Corazón de hielo

Bajo el paraguas de la Warner Bros los hermanos Cagney, James y William, produjeron esta telúrica cinta de cine negro en la que a través de una serie de largos flashbacks relatados en un juicio, se nos muestra la carrera criminal de Joe, un James Cagney un poco envejecido pero en plena forma dispuesto a aplastar algo más que narices. La abrasadora personalidad de Cagney y su personaje impregnan por completo esta cínica crónica criminal poblada de policías corruptos –atentos al papel del fordiano Ward Bond-, venenosas niñas ricas, abogados chantajistas y volubles mujeres. Dura, áspera, enérgica y con algunas escenas de alto voltaje e inusitada violencia – véase, por ejemplo, la breve escena del azotamiento con una toalla- sigue claramente la estela de “White Heat” (Al rojo vivo) de Raoul Walsh realizada un año antes y Cagney insiste en su papel de sádico sin escrúpulos y energía volcánica. Pese a cierta sensación “deja vu” que nos recuerda a muchas otras películas realizadas por Cagney, está rodada con buen pulso narrativo por el más que competente director norteamericano Gordon Douglas y la tensión no decae en ningún momento. Muy buena.

Película sobria, severa, tensa y de espléndida factura para que la figura menuda de J. Cagney se agrande como en otras tantas producciones y en la que G. Douglas parece haberse encontrado más a gusto que nunca.
Máxima tensión desde los primeros fotogramas que se enredan en la maraña de la justicia y de la delincuencia a veces adornados por jazz seductor o por disparos a quemarropa.
Cine negro convincente, poderoso, esculpido a cincel en un celuloide maleable sólo ante los requerimientos de la obra bien hecha.

Tipos duros, escrúpulos ausentes y la ley del más fuerte ofrecen sabios consejos para el buen morir.
O para morir rápido.

Basado en el libro de Horace McCoy (para mi gusto, uno de los grandes autores de novela negra), la película nos muestra a James Cagney en todo su esplendor, con un papel que le venía como anillo al dedo, un criminal narcisista decidido a abrirse paso a la fuerza, alguien dispuesto a alcanzar la gloria a balazos.

Cagney desprecia el sistema, detesta a esos infelices que madrugan cada mañana para ir a trabajar. Son el tipo de gente que muere en una guerra, alegremente. Él no piensa rebajarse. Nada se interpondrá entre él y lo que desea.

El film resulta intenso, sólido, pesimista. Posee el aliento del viejo cine de gángsters. Nos ilustra acerca de una sociedad podrida hasta las entrañas, con las mafias operando en las calles, turbios policías recibiendo su comisión, abogados sin ética sacando tajada, y peces gordos comprando servidumbre. A su lado, el protagonista no parece tan malo; es un hombre íntegro, no se deja corromper: conseguirá lo que quiere, o morirá en el intento.

Un James Cagney ya con unos añitos vuelve a firmar un papel de gangster malvado y antológico en este "Corazón de hielo". De nuevo un psicópata malo malísimo y duro durísimo, en esta ocasión con bastante sesera y con ambición de la gorda, que monta un tinglado tremendo. Cine muy negro en lo que se refiere a que está lleno de corruptos: policías, guardias de penitenciaria, abogados, etc, y a todos los maneja el amigo Cagney como a marionetas en la cuerda. Excelente película, con muy buen ritmo y con un buen elenco de secundarios, a destacar ese Ward Bond. Puede que a Cagney se le estuviera acabando ya el chollo gangsteril, pero este golpe le salió muy bien.

James Cagney se escapa de la cárcel con ayuda. La ayuda es una rubia. Luego la corrupción policial llegará hasta unos polis chungos. Decir que la corrupción policial es junto a la de Los sobornados la más compleja y elaborada del género. Lo que pasa a Cagney es por acaparar mujeres.