El ladrón de palabras

Anoto otra más a la lista de filmes que empiezo a ver sin tener ni idea de lo que me espera... y la verdad es que ha sido muy grato. Una historia muy buena y adictiva, con unos actores que lo bordan. La única pega que le pondría es que las supuestas sorpresas del argumentos te las ves venir de lejos.

Hay pocas películas en las que la voz en off funcione y esta no es una de ellas. Las historias requieren un ritmo, una intriga, un avance y la voz en off, como en este caso, está interrumpiendo continuamente. Si a eso se unen el flash back la cosa no hace más que empeorar.
Por otro lado, los actores y actrices cumplen pero poco más. Bradley Cooper es poco convincente, sobre todo en los primeros planos, una cara que dice muy poco.
Toda la primera parte es lenta, reiterativa, cansada.
La esencia es que un aspirante mediocre a novelista encuentra un manusciro y lo fusila.
La retórica sobre el trabajo del escritor es mediocre y muy tópica.
Ah, y Jeremy Irons, en ese papel, da un poco de pena.

Pese a que he leído críticas bastante duras hacia esta película a mí sí que me ha gustado. La veo una historia original que se hace bastante amena y que te deja cierta incertidumbre con respecto al final.

"The words", las palabras, sería un título además de literal mucho más adecuado para esta historia.
Como aproximación al universo de la literatura y del escritor es interesante, pero muy poco creíble. El trabajo intelectual del novelista, sus dilemas, sus dudas y como tiene que lidiar con el fracaso se resuelven en el manido tópico de la inspiración: el escritor americano en París (aquí la sombra de Hemingway pesa demasiado) que viviendo sórdida y a la vez románticamente se ve un día arrebatado por la inspiración y escribe casi en estado de trance (¡Cuantas veces hemos visto primeros planos del carro de la máquina de escribir corriendo y a un escritor consumiendo cigarros sin parar mientras escribe ajeno al mundo!).
La historia del primer escritor, su historia de amor y su manuscrito está eficazmente narrada por un Jeremy Irons que resulta lo más convicente de esta película.
La segunda historia, paralela a la primera, no acaba de convencer. Promete mucho al principio, pero no da casi nada, y eso que tiene materiales potenciales para ello: el conflicto del escritor con su padre, sus aspiraciones y la realidad de desempeñar humildes trabajos en una editorial...
Una vez planteado la cuestión del plagio y del engaño, no se sabe dar resolución al dilema verdad/éxito. La escena en que el escritor y su mujer rompen, reproduciendo la ruptura inicial del primer escritor, el parisino, es realmente increíble.
La tercera historia pretende rizar el rizo, subir la historia a un tercer piso desde los que narrar los otros dos. Pero me resulta también increíble, y un pelín artificial. El tercer escritor triunfa revelando la triste verdad y utiliza esa verdad para seducir y engañar a la chica, de igual modo que el segundo triunfó mediante la mentira para intentar darle un futuro a la mujer que verdaderamente ama.
Las tres historias son a la vez historias de amor, de escritura y de fracaso . El problema es que esto no lo notamos, no vemos (más que brevemente en la figura de Jeremy Irons como escritor fracasado y viejo) esos conflictos morales, ese fracaso. La película usa unos buenos materiales, muy sugestivos, pero está muy lejos de causar ninguna emoción y de hacer creíble la historia. Una pena.

Cuando se trata de urdir una trama netamente literaria en el telar del lenguaje cinematográfico con un talento tan en tela de juicio (y así sigo con la metáfora textil) como el de los señores Brian Klugman y Lee Sternthal, pueden pasar cosas como éstas.
Esta película, que podría calificar merecidamente como taciturna y responsorial, tiene destellos que son incapaces de iluminar la historia en su conjunto. Al final en la retina sólo permanecen las arrugas de los primeros planos de Dennis Quaid, el horripilante vestido de Olivia Wilde, la espléndida belleza de Zoe Saldaña, los pasitos de viejo encorvado de Jeremy Irons, que son un deja vu de los de “La casa de los espíritus”, y la boca entreabierta de Bradley Cooper, que es ya casi, su sello de identidad, al menos gestual.

Prescindible… al menos como película. Quizás como libro se salve.