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El hombre tranquilo

Comedia. Romance Sean Thornton (John Wayne), un boxeador norteamericano, regresa a su Irlanda natal para recuperar su granja y olvidar su pasado. Nada más llegar se enamora de Mary Kate Danaher (Maureen O'Hara), una chica muy temperamental, aunque para conseguirla deberá luchar contra las costumbres locales, como el pago de la dote, y, además, contra la oposición del hermano de su prometida (Victor McLaglen). (FILMAFFINITY)
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Críticas 178
Críticas ordenadas por utilidad
4 de abril de 2009
75 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás mi película preferida. Aunque más que una película parece un milagro.

Ford coge las pulsiones inconscientes del ser humano, y las vuelve del revés. Al hombre que en su inconfesable subconsciente le tira una buena pelea, emborracharse con los amigotes y creer que domina a la mujer; Ford le otorga ese deseo y encima ni le duelen los puñetazos, ni tiene resaca, y la mujer hace como que se deja dominar. A la mujer que en su inconfesable subconsciente le tira quedarse en su nidito, que su macho sea el hombre que presume ser y hacerle creer que manda él; Ford saca su varita y también le hace feliz.

En resumen, Ford coge al animal hombre, y lo mete en su paraíso de color: Inisfree.

Película no recomendable para todos los públicos. Si crees que el ser humano es mejor persona porque vive en el siglo XXI, mejor no la veas, te indignarás.

Lo paradójico es que hay gente que no cree en los cuentos de hadas, pero ve dragones por todas partes.
Gilbert
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19 de octubre de 2006
64 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre un comentario anterior, y el supuesto topicazo que destila la película. No sólo es así, sino que el director no solo no intenta trampear con ello, sino que no lo oculta; incluso hace un guiño al público en cierta escena en la que la mujer del reverendo comenta lo tópico (y valga la redundancia) que resulta pintar de verde una casa en Irlanda. Para que quede claro.

Ford refleja su sueño, rueda una película sobre el concepto que el tiene del paraiso. Y lo hace de su tierra añorada, su Irlanda, con los tópicos propios de la idealización, absolutamente todos esos que se tienen en la distancia fisica y temporal de nuestra tierra. La película, su encanto reside ahí, en como su magistral dirección nos hace entrar en un sueño ajeno, el suyo, y sentirlo como propio. Un compañero asturiano, me comento lo emocionante que fué para su abuelo, emigrante en Argentina, ver esta película. Es la añoranza, que idealiza la tierra natal desde la lejanía. Y desde luego que no es real esa imagen. ¿Por que si no emigra la gente?

Wayne, es la personalización de Ford en su sueño, él mismo en su paraiso, pero idealizado también en su perfecto múndo onírico. Un americano que vuelve asqueado a sus raices, con 1,95 y espaldas de toro para trabajar la tierra y salir bien parado de las peleas a la salida de la taberna, sin parches en el ojo, necesarios o no, franco, que no huraño, sincero, que no irónico y con raices aún en la tierra lejana, es decir, lo que Ford no es, pero le gustaría haber sido.

Evidentemente Irlanda nunca fué eso. Se pasaba mucha hambre, por eso emigraron tantos y tantos; Lo católicos y los protestantes no se soportaban (y en este sentido, la película es un canto a la tolerancia, uno más), el IRA no era ninguna congregación de ursulinas, que se recrean en el paisaje y se rien de las ocurrencias de sus conciudadanos (son los personajes tratados con más respeto por Ford, los únicos auténticamente serios de la película), y menos se reunen en confraternización baja la mirada de un apacible viejete (evidentemente un juez o general retirado británico, que no entiende ni quiere entender a sus convecinos, que siempre está leyendo el periódico en la taberna alejado de una sociedad), en otro ejercicio de tolerancia, se admite sin problemas.

Ford rueda en su paraiso. Lo siento por quien no haya logrado sumergirse en él, porque se habrá perdido dos de las horas más relajantes, apacibles y emotivas que alguien pueda tener viendo una pélicula.
jesus
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25 de febrero de 2009
223 de 406 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Bravo, señor Ford, bravo! Que peliculón, que maestría, bravo, de verdad.

Que personajes, que maravilla de personajes, John Wayne viniendo de América sin razón aparente, intentando transmitir su basura de ideología a esta pequeña comunidad de Irlanda, pretendiendo que se hagan bodas sin dote, y que si está enamorado se puede casar por su cuenta, jaja, si, amigos, todo tipo de imbecilidades, ¡y poniendo la mujer a la altura del hombre! Menudo personaje, menos mal que al final entra en razón y se adapta a la cultura irlandesa.
El personaje de Maureen O’Hara enorme, sabe perfectamente que como ser inferior al hombre que es, su única valía es la dote. Me encanta cuando Wayne la llama mujer de la casa, el problema es que aparece muy pocas veces fregando, pero me conformo.
Luego los curiosos personajes que pueblan Inisfree, desde el viejo sabio que sabe que las tradiciones las hay que cumplir a rajatabla y por supuesto el hermano de O’Hara, que obviamente se opone a hacer la boda, y encima el personaje de Wayne se enfrenta a él pretendiendo casarse…¡sin su consentimiento!, terrible de verdad, amigos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kiwo
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30 de mayo de 2009
70 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
A día de hoy una película como El hombre tranquilo sería impensable. No me imagino a la pedorra de la Coixet realizando un remake a la ibérica con Bardem ejerciendo de butanero, por ejemplo. Pues no. Mejor quedémonos con Ford y con su caterva de septuagenarios que siempre animan cada una de sus películas. Y luego está Wayne, claro. Un tipo capaz de arrastrar a su mujer por el pelo y el barro durante diez kilómetros, para después ésta mostrarse satisfecha... no puede ser un mal tipo.

Lo cierto es que la peli está desfasada en las formas: "señor, señor, espere!! Tenga, aquí tiene una buena vara para pegarle a su encantadora señora." Supongo que a Ford un comentario semejante no le hubiera parecido machista, sino más bien chistoso. Y toda la película contiene en mayor o menor grado gracietas como la expuesta. Y de esa errónea manera la vi por primera vez. En esta ocasión he preferido obviar las gracias casposas y centrarme más en la ternura de la historia, es decir, en el fondo.

Y el fondo, como es habitual en Ford, se dibuja idílicamente durante toda la narración. Un pueblo tranquilo, bondadoso, bruto y trabajador que habita en paz en las cetrinas praderas irlandesas. Y con eso me quedé. Y la película funciona, vaya si lo hace. Ford consigue que aguárdemos y nos ilusionemos tanto con la futura pelea como los antiguos lugareños. Rueda las confrontaciones como si fueran amables obras de teatro para principiantes. Crea una atmósfera de ternura al permutar de manera constante a sus eternos secundarios durante los diferentes pasajes de la obra que resulta embriagadora. Y tanto John Wayne como su antagonista están maravillosos, amén de la exuberante belleza de Maureen O'Hara.

En definitiva, una obra para ver tranquilo y degustar pausado.
Txarly
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3 de enero de 2011
43 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisité hace pocas fechas y por enésima vez este clásico con un pase televisivo visionado desde el lugar y las circunstancias menos propicios para la esperanza. En tal contexto, el entregado canto a la vida de esta película me reveló, de manera más poderosa que nunca, su efecto balsámico para el alma.

Está claro que Ford no filma Irlanda. Utiliza sus paisajes, sus brumas, sus tópicos y estereotipos para edificar y hacernos partícipes de su particular Arcadia feliz. Todo es estilizada y bellamente irreal, como ese viento huracanado que propicia la exagerada coreografía que precede al beso.

Contaba el hermano de Maureen O'Hara en un documental de Lindsay Anderson que, en su función de buscar localizaciones, llevó a Ford a lo alto de un montículo, desde el cual se divisaba la estación del tren, con el propósito de convencerle que sería un lugar ideal para filmar la llegada de Sean Thorton a Irlanda. Ford replicó: "Para hablar con alguien, ¿te agachas o te subes a una escalera, o bien permaneces de pie mirándole a los ojos? Pues así es cómo yo filmo mis películas". Y así es cómo, efectivamente, vemos el tren desde la perspectiva que tendría una persona esperando en el andén. La cámara a la altura del ser humano no es una cuestión meramente formal. Simboliza una actitud moral: el profundo humanismo fordiano.

De ahí se deriva el ya mencionado canto a la vida, al amor, a la amistad, a la nobleza de espíritu, tan sincero y arrollador que deja en un segundo plano los aspectos más discutibles, caso del poco disimulado machismo que se manifiesta en el trato dispensado a las mujeres o en esas primitivas ceremonias de virilidad resueltas a base de puñetazos.

Cuando Sean y Mary Kate, al iniciar su noviazgo, huyen en un tándem del carro conducido por su carabina, no reciben ninguna reprimenda. Su "indisciplina" ya forma tácitamente parte de lo establecido. La historia del regreso de Sean Thorton a su tierra natal es la historia de su progresivo acatamiento de unas estrictas normas sociales donde todo, absolutamente todo, está rígidamente ritualizado: los cantos corales comunitarios, los flirteos, las discusiones pecuniarias, las dotes, las borracheras…

Aquí reside la finalmente inesperada gran paradoja de "El hombre tranquilo": tan gozosa es nuestra visita a las mágicas y oníricas tierras de Innisfree, que durante dos horas nos sentimos totalmente libres de nuestras ataduras cotidianas, mientras se nos cuenta la historia de unos hombres y mujeres condenados a perpetuar ad infinitum unas mismas convenciones sociales.
Quim Casals
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