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Yo, Daniel Blake

Drama Por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos, Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a acudir a la asistencia social. Sin embargo, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En la oficina de empleo, Daniel se cruza con Katie, una madre soltera con dos niños. Prisioneros de la maraña administrativa actual de Gran ... [+]
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Críticas 97
Críticas ordenadas por utilidad
23 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que, por lo que cuentan y cómo lo hacen, aunque, en cuanto a su temática, parezcan reiterativas, son simplemente necesarias. Alguien tiene que hacerlas y si se trata de Ken Loach, el buen trabajo está garantizado. Sí, un film imprescindible para todos, cinéfilos o no.
Alfonso
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26 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de estrenar “Jimmy's Hall” (2014), Ken Loach anunció su retiro de la pantalla grande. Con sus casi 80 años, las fatídicas jornadas de rodaje lo tenían cansado y quería bajar el ritmo de vida, dedicándose a telefilms o documentales es de menor tiraje. Sin embargo, el avance los gobiernos de derecha y el consecuente avasallamiento a clases trabajadoras, provocaron su regreso.

Ken Loach es conocido por su militancia trotskista. Él mismo ha dicho que el cine es una extensión de una ideología en forma pragmática. Entonces cabe preguntarse cómo puede hacer un director de cine para desarrollar temáticas de orden social sin convertir sus películas en panfletos militantes para un público reducido. En esto es fundamental el rol del guionista Paul Laverty, dupla creativa de Loach desde 1996 en adelante.

“I, Daniel Blake” (2016) cuenta la historia de un carpintero de 59 años que se ve obligado a pedir una asistencia social debido a problemas de salud. En su lucha contra la burocracia estatal, Blake recorre todos los caminos posibles para solucionar las trabas que le pone el gobierno, porque en definitiva, lo que él quiere, es trabajar. En ese andar, Loach hace énfasis en la solidaridad de los pares, pero también en la necesidad de individuos que funcionan como actores para que la burocratización sea efectiva. Loach y Laverty creen que la comprensión de los procesos históricos, refiriéndose a la conciencia de clase en tiempo presente, siendo el individuo actor y partícipe de su propio proceso, se logra por medio de una identificación emocional.

Por esa razón, propone una película que sensibiliza al espectador exponiendo las consecuencias de un sistema que obstaculiza la asistencia. Es habitual es uso de la metonimia en figuras familiares, relaciones de amistad, y sobre todo en relaciones laborales, para dar parte de conflictos sociales más amplios y complejos.
Se suele decir que este tipo de cine es efectista y sensiblero, que busca apelar al golpe bajo como recurso moralizante. Y en parte es cierto, ya que la subjetividad del realizador tiene una orientación muy clara y sin otra posible interpretación. La ideología, la empatía, desde la subjetividad del espectador, darán como resultado la sensación sensiblera, o por otro lado, un acercamiento visceral.

El cine de Ken Loach busca dejar un mensaje político y utiliza los recursos del cine clásico para hacerlo. La narración suele enfocarse en el objetivo de la claridad y la continuidad del relato de la forma más ágil posible. Es difícil encontrar una película de este director donde las herramientas formales se visibilicen. Porque el objetivo está puesto en la identificación profunda y directa, en la empatía de los conflictos y, sobre todo, en las relaciones vinculares.

“I, Daniel Blake”, como tantas otras películas de Ken Loach, denuncia al sistema que deja por fuera a las clases trabajadoras, pero al mismo tiempo, en ese doble trago entre amargo y dulce, busca generar la fuerza para luchar. Porque si algo sabe hacer bien, es emocionar, y donde hay una emoción, hay un mensaje
Krohnchips
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15 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que una película como esta no me conmovía tanto. Una obra desgarradora sobre los efectos del neoliberalismo en la Europa actual, aunque la temática se ciña al Reino Unido. Una cultura donde los beneficios de las empresas privadas en prestación supuestamente de servicios, se rigen por sus propios beneficios más que por el bienestar de las personas a las que “atienden”.

La historia cuenta la vida de Daniel Black (Dave Johns), un carpintero inglés de 59 años, viudo y víctima de problemas cardíacos que al tener que estar unos meses en reposo, solicita los subsidios por baja de enfermedad a los que tiene supuestamente derecho. Pero a partir de aquí su vida se ve atrapada en una paradójica trampa administrativa.

Si pensamos, nos damos cuenta que en esta sociedad de Ken Loach y nuestra, se ha sustituido la justicia por la caridad. Y para disimular o curar la mala conciencia, se han inventado los trámites administrativos draconianos. Gran guión tremendista con razón de Paul Laverty, con momentos que apelan sin matices a lo emocional. Libreto bien construido y sin concesiones, que además de lo técnico o artístico precisa de conciencia y conocimiento de lo que se habla.

El reparto es muy bueno, con dos actores sobre los que pivota la historia que hacen magníficos trabajos, al tiempo que también están implicados en esta película de denuncia. Dave Johns (más conocido por su faceta de cómico) es el protagonista principal, un actor que parece salir fuera de la pantalla con sus miserias y su bondad y que empatiza de pleno con el público. Hayley Squires hace un trabajo muy meritorio también, dotando de veracidad el rol de madre soltera y con dos hijos, en pleno estado de desesperación supervivencial.

Esta obra versa sobre los perdedores del Sistema (por llamarlo de algún modo); de cómo el Estado se ceba y cae como un buitre sanguinario sobre los menos capacitados, los que ya carecen de fuerza, una especie de mitología darwinista donde el menos favorecido es fagocitado y excluido hasta que se rinde y tira la toalla.

Hay un guiño al cristianismo, o mejor, a la perversión de los valores cristianos; este extremo se puede intuir en los peces que talla Daniel en madera y en la vibrante escena en la iglesia. Como dijo el Papa Francisco: “cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero… el que tenga afición por todas esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una organización social o en un movimiento popular…” Y aunque Loach sea o haya sido Troskista, no dudo que estas palabras las vería muy recomendables en este vil escenario que dibuja.

En resolución, cine colindante entre lo necesario y lo patético, el corazón en un puño compartido por dos protagonistas, dos seres humanos próximos a la desesperación, pero que no llegan a ella y continúan su andadura hasta la muerte si hace falta, puro instinto de conservación en esta alienante y deshumanizada jungla que nos cobija al par que nos acecha.
Kikivall
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21 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más el tándem formado por Paul Laberty y Ken Loach no defraudan, sino todo lo contrario, vuelven a dar en el clavo con otra gran película que se mete de lleno entre las mejores de la filmografía de este gran director, maestro del cine social. Sus retratos de la clase trabajadora son demoledores, concientizadores y necesarios. Lo único que se le puede achacar es que convierte sus films en un espejo demasiado realista de la sociedad y eso, lamentablemente, no siempre gusta.
En esta oportunidad Loach nos trae la historia de Daniel Blake, un obrero de clase media que, al sufrir problemas cardiacos, se ve obligado a acudir a la asistencia social ya que su médico le ha prohibido volver a trabajar. A partir de allí la vida de Blake será un continuo camino de obstáculos para tratar de lograr el fondo de desempleo que la burocracia del Estado le niega.
Una gran muestra de lo que es la negligencia estatal para otorgar ayuda a los más necesitados. Te deja un sabor amargo por la injusticia que atraviesa el protagonista por el solo hecho de reclamar dignidad ante su enfermedad. Asimismo la película llama a la concientización y a la lucha social para exigir un estado más igualitario, eficaz y justo. Emotiva, algo lenta pero con un buen mensaje. La recomiendo.
fermillo
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12 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que es un director muy solvente. Que hace siempre más o menos la misma película pero entretiene. Aunque no da alegría al espectador.

Sus actuaciones son simplemente extraordinarias. Para mí ése es el secreto. Creerte de verdad las situaciones cotidianas que plantea. Ken Loach hace que vuelvas a darte cuenta de cosas que ya sabes que existen, pero las habías olvidado. Para ello se apoya en muy buenos actores y que sean poco conocidos para el gran público, así construye su realismo. Ofrece tantas realidades juntas que es difícil no dejarse convencer por el cine de este director.

Tanto para los cinéfilos más técnicos como para los que buscamos entretenimiento es una película bastante redonda. Dibuja escenas desde un punto de vista objetivo y le da matices de sensibilidad estupendamente marcados. Es un acierto verla si no tienes un mal día.
Batallans
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