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España España · burgos
Voto de jesus:
10
Comedia. Romance Sean Thornton (John Wayne), un boxeador norteamericano, regresa a su Irlanda natal para recuperar su granja y olvidar su pasado. Nada más llegar se enamora de Mary Kate Danaher (Maureen O'Hara), una chica muy temperamental, aunque para conseguirla deberá luchar contra las costumbres locales, como el pago de la dote, y, además, contra la oposición del hermano de su prometida (Victor McLaglen). (FILMAFFINITY)
19 de octubre de 2006
63 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre un comentario anterior, y el supuesto topicazo que destila la película. No sólo es así, sino que el director no solo no intenta trampear con ello, sino que no lo oculta; incluso hace un guiño al público en cierta escena en la que la mujer del reverendo comenta lo tópico (y valga la redundancia) que resulta pintar de verde una casa en Irlanda. Para que quede claro.

Ford refleja su sueño, rueda una película sobre el concepto que el tiene del paraiso. Y lo hace de su tierra añorada, su Irlanda, con los tópicos propios de la idealización, absolutamente todos esos que se tienen en la distancia fisica y temporal de nuestra tierra. La película, su encanto reside ahí, en como su magistral dirección nos hace entrar en un sueño ajeno, el suyo, y sentirlo como propio. Un compañero asturiano, me comento lo emocionante que fué para su abuelo, emigrante en Argentina, ver esta película. Es la añoranza, que idealiza la tierra natal desde la lejanía. Y desde luego que no es real esa imagen. ¿Por que si no emigra la gente?

Wayne, es la personalización de Ford en su sueño, él mismo en su paraiso, pero idealizado también en su perfecto múndo onírico. Un americano que vuelve asqueado a sus raices, con 1,95 y espaldas de toro para trabajar la tierra y salir bien parado de las peleas a la salida de la taberna, sin parches en el ojo, necesarios o no, franco, que no huraño, sincero, que no irónico y con raices aún en la tierra lejana, es decir, lo que Ford no es, pero le gustaría haber sido.

Evidentemente Irlanda nunca fué eso. Se pasaba mucha hambre, por eso emigraron tantos y tantos; Lo católicos y los protestantes no se soportaban (y en este sentido, la película es un canto a la tolerancia, uno más), el IRA no era ninguna congregación de ursulinas, que se recrean en el paisaje y se rien de las ocurrencias de sus conciudadanos (son los personajes tratados con más respeto por Ford, los únicos auténticamente serios de la película), y menos se reunen en confraternización baja la mirada de un apacible viejete (evidentemente un juez o general retirado británico, que no entiende ni quiere entender a sus convecinos, que siempre está leyendo el periódico en la taberna alejado de una sociedad), en otro ejercicio de tolerancia, se admite sin problemas.

Ford rueda en su paraiso. Lo siento por quien no haya logrado sumergirse en él, porque se habrá perdido dos de las horas más relajantes, apacibles y emotivas que alguien pueda tener viendo una pélicula.
jesus
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