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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
8
Drama Dinamarca, 1623. En plena caza de brujas, Absalom, un viejo sacerdote, promete a una mujer condenada a muerte que salvará a su hija Anne de la hoguera si la joven accede a casarse con él. Según la ley, las descendientes de las brujas también deben arder en una pira. Meret, la anciana madre de Absalom, desaprueba desde el principio el matrimonio. Cuando Martin, el hijo de Absalom, regresa a casa para conocer a su madrastra, se enamorará ... [+]
26 de enero de 2009
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está basada en una obra teatral del autor noruego Hans Wier Jensen, inspirada a su vez en acontecimientos reales sucedidos en el siglo XVI en Dinamarca. Esa procedencia teatral está presente a lo largo de toda la película.

Theodor Dreyer crea una historia de una enorme densidad dramática. Con una sobriedad máxima, filma el trabajo interpretativo de los actores que llevan el peso fundamental de la película. Actores excelentes, por cierto, que realizan su trabajo con ese estilo inconfundible del que participan, por ejemplo, los que habitualmente utilizaba Bergman en sus propias películas y que también provenían del mundo de los escenarios. La actriz Lisbeth Movin, en concreto, realiza un trabajo excepcional, componiendo el personaje de joven esposa con una mezcla de inocencia y sensualidad que sintetiza a la perfección las contradicciones ideológicas y sociales de ese momento.

Las miradas y las expresiones de todos ellos definen los contornos de un mundo en el que los remordimientos, la culpa y el pecado se han convertido en los elementos protagonistas de los comportamientos sociales. Los valores positivos parecen como haber desaparecido en esa maraña de tristeza y opresión. En ese claustrofóbico contexto, la persecución de las brujas y su ajusticiamiento se ha convertido en algo tan natural como respirar y comer. El demonio existe, está en todas partes, y hay que buscarlo de manera implacable. Al final todos terminan siendo sus víctimas.

A Dreyer le obsesionaba este tema por razones personales y biográficas, y en muchos de sus trabajos está presente este conflicto que no es otro que el de la intolerancia y el fanatismo religioso. En “La viuda del pastor” (1920), “Los estigmatizados” (1921), y especialmente en “La pasión de Juana de Arco” (1928), filmada en Francia, ya había abordado el tema, pero aquí resume sus inquietudes de una manera más concreta.

Como es costumbre y estilo de la casa, la cámara se mueve con extrema eficacia buscando encuadres que potencien el juego actoral, huyendo del efectismo gratuito. La fotografía es de una gran belleza, y todo el conjunto transpira simplicidad y perfección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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