Todos queremos algo

Sabía poco de esta peli antes de entrar al cine, pero como me gustó la trilogía "antes de" de Linklater entré esperanzado en encontrar algo en aquella sala. Lo cierto es que salvo alguna que otra interpretación destacable (no la del protagonista que se parece a Jim Carrey con 20 años y mucha confianza en sí mismo), una ambientación excelente y una banda sonora muy bien escogida no saco mucho en claro de esta peli. En fin, se deja ver, pero tal vez mejor si la pillas en la tele a las once de la noche y no tienes ganas de levantarte del sofá y hacer otra cosa.

A veces pienso que hay películas que necesitarían cierta información previa para poder ser disfrutadas, o al menos disfrutadas un poco más. Bueno, vale, culpa mía quizás por no haber leído nada sobre ella antes de entrar al cine, pero tú aún estás a tiempo, te aviso: carece de línea argumental. No es una crítica negativa, es la intención del director, que al parecer ya hizo algo parecido en Boyhood. Claro, no sabiendo esto, a la media hora empecé a revolverme en el asiento esperando que la historia "empezara"...

Dejando ya eso de lado, la película me supuso una experiencia agridulce, por motivos completamente subjetivos que explicaré a continuación. He titulado la crítica de esta manera porque es muy evidente que la película está hecha por un hombre heterosexual, dirigiéndose a un público masculino, heterosexual. Sí: salen muchos torsos desnudos de tíos deportistas, sí, los deportistas se dan tortas en el culete unos a otros cada dos por tres, sí, hacen bromas de subtexto homoerótico tipo "Jackass", y el director era muy consciente de esto, por lo que he leído... pero esta película respira heterosexualidad por cada uno de sus poros. Los planos realmente "explotativos", es decir, primeros planos o planos medios donde la cámara se recrea, están centrados en el cuerpo de las chicas, que con una única (y maravillosa) excepción, son tratadas como una especie de alien incomprensible, un trofeo abstracto. Es decir: el punto de vista de un postadolescente con la hormonas en plena ebullición. El título orginal significa "Todos quieren pillar", y desde luego era más sincero que esa traducción soñadora que le han cascado en español.

La película se sitúa en un lugar y época donde no hay ningún hueco para la diferencia, so pena de que te encasqueten ipso facto un mote y te amenacen con nominarte al pringado del año. Sólo si eres el porrero guay (uno de los mejores personajes) tienes un resquicio por el que escapar a este destino, y esta situación empañó muchísimo mi experiencia de la película. Supongo que es un testamento a su autenticidad y honestidad (se nota que aquí no hay trampa ni cartón) cómo al verla reviví esa angustia de los años de instituto, cuando la conversación sólo giraba en torno a las tías y el fútbol, y conceptos como el orgullo gay eran algo simple y llanamente inexistente. Supongo que, si por el contrario, tus recuerdos se parecen más a lo que vivió este grupo de tíos, lo pasarás muy bien recordándolos.

Los personajes a ratos son odiosos y a ratos ligeramente entrañables (esa entrañabilidad de la vida real, donde en general casi nadie es excesivamente bueno ni malo), los actores no parecen actuar de la naturalidad que desprenden, y el ritmo tiene una cadencia muy particular, similar a la vida misma en su irregularidad.

Como decía al principio, la clave para disfrutarla está en las expectativas, en saber si la película te habla a ti, y en saber tambén que habla de todo y de nada, y que podría durar hora y media como catorce. Aún así quizás no habría estado de más algún punto de inflexión que la dotara de progresión dramática, y ojalá cierto personaje hubiera salido antes y en mayor cantidad... Pero esto, como todo el resto de la crítica, son mi punto de vista totalmente subjetivo.

Y visto esto, ya no sé si quiero ver Boyhood.

Cuando se trata de evocación no hay nada mejor que hacerse compañía con la música asociada a la misma película. Busca una lista de reproducción y continúa leyendo mientras escuchas.
En un ejercicio un poco autobiográfico el director Richard Linklater nos muestra los tres días previos al inicio de las clases como miembro del equipo de béisbol en una universidad del estado de Texas. Tres días que se aprovecharán al máximo para ir de fiesta, ligar y beber con un primer entrenamiento del grupo como lo más serio que sucede.
Un caramelo intrascendente que en manos de otro director podría haber sido un churro no apto ni para matar una tarde de domingo. Linklater con sus diálogos intensos y sin silencios construye una cinta que es emotiva sin ser ñoña, luminosa sin convertirse en infantil y de cierta complejidad sin ser un ensayo hermético. Y lo que es más importante: atrapa el tiempo en un relato a lo largo de tres días cualquiera en los que no pasan cosas extraordinarias que no nos hayan sucedido a millones de jóvenes de aquella época. La identificación entre irónica y nostálgica es una elemento más con el que juega de forma constante, ya sea con la música como con las actitudes y "postureos" de las diferentes "tribus" que van desfilando: hoy animales de discoteca funky, mañana uniformados cowboys al sonido del country para acabar en un concierto de punks "destroyers"
La metáfora deportiva en base a la camaradería, la cohesión de equipo y la pasión del momento también corría el peligro de ser una chapuza simplista y repetitiva. Lo hemos visto miles de veces y lo hemos calificado de americanada sosa. No sé si es porque ya me he convertido en un admirador fiel del director pero a mí más bien me ha emocionado en un ejercicio interesante porque no pasa nada extraordinario al estilo "canasta en el último segundo". Todo empieza y todo es posible. El destino se presenta ante cada uno y son conscientes de que deben cogerlo por el cuello con decisión. El final algo trascendente de los 12 años de crecimiento infantil y adolescente en la obra maestra de "Boyhoot" dispone ya de una digna continuación en tres días que condensan el paso a una madurez que, por encima de todo, vale la pena vivir en plenitud dejando "que el momento se aproveche de nosotros" y no al revés.
Sin ser una obra redonda al abusar excesivamente de los tópicos más curtidos de este "género" consigue hacer de la nostalgia y la emulación un ejercicio interesante, evocador y lleno de un sentido sin enigmáticos significados. Aunque todo ello sólo nos deje participar con pasión para encontrar un disco de Pink Floyd con un "canuto" encima. Y de fondo suena Stayin 'Alive. (7,5 / 10)

"Everybody Wants Some", el nuevo film de Richard Linklater es notable e interesante. Nos fotografía un momento en la vida de sus personajes y deja todo abierto para nuestra interpretación. No sabemos si su mirada es crítica o simplemente nostálgica, por tanto somos nosotros quienes debemos decidir y juzgar.

Richard Linklater no para de sorprender. Cuando termino de ver una de sus películas se que he visto algo único y original aunque pienso que llevará mal el paso del tiempo como sucede, por ejemplo, con Antonioni. Esta película es como la captura de un momento único con una duración temporal corta, al igual que pasaba con la serie de películas "Antes de..." En "Boyhood" eran una serie de momentos que duraban varios años, pero en todos los casos se refieren a momentos, como una obra de teatro clásico.

Aunque el argumento resulte ajeno porque refleja una experiencia universitaria americana que es muy difícil de entender fuera de allí, los personajes son mostrados de forma esperpéntica y esto no deja de ser una manera más universal de comunicación.

Recomiendo verla disfrutando del momento y sin importar que se olvide al cabo de poco tiempo.