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Salsa rosa

Romance. Comedia Ana escribe libros de cocina y tiene la obsesión de mirar pisos en venta. Mientras su marido, un cirujano de prestigio, se enamora de una vecina, el novio de ésta ve en Ana a la mujer de sus sueños. Las dos mujeres se conocen por azar y deciden apostarse cual de las dos conseguirá seducir antes al marido de la otra. Así, por azar, ambas también dinamitarán sus plácidas y ordenadas vidas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2008
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a ver esta película que recordaba con cariño de mi juventud. Recordaba haberme reído bastante y haber pasado un rato muy entretenido. Ahora... imagino que esos buenos recuerdos eran por Maribel Verdú bailando salsa. Es infumable. No es que no provoque carcajadas, es que no hay ni ligeras muecas. Se podría salvar Verónica Forqué... pero es que hace de Verónica Forqué y... pues tampoco tiene mucho mérito.
Pekindi
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14 de noviembre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el tiempo uno tiene más perspectiva y se da cuenta que épocas pasadas, y en este caso en el cine español, ha tenido sus etapas. Y esta película pertenece a una étapa del cine español, donde se puede deducir que había un género ó subgénero. Ni mejor ni peor que en otras épocas. Los medios eran los que habían y la creatividad la que dejaban desarrollar los productores de las películas. Esta película pertenece al género, lucha de sexos, mezclada con el subrealismo, diálogos pobres y la sobreactuación, y mucha, mucha comedia y poca, poca vergüenza. Por todo ello, a mi me ha divertido y veo muchísimo cine del bueno, del malo. He pasado una hora y media amena; con otros clásicos lo he pasado peor. Comedia divertida, con muy buena música y que no se hace para nada pesada.
Coleccionistadecine
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5 de octubre de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperanto/Pularda.
Con la comedia no vale todo, hay que tener mucho cuidado, ser más sutil y elegante, pensar más el guion y los diálogos, recrear situaciones con algún sentido, respetar la psicología de los personajes un tanto, si no es el caso, pierde mucho de su posible cómico efecto y aquí es lo que pasa, que resulta tosca, forzada, torpe, aturullada, poco elaborada, hasta cretina a veces.
Quizás el ritmillo salsero sea lo mejor y el antro garito ese del demonio lo peor.
O Colomo y la niña son un buen contrapunto, pero ellos están en general horrorosos, exagerados, fuera de tono, chabacanos, mostrencos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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6 de octubre de 2011
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos mujeres jóvenes y más bien aburridas deciden divertirse intercambiando sus parejas y así de paso comprobar la fidelidad de los maridos... Comedia insignificante y discreta si descartamos que supone el primer paso del especialista Gómez Pereira en una carrera en la que con cada película ha ido mejorando y perfilando un estilo que han hecho de él un pasajero "rey de la comedia de los 90" en nuestro país.
"Salsa rosa" es un producto fácilmente vendible, de temporada veraniega, que entretiene discretamente en su sencilla trama vodevilesca, y que resulta un pasatiempo tan manido como olvidable, salvo para contrastar, insisto, la buena evolución y capacidad de sortear un encasillamiento peligroso, que tuvo su autor a partir de aquí.
kafka
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31 de enero de 2023
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Cualesquiera que fueran las intenciones de la comedia de prosperar más allá de la mitad de los '80 estaban impedidas, frenadas por la aproximación "cultural" al cine, que lo único que consiguió la mayoría de veces fue darle unos falsos aires de dignidad y grandeza a temas tratados de manera grotesca.

El humor seguía estancado, pese al punto de acidez, liberación, crítica y audacia que se le pretendía dar, acorde a la evolución social de aquellos tiempos, y uno de los responsables fue Manuel Gómez Pereira, quien se aprovechó de tales cambios para irrumpir con una serie de trabajos chabacanos con ínfulas de cine sofisticado, creyéndose acaso un cruce entre Almodóvar y Monicelli.
Pues el otrora asistente de dirección de Andrés Linares, José Luis García Sánchez o Antonio Mercero no sólo se creyó eso, sino que engañó a miles de espectadores en el proceso, de más o menos unos cinco años.
Empieza con esta "Salsa Rosa", escrita junto a las manos de jóvenes guionistas que poco después darían también el salto a la dirección, y donde incorporará los elementos y motivos por los que se distinguiría su carrera; goce para ellos, presión para el público, al ver en pantalla que esto está subvencionado por el Ministerio de Cultura, para inmediatamente después escuchar los gritos y temblar con la actuación de una Maribel Verdú en, en efecto, su salsa rosa; pocos prólogos en la Historia del cine son tan patéticos e innecesarios: en su papel habitual de "calientabraguetas", se dedica a seducir a un palurdo Carlos Hipólito en la venta de un piso, provocando sus incontrolables instintos, que le hacen abalanzarse sobre ella...

Ya está marcado el rol de la víctima y el monstruo, y menos mal que otra fémina andaba por ahí cerca para poner fin al intento de violación, injustificado, claro. Si se puede contener el vómito veremos a estas dos vivaces señoritas, que sin conocerse ni nada plantean el argumento en unos segundos. Verdú, de furcia ardiente; Verónica Forqué, de tonta retraída: bien situadas. Me pregunto si esta secuencia, aderezada con diálogos explícitos e hirientes respecto al sexo opuesto, sería aceptado por el público si los roles cambiasen y el ambiente sórdido donde tiene lugar un club de striptease femenino y no masculino; no, el guión jamás se habría filmado.
Pero es la década "almodovariana" (si eso quiere decir algo) y las mujeres tienen la palabra, así que todo parece guay, "chic" y se admite de buena gana. La premisa pertenece al enredo, y de estar organizado en una comedia italiana incluso sería algo más simpático: intercambio de parejas para comprobar la fidelidad del marido. Por suerte ambos matrimonios están atascados en una enorme insatisfacción, cada uno de una condición social diferente; el de Ana y Tomás hundidos en el tedio de la clase media-alta, el de Koro y Rosario en el de la incomunicación y pasotismo (¿alguien ve que crucen dos palabras en todo el film?).

Lo peor es no conocerles antes de surgir la "apuesta", sino cuando el juego de la zorra psicópata de la segunda ya está en marcha. Más acostumbrado al drama, Juanjo Puigcorbé sorprende con una frescura creíble, como ese jovencísimo José Coronado, además de Forqué, a la que, gracias a ese desparpajo innato que la caracterizaba para expresarse, uno debe rendirse a sus pies; la química entre ellos resulta un placer en cada escena, haciendo avanzar el guión en base al acercamiento sexual desenfadado, al absurdo surrealista, defendiendo la dignidad de esa mujer que, aprisionada a la vida de casada, no tiene más remedio que romper las cadenas de la manera más explícita posible.
Hasta que, sorpresa, aparece Carmen Balagué y admite que "las mujeres son infieles por naturaleza". Es el comienzo de una vuelta de tuerca incoherente e inexacta, en que tras toda la terapia de choque psicosexual, los protagonistas cambien de mentalidad y hundan sus existencias, no por inercia ni azar, sino porque el tradicional sentimiento amoroso ha hecho mella en ellos. Y ese amor pasional parece más fuerte que todo (tan fuerte que puede hacer a Tomás cambiar su carácter estoico y prendas deportivas de "snob" redomado por el pasotismo y los ropajes de rebelde de carretera, imitando a Rosario; vergonzoso, cuando menos)...pero es influjo del poder sexual y la manipulación de Koro.

Verdú tiene el papel merecido (que casi lo interpreta Marta Sánchez), el único que le querían dar en aquellos años, y se esfuerza en caernos bien, pero ni resulta creíble (hoy juego contigo, mañana estoy enamorada de ti) ni simpática, y su química con el resto de actores es nula; en última instancia uno desea hacer con ella lo que Woody Allen decía a Diane Keaton en "El Dormilón" (atizarle con una chinita en la cabeza hasta que se le hagan puré los sesos y le salgan por los oídos). Que Ana y Rosario acabaran juntos sería una idiotez, pero al menos la pasión por la cocina sirve de lazo de unión; lo de Tomás y Koro es un sinsentido injustificado, y cada uno de ellos tres se ve forzado por las artimañas de ésta última.
La escapada última, los encuentros en el motel, las peleas, todo forma parte del sainete picante y vodevilesco clásico del cine patrio, sólo que con mucho más morbo, sexo, trampa y artificio. A los únicos a los que el espectador llega a creer es a los secundarios: esa agria secretaria (Julieta Serrano), ese vecino amable (el mismísimo Fernando Colomo), el pobre de Hipólito o el hermano de Koro (muy de Almodóvar este bisexual que predica el sexo libre); de no ser por el trío Puigcorbé/Forqué/Coronado esto finali en desastre absoluto.

La reacción que nos queda tras este barullo es igual al gesto ácido de la niña caprichosa cuyos padres han terminado de destruir el débil núcleo familiar: "¡Bah!".
¿Qué más se puede decir? Pereira, aun repitiendo sus ideas y esquemas, no demostraría verdadera habilidad hasta la posterior "Todos los Hombres sois Iguales".
Chris Jiménez
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