado" o "vivieron felices y comieron perdices", que cortaban el relato cuando empezaba lo más interesante.