El ladrón de cadáveres

Si hay un malvado que me encante, ese es el que sonríe, ese que no siente remordimientos y que amenaza con bromas jocosas. Ese ser malvado está reencarnado en un magnífico Boris Karloff,el "profanador de tumbas" da malas vibraciones nada más verlo, cuya actuación es la fuerza de la película, dándole originalidad y llenándola de maldad.

Con un guión más que original podrás ver una sencilla pero hermosa historia donde el rencor y la venganza no te dejarán tranquilo.

Ochenta minutos de un Boris Karloff enorme, un buen Henry Daniell y un Bela Lugosi que no hace nada más que poner su nombre y generar el morbo que produce ver a dos grandes del terror juntos tal cual se estuvieran pasando el relevo.

Además de ser una buena película de terror es todo un canto a la necesidad de dejar a un lado todos los prejuicios éticos que nos hemos creado, o que nos han inculcado las religiones, en pos de un avance en la ciencia y sobretodo en la medicina, que durante siglos ha sido frenada por religiosos y moralistas.

Para todo hay límites, en el filme se ve bien cuando se sobrepasan los límites de la coherencia que ya estaban muy alejados de los legales, pero el negarse en rotundo al estudio es y será un atraso.

El ladrón de cadáveres no podría ser, a primera vista, más simple.
El ladrón de cadáveres no podría ser, finalmente, más efectiva.

Karloff y Lugosi no podrían estar, en un primer momento, más estereotipados.
Karloff y Lugosi no podrían estar, en realidad, más hipnóticos y siniestros.

Fotografía y escenarios no podrían resultar, de primeras, más sencillos.
Fotografía y escenarios no podrían resultar, a la postre, más lúgubres e insinuantes.

Guión y desarrollo no podrían parecer, la verdad, más predecibles.
Guión y desarrollo no podrían parecer, en fin, más seductores y oscuros.

El ladrón de cadáveres no podría ser menos tétrica, hechizante y melancólica.
Si no, no sería El ladrón de cadáveres.

Clásico del género de terror, caracterizado por una atmósfera inquietante, una ambientación sórdida incesante y una recreación de señas góticas extrañamente sugerentes.
Uno de los mayores aciertos del film lo constituye el contraste entre la vida en la capital de Escocia durante el día, una ciudad tradicional, cuya vida transcurre con serenidad y su terrible realidad nocturna, en la que los ladrones de cadáveres y asesinos campan a sus anchas sembrando el horror.
Actuaciones emblemáticas, no podría ser de otra forma, ya que estamos hablando de dos de los mayores mitos de la historia del cine. El magnífico Bela Lugosi y el inigualable Boris Karloff, este último alcanzando aquí, una de las composiciones más sólidas de su carrera, sin su presencia, la película, perdería parte de ese rasgo tétrico y tenebroso que impregna cada una de sus turbadoras imágenes.
Inmenso el trabajo del bueno de Robert Wise en la dirección que, con escasos recursos, logra una riqueza visual e imaginativa de orden superlativa, así como una sensación plástica de innegable categoría.
Una cinta para redescubrir urgentemente. Una joya de insólita belleza.

Realmente a todo cinéfilo debe de atraerle esta película, un exponente de terror de serie B, en el que aparecen Karloff en un registro no montruoso, en el que vemos a Lugosi en su última película "seria", y la primera película dirigida en solitario por el prolífico y polifacético Robret Wise, un director que luego nos daría décadas de buen cine.

Entrando en el film, tiene toda la impronta de la serie B, aunque más de lo malo (historia apresurada, alguna interpretación poco brillante, y efectismo frente a talento) que la originalidad, sorpresa y terror, que es lo que suelen provocar la buenas películas de este tipo.

Karloff está bien, y lo de Lugosi, es una pena, parece que no lo querían en la RKO para el film, y se nota, papel muy secundario, e intranscendente. Casi quien más me gusta es Henry Daniell, actor con personalidad que da mucha credibilidad a su papel de médico.

Respecto a la historia, correcta, se deja ver, no tiene grandes lagunas, aunque resulta un tanto deshilachada y apresurada en su desarrollo, me causa cierto interés, pero ningún atisbo de tensión o miedo.

Este tipo de cintas se las vive más con el corazón que con la razón, ya que tiene algunas situaciones de carácter ingenuas y obviamente muestra ciertas alternativas trazadas en forma levemente torpe.

Pero es un relato macabro y rancio de principio a fin, donde la presencia escénica de dos “monstruos” del terror (Lugosi-Karloff) es primordialmente el éxito de esta cinta de escasos recursos económicos pero de inmensa prodigalidad a la hora de sugerir ambientes malsanos donde la corrupción y la miseria humana se hacen presentes.

La historia es un relato morboso que escarba en la nula ética sobre temas polémicos como es la experimentación con cadáveres obtenidos en forma clandestina.
Así se despliega una narración sobre estudios científicos en el campo de la salud, pero los mismos son ilegales y escabrosos.
Un claro ejercicio psicológico donde el director quiere entremeterse en temáticas inmorales por naturaleza donde se le falta el respeto especialmente a la condición humana bajo el trastornado objetivo de ayudar al progreso médico.

Es una cinta lóbrega en su estética, donde los escenarios oscuros se apoderan de la atención del espectador y ni que hablar de la gran capacidad de generar inquietud del dúo protagónico Lugosi-Karloff, donde no se sacan ventajas y ambos rutilan en una perfecta simbiosis interpretativa.

Una cinta que desarrolla terror que sobresalta porque es realista, porque bien puede ocurrir lo que se cuenta en el relato y ello le hace más repulsivo cuando la analizamos desde la factibilidad de unas situaciones tan malsanas que resultan inaceptables desde lo que dicta la razón y la recta enseñanza.