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Seis mujeres para el asesino

Terror. Thriller. Intriga El salón de moda, organizado por Cristina y su amante Max, es un lugar de lujuria, tráfico de cocaína y chantaje, donde una serie de jóvenes modelos son asesinadas de forma salvaje. Parece cada vez más claro que todas las víctimas tienen un pasado muy turbio y, poco a poco, sus secretos se verán desvelados a través de un diario dejado por una de las modelos asesinadas... (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
9 de abril de 2015
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una trama simple -un asesino enmascarado siembra el terror en un salón de modas- que en manos de Mario Bava deviene fascinante.
Ambientación entre sofisticada y barroca, cromatismo saturado hasta lo irreal y un gusto casi voyeurista en la ejecución de unos crímenes hiperbólicos, como si de una alucinación/pesadilla se tratara. El film que sentó definitivamente las bases del giallo.



"Iba vestido de negro y parecía como si no tuviera cara."
CINECLUB
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21 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fotografía de perfiles tenebristas, la banda sonora que subraya el énfasis de las primeras escenas de contenido impactante y los indicios de la trama sitúan al espectador desde el comienzo de la proyección en ese estado de alerta -y tensión- que M. Bava pretende.
La intriga, la sospecha y la insinuación de un barroco opresivo y sofocante se viven como un ámbito propio y las escenas deliberadamente cargadas de artificio se ondulan en la pantalla para que todas las puertas queden abiertas hasta el final de la película.
Pero esta recreación del eterno mito freudiano de “Eros y Thanatos” adolece de situaciones poco plausibles y, por momentos, su verismo y capacidad de fabulación resultan poco convincentes..
ABSENTA
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24 de septiembre de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los primeros giallos, luego de La chica que sabía demasiado, también de Bava, que marcarían la pauta para los que vendría luego, donde todas las historias están entretejidas, y llena de personajes sórdidos, sospechosos de ser el asesino.
Ésta película no solo es pionera en ese subgénero, sino también en el slasher, tiene mucho de lo que luego serían las pautas y lugares comunes del giallo, tanto en que hay un asesino enmascarado, cosa que en su momento debe haber resultado bastante novedosa, ya que faltarían varios años parta las películas de ese tipo en Estados Unidos, como por la violencia con la que retratan los asesinatos, debió ser también una de las primeras películas en mostrar golpes y torturas a mujeres, antes de que estas fueran asesinadas.
Además trata temas que en ese tiempo todavía no surgían con tanto ímpetu, sobre todo en el cine comercial, como las drogas, el aborto, la impotencia, y todo en una película de género.
Con una puesta en escena muy típica de la época, repleta de una iluminación irrealista como era la moda, con muchas luces violetas y verdes, pero eso le da ese encanto de lo añejo.
Hay que reconocer que Bava fue un renovador tanto de los thrillers, como del terror, que varios lo coparon y lo siguen copiando.
Manuel
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30 de octubre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un asesino misterioso que, una a una, irá cobrándose sus víctimas ante la sexualidad del verde y la locura del amarillo que se mezcla con la violencia del rojo bajo las profundidades abismales del negro en un espectáculo perturbador...

¿Y quién es el maldito responsable? Mario Bava siempre ha jugado al despiste con su público mientras le sumerge en los rincones más recónditos del miedo; con su debut oficial, "La Máscara del Demonio", pudo demostrarlo mientras hacía Historia del cine, y ello lo refinó en "El Látigo y el Cuerpo" y "La Muchacha que sabía Demasiado", pasos firmes y decisivos los cuales sirvieron para allanar el camino hasta "Seis Mujeres para el Asesino", inicio de un subgénero propio en la explotación italiana, o por lo menos el que ayudó a definirlo para la posteridad.
Ya se separó de la productora Galatea, así que debe levantar un proyecto a base de pequeños colaboradores internacionales; se juntará así un célebre reparto multilingüe en esta producción de dudosa autoría y, debido al limitado presupuesto, algo accidentada, donde el director toma un puñado de las mejores influencias para amoldarlas a su propio estilo más allá de lo ya realizado, sobresaliendo las que le dan esas clásicas novelas "pulp" de otros países traducidas y publicadas en Italia y distinguidas por el amarillo chillón de sus portadas, a las que convenientemente se las denominaría "giallo", luego extendido y nacionalizado como género del suspense en sí mismo.

Tan importante era el color que el director lo aplica a las imágenes con la intención de introducirnos en su historia como las páginas que sucedían a aquellas tapas amarillas. Una introducción la cual, a modo de episodio piloto de cualquier serie detectivesca, debe entrar por los ojos y oídos del espectador para sumergirle en la elegancia de una puesta en escena impresionista/expresionista por medio de encuadres extraños, en los toques "jazzísticos" de una música que sugiere sensualidad y emociones a flor de piel y en el aura de misterio impenetrable dada por el mosaico de personajes que ya aparecen mimetizados en este ambiente ambiguo.
Todo ello ya lo tenían las obras anteriores del italiano, pero no con el envoltorio de una paleta de colores que estallan con todo su exceso en la pantalla, cerca de lo propuesto poco antes por Seijun Suzuki, mientras el dominio del uso de elementos naturales y estéticos con el fin de crear atmósferas fuera de toda realidad impregna el misterio desde el inicio, en este escenario, una casa de modas presentada, sin embargo, al estilo de las mansiones góticas del horror clásico. Y como todo relato de horror debe tener su monstruo, el de éste aparecerá entre la niebla y los árboles sacudidos por el viento con la forma de un tipo trajeado y rostro enmascarado.

Éste, además de un personaje-tipo de los "giallos" literarios, podría, en su versión cinematográfica, ser un heredero de los villanos de "El Murciélago" o la mexicana "El Hombre sin Rostro", y su sangriento papel a desempeñar el ya visto en "La Maniquí Roja" (influencias poderosas, tanto más cuanto que ésta también sucedía en una casa de modas...). Su primera víctima es Isabella, alrededor de la cual gira la intriga en la que acaban implicados todas sus compañeras, jefes y otros individuos, pero no disparada con su asesinato, sino con el descubrimiento, por Nicole, de un elemento servido a modo de "macguffin" "hitchcockiano": su diario secreto.
Bava se apoya bien en el confuso guión de Marcello Fondato y juega a Agatha Christie para, una vez más, dejar a su público en la plena incertidumbre gracias a ese cuadro de diversos protagonistas definidos por su irremediable fealdad: cobardes repulsivos al lado masculino, viciosas cínicas al femenino, nadie está libre de culpa (ni tan siquiera la primera chica): mientras un desgraciado epiléptico (Marco) desea obsesivamente un amor no correspondido, se revela la relación de interés de un marqués arruinado (Morelli) con Isabella y de un anticuario drogadicto con las chicas del lugar (Franco), todo un cúmulo de secretos y miserias poco a poco descubierto que enrarece la atmósfera hasta la asfixia.

Y entre ellos unos policías cuyo desvirtuado papel será característico del subgénero (siempre llegando tarde al escenario del crimen para desarrollar sus propias teorías y acusar sin saber nada de nada) y un asesino que con furia inusitada hace de las preciosas modelos maniquíes ensangrentados (como ese que siempre aparece en escena anunciando de forma sugerente otra muerte) hasta dar con el diario. Pero el guión es más listo que el asesino (y el espectador), pues, a la manera de "Psicosis" (la sombra del maestro británico es muy alargada), se irá a deshacer nada menos que del susodicho elemento clave y de la persona que creíamos había tomado el protagonismo (Peggy).
Y llegado este punto es mejor rendirse ante esa lógica ilógica tan propia del "giallo", la cual pervierte y se burla de los convencionalismos del suspense clásico. Incluso cuando, en un giro de guión sorpresa, la verdad se supone revelada cual disparo en plena cara, aún hay motivos para seguir dudando de la identidad del autor de los homicidios, filmados de tal manera, a veces a través de encuadres muy cerrados y unos niveles de violencia más allá de lo simplemente sádico, que el aliento de la víctima, segundos antes de morir de la forma más horrible, se nos echa encima.

Pese a su poco éxito inicial, el nivel de abstracción logrado por Bava gracias a la potencia onírica de sus elegantes y salvajes imágenes y argumento libre de explicaciones lleva a su fábula a otro nivel dentro del género, que trasciende y encuentra su propio camino, adelantándose en décadas a lo que ofrecerán sus pupilos Hooper, Craven, Scorsese y sobre todo Argento y DePalma (de sus mejores imitadores).
Y contamos con un reparto genial, a destacar Massimo Righi, la diabólica Eva Bartok y las hermosas Arianna Gorini y Mary Arden, que sufrió en sus propias carnes un rodaje terrible...
Chris Jiménez
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10 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario Bava (San Remo, 1914-Roma, 1980) es uno de los grandes maestros del cine de terror europeo del siglo XX. Hijo del reconocido director de fotografía de cine mudo Eugenio Bava y padre del también cineasta Lamberto Bava, estudió Bellas Artes y trabajó en sus inicios como operador fotográfico para figuras tan destacadas como Roberto Rossellini, Raoul Walsch y Jacques Tourneur.

Tras completar dos películas de Riccardo Freda, I Vampiri (1956) y Caltiki, il Mostro Inmortale (1959), Mario Bava dirigió su primer filme completo, La Máscara del Demonio (1960), piedra angular del gotico all’italiana y cinta que transformó a Barbara Steele en una actriz de culto. A partir de entonces, el genio de los colores vívidos cultivaría el “género” (terror, giallo, ciencia ficción, péplum, adaptaciones de cómic, misterio), pero siempre desde la óptica de un autor y la sensibilidad plástica de un artista.

Extremando las propiedades formales y de contenido de La Muchacha que Sabía Demasiado (1963) y debiendo esperar todavía su eclosión productora con el triunfo de El Pájaro de las Plumas de Cristal (Dario Argento, 1969), Mario Bava funda el giallo, subgénero del thriller y el terror italiano que encierra una personalísima cualidad estética y narrativa cuya definición arranca de las primeras colecciones policíacas de la editorial Mondadori, que tenían las portadas de emblemático color amarillo.

Seis Mujeres para el Asesino viene a resumir la nueva corriente del giallo, a la vez que certifica el talento visual de Bava y su hábil capacidad para extraer provecho del espacio y el decorado. La historia se desarrolla casi en un único escenario, una lujosa villa en las afueras de Roma que sirve de salón de alta costura, un sitio con una ambientación tan elegante como opresiva, con mobiliario barroco y tapicería lujuriosa. Marca de la casa, el filme se aprovecha de una iluminación expresionista, un cromatismo saturado hasta lo irreal y un gusto voyeurista en la ejecución de los crímenes, a la postre, el momento culminante. Por su parte, la banda sonora, dulcemente siniestra, se asimila al latin jazz, con toques de mambo y solos de trompeta.

Tratado de la crueldad. Sinfonía del horror ejercida sobre un microcosmos de personajes mezquinos o grotescos, enviciadas sus relaciones de erotismo turbio y tara psicológica. Jóvenes y hermosas modelos asesinadas brutalmente bajo un manto de secretos ocultos. El aroma a veneno, a perfidia. La espantosa cara oculta de la dolce vita. Y ese asesino todopoderoso y de apariciones contundentes, portador de una límpida máscara blanca y vestido con gabardina, guantes y sombrero negros para esconder su identidad. El asesinato como instante epifánico, en Bava elevado a la categoría de arte.

Manierista en cuanto creadora de un estilo propio, demente y macabra a la vez que sofisticada, Seis Mujeres para el Asesino es una obra maestra de violencia gráfica sin descendencia directa, hasta que llegó Dario Argento, cinco años después, para redefinir el subgénero. Ahora el giallo existe, de verdad. Sei Donne per l’Assassino, puro giallo de un cineasta-autor único e intransferible. Más que una película de suspense, un manifiesto estético y teórico ya con todas sus características vivas.

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