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Dies irae

Drama Dinamarca, 1623. En plena caza de brujas, Absalom, un viejo sacerdote, promete a una mujer condenada a muerte que salvará a su hija Anne de la hoguera si la joven accede a casarse con él. Según la ley, las descendientes de las brujas también deben arder en una pira. Meret, la anciana madre de Absalom, desaprueba desde el principio el matrimonio. Cuando Martin, el hijo de Absalom, regresa a casa para conocer a su madrastra, se enamorará ... [+]
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
19 de octubre de 2012
40 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
A menudo leemos en el periódico noticias espeluznantes que provienen de países lejanos que tienen la desgracia de vivir bajo el yugo del islamismo radical. Esposas decapitadas por sus maridos porque se negaban a prostituirse -de todas formas habrían sido lapidadas si hubieran accedido a hacerlo-, niñas tiroteadas por querer ir al colegio para aprender a leer y a escribir, jóvenes ahorcados én plaza pública tras haber sido denunciados por su homosexualidad, etc.

Se nos olvida muchas veces que hace no tanto tiempo ("Dies irae" está ambientada en el Siglo XVII) la "civilizada" Europa se veía también golpeada por ese cáncer que es el fanatismo religioso. En este caso era la "Santa" Inquisición y sus posteriores ramificaciones la que se encargaba de sembrar el terror entre los ciudadanos bajo el parapeto de la defensa de la pureza de la religión.

Dreyer nos transporta, con su hipnótica forma de rodar, a ese infierno en vida que supone vivir bajo la amenaza del fanatismo religioso, y es tan envolvente que a medida que transcurre el metraje el espectador llega a dudar sobre la veracidad de fondo -no de forma, evidentemente- de las ideas que sustentan ese fanatismo.

Esa es una de las grandezas del film, hacerte ver la delgada línea que separa la fe del fanatismo, y lo fácil que puede ser traspasarla, tanto si eres víctima como verdugo.

"Dies irae" significa "el día de la ira", ¿de la ira de Dios o de la ira de sus fanáticos religiosos?. A mí siempre me enseñaron que Dios era infinitamente bueno y piadoso. Por desgracia, algunos seres humanos son expertos en manipular la veracidad de las cosas en función de sus intereses, y lo que es peor, de convencer de esa veracidad al resto.

Al final el fanatismo deriva siempre en odio, y por supuesto en ira, en destrucción, en guerras...
lisufelligus
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2 de diciembre de 2015
33 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema central en la cinematografía de Dreyer, y muy específicamente en “Dies Irae”, es, en mi opinión, el tema de la libertad; pero no en el sentido sociopolítico al que habitualmente ese concepto se reduce en nuestros días, sino en sentido metafísico: la posibilidad o no —primero— de una libertad radical de la conciencia, es decir, lo que tradicionalmente se ha llamado libre albedrío o libre arbitrio, y —segundo— la posibilidad o no de su construcción y desarrollo en el marco de las estructuras sociales.

Si en cuanto a lo primero el cineasta danés siempre se mostró indeciso (lo vemos también en “Gertrud”, su última película, que me parece formar un díptico con “Dies Irae”), es mucho más categórico en cuanto a lo segundo: en la medida en que las energías creativas de la imaginación y la intuición puedan existir, serán necesariamente reprimidas por las estructuras sociales. Por eso, ver en esta película una mera crítica de la institución eclesiástica, la religión, el fanatismo, etc., me parece reduccionismo ideológico. No estamos ante una historia de buenos y malos. Los personajes de Dreyer se mueven casi siempre en la vaguedad, la ambivalencia, en una cierta indefinición ontológica. ¿Es Anne realmente una bruja?, se preguntan algunos (y si no lo hacen puede ser simplemente porque la estrechez racionalista pone su veto a la pregunta)... Después de todo, las invocaciones de Anne cuando piensa en Martin y en Absalón son de una eficacia fulminante, y están, además, sus últimas palabras al final del film. ¿Entonces?...

Evidentemente, al ser Anne un personaje de ficción, esa pregunta solo podría tener sentido si se reformulara de este modo: ¿considera Dreyer que Anne es una bruja? (Y lo mismo podría plantearse con respecto a Marte). Pero Dreyer no quiere responderla. Ahora bien, tampoco se desentiende de ella, y juega manifiestamente al equívoco con objeto de suscitar la duda. Parece que, en un primer nivel, Dreyer quiere mostrar que las cosas nunca están tan claras como parecen, que toda situación engendra una posibilidad de lecturas diferentes o incluso opuestas. La pretensión de desvelar todos los enigmas para llegar a planteamientos claros y distintos de lo real (que lleva a gran parte de los espectadores de cine a cifrar el interés de una historia en saber “cómo acaba”) es pura ingenuidad. Probablemente el conocimiento no pueda aspirar a conseguir respuestas, sino tan solo a abrirse a nuevos y más profundos interrogantes.

Pero en un segundo nivel, si Dreyer no quiere responder a esa pregunta es porque no es eso lo que fundamentalmente le interesa. La cuestión esencial aquí es que el despliegue de las energías vitales, imaginativas, creadoras, mercuriales, eróticas en el sentido más amplio, de Anne (y de Marte), ya vengan del cielo o del infierno, atentan contra el orden social —no solo eclesiástico—, y eso la sociedad no puede tolerarlo; y no es que no quiera, sino que, sencillamente, no puede. Lo mismo se plantea en “Gertrud” y allí no estamos en el siglo XVII, ni hay Inquisición ni Iglesia de por medio. En realidad, Freud ya lo había propuesto de forma primaria al afirmar que las estructuras sociales sólo pueden construirse sobre la represión de los instintos individuales; pero, con una cierta miopía positivista, Freud había expropiado al problema su dimensión metafísica, que es la que Dreyer recupera en su obra. No es un problema sociopolítico: cuál sea la ideología particular que determine ese sistema social es más o menos irrelevante. Sin excepción, toda estructura colectiva acaba mostrando, antes o después, su totalitarismo intrínseco.

Las simpatías del espectador irán mayoritariamente hacia Marte y Anne —que, por cierto, preocupada solo por su propia felicidad, no se muestra precisamente comprensiva con la situación de Martin—, y, en consecuencia, a Martin, Absalon y Merete les toca ser los receptores de las antipatías de la mayoría. Reacción emotiva tan primaria como injustificada: Merete es sencillamente una madre que ama a su hijo y ve en peligro su felicidad; Absalon, a su manera bienintencionado, sin duda ama a Anne y es más inconsciente que perverso; y Martin está en un callejón sin salida, apresado en el cruel dilema de elegir entre el amor a Anne y el amor a su padre. Dreyer, como siempre en sus últimos films, se muestra comprensivo con todos sus personajes. Aquí no hay nadie a quien echar la culpa de nada. Los problemas humanos no radican en las actitudes individuales, y menos aún en las ideologías. Los problemas surgen de lo más hondo de la naturaleza humana.

En “Gertrud”, Dreyer planteará, veinte años más tarde, la salida para vivir sin someterse a las exigencias de lo colectivo —es decir para vivir y no solo sobrevivir— y no acabar en la hoguera: aceptar estoicamente la «irremisible soledad del alma» y situarse, tanto como sea posible, al margen de lo social, algo que Gertrud comprenderá pero que Anne no quiere, no sabe o no puede asumir; lo mismo, por lo demás, que nos ocurre a la mayor parte de los humanos. En general, es complicado encontrarse una cueva en la que subsistir de forma razonable.
(Acabo en el spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ludovico
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19 de julio de 2009
34 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
En blanco y negro. Género dramático pero también religioso (cristiano).

No se trata de un filme tan atractivo y cautivador en el mejor sentido de la palabra como el posterior realizado por Dreyer en 1955, "Ordet", sino todo lo contrario, aquí aunque también enfoca el quid de la cuestión religiosa sobre personajes cristianos, la historia resulta terrorífica, resaltándose la hipocresía y la cobardía inquisidora que suele caracterizar a buena parte de los integrantes del cristianismo, en este caso concreto de una iglesia luterana en la Dinamarca del siglo XVII.

Dies Irae ("Día de la ira") hace alusión a un himno latino del siglo XIII atribuido al franciscano Tomás de Celano (1200-1260), amigo y biógrafo de San Francisco de Asís. Se considera, si no el mejor uno de los mejores poemas realizados en latín medieval. Describe el día del juicio final, con la trompeta llamando a los muertos ante el trono divino, donde los justos o perdonados se salvarán y los malvados o condenados serán arrojados a las llamas eternas. El poema dice más o menos esto:

"La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos los hombres ante el trono divino.
(...).
¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando ni los justos estén seguros?
(...).
Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.
(...).
Perdona, señor, a este suplicante.
(...)
Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.
Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.
(...).
Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.
(...).
Amén.

El argumento de esta película nos muestra por una parte al sacerdote luterano (Thorkild Roose), cobarde, capaz de ocultar la verdad y por tanto de firmar la condena a la hoguera de una pobre anciana aficionada a las hierbas y medicina alternativa, a quien acusan de bruja. Por otra lado hay un duo de personajes: la segunda mujer de Absalón, una joven llamada Anne (Lisbeth Movin), con la que se casó al quedar viudo a pesar de que la dobla o triplica en edad y Martin (Preben Lendorff-Rye), el hijo de la primera esposa; ambos jóvenes en cuanto se ven por primera vez se enamoran y tienen amores a escondidas de todos. Y en cuarto lugar, la madre del tal pastor Absalón (Sigrid Neilendam), una vieja muy severa, intolerante y vengativa, que odia a su nuera Anne. Entre estos cuatro personajes fluye la narración, con una trama dramática donde brilla la crítica fortísima a la religión cristiana: sobre todo en cuanto a hipocresía, inmisericordia, persecusión, tortura, crímenes y maldad contra inocentes, que en nombre de Dios los cristianos han evidenciado muchas veces a través de sus dos mil años de historia.
Ehavled Jef
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26 de enero de 2009
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está basada en una obra teatral del autor noruego Hans Wier Jensen, inspirada a su vez en acontecimientos reales sucedidos en el siglo XVI en Dinamarca. Esa procedencia teatral está presente a lo largo de toda la película.

Theodor Dreyer crea una historia de una enorme densidad dramática. Con una sobriedad máxima, filma el trabajo interpretativo de los actores que llevan el peso fundamental de la película. Actores excelentes, por cierto, que realizan su trabajo con ese estilo inconfundible del que participan, por ejemplo, los que habitualmente utilizaba Bergman en sus propias películas y que también provenían del mundo de los escenarios. La actriz Lisbeth Movin, en concreto, realiza un trabajo excepcional, componiendo el personaje de joven esposa con una mezcla de inocencia y sensualidad que sintetiza a la perfección las contradicciones ideológicas y sociales de ese momento.

Las miradas y las expresiones de todos ellos definen los contornos de un mundo en el que los remordimientos, la culpa y el pecado se han convertido en los elementos protagonistas de los comportamientos sociales. Los valores positivos parecen como haber desaparecido en esa maraña de tristeza y opresión. En ese claustrofóbico contexto, la persecución de las brujas y su ajusticiamiento se ha convertido en algo tan natural como respirar y comer. El demonio existe, está en todas partes, y hay que buscarlo de manera implacable. Al final todos terminan siendo sus víctimas.

A Dreyer le obsesionaba este tema por razones personales y biográficas, y en muchos de sus trabajos está presente este conflicto que no es otro que el de la intolerancia y el fanatismo religioso. En “La viuda del pastor” (1920), “Los estigmatizados” (1921), y especialmente en “La pasión de Juana de Arco” (1928), filmada en Francia, ya había abordado el tema, pero aquí resume sus inquietudes de una manera más concreta.

Como es costumbre y estilo de la casa, la cámara se mueve con extrema eficacia buscando encuadres que potencien el juego actoral, huyendo del efectismo gratuito. La fotografía es de una gran belleza, y todo el conjunto transpira simplicidad y perfección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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22 de marzo de 2006
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi película preferida de çdreyer junto con Ordet. En este caso dreyer narra con su peculiar estilo caracterizado por un tempo muy lento, escenarios mayoritariamente interiores y austeros, movimientos lentos de cámara,sonido de un reloj de fondo para potenciar la idea de lentitud,... la historia de Ana, una joven que se casa con un párroco ya entrado en edad en plena caza de brujas en el siglo XVI.
Tras la acusación por parte de la inquisición a Marte de ser una bruja, ésta nos hace saber que la madre de Ana si fué realmente una bruja y sin embargo el párroco lo ocultó para poder así salvar la vida de Ana. Tras ésto el párroco comienza a sufrir un gran dilema moral por haberle, según él, engañado a Dios. Estos dilemas se verán además agravados con la llegada del hijo que tubo fruto de su primer matrimonio. Aparecen con él temas tales como la pasion,el amor prohibido,el adulterio,...
Lo sorprendente de esta historia es que Dreyer cambia los roles de los personajes, otorgando categoria casi heroica a los personajes normalmente considerados como "demoniacos", "oscuros" y "malevolos" y pone a los poderes facticos de la inquisición como crueles e inhumanos. De hecho el personaje que mas repulsa causa en el espectador es la madre el párroco poruq siente una gran odio hacia Ana. Ana sin embargo es presentada como la más vital de todas, la única junto con Martin que se la ve en el exterior en paisajes abiertos, la unica a la que se le oye reir, la única con "luz" en la cara,la unica que parece sufrir con la tortura que le hacen a la anciana Marta y el coro siniestro de niños,...
En definitiva una película indispensable para los amantes del cine de Dreyer, Ingmar Bergman y demás, y para los que aún no esten muy familiarizados con este tipo de cine pues quizas les pueda parecer una pelicula lenta y aburrida, pero les animo a que intenten ver las peculiaridades de este tipo de cine que le hacen tan especial.
luppi
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