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Bandera negra

Drama. Thriller Begoña, camarera de un elegante club bilbaíno, consigue que el naviero don Javier Uriarte coloque a su padre (Alfredo Landa) como capitán del mercante Urkia. Begoña conoce a Esteban, jefe de una banda de rateros que opera en la ría y que también viaja en el Urkia. El viaje resulta muy diferente a lo esperado, pues el barco transporta armas de contrabando con destino a un país africano. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
1 de abril de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considero a Pedro Olea un buen profesional, un honrado artesano del negocio cinematográfico. La fortuna le ha acompañado de manera errática en su carrera, con obras poderosas como Pim, pam, pum... ¡fuego! o Un hombre llamado Flor de Otoño, y algún que otro bodrio diseminado entre su filmografía. Bandera negra es una película que quiere rendir tributo al viejo cine de aventuras, lo cual despierta nuestra simpatía, pero su rústica puesta en escena, a la que hemos de añadir un guión trufado de tópicos y unos intérpretes que lidian penosamente con sus frases, sólo permite que le demos un aprobadito justo y por los pelos. Hay un capitalista malísimo y rijoso, una heroína que se acuesta con él para vengar a su padre, un galán enamorado (guapísimo Imanol Arias), y una serie de torvos figurantes que pretenden dar lustre al desaguisado. Faltaba presupuesto, imaginación en el libreto, y más osadía en la realización. Así, queda como un quiero y no puedo que nos da ternurita, y nada más.
Eduardo
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19 de agosto de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran descubrimiento de esta película rodada en Bilbao a mitad de los 80, en pleno asedio de ETA a la democracia, Pedro Olea nos brinda una película magnífica, con un guión de diez, que nos va alimentando de buen cine y magnífica interpretación en menos de 90 minutos. Muy buen cine.

Imanol Arias recoge el testigo de Alfredo Landa en su década prodigiosa de buen cine, los 80, y juntos telonean a una excelente Virginia Mataix. Por desgracia, los trasuntos bélicos en África siguen existiendo, y hemos visto películas más modernas, como aquella de Tom Hanks, que trataban asuntos parecidos basados en hechos reales.

Lo que más me sorprende y agrada es que se tomaran la molestia de trasladarse a Guinea a rodar parte de la película, destacando esa escena frente al río, todo verde, en el que conversan Landa y Arias.
CHIRU
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19 de diciembre de 2019
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Con un Imanol Arias jovencísimo y muy poco adecuado para el papel que desempeña, una guapa Virginia Mataix y un sorprendentemente flojo Alfredo Landa, nos adentra en el mundo del tráfico de armas marítimo.
Teniendo como puntos equidistantes el brumoso Bilbao de aquellos años y un país ficticio africano y con una historia de amor y de corrupción, de mentiras y de chantajes.
Resulta entretenida aunque, después del fulgurante comienzo que tiene, esperas bastante más. Creo que fue la primera película, tras la restauración de la democracia, que criticó abiertamente la pena de muerte.Un 5,5, entre aceptable e interesante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mag61
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3 de noviembre de 2015
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un arranque muy prometedor; un pasaje que evoca la desolación, un ambiente un tanto entristecido que es el nublado y deprimido Bilbao de la época, es el escenario en el que una sugerente premisa enlaza a varios personajes, el naviero Uriarte (que encarna de una manera muy creíble el prototipo de un patrón, en cierta medida adinerado), que es convencida por una camarera que contrate a su padre (Alfredo Landa) que está en paro.

Paralelamente, el jefe también decida adquirir los servicios de un delincuente que había tratado de robar sus propios bienes. Aunque más bien se trata de un ultimátum, o trabaja para él o hará que vaya a la cárcel. El barriobajero chorizo (interpretado muy malamente por Imanol Arias, de manera forzada, nada creíble, verle comportarse de ese modo produce vergüenza ajena) encima se lo piensa. El empresario hace ojos a la tímida y siempre comedida camarera a quién hizo el favor, la que tampoco ha pasado desapercibida para el ratero, habiéndose tropezado ya los dos antes de entrar este último a trabajar para Uriarte.

Puede parecer que la película ya está demasiado rebuscada de por sí, pero consiguió despertar mi interés, debido al intenso afluente emocional que brotaba en el ambiente y que parecía destinada a desembocar en tragedia. Pintaba bastante interesante. Lo que ocurre es que la película cambia de tercio bruscamente y se adentra en un planteamiento que no tiene nada que ver con la presentación, -expresiva y próspera en matices,- convirtiéndose en una muy aburrida historia sin gancho, ni emoción, ni nada. No logra dar ni un solo motivo por el que continuar siguiéndola en ese granuloso y seco recorrido que de pronto decide establecer. Verla resulta una experiencia de lo más ardua.
El Extranjero
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