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Obediencia

Drama Historia ambientada en las calles de Hackney, en el East End de Londres, uno de los puntos calientes de los disturbios que sacudieron la capital inglesa en 2011. Leon, un chico de 19 años de edad vive con su madre, la alcohólica Chelsea, y, de cuando en cuando, con alguno de sus novios, a cual más granuja. Su hogar está tan roto que el propio Leon se entrega a los servicios sociales y pasa su tiempo libre boxeando en el gimnasio. A ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
16 de febrero de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué te cuenta Obediencia?

Leon (Marcus Rutherford) pertenece a un grupo que malvive por las calles de Hackney, parte del East End de Londres. Al margen del nivel adquisitivo de las familias que allí moran, el verdadero problema reside en los altercados que cada día tienen lugar. Un duro enfrentamiento ininterrumpido que crece y crece.

Cuando llega a “casa”, las cosas no mejoran. Su madre, Chelsea (T’Nia Miller), es una alcohólica que llena el hueco que dejó su padre con el primero que muestra un poco de interés por ella -o le ofrece alcohol y drogas-. Leon lo vive sin posibilidad real de actuar para cambiarlo. Sin embargo, a penas parece molestarle esta situación.

En el pasado, el chico se entregó a los servicios sociales, pero había vuelto a casa haciendo ver que prefería todo aquello. Leon se encuentra aparentemente perdido entre todo esto. El boxeo, en cambio, si que es una motivación para él.

Y esto es lo que te cuentan Obediencia y Jamie Jones.

¿Cuál es el problema?

Todo lo anterior ocurre en la primera media hora de Obediencia -o antes-. Básicamente, te muestra que la vida del chaval es un desgraciado caos y que no va a mejorar. En un constante tono denunciante, te haces una idea de como va a progresar la película.

A medida que avanza te das cuenta de dos cosas. En primer lugar, que la hora restante vas a ver como Leon se da cuenta de la mierda que le ha tocado vivir y que, aunque lo intente, su desenlace pinta bastante predecible. Y, en segundo lugar, que todo te suena mucho.

Gente negra, un hogar desestructurado, sin padre y con una madre adicta, y un chico perdido en busca de sí mismo. Todas estas ideas por separado son casi un cliché. Pero, ¿y juntas? Pues juntas, personalmente, me recuerdan mucho a la oscarizada Moonlight.

¿Y ahora qué?

Pues que, en favor de Obediencia, tengo que decir que se ve bastante fácil. La película lleva un buen ritmo y la propia naturaleza del personaje hace que ciertos aspectos se desarrollen de forma diferente.

Aún así, creo que Obediencia tenía un objetivo que quería cumplir a toda costa: contar su historia. Y lo consigué. En este proceso, Marcus Rutherford, en un papel de claro lucimiento personal, nos regala una notable actuación.

Escrito por Rafa F. Velázquez
https://cinemagavia.es/obediencia-pelicula-critica/
Cinemagavia
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17 de febrero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sinopsis reza sobre el protagonista "Su vida cambia cuando se enamora de un espíritu libre como Twiggy". Y la verdad es que no es cierto. Una trama que coloca a un joven en el medio de turbulencias personales, familiares, barriales y sociales y básicamente lo mantiene allí todo lo que dura la película. Lo que vemos es a un joven maniatado por una vida que simplemente lo castiga mientras él anhela otra vida, pero nunca llega a ella, nunca llega a cambiar, a salir de ahí. Una película que se hace larga y dramática, en mi opinión, en balde. Los mensajes político-sociales que despliega pueden contarse en muchos menos minutos en vez de esta larga agonía que, aunque está bien actuada y con una lente acorde al dolor, termina aburriendo. No la recomiendo.
El Mirante
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22 de febrero de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al novel director le han contado cómo empezaba sus libros García Márquez y ha tratado de imitarlo con un diálogo irrepetible de adolescentes negros en que mezclan sexo y escatología con el objeto de que el espectador continúe atento a la pantalla.

Es difícil con un guión cicatero, unos diálogos anoréxicos y una actuación hierática en que solo destaca Sophie Kennedy Clark, la chica blanca, sorry, y la fotografía del español Albert Salas.

La historia recorre los conflictos acaecidos en Londres en 2011 a raíz de la muerte de un hombre de origen africano en los guetos creados en Europa para que se hacinen los inmigrantes que nos van a pagar las pensiones, -suponemos que gracias a su paro eterno y a trabajar sin que les den de alta, por ejemplo en los viveros bajo plástico-, y que estallan periódicamente en arrebatos de cólera.

Para contar la magra historia el director tira del "método Loach", aunque sin su acendrado sectarismo y clásico dogmatismo que alcanzó las más altas cumbres de la infamia en El viento que agita la cebada, cuando los "provisionales" fusilan a un pobre chaval de la banda por irse de la lengua y Loach se regodea en justificar la escena, como un Stalin de pacotilla.
La vida no vale nada decía el cantautor. Sobre todo la de los otros.
Minke
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