El astronauta

Auto-psicoanálisis onírico. El tipo de peli que me gusta. La estética soviética maravillosa. Casting, ambientación y MÚSICA perfectas. No para todo el mundo, supongo. Influencias de Tarkovsky, Bergman... LLORANDO ¡BUENÍSIMA!

*Alucinando en colores

Jakub lleva en el espacio más de seis meses. Dentro de la nave espacial se mueve flotando debido a la inexistente gravedad. Durante la rueda de prensa comentó lo tremendamente incómodo que fue el rodaje con tantos arneses soportando su propio peso. Tras los ventanales, unas espectaculares imágenes de estrellas y polvo de estrellas destacan por sus maravillosos colores y por la peligrosidad que supone acercarse.

En esas circunstancias, le resulta muy difícil conciliar el sueño y cada día son más notorias sus oscuras ojeras. Para colmo, lleva mucho tiempo sin poder hablar con su esposa, Lenka (Carey Mulligan), embarazada, quien también se siente muy sola. Ha decidido separarse de Jakub cuando regrese a la Tierra y él todavía no lo sabe.

*Delirios oníricos

Hay muchas causas que pueden originar alucinaciones visuales. Ver algo que no está presente en el plano físico entraría en lo que se denomina delirio. Un prolongado periodo sin dormir y el aislamiento de Jakub son lo que provoca la aparición de esa criatura que se mueve, e incluso habla (con la voz de Paul Dano), en El astronauta (Spaceman).

Pero, la relación que va surgiendo entre ambos se convierte tan cercana, que algo parecido al afecto será motivo para acompañar fuera de la nave a Hanus, iniciativa totalmente peligrosa e irresponsable por parte de Jakub. Incluso compartirán el irrefrenable deseo de comer Nutella checa, o nocilla como decimos nosotros.

También habrá momentos en los que recuerdos de la infancia y juventud del famoso cosmonauta, aclararán alguno de sus comportamientos. En ellos será donde Adam Sandler muestra un registro más dramático y reflexivo. Expresar que no hay nada más importante que el amor por la familia y cuidar de los seres queridos es uno de los mensajes que compartirá con los espectadores. Aunque, quizás se haya dado cuenta demasiado tarde.

*Conclusión

El astronauta (Spaceman) es una combinación de retro aventura en el espacio y de locura transitoria con una filosófica criatura incluida en forma de arácnido. Un cajón de sastre en el que drama y caricatura de cómic trasnochado desconciertan al espectador que, inocente, espera algo más de lo que ofrece.

Adam Sandler y Carey Mulligan salvan, por los pelos, esta incierta película de un denostoso fracaso.

Escrito por Irene Abecia Navarro

La película es una historia de viaje al origen. El origen de la soledad, el origen del amor, el origen del universo. El personaje principal es un astronauta en una misión que busca estudiar un fenómeno espacial desconocido. Cuando está llegando a la zona de influencia comienza un viaje interior durante el cual revisita su pasado en busca del motivo de su soledad autoinfligida, reflexiona sobre una relación amorosa que ha llegado a su fin, sobre la relación con su padre, sobre la decisión de perseguir el conocimiento en lugar de la felicidad, y sobre si todo ello ha valido la pena.

Si dicho viaje es una alucinación provocada por las partículas de la nube misteriosa o si realmente el cosmonauta ha hecho contacto con una araña alienígena psicóloga da lo mismo, el núcleo temático es la introspección del protagonista.

Visualmente es atractiva, con imágenes cautivadoras del espacio y el interior de la nave. Adam Sandler se defiende aunque se le nota un poco perdido.

Todo pinta muy bien pero el resultado es fallido, porque la película se explica demasiado. Una cosa es hacer reflexionar al público y otra diferente es reflexionar por él. La araña no deja de hablar un solo momento, se hace pesada de cuidado con su filosofía masticada. Los dramas que se plantean son de andar por casa y su resolución es facilona. El recorrido espiritual no logra alcanzar la profundidad requerida en un pretendido drama metafísico, permaneciendo en el camino de la superficialidad. Para rematar, el punto de vista de la tierra (la novia y el contacto de la misión) sobra, el foco no debería haber abandonado la nave más que en recuerdos, pues no aporta nada lo que sucede en otro lugar.

Se puede ver, la temática es interesante, pero fracasa en su intento de alcanzar las estrellas.

Si te predispones a rodar una película de ciencia ficción con solo un personaje, una idea loquísima que los directores más peñazos de la historia llevan practicando desde hace 50 años, conviene que te inventes a otro personaje para salpimentar la cosa. Ver a un señoro corriendo en la cinta, comiendo sus cosas de plástico y hablando solo puede entretener media hora, no más. Así que te tendrás que inventar una novia de visita ('Solaris'), un doble ('Moon') o un accidente inesperado ('Gravity', 'Ad Astra') pero.... ¿una araña gigante que habla de filosofía?¿Qué broma es esta?
Pues bien. el sueco Johan Renck ha rescatado los cacharros de su serie 'Chernovyl' para meter a la araña y a un Adam Sandler de eterna boca abierta en una nave que se ve poco y que casi no pinta nada. Y ya está toda la película. Porque no pasa nada más. Bueno sí, aparece un señor matando un cerdo en un pueblo subdesarrollado (ojo, el astronauta es checo soviético sin acento), una Carey Mulligan muy disgustada porque su marido no está en casa cuando tiene niños (está casada con un astronauta, no sé que esperaba) y Lena Olin e Isabella Rosselinni tomando té y diciendo cosas sin sentido. Y se acabó.

Una mala película de ciencia ficción sin pretensiones puede que atesore el encanto de la serie B o un sentido del espectáculo que hagan de su visionado una experiencia si no memorable, entretenida al menos. En cambio, una mala película de ciencia ficción con ínfulas autorales resulta sencillamente infumable.
Sumémosle que dichas pretensiones tienen la profundidad de un libro de TEO abreviado y simplificado por el o la tiktoker de su elección: a un cosmonauta en los confines de nuestro sistema solar y a punto de entrar en contacto con el caldo primigenio del universo le quita el sueño que su esposa —una desaprovechadísima Carey Mulligan— lo haya dejado en visto. Convendrán conmigo en que Johan Renck, el perpetrador de todo esto, no es precisamente Andrei Tarkovski, ni siquiera Stanley Kubrick.
Tanto o más desperdiciada que la mencionada Carey Mulligan se encuentra una escenografía que apuesta sobre seguro por un retrofuturismo analógico, industrial y (post) soviético que da gusto verlo… hasta la irrupción de ese horrendo arácnido interestelar al que no salva ni la voz del siempre túrbido Paul Dano. Junto a Jar Jar Binks y los Na'vi de Pandora, uno de los personajes más prescindibles no ya del subgénero, sino de la historia del cine toda.
Tratándose de un producto Netflix cabría al menos esperar un poco de diversión desenfadada. Pues tampoco. La película es un tostón inmisericorde, pocas veces en mi vida me habré aburrido tanto. Transcurridos veinte minutos ya ando consultando cuánto suplicio me queda por delante y tras otros veinte desisto y me acuesto. La única razón para retomarla al día siguiente y dedicarle una hora de mi tiempo —pasados los 40 éste se torna particularmente valioso— estriba en poder afirmar con justicia y conocimiento de causa que «El astronauta» es un bodrio de proporciones siderales.