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Plácido

Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
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Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
8 de junio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como Berlanga nos tiene acostumbrados, nos relata perfectamente con ese sarcasmo muy suyo el retrato despiadadado de la España profunda, su pesimismo, su crueldad, su egoismo y lo hace de forma magistral.
Berlanga se mueve como pez en el agua con esa sociedad hipócrita, provinciana y que lo mas importantes son las apariencias.
Y lo cuenta de una forma única, suya, agudiza el ingenio con un sarcasmo magistral. Humor negro y critica a esta sociedad tan falsa. Totalmente recomendable. Un placer.
Tanto esta, como Bienvenido Mr Marshall, como el Verdugo hechas del mismo patrón unas maravillas del cine español.
Megustaelcine
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9 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces pienso en el tiempo. En el tiempo y en otras cosas que van parejas a él, como la producción de películas. Cada año nacen nuevas películas (gracias a los dioses) y eso hace que con el paso del tiempo otras se hagan cada vez más viejas. Qué obvio todo, ¿verdad? Grandes producciones como Indiana Jones, Los Goonies, o Star Wars, que marcan a fuego a una generación, se ven rejuvenecidas, resucitadas o recordadas gracias a remakes, reposiciones, o series de televisión que se inspiran en aquellos iconos de la pantalla y sus aventuras. Pero ¿qué pasa con las obras de arte que se quedan en el fondo del armario o en la caja más inalcanzable del trastero? Ingentes cantidades de obras maestras están condenadas a un lento olvido si no se cuida el conocimiento y la comprensión de un cine que, aun quedando cada vez más alejado de nuestros días, sigue teniendo mensajes cuya vigencia es sorprendente para con los tiempos actuales; un cine con una poderosa fuerza tanto en el contenido como en la forma. Toda esta reflexión me ha venido a la cabeza tras ver Plácido, de Luis García Berlanga. Una puta obra de arte.

Inspirándonos en la ácida crítica social y en el retrato costumbrista de I soliti ignoti o Rufufú en España, de Mario Monicelli, continuamos el cinefórum de La Soga con esta cumbre del cine español. Rodada en 1961, fue nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa y tuvo gran éxito de público y de crítica. Y no es para menos. Plácido posee todo aquello que puede entenderse como berlanguiano (dícese de la situación coral aparentemente caótica o esperpéntica, en la que los caracteres muestran o ponen en evidencia su monstruosidad sin categoría moral, pero de una forma vitalista. Juanjo Puigcorbé dixit). Plácido, el protagonista, es un pobre hombre que durante la jornada de Nochebuena intenta una y otra vez que le abonen el dinero del alquiler para un evento de su apreciado motocarro, para poder pagar, a su vez, antes de la puesta de sol, la primera letra del mismo. El evento no es otro que una campaña de caridad navideña ideada por los ricos burgueses de una ciudad media anónima, consistente en sentar, por una noche, a un pobre a la mesa de la cena. Todo ello va a acompañado de la aparición de un grupo de artistas provenientes de la capital que con su presencia pretenden realzar la visibilidad de la iniciativa, participando además en el desfile que atraviesa la ciudad y en la surrealista subasta de «pobre o artista» que patrocina Ollas Cocinex. Todo ello aderezado con oficinas de burócratas notariales en las que tardan en atender al cliente (¿homenaje a Larra?), funerales tradicionales que se cruzan con la cabalgata festiva y un largo etcétera de situaciones, personajes y diálogos que conforman un relato tan complejo como delicioso.

Esa caridad que tan mágica como hipócritamente nace únicamente en estas fechas navideñas, fue el motor ideológico del film que se inspiró en una campaña real de la época, «Siente un pobre a su mesa», lema que iba a ser el título original de la película, hasta que los censores franquistas lo impidieron.

Con todo, y como dijo el propio Berlanga en unas declaraciones allá por el año 2000, «yo pensaba que lo más jodido de mi vida había sido la censura de Franco. ¡Pues no! Lo más jodido es la pérdida de memoria».

Así que, por favor, no perdamos de nuestra memoria obras de arte de este calibre. Vean Plácido. Y Feliz Navidad.
La Soga
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18 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película de Berlanga, cuyo guion fue escrito por él y por el grandioso Rafael Azona, que nos presenta una crítica demoledora de la burguesía de los años 60, una burguesía totalmente imbuida del nacionalcatolicismo y que Berlanga, arremete con fiereza al mostrarnos cómo con motivo de una campaña de Navidad promovida por esas gentes, nos muestra la hipocresía y falsa cristiandad en la que vivían.
" Siente a un pobre en su mesa en Navidad ", es una idea que a algún "iluminado" del franquismo se le ocurrió, para así aleccionar a las gentes pudientes en el espíritu navideño y promover lo que se entendía como "caridad cristiana".
Berlanga tomó esta idea y con ella, nos mostró lo que verdaderamente entendían las "buenas gentes" por caridad.
Con esto construye una película que no deja títere con cabeza, mostrándonos una sociedad que vive por y para el qué dirán, una sociedad cobarde, hipócrita, llena de remilgos e ignorante.
Llena de situaciones a cual más surrealista, el espectador actual lo verá con estupefacción e incredulidad, mezclado con una sonrisa torcida que nos hará reflexionar sobre las contradicciones del género humano.
Y es que, qué lástima nos producen las buenas gentes, llenos de pensamientos piadosos y buenos católicos, que se ven obligados en Nochebuena, a compartir la cena con cualquier pobre que les haya tocado, que vaya usted a saber que clase de pobre será.
Notable cinta pues, a la que no doy más nota porque me parece que Berlanga, carga demasiado las tintas, ofreciéndonos un exceso de personajes, muchos de los cuales resultan irrelevantes, haciendo que el film, por momentos, resulte recargado en sus diálogos que se pisan unos a otros.
Por lo demás, una película fantástica y que el tiempo no le hace mella.
Izeta
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23 de septiembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el inicio todo lo que sufre el pobre Placido intentado pagar la letra y todo el disparate que va surgiendo alrededor, me lo he pasado genial. Y siempre con el trasfondo de la realidad que le da un peso mayor a toda la obra como la vigencia que tiene.

Diría sin temor a equivocarme que es la mejor película española que he visto y 100% la mejor comedia española y una de las mejores en general de la historia del cine.

Película obligada para ver todas las navidades, diciendo esto, pienso en que es una especie de equivalente de el ¡Que bello es vivir! Español.
AndrésFS
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21 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer "mano a mano" entre Berlanga y Azcona fue esta maravillosa sátira que contiene, barnizada bajo una capa de comedia costumbrista, una de las críticas más implacables y corrosivas a la miserable y cursi España de Franco (por supuesto), pero también, de paso, a cuestiones más amplias, prácticamente universales, como la hipocresía de las clases pudientes, la injusticia social, los apuros cotidianos de la clase obrera (trabajadores con "pequeño negocio propio" incluidos) o la función adormecedora de las conciencias que tiene muy a menudo eso que llamamos "caridad".

Película coral con un reparto lleno de maravillosos profesionales de aquellos que tenían que vivir de hacer papelillos de cuarta en filmes casposos, pero que cuando tenían un buen personaje lo bordaban, con un guión que rebosa humor negro y mala uva por los cuatro costados, con unos diálogos brillantemente delirantes, todo ello tamizado por ese raro talento que tenía Berlanga para hacer ágiles planos secuencia larguísimos y rodar escenas con mucha gente en espacios pequeños sin que el barullo se le fuese en ningún momento de las manos.

Uno de los clásicos imprescindibles de nuestro cine.
elviajero
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