Surcos

"Surcos" narra las vicisitudes por las que pasará una familia de 5 miembros que abandona el campo para instalarse en Madrid en busca de trabajo y fortuna.
Nieves Conde, amparado en el neorrealismo italiano, dirige esta película extrema que se pasa de real para terminar convirtiéndose en una farsa. Porque, seamos serios y ecuánimes, si criticamos la blandura y la vacuidad de ciertas comedias americanas alegando que "no todo es de color de rosa" también debemos criticar, e incluso machacar, películas como "Surcos" llenas de hijos de p..., envidia, odio y desesperanza. Alegaremos entonces que "también hay gente decente". Y, llegados a este punto, creo que convendrá conmigo el espectador que es sospechosamente raro o falso (llaménlo ustedes como quieran) que a los cinco miembros de la familia que viene del campo no les hagan más que 'golfadas' y perrerías desde que pisan la ciudad hasta que deciden marcharse. Ni amor, ni piedad, ni esperanza. Por lo tanto, en estos casos de películas extremas, al espectador no le quedará más remedio que escoger entre el optimismo o el pesimismo, lo positivo o lo negativo. Yo, desde luego, lo tengo muy claro.
Por cierto, "Los olvidados" de Luis Buñuel, notable película de sensaciones nauseabundas, se rodó en 1950. "Surcos" un año después. ¿ No le encuentran ciertas similitudes y un final calcado?

Anticipándose nueve años a “Rocco y sus hermanos”, sin que se pueda establecer un vínculo referencial a pesar de la coincidencia en el nombre de ambas madres (Rosario – Rosaria), “Surcos” incide, como el film de Visconti, en la amarga aventura de una familia que abandona el pueblo para iniciar una nueva vida en la capital, atraída por los cantos de sirena de un trabajo fácil y un futuro mejor.

Realizada en pleno auge del neorrealismo italiano, la película de Nieves Conde muestra una visión objetiva y desalentadora del Madrid de posguerra centrada en el barrio de Lavapiés, donde los integrantes de la familia protagonista experimentarán, hacinados en una corrala, el desengaño de sus ilusiones de encontrar un trabajo digno, obligados a malvivir en ocupaciones que exigen fuertes dosis de relajación moral o, cuando menos, cierto grado de picardía, como el estraperlo, el amancebamiento o la pura delincuencia, transmitiendo un claro mensaje disuasorio contra el éxodo rural y las migraciones internas que supuso el salvoconducto para pasar la censura, por aquello de que no hay mal que por bien no venga.

Autorizadamente transgresora de la línea propagandística del régimen, dibuja un mosaico de personajes variopintos que de forma coral entretejen una desesperanzada crónica social con incursiones en los bajos fondos –geniales el “chamberlan” de Dafauce y la mujer fatal de Asquerino- y hace hincapié en las consecuencias desestabilizadoras que esa realidad social adversa acarrea en un estamento familiar ancestralmente jerarquizado y sólidamente instalado en los convencionalismos morales del nacional catolicismo, propio de las sociedades rurales de la época.

A principios de los años cincuenta, el público español permanecía anestesiado por el cine de Hollywood y las producciones españolas que solían ser comedias insustanciales o dramas épicos de cartón piedra, contadas desde perspectivas anacrónicas. Pero había cineastas como Nieves Conde que tenían inquietudes por acercarse a la poca lustrosa realidad cotidiana, como estaba ocurriendo en Italia, con cineastas como Visconti y Vittorio de Sica. Fue una forma de cine que impulsaba los problemas de la sociedad de la época, y “Surcos” es precisamente la muestra de ese aire renovador que desgraciadamente no prosperó. El film de Nieves Conde ha quedado como el principal ejemplo de neorrealismo a la española.

Y es que reunía todos los elementos, no sólo los aspectos más superficiales – rodaje en exteriores, actores poco conocidos o improvisados –, sino también el componente de denuncia social que pronto será olvidado en las siguientes películas de cine realista español, presionados por la censura y el régimen. Convirtiéndose en anodinas en beneficio de un mensaje ejemplarizante, casi siempre vinculado con un sacerdote como personaje principal. Además, la forma de plasmar el mensaje por parte de Nieves Conde es áspero y sin concesiones, lo más llamativo es que este argumento no fuera cercenado por la censura, sobre todo por la conducta innoble de algunos personajes (especialmente el estraperlista Chamberlain, magistralmente encarnado por Félix Dafauce).

Esta narración sobre las corrientes migratorias fue idea de Natividad Zaro y no Eugenio Montes, compañero sentimental que figura en los créditos, corregido posteriormente por Gonzalo Torrente Ballester, resulta curioso, pues podría interpretarse como un borrador de la célebre, diez años más tarde, “Rocco y sus hermanos” de Visconti. Los diálogos con sonido directo, aunque son costumbristas, no dejan de ser lacerantes por momentos, reflejando la codicia, la envidia y la traición, así como la deshumana y cruel realidad de la gran ciudad, a la que una familia campesina llega en busca de un futuro y una calidad de vida mejor.

Una vez más se plantea la ingenuidad y la nobleza rural ante la agresividad y la astucia de la urbe. El individualismo ante la solidaridad, la dignidad ante la degradación moral, el paternalismo con la extorsión. “Surcos” se podría extrapolar (salvando las distancias) en muchos aspectos a la actualidad, pues hay una velada denuncia hacia el enriquecimiento fácil, al deslumbramiento de los bienes de consumo, una clara pérdida de valores y de la dignidad de las personas. “Surcos” es una película honesta y narrada con convicción, un film que rezuma dureza no exenta de ternura, el tiempo y la Historia la han encumbrado como una de las mejores películas del cine español.

Aunque, sin duda, para lo que se hacía en la época es una obra más que digna, no deja de estar ligada, para mi gusto, a una intencionalidad propagandística: hacer desistir a los desertores del arado que estaban acentuando su empeño de recalar en las ciudades, abandonando las durísimas condiciones del campo. Bien escrita, no en vano las únicas plumas servibles, y serviciales, que quedaron en España eran falangistas; y bien realizada por una de los creadores cinematográficos del régimen más considerados pero al que no faltaron críticas de los más ñoños. La Iglesia, militares y otros temerosos de Dios, reprochaban a José Antonio Nieves que en su afan por convertirse en la punta de lanza del neo-realismo español contara las cosas tal y como estaban sucediendo.

En el guión de Surcos, en el que también colaboró el buen narrador Torrente Ballester, se cuenta como el núcleo familiar de unos ignorantes labradores puede resultar dinamitado al cambiar de hábitat y establecerse, cerca de unos paisanos ya "adaptados", en la capital. La realidad, en efecto, resulta violenta para unos inocentes pueblerinos sin cualificación alguna. Y la verdad siempre resulta revolucionaria y peligrosa, aunque salga de equívocas gargantas que albergaron (por miedo o convencimiento) ¡vivas! a Franco.

Crítica social y muestra de neorrealismo español por parte del entonces prometedor Nieves Conde.
El film se centra en es progresivo desarraigo del rural en favor de las ciudades. En una situación paralela al brote inmigración actual, las familias del campo llegaban a las grandes ciudades cargadas de grandes esperanzas, vanas ilusiones en torno a un futuro más cómodo: la realidad más miseria, quizá, que en el campo.
La película nos relata la historia de una familia cualquiera (los Pérez) que llega del rural al Madrid de postguerra en busca de porvenir, sin embargo la dureza del campo será sustituida por desempleo y corrupción.