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La caída del imperio romano

Aventuras. Drama Imperio Romano, siglo II d.C. Marco Aurelio (160-181), el emperador filósofo, fue el último gobernante de la Edad de Oro romana. Muy a su pesar, tuvo que luchar contra diversos pueblos para defender las fronteras del Imperio. En política interior, su sueño era restaurar las instituciones republicanas, razón por la cual nombró sucesor a su protegido Livio, en detrimento de su ambicioso y corrupto hijo Cómodo. Pero éste no aceptó la ... [+]
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
14 de junio de 2019
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que la vi de niño en el cine. No me acuerdo, perlo verla en pantalla grande debe impresionar.
Por supuesto que es básicamente ficción y los hechos históricos no son para nada como cuenta, pero es una película. Una película con lenguaje preciso, diálogos naturales y excelente doblaje al castellano; escenas de carreras de carros y batallas irrepetibles, extraordinarios actores, impresionantes decorados, vestuario... e inigualable utilización de sus infinitos extras...

Todo impecable (salvo lo que comentó en spoiler). Irrealizable algo así por nunca jamás. Aunque pueda ser mucho decir, a mí me parece tan auténtica como Ben Hur, aunque la historia entre personajes sea quizá algo más floja. Nunca entenderé que no se la considere al mismo nivel.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
juancarlosrema
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12 de septiembre de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El imperio del productor Samuel Bronston tocó fondo con el descalabro comercial de 'La Caída del imperio romano´. Un peplum maravilloso al mando del genial Anthony Mann que yá estaba más que acostumbrado a este tipo de 'retos' históricos demostrando su valía en por ejemplo 'El Cid'. Mann se mueve de una manera excepcional tanto en las secuencias de diálogo íntimas como en las secuencias de grandes 'masas' humanas dejando perplejo al espectador en todo tipo de ámbitos. El director de 'Wincehster 73' aprovecha un lujo de reparto en el que el depravado Cristopher Plummer se lleva la palma con su personificación del emperador 'Cómodo'. El histrionismo, locura y depravación de éste emperador romano es equiparable al de sus antecesores, poniéndo como ejemplo al 'Nerón' de Peter Ustinov en 'Quo Vadis'. Alec Guiness por su parte demuestra una vez más su clase y distinción actoral en el papel de uno de los mejor considerados emperadores de la historía del imperio italiano 'Marco Aurelio' que con su capacidad de estadista y filosofía para el diálogo y entendimiénto entre distíntas culturas intenta someter 'pacíficamente' a los bárbaros que amenazan por desectructurar el imperio de la omnipresente Roma. En el interior de la narración subyace una historia de amor entre un Stephen Boyd ( General) y 'Lucilla' ( la hija de Marco Aurelio y hermana de Cómodo) que es arrastrada entre grandes batallas, pugnas políticas y ambiciones fraudulentas para comprender el poqué de la caída de uno de los imperios más longevos de toda la historia de la humanidad. Toda una serie de actores de la talla de James Mason, Mel Ferrer y Omar Sharif pasean su 'poderío' actoral entre los magníficos decorados de cartón piedra, vestuario fidedignamente manufacturado, armaduras, armas, cuádrigas y los exteriores ofrecidos por nuestra España ( puntera por aquel entonces en albergar films de corte Hollywoodiense de la talla de 'Patton' y 'Doctor Zhivago' por citar sólo dos de las muchísimas producciones que se dieron en nuestra patria). Una época que tocó a su fín hasta la llegada de Sergio Leone y sus westerns en Almería yá que 'La Caída del imperio Romano' desveló el cansancio y la sobreexplotación de éste tipo de películas en el público a pesar de que es una genialidad magnífica que posiblemente convirtió en defectos sus excesos maravillosos. Éste ultimo peplum sumió en un profundo vacío al género que tan buenos resultados artísticos y comerciales habían dado hasta entonces de tal modo que no se volvió al género de sandalias, capa y espada hasta el siglo XXI, curiosamente con un film que tiene más de un punto en común ( incluídos personajes) con una arriesgada apuesta de los estudios Dreamworks con Spielberg a la cabeza en la producción y con el maestro Ridley Scott en la dirección, un film que tomando como referencia éste último gran peplum del s. XX que fué 'La caída del imperio Romano' llevó al siguiente siglo a las películas 'de Romanos' convirtiéndolo en un género frecuentado por más cineastas a partir de su creación. Una película llamada. 'GLADIATOR'...Pero esa es otra historia.
marcus
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29 de septiembre de 2016
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que creo que es el principal handicap que tiene este magistral film, el de tener ese tono otoñal, elegíaco y muy triste...como si sus autores fueran conscientes de la caducidad del género llamado "peplum", del cual este fue su último gran título y cuyo fracaso dio carpetazo al género definitivamente.
Y es que pienso que esta es la Gran Joya que produjo Samuel Bronston, tras los éxitos de El cid, El fabuloso mundo del circo, 55 días en Pekin...
Primero de todo creo que hay que empezar reivindicando la figura de ese excelente cineasta que fue Anthony Mann, un director que parece haber quedado eclipsado por otras figuras del Hollywood de la época, y que para mi fue un cineasta muy competente capaz de abordar cualquier género, al nivel de William Wyler.
Y que cuando se habla de western siempre sale a colación John Ford y Howard Hawks...pero creo que Mann fue un Maestro del género, que lo revitalizó, y le dió una fisicidad y un realismo que antecede a lo que luego hicieron Peckinpah y Leone.

Cuando se puso a las órdenes del productor Samuel Bronston, considero que hizo las dos mejores películas que produjo jamàs, como son El cid y esta La caída del imperio romano...rodando además, dos de los mejores films épicos de la Historia del cine...y para mi el trabajo de Mann para Bronston supera a lo que hizo Nicholas Ray o Hathaway.
Centrándonos en La caída del imperio romano, hay que destacar que aparte de ser un film triste, su otro gran hándicap de cara a la valoración global del film, es la falta de un actor con gran carisma de protagonista.
El papel de Livio le fue ofrecido inicialmente a Charlton Heston, y estoy muy convencido de que si lo hubiese protagonizado él, la valoración de esta joya sería muy distinta.
Pero por otro lado, visto con perspectiva, creo que esto beneficia al tono del film, el de ser un film que representa el final de algo...el final del Imperio romano, el final de la vida, del sentir de todas las cosas, tal como reflexiona Marco Aurelio magníficamente interpretado por Alec Guinness..del final del mismo género que representa el film, el peplum o "cine de romanos".

Sophia Loren, a pesar de que no es santo de mi devoción, creo que aquí està muy adecuada a su papel de mujer superinteligente y fría, que por ser mujer no podrà acceder al trono, pero que resulta ser el personaje más inteligente de la película, más todavía que el sosainas de Livio, muy bien interpretado por Stephen Boyd, y por eso digo que le beneficia al film que no lo interpretara Heston.
Aquí no hay gloria ni esperanza, se acaba una época, y con ella, las ilusiones y anhelos de muchos, de encontrar la paz y el amor...algo que no creo que encuentren la pareja formada por Livio y Lucila, cuando salen de Roma, pues ella es una mujer mucho más inteligente y fuerte que él.
Y no podemos dejar de admirar la fascinante puesta en escena de Mann, que se luce sobretodo en todas las escenas iniciales en exteriores en la nieve, que representan a la antigua Germania...menudos superplanos y movimientos de cámara! !...la bellísima escena del funeral de Marco Aurelio rodada en plena tormenta de nieve ( viendo esta secuencia, quien tenga dudas de la maestría de Anthony Mann como director que se lo haga mirar..)...la entrada de Cómodo en Roma, en el mayor decorado construido en la Historia del cine, a las afueras de Madrid...y que luego copió pobremente Ridley Scott en esa copia digital que fue de este film, Gladiator..

Se le achaca el final, que no està al nivel. ...yo entiendo que no tiene épica ni gloria...es un final desesperanzado, con un Cómodo que no ha dejado de ser un triste títere falto de amor toda su vida...y una Roma asediada y ultrajada, en venta al mejor postor....

Esto sí que es riesgo!!....una superproducción como esta, y con este final tan triste y desesperado!!...entiendo que no guste al público. .

En fin, un bellísimo film siempre a reivindicar, tanto como la figura de su director, el Maestro Anthony Mann...mucho más que "el marido de Sara Montiel".

A destacar también la maravillosa y muy adecuada banda sonora de Dimitri Tiomkin...de una gran belleza.
Jaime Rodríguez
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6 de abril de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Emperador Marco Aurelio (Alec Guinness) une a todos sus ejércitos de las provincias romanas en el Norte para convencer a los bárbaros de su nueva condición de ciudadanos de Roma. Unido a su inseparable amigo y filósofo Timonides (James Mason) reunirá a sus hijos, la bellísima Lucila (Sophia Loren) y el ambicioso Comodo (Christopher Plummer), así como su ahijado Livio (Stephen Boyd). A la muerte del padre por envenenamiento, Comodo comienza un reinado de terror que sacudirá todos los territorios conquistados por Roma. Lucilla es separada de su amado Livio por Sohamus (Omar Sharif) rey de los armenios y aliado poderoso de los romanos.

Madrid, Valencia y Segovia fueron las principales localizaciones dónde se rodó íntegramente este megaproducto épico ideado por el productor Samuel Bronston y el realizador Anthony Mann, que ya habían trabajado juntos en la no menos espectacular “El Cid” (1963) y que Hollywood se hizo su embajada en los Estudios de las Rozas a finales de los años cincuenta y que inició su debacle a mitad de los sesenta. Pero a España no le fue tan mal porque en ese momento los “spaghetti-western” empezaban a gestarse aprovechando los áridos y ardientes paisajes exteriores almerienses con equipo, aparte de español, alemán y, principalmente, italiano.

“La Caída del Imperio Romano” es un título que hizo justicia en un momento en que el cine religioso y épico lleno hasta los topes de gladiadores, centuriones, esclavos, mandarines, caballeros, monjes, apóstoles y profetas, empezaba a decaer. Y eso que el film de Anthony Mann guarda una sorpresita final referente al destino del malvado y tirano Comodo.
Natxo Borràs
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26 de agosto de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Samuel Bronston fue un productor de Hollywood que llegó a España a finales de los años cincuenta, en pleno franquismo y planes de desarrollo por parte del régimen, con el sorprendente ánimo de levantar aquí un imperio industrial y artístico capaz de rivalizar con el californiano. Este ruso de origen judío (sobrino de Leon Trotski) y pasaporte norteamericano obtuvo el beneplácito del dictador produciendo películas de gran presupuesto: El Cid, 55 días en Pekin, Rey de reyes, El fabuloso mundo del circo y La caída del imperio romano, que es la que nos ocupa gracias a la mano de obra barata hispana, contratando a grandes directores de la época: Frank Capra, Henry Hathaway, Nicholas Ray y Anthony Mann; y estrellas como, Charlton Heston, John Wayne, y Sophia Loren entre otros.

“La caída del imperio romano” es una magnífica película malograda por el afán de colosalismo que movía a su productor; los fragmentos intimistas y las secuencias dramáticas son, sin duda, lo mejor que se filmó nunca bajo el breve imperio Bronston; los personajes son humanos y convincentes; la puesta en escena es personal e inventiva, cuando no está sometida al maximalismo del productor; y el retrato de los años de declive del imperio romano posee fuerza dramática. Sin embargo, en esta ocasión, la subordinación del film a las convenciones del gran espectáculo (el cual no siempre desentona por sistema, sólo señalo las enormes desproporciones que existen, muy perjudiciales para la unidad del film, entre intimismo y espectáculo, entre la convincente tragedia y la aparatosidad de miles de extras despistados) diluyen la efectividad de la película, que hasta el momento de la muerte de Marco Aurelio es excelente.

Por cierto, que Alec Guiness y James Mason (Marco Aurelio y Timónides) no sólo son los mejores actores de la función sino también los únicos que están a la altura de la tragedia puesta en imágenes. Las magnificas composiciones de encuadres de Anthony Mann (las secuencias de interiores son espléndidas) armonizan con el tono elegíaco del relato y con la fisicidad que llena los encuadres, todo ello favorecido por una estupenda fotografía de Robert Krasker y una música inolvidable de Dimitri Tiomkin. Es evidente que Samuel Broston no reparaba en gastos a la hora de contar con los mejores profesionales.

El trabajo de Sophia Loren como Lucilla hija de Marco Aurelio es atractivo, sobre todo con Livio (Stephen Boyd) en las escenas de amor, en la impetuosa reacción tras la muerte de su padre corriendo a abrir las ventanas; el uso dramático de la nieve durante el funeral de Marco Aurelio (en el que Mann combina bien la coreografía con el drama). De haber mantenido este tono la película sería excelente, sin embargo todo lo bueno termina con el funeral, y a raíz de que Cómodo (Christpher Plummer) hijo del difunto, toma no sólo el poder político sino también el poder escénico para ofrecernos un insoportable catálogo de muecas y poses de malvado lunático, pero lo peor es que el guión pierde su interés, diluyéndose en soporíferas idas y venidas de los personajes y en no menos aburridas batallitas de desmesurada duración, como tributo por ser una superproducción. Los personajes quedan desdibujados hasta convertirse en marionetas sin sentido, casi operístico de puro exceso. En fin, lo que podía haber sido y no fue, no obstante sigue estando mejor que la mayoría de productos manufacturados que ocupan las pantallas actuales.
Antonio Morales
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