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Surcos

Drama En los años 40, finalizado el conflicto de la Guerra Civil Española, una familia abandona el campo y emigra a Madrid con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, la vida en la ciudad es cruel y está llena de desengaños y penalidades. Manuel, el padre, encuentra trabajo en una fundición, pero no puede soportar el ritmo de trabajo. Pepe, el hijo mayor, se dedica a turbios asuntos relacionados con el estraperlo. ... [+]
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
25 de septiembre de 2010
37 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende que un film español de estas características date de 1951, y que la idea primigenia surgiera de Eugenio Montes, un cofundador del falangismo. De hecho, el título de esta crítica surge de un lírico texto de dicho autor que abre la película, y que define compasivamente a los campesinos que emigraban a las ciudades como “árboles sin raíces, astillas de suburbio.”
Digo que sorprende porque fue milagroso que su crudeza, digna hermana del neorrealismo italiano en boga en esas fechas, pasara la censura franquista con tan sólo alguna modificación como la que tuvieron que realizarle al final original, pero aún así, pasó la criba.
La España Negra de la posguerra se demoraba todavía en los surcos de la tierra y del asfalto, en el hambre, en la picaresca de la economía sumergida y de la delincuencia que, en los disimulados bajos fondos, albergaba una intrincada red de hampones de poca o mucha monta.
Los estómagos vacíos o semivacíos empujan a sus malhadados dueños al desabrimiento, a una aspereza vital en la que lo primero es llenar el buche, y lo segundo cavilar cómo salir de una vida tan arrastrada para no tener que pensar en el buche rugiente nunca más de los jamases.
El engañoso reclamo de la ciudad llama a los campesinos, que han ido tirando trabajosamente, deslomados, y los emboba con cuentos de prosperidad en los que el hambre se esfuma, y el trabajo de mulas, y el dinero se gana con más facilidad. Los tienta con sus cuentos chinos de bienestar material, progreso y eso que se ve tan intocable como es el tiempo libre, el ocio, las distracciones no sólo para raros y espaciados momentos, sino casi a diario.
Y allá van los catetos de pueblo, los paletos de aldea, así se burlan de ellos los viandantes nada más pisar el suelo de Madrid, así los llaman los otros pasajeros del Metro, al verlos cargados con sus cestas de gallinas y de productos aldeanos. Esa es la entrada triunfal de los lugareños, recibidos por un Madrid burlón, sarcástico, cruel, encallecido, de lengua bífida y avezado en el pillaje.
Caminan entre ciudadanos bullangueros, suben a una corrala retumbante de griterío infantil y de chismorreos de vecinas, y entran en el que se supone que será su domicilio temporal, un pisito de unas parientes que se lo realquilan y con las que van a compartir vivienda.
La cantinela de las delicias madrileñas empieza a deslucirse ante semejante morada de ratones y la rapiña vecinal, pero aún lo hará más cuando toque el turno de buscar empleo, esos pregonados empleos de dinero fácil.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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8 de julio de 2011
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hecho de que director, guionistas y autor de la idea original fuesen falangistas ha causado sorpresa en muchos que la han visto, ya que presenta una realidad urbana muy alejada de la propaganda oficial del franquismo, un mundo lúgubre lleno de miseria, hambre, delincuencia, vicios... Un poco honroso retrato que nadie comprende cómo pudo salir a la luz. La causa de que "Surcos" viese la luz fue precisamente que su director era falangista y tenía contactos en las altas esferas (entre ellos el Director General de Cinematografía, García Escudero, que dio su apoyo a la película en detrimento de la patriótica "Alba de América", producida por CIFESA, y que tuvo que dimitir al poco).
La cinta sufrió, como era de esperar, la censura, que afectó sobre todo al desenlace, más duro en la versión original de lo que lo es en la exhibida en cines. Sin embargo, "Surcos" mantiene la carga de denuncia social intacta. En contra de lo que muchos creen, este argumento no es nada alejado de los postulados falangistas (sí de los franquistas). Y es que Falange define al campo como el "vivero espiritual" de España, una idea seguramente aportada por la fusión con las JONS de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos (ambos castellanos y nacidos en entornos rurales), que defendían una visión social cimentada en los valores de una sociedad agraria (catolicismo, solidaridad arraigada en la tierra, statu quo, comunidad cerrada...) frente a lo que representaba la ciudad (modernidades extranjeras, liberalización de las costumbres, individualismo, vicio, picaresca, desenfreno...).
Es por eso que "Surcos" saca a la palestra las miserias del Madrid de posguerra (por otro lado, ciertas) en contraposición de un idílico campo personificado en la familia cuando llega (unida, con el padre como autoridad, etc.). Ello no quita desde luego para que la cinta fuese toda una molestia para las autoridades y un fiel reflejo de un mundo que sigue a medio camino entre la guerra y una recuperación que tardaría al menos una década en empezar.

Más críticas en:
https://unblogacincoalturas.wordpress.com/
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Messer E Vork
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24 de abril de 2013
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
44/10(11/03/13) Obra Maestra cuasi-clandestina del cine hispano, José Antonio Nieves Conde dirige magistralmente esta gran película, uno de los retratos más amargos que se haya hecho al Sueño Franquista, estremecedor alegato a favor de la vida rural. Tras los títulos de crédito vemos sobreimpresionada una sentencia de Eugenio Montes (spoiler), nítido aviso en contra de los campesinos que se dejan nublar por las luces de neón de Sodoma y Gomorra, arranca con una familia, los Pérez, bajándose del tren en la bulliciosa Estación Norte de Madrid, vienen del campo aspirando a una vida mejor, son un matrimonio mayor, Manuel Pérez (gran José Prada) y Rosario (gran Montserrat Carulla), y sus tres hijos, Pepe (gran Francisco Arenzana), Manolo (buen Ricardo Lucia), y una muchacha, Tonia (gran María de Leza), se suben al metro y los pasajeros se burlan de sus pintas de paletos, se alojan en una típica corrala madrileña, la vivienda de unos parientes a la que realquilan habitaciones. Chocaran con la dura realidad, la urbe es una jungla con sus encantos y sus riquezas, pero con multitud de depredadores dispuestos a triturarlos, a aprovecharse de ellos, al principio todo son promesas de un mañana mejor pero la selva no hace prisioneros, los engañaran, robaran, humillaran y apalearan. La historia es un desgarrado fresco de la época, en retrato de la España Más Negra, un Júpiter que devora a sus hijos, relato de la degradación de la familia. Un áspero reflejo de un tiempo, sin sensiblerías, ni maniqueísmos, con un tono seco, adusto, con una violencia latente, una deprimente estampa donde se destroza a la Ciudad como Icono de un futuro halagüeño, Ciudad corrupta, mezquina, patética, solo sobreviven los pícaros, ladrones, prostitutas, estraperlistas, no hay lugar para las buenas gentes, las brillantes luces de la ciudad deslumbran a los campesinos y se crean la falsa ilusión de que allí con poco trabajo se alcanza mucho. La cinta posee un marcado tono patriarcal-machista, se expone al patriarca como adalid de la integridad al que se despoja de su orgullo al ponerle a hacer las tares domésticas, pero que reflota base de una paliza a su mujer, su ira violenta emerge y vuelve a tomar el mando. Es un fresco coral de una intensidad inusitada, con un increscendo dramático trémulo, un viaje al fondo del Infierno, el hijo mayor termina como ladrón para un ricachuelo, el Chamberlain (impresionante Félix Dafauce), ello para mantener a su pendona novia, Pili (gran Maruja Asquerino), ex de un macarra que la acosa, el Mellao (Luis Peña), la ingenua Tonia, embobada por los lujos, acaba como amancebada del Chamberlain, ello consentido por su madre, el hijo menor, Manolo, es engullido por su orgullo y despedido de un trabajo tiene una pelea con su familia y huye, una bajada a los lugares más pobres de la ciudad, hasta que entabla amistad con una muchacha que trabaja con su padre de titiriteros, el patriarca hallará curro de peón de carga, le durará poco por los achaques de la edad, su mujer asumirá el poder ante la falta de autoestima del padre, entre los 5 se conformará un mosaico desolador, crudo, seco, y amoral, sobre todo para una sociedad católica-machista, la Madre se torna en cabeza de familia, el hijo se ajunta sin casarse con una mujer ligera de cascos, la hija es el juguete sexual de un mafioso, el menor prefiere ser un pedigüeño a estar con su familia. El propio director, Natividad Zaro y Gonzalo Torrente Ballester escriben este magnífico guión, construyen un microcosmos realista deudor del mejor neorrealismo italiano, mezclando con inteligencia el melodrama, cine costumbrista y cine negro, feroz radiografía de las miserias de la Condición Humana, en cada fotograma se respira veracidad, es una impresionante ventana que nos conecta con el pasado y nos remueve las entrañas, ello con diálogos y frases con bastante carga de profundidad (spoiler), dibujando a personajes complejos y llenos de personalidad. El ritmo es muy fluido, las situaciones resultan muy bien encadenadas, los saltos de una historia a otra quedan muy intercaladas, nunca desconectas, todas las subtramas mantienen interés, todo para desembocar en un final descomunal, con imágenes de una fuerza inusitada, metáforas en fotogramas de una potencia turbadora (spoiler). Nieves Conde estuvo preparó durante tiempo el film en pos de alcanzar un tronador naturalismo, recorrió los barrios de Atocha, Lavapiés, Legazpi y Embajadores, fotografiando cada rincón, casa y persona, llegaron a comprar el vestuario a los lugareños, Conde pudiendo contratar a actores populares prefirió a rostros menos conocidos para el reparto para que el público se centrará en la historia y no en los actores, el resultado es de una autenticidad que duele. A este clima ayuda la espléndida fotografía del catalán Sebastián Perera que sabe jugar con los luminosos días en exteriores, creando postales hermosas del Madrid de los 50, sus amplias plazas, los tranvías, los parques, los mercados, como en interiores, remarcando lo deprimente del argumento con tenebrosos claroscuros a medida que la narración avanza, estupenda. Los actores lo bordan transmitiendo un tsunami de emociones, nos arrastran en su caída libre, pero sobre todo destacaría a Félix Dafauce como el carismático mafioso, una interpretación colosal, trasluce un aura maléfica, un siniestro tipo que sin escrúpulos manipula a los demás provocando el terror a los que le rodean, descomunal, para siempre se me quedará su imagen final (spoiler), también sobresale Luis Peña con el Mellao, sobresaliente su retorcido rol. Increíble como una obra tan crítica con la sociedad como esta saltara la censura imperante, tan solo se modificó un poco su final (spoiler), un pesimista estudio sobre la inmigración interior que se llevó a cabo en la España de post-guerra, provocando la masificación de estratos sociales bajos, vivían en espacios que eran cuasi-guetos marginales,creándose unos bajos fondos,… (Continua en spoiler sin y al final con)
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TOM REGAN
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9 de marzo de 2008
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al son de una promesa emigraron
una familia de campesinos a Madrid
el oro y el moro les vendieron
aquellos de la españa cañí
pero en tierra de chulapos y señoritos
no hay lugar para los humildes
pues de ellos todos se ríen
mientras tratan de sobrevivir
el estraperlo es su única opción
aunque ellos sueñan con tiempos mejores
pero en el teatro de la latina
la función aumenta los sinsabores
y mientras la dignidad escapa a otros lares
los Pérez no se libran de telares
la avaricia ciega al pobre honrado
pero no tendrá suerte y se irá al otro lado
y tras tanta desdicha, dolor e insulto
volveran a la tierra para oler sus surcos
y tras ver esta maravilla yo me pregunto
¿por qué hoy no se hace cine así?
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tantra
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12 de diciembre de 2006
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Meritorio trabajo de Nieves Conde en 1951, que abriría la senda para otros directores posteriores, para hacer posible otro cine en España. Una obra realista y cruda, que retrata la miseria que asolaba al país en aquellos momentos. Personajes muy cuidados, y un guión sólido sustentan esta magnífica obra, a la que sólo cabe reprochar cierta moralina...por otra parte comprensible, teniendo en cuenta los tiempos que corrían, y la censura imperante.
kikujiro
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