El in yun se basa en la idea de la reencarnación, donde el alma renace en diferentes cuerpos a lo largo del tiempo. Es un concepto budista que nombrar conexiones marcadas por la providencia. Es un concepto hermoso sobre el que la directora y guionista crea esta bellísima película.

En su debut, la surcoreana Celine Song se centra en la relación entre Nora y Hae, dos amigos de la infancia que pierden el contacto cuando ella se muda. Tiempo después, retomarán el contacto con el planteamiento de la pregunta: ¿Y si? Dando lugar a que, en efecto, somos el cúmulo de nuestras decisiones, se tiene que renunciar a la que se podría haber sido para seguir un camino hacia adelante. No se puede tener todo.

Es una película lenta, de fotografía delicada, con un guión que mide las palabras de sus protagonistas al milímetro, con unos silencios que no se rompen con palabras insustanciales. Ya su escena inicial, con una mujer acompañada de dos hombres mientras parecen compartir una conversación agradable y divertida resulta ser el conjunto de todo lo que está por venir.

Celine Song, mejor en el apartado de guión que en el de realización (hecho en falta algo más), compone una película sencilla, de propuesta formal y estéticamente discreta pero atractiva gracias al guión a las sólidas interpretaciones de su trío protagonista. Un debut interesante de un nombre a tener en cuenta.

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Me imagino que, si has llegado hasta esta crítica, es porque quieres saber algo sobre ‘La zona de interés’. Es una pena porque, mi primer consejo para verla es que, cuanto menos sepas de ella, mucho mejor. Jonathan Glazer, otra vez, ha vuelto a demostrar que se pueden contar historias novedosas que sean capaces de removerte por dentro.

La película se trata de una adaptación de la novela homónima del recientemente fallecido Martin Amis relata la historia de un oficial nazi en la II GM que se enamora de la mujer del comandante de su campo de concentración. Pero es casi una nimiedad comparado con lo que Glazer quiere contarnos. El cineasta británico se dedica a relatarnos el día a día de la familia del comandante del campo de Auschwitz, todo reducido a la zona de interés del título.

El film es bastante rompedor por varias razones. La primera es porque sólo intuimos el horror, dando lugar a la imaginación a través del fondo o mediante el uso del ruido. La segunda es la precisión milimétrica con la que Glazer compone cada plano del film. Si has visitado la zona o la conoces por la razón que sea, te darás cuenta de que Glazer consigue que se perciban por detrás fábricas o edificios del complejo para que no pierdas en ningún momento dónde estás.

Quizás, Glazer resulta extenuante y el film no llega a aguantar el metraje que propone. Hay desazón, tristeza y horror, pero lo alarga en demasía, volviéndose un tanto pesada hacia el final. Es como si, en algún momento, se necesitase correr ese tupido velo que propone el director.

Con todo y con eso, un ejercicio interesante.

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Hay películas que, por lo que sea, cuando las ves, con el tiempo terminas teniendo una percepción distorsionada de las mismas. Cuando se estrenó ‘Enemigos’ era muy fan de las películas de acción y ver darse de mamporros a Antonio Baneras y Lucy Liu me llenó de orgullo y satisfacción. Vamos, tampoco la recordaba como un «peliculón», pero no desde luego como el bochornoso ejercicio de acción que revisité el otro día.

Será que los tiempos cambian y que las películas envejecen mal (así, de pronto y sin pensarlo, han pasado veinte años de su estreno), pero ‘Enemigos: Ecks vs Server’ lo ha hecho muy mal. Lo cierto es que el argumento se ha quedado muy atrás, pero en este tipo de entretenimientos no es, precisamente, lo que más importa. Aquí, lo que verdaderamente me ha llegado al alma es el «¿pero por qué diantres hay un tiroteo ahora?». Es una película que, como aficionado al género de la acción NUNCA me había hecho y, por primera vez, me sucedió el otro día.

Es algo terrible, especialmente por el aprecio que tengo a sus dos protagonistas, pero es que hasta los dobles en las escenas de acción cantaban muchísimo y se notaba que, cuando les tocaba a ellos, la acción se ralentizaba horrores.

Me ha dolido en el alma bajarla la nota, pero de algo entretenido, como mucho la dejo en «regulinchi». Pero huele a que si la vuelvo a pillar, lo mismo la nota baja más… una pena.

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Con Jeff Bridges al frente, Ryan Reynolds secundando y Kevin Bacon participando, ‘RIPD’ se pegó un castañazo bueno en la taquilla por pasarse de lista, por ser incapaz de vender bien lo que se veía en el tráiler. Podía haber sido algo realmente divertido y entretenido, pero no había por dónde sostener lo que se veía en pantalla y fue una de las peores películas del año (consensuado, da igual a quién le preguntéis).

Como no había mucho que rascar, a alguien se le ha ocurrido la feliz idea de hacer una secuela directamente para la televisión, ya sin caras conocidas y obviando por completo todo lo acontecido en la primera parte (si había algún tipo de conexión con ella, de verdad que ni me he enterado).

Así, ha nacido esta extraña secuela que tampoco sabe dirigir bien los tiros, pero que encima está más capada que la original en cuanto a nivel de presupuesto se refiere. Siendo sinceros, yo tampoco hubiera puesto más dinero en este proyecto viendo el desbarajuste argumental que se gasta y las pésimas interpretaciones.

Igual es una saga que es mejor que descanse en paz. Hay cosas a las que no es necesario volver.

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No sé cuántas películas españolas llevamos en lo que llevamos de año capaces de desperdiciar un buen argumento. No es que los responsables del guión se hayan comido mucho la cabeza, pero la historia olía a cine clásico, a interesante juego de cartas, a rencillas familiares por descubrir… todo eso aderezado de mala baba y humor. ‘El favor’ tenía que haber sido eso, pero dista mucho de lo que en realidad es.

Siendo sinceros, ‘El favor’ es una solemne tontería, narrada pésimamente mal desde su arranque, sin que seamos capaces de sentir ternura por el personaje que acaba de fallecer y que nos haga desear el mal a estos tres imbéciles Gallardo. Se remata con una lamentable y ridícula escena de velatorio en la que solo pude pensar en porqué Macías no había visto primero ‘Un funeral de muerte’. El nivel de realización es de pequeña pantalla, no de grande.

Además, se nota muchísimo la disparidad de actores que tiene este invento. Poco puede hacer Gonzalo Castro con los pocos minutos que tiene e Inma Cuesta suficiente tiene con intentar parecer creíble con semejante guión. Lo de Sara Sálamo o Alfonso Bassave si que es de juzgado de guardia… no me han gustado nada.

Me esperaba una cosa completamente diferente, no una película destinada a la sobremesa televisiva.

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