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Todos queremos algo

Comedia Jake llega a la Universidad de Texas en su deportivo, con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. Quedan sólo unos días para que arranque el curso, pero piensa aprovecharlos conociendo chicas, yendo a fiestas y haciendo amigos. Secuela espiritual de Dazed and Confused, ambientada en los años 80. Los protagonistas, un grupo de jugadores de béisbol a punto de ingresar en la Universidad, son conscientes de que las obligaciones ... [+]
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
29 de junio de 2016
78 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente siempre he admirado algo en particular del cine de Richard Linklater, un tipo nada propenso a lucirse con planos espectaculares y en cuyos guiones parece que todo dios habla demasiado, y es lo sumamente fácil que resulta identificarse con alguno de los personajes, y la tremenda facilidad para desprender humanidad y sencillez por parte de todo el mundo. También es cierto que en todas sus películas hay momentos en los que no puedo evitar abstraerme un poco o divagar de lo que me cuentan en pantalla, pero es algo normal en un cine tan repleto de diálogos, que es difícil interesarse por absolutamente todos.

En esta película Linklater ha querido alejarse de complejas relaciones amorosas que perduran durante dos décadas o de dotar de inmensa complejidad al protagonista. Un chaval que va a la universidad a jugar al béisbol en un coche sumamente grande, con pantalones sumamente estrechos y el pelo sumamente largo. Para quien haya nacido en Estados Unidos en los años 60 y fuera a la uni en los 80 supongo yo que esta película será nostalgia pura. Para mí que nací un poco más tarde y un poco más lejos, sigue siendo una mirada al pasado muy satisfactoria, sin pretensiones, de manos de un grupo de actores desconocidos y de gran talento. No hay una historia compleja que contar, sólo los días previos al inicio de un curso universitario de una generación de chavales muy afortunados.

Todo tiene un ritmo adecuado, un ambiente magnificamente concebido. Es ligero, me hace sonreír, me divierto con esos tíos tan charlatanes y conscientes de que lo mejor que pueden hacer es beber cerveza, liarse con chicas y tomarse mucho el pelo. No nos quieren contar nada más, ese es el asunto. En un Hollywood actual en el que para ser reconocido tienes que pelarte de frío en la tundra suramericana o interpretar a algún transexual pionero, Richard Linklater nos permite respirar un poco de buen rollo, de historias sin alardes ni pretensiones de grandeza. Algo que yo agradezco y disfruto. Un disco de Pink Floyd y un canuto, eso es lo que ha dejado. No hay miedo.
Alberto
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2 de julio de 2016
59 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
La recreación de época es perfecta, creíble y envolvente, pero de tan impecable parece más una visita museística o un parque temático y no el acertado marco para una trama que trascienda la época que homenajea sin rubor ni mala conciencia. Y quizás sea esto su máximo problema: que no se nos cuenta una historia que nos importe más allá de la mera contemplación de su elaborado e inobjetable acabado visual. Los personajes son demasiado insulsos, planos y tópicos y los acontecimientos desbocados y tunantes que se nos presentan apenas aportan un mínimo sostén anecdótico que trascienda el esparcimiento desenfrenado de unos personajes infantiloides y tópicos que parecen salidos de un relato descerebrado, sin otro propósito que el de vehicular la veneración acrítica por aquellos años que quizás fueron interesantes o fascinantes para su guionista y director, pero que dejan al espectador frío e indiferente.

No hay argumento digno de tal nombre sino solo una acumulación de escenas que pretenden reflejar con desenfadado humor e ironía cómplice aquella época, pero que sabe a poco y se antoja un esfuerzo estéril que nada aporta para comprender mejor ese momento histórico, sus motivaciones íntimas o la ausencia de ellas. Quizás la única intención sea la de reproducir con milimétrica exactitud aquel tiempo que por los años transcurridos pudiera parecer impregnada de nostalgia y melancolía, pero acaba resultando un ejercicio enfrascado y condescendiente, escaso para rellenar dos horas de metraje sin que nada de lo que ocurra enganche en ningún momento por su superficialidad e histrionismo, falto de cualquier matiz interesante, una endeble caricatura sin alma. Quizás sea ésta su única pretensión, pero acaba fatigando por la ausencia de enjundia y profundidad de todo lo que vemos. Mucho movimiento enloquecido para no llegar a ningún lado.

Los actores parecen habérselo pasado en grande encarnando a sus sosos personajes, pero se juega demasiado con la apariencia de bullicio y cachondeo, pero todo es superficial y epidérmico, sin sustancia ni picardía. Quizás hubiese esperado una mirada crítica sobre aquellos años o al menos un estudio o crónica con algún calado crucial, pero la fascinación parece cegar a su autor que no sabe trascender su propuesta y deambula sin nada que aportar más allá de la recreación de vestuario, manías y horteradas, pero sin detenerse a calibrar el sentido o el alcance o la relevancia de lo que retrata.

En definitiva, me parece un proyecto fallido, no carente de interés pero que acaba siendo bastante ensimismado y descafeinado.
antonalva
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7 de julio de 2016
35 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película relata el fin de semana previo a comenzar las clases en la Universidad, en 1980, por parte de un grupo de jugadores de béisbol, en ese punto en que se transita de la diversión de la adolescencia a las obligaciones de la edad adulta.

Jake (Blake Jenner) llega a su alojamiento en la Universidad con su cajón lleno de vinilos y se encuentra con sus compañeros de casa y de equipo de béisbol. Allí pasará el fin de semana previo al comienzo del curso. Este es el irrelevante argumento de la histora que Richard Linklater ha utilizado para crear, una vez más, una película que es puro costumbrismo. Disfrazada de película de adolescentes, “Todos queremos algo” es un film más bien para quienes eran adolescentes en 1980. De hecho, parece mentira que la película no sea de esa época, de lo bien hecha que está.

Más allá de gustos personales, hay que reconocerle a Linklater la capacidad para hacernos reflexionar sobre el paso del tiempo y para hacernos revivir los buenos momentos de la vida, para capturar una época añorada con toda nitidez y pasarla durante dos horas por delante de nuestros asombrados ojos. Tras la apariencia de la típica película de universitarios, el director desgrana con pasmosa eficacia todo el catálogo de sentimientos y actitudes de la época que retrata. La transición de la adolescencia a la edad adulta y la transición de los años setenta a los ochenta quedan plasmados a la perfección en este film que da mucho más de lo que promete.

El retrato generacional que hace Linklater refleja con gran solvencia el espíritu de esos primeros años 80. Es una mirada tierna y evocadora a aquella irrepetible época individual, y a aquella década tan especial, se nota desde el primer fotograma que Linklater ha puesto muchas dosis de cariño en este proyecto.

La música es una parte primordial en la película. Era inevitable. La música de finales de los setenta y principios de los ochenta es pura historia de nuestra sociedad. Además, la música es algo absolutamente clave para cualquier chico de 20 años que tenga un desarrollo normal. Siempre es importante la música, pero a ciertas edades es sencillamente fundamental. Ya en la primera escena, en la que se ve a Jake conduciendo su coche, mientras suena por la radio el mítico “My sharona” de los Knack. La presencia de la música de la época es constante. No sólo por lo que suena, sino por las referencias que se hacen (uno de los chicos abandona la casa y deja como despedida un porro y un álbum de Pink Floyd).

Canciones que suenan, que recuerde así de memoria: la citada “My Sharona”, el “Rapper’s delight” en una escena cojonuda en la que lo cantan los chicos en el coche al estilo “Wayne’s world”, “Heart of glass” de Blondie, “I want you to want me” de Cheap Trick, “Good times roll” de los Cars, “Hand in hand” de Dire Straits, y por supuesto “Everybody want some!!” de Van Halen, entre otras muchas.

Los actores, todos muy poco conocidos, están excelentes y aportan naturalidad y credibilidad a la película. Atención a nombres como Blake Jenner, Glen Powell, Ryan Guzman, Wyatt Russell o Tyler Hoechlin, así como la encantadora Zoey Deutch, porque dado el nivel que muestran en esta película pueden dar mucho que hablar en el futuro.

El ritmo narrativo es espectacular, apropiado para este tipo de películas, y los diálogos también son excelentes, algo que es fundamental para que esta clase de films funcionen. En ocasiones da la sensación de que los protagonistas hablan y actúan sin guión, la sensación de naturalidad es absoluta.

Al contrario de lo que suele ocurrir en otras películas de este estilo, los protagonistas gastan bromas y se divierten sin parecer trogloditas, ni estúpidos. Linklater ha puesto cuidado en esto. No resultan desagradables sino todo lo contrario, uno se encariña de ellos y da un poco de rabia que se acabe la película sin saber qué será de cada uno de ellos en el futuro.

“Todos queremos algo” es una película tremendamente entretenida, eso por supuesto, pero es mucho más que eso. Es muy divertida, es entrañable, es una lección de cine, de cómo captar la esencia de ciertas épocas de la vida que nos marcan para siempre. Es una pequeña joya inesperada, que nos ofrece mucho más de lo que parece. Fui a verla para pasar el rato y salí rejuvenecido, si hubiera visto una discoteca habría entrado en ella.

Es una película optimista y vital. No se puede hacer más con menos. Es un canto a la amistad, a la vida, a esa sensación que una vez tuvimos de que teníamos tanta vida dentro que íbamos a explotar. Un canto al descubrimiento, a la diversión, a esos valores que una vez tuvimos cuando no estábamos sujetos a tantas circunstancias sociales. A la música, cuando la música era importante. Cuando cada día era una fiesta.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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6 de noviembre de 2016
29 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fotografía y la ambientación son perfectas para la época que reflejan. La música es adecuada al momento, el vestuario, las pautas de comportamiento de aquellos tiempos. PERO... todo se queda ahí, en pura estética.

No existe conflicto, ni trastienda, es como una especie de documental plano empeñado en reflejar los días previos al inicio de la vuelta a clase de unos adolescentes sin conflicto.

Bien dirigida e interpretada, se ofrece sin un guión que la conduzca hacia parte alguna.

Un 5
LEUGIM
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23 de agosto de 2016
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Slacker (1991), Dazed and Confused (1993) y Antes del amanecer (1995) fueron en su día motivos suficientes para considerar a Richard Linklater como uno de los directores independientes más relevantes emergidos en los 90, luego llegarían Escuela de rock (2003), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013) para decirle al panorama cinematográfico americano que en Linklater había un potencial susceptible de ser reconocido más allá de las demandas de un público fiel y reducido. Un potencial que terminó por aflorar gracias a la catorce veces premiada Boyhood (2014) con la que el director consiguió, finalmente, llamar la atención de la crítica internacional y, sobre todo, ganarse el favor de un público más general que ahora empieza a identificar en su trabajo características propias de un auténtico cine de autor.

Con cierto renombre adquirido y tras las correspondientes alabanzas suscitadas, a Linklater le apetece aflojar algo de carga dramática volviendo al cine gamberro de sus orígenes, divirtiéndose, soñando y llevándonos a nosotros con él en su ilusión pubertina de los 80. Todo ello, sin dejar de mostrar su evolución y sin bajarse del pequeño estandarte en el que ya se le ha colocado.

De este modo, quien conozca mínimamente la trayectoria cinematográfica de Linklater se imaginará que Todos queremos algo no es la prima lejana de American Pie, por mucho que pudiera parecerlo en el tráiler, y que, inevitablemente, los 116 minutos de metraje van a estar repletos de planos simples, largas conversaciones y detalles propensos al análisis particular de cada espectador. No obstante, entre el heterogéneo y variado grupo de espectadores los habrá quienes, como moscas a la miel, acudirán a la sala atraídos por los pechos al aire, las palabras mal sonantes, la juerga, los botellines de cerveza vacíos, la hierba, las noches de discoteca, las peleas de machos cabríos y el juego duro en el béisbol. Es conveniente advertir a todos ellos que la combinación de esos elementos no ha dado como resultado una cinta frívola, complemento idóneo de ganchitos, cervezas, amigos y risas.

Más que película de sábado o viernes noche, esta es una opción para disfrutar en la soledad que ofrecen los días entre semana, durante o después de la puesta de sol, cuando a la dura jornada laboral ya no le quede más por extraer de nosotros y solo prevalezcan las ganas de soñar despiertos. Es esto precisamente lo que nos ofrece Linklater. Una ensoñación, una ilusión, una fantasía, una oportunidad de volver a ser partícipes del pasado – o de descubrirlo, si no tenemos la edad suficiente para haberlo experimentado-.

Y al igual que en los sueños, algo caóticos e imperfectos, cuesta diferenciar entre la introducción, el nudo y el desenlace de esta historia. Tras la aparición en pantalla del personaje principal, Jake Bradford (Blake Jenner), un jugador de Béisbol recién llegado a la universidad; la de los que serán sus veteranos y “porculeros” compañeros de residencia y de entrenamientos, Finnegan (Glen Powell), McReynolds (Tyler Hoechelin), Willoughby (Wyatt Russell) y Jay Niles (Juston Street), entre otros, y la de la dulce Beverly (Zoey Deutch) – Qué es una ensoñación sin la chica perfecta – el resto lo conformarán las idas y venidas de los adolescentes durante los tres días previos al inicio de las clases.

Entre el alcohol y los desesperados intentos del equipo de Béisbol por llevarse al huerto a cuantas chicas sea posible, se entrevén la crisis de identidad propia de la edad, la incertidumbre de un futuro prometedor por delante que puede echarse a perder con muy poco, el empuje de la pasión juvenil, la competitividad, la sensación de verse amenazado por los otros, el miedo, el compañerismo… Todo ello dibujado con finas pinceladas que cada cual puede ir recogiendo al gusto para llevarse el filme a su terreno, ya sea el de la juventud latente o el de la madurez nostálgica.

Sí resulta más evidente el hecho de que estamos ante la cinta más cuidada por Linklater en lo que a estética se refiere. Es obvio que el director siente verdadera debilidad por la época y esa debilidad se traduce en una reproducción más icónica que históricamente fidedigna, aunque ¿No nos habíamos introducido en una ensoñación? es comprensible que las luces brillen más de lo normal, los colores sean más intensos que de costumbre, los escenarios en los que se desarrollan las acciones parezcan sacados de videoclips y la vestimenta de las distintas tribus del momento parezcan el fondo de armario de los grupos alternativos actuales.

(Sigo en el spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pilareos
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