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El vendedor de tabaco

Drama Viena, 1937, durante la unión de Austria y la Alemania nazi. Un chico de diecisiete años es aprendiz de un vendedor de tabaco, entre cuyos clientes está el médico neurólogo y padre del psicoanálisis Sigmund Freud.
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
5 de junio de 2019
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Periodo de crecimiento

El vendedor de tabaco se centra en el viaje de desarrollo y autodescubrimiento de Franz. El chico, desde que abandona su hogar, tiene que ir enfrentándose a las dificultades de la vida y aprender de sus experiencias en una nueva ciudad, indagando en todos los ámbitos inexplorados. En este periodo se ve reflejado, a la vez que acompaña El profesor al muchacho, las ideas y pensamientos del psicoanalista sobre los diversos temas humanos. Valentía, deseo, placer, amor, sueños… Su psicología se funde con las cuestiones y respuestas que el joven se plantea y busca sin descanso.

La sociedad y la guerra

El vendedor de tabaco se sitúa, sobre todo al final de la cinta, en la fase del ascenso alemán en el territorio austríaco. Los sentimientos generados por las consecuencias del régimen afectan a todos los personajes, y el espectador ve cómo las presiones políticas, las desigualdades y las injusticias cobran vida en cada sendero. Se palpa la impotencia, el sufrimiento y la tristeza, además del odio impregnado en los vecinos y seguidores del Reich.

Un retrato simple

Pero la historia podría haber sido mucho más sustancial. Si bien el elenco realiza un buen trabajo, ni siquiera el gran Bruno Gantz consigue brillar como Freud. El guión se vuelve simple y no destaca en ningún momento. La eterna figura del profesor se desaprovecha enormemente. Exceptuando momentos bastante emotivos, sus dos horas de duración se tornan un tanto insípidas porque las relaciones no están muy profundizadas y ciertas escenas no guardan significado dentro de la historia. El ritmo también es lento y el final ambiguo, sin una conclusión que cierre la película.

Escrito por María iglesias
Cinemagavia
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20 de mayo de 2019
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen ya en el mundo del cine muchas historias ambientadas en el periodo nazi. Sin embargo, Nikolaus Leytner ha adaptado la novela de Robert Seethaler, que se sitúa en la misma época, pero la afronta desde una perspectiva diferente.

De hecho, la coyuntura política es tan solo parte del fondo hasta que afecta directamente al protagonista: Franz, un joven de diecisiete años. El chico llega a Viena a finales de los años 30 para trabajar como estanquero, con la curiosidad y la ingenuidad propias de la edad. Este preámbulo presenta dos de los grandes temas que se tratan en la película: un relato de mayoría de edad y la situación histórica del momento. Además, al poco de arrancar, aparece el siguiente tópico destacado: Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Siendo materias tan importantes, es interesante la consideración que otorga el director a cada una de ellas en el guión para que haya equilibrio.

No se trata de un documental sobre Freud ni una biografía. Al contrario, el profesor es un cliente del estanco, que entabla amistad con el joven vendedor, con quien parece que puede ser natural. Así, es un personaje anciano, aunque aún en plena posesión de sus facultades mentales, que expone algunas reflexiones. Esta versión cinematográfica del psicoanalista está excelentemente interpretada por Bruno Ganz, así como también Simon Morzé realiza un gran trabajo en su papel principal.

La cinta muestra el estanco como un microcosmos donde hay oferta para todo el mundo: desde lápices para niños hasta puros para adultos. Ahí, es donde Franz encuentra en Otto la figura paterna que le ha faltado en su vida. En una línea muy diferente a la de las ideas de Freud, en ese pequeño espacio el chico aprende a desarrollar su profesión y recibe consejos acerca de la discreción, la lectura de periódicos y el manejo correcto de los cigarros. Este marco se va intercalando con los extraños sueños de Franz, una contribución personal del director. Sin embargo, la trama queda interrumpida varias veces por escenas de cabaret que aportan bastante poco a la narrativa.

El vendedor de tabaco no es un mero entretenimiento, sino un largometraje denso para ver en situaciones concretas. Con un buen trabajo técnico, sumerge al espectador en la historia de un joven obligado a crecer de golpe debido al duro contexto social y político.

www.contraste.info
Revista Contraste
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8 de junio de 2019
17 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
MALA PELÍCULA. MALA SIN PALIATIVOS.
Aburrida historia que no cuenta nada por increíble que parezca, con un guión insustancial y unos diálogos indignos de la mínima calidad.
Han tomado la figura de Sigmund Freud como reclamo para construir esta narración que más vale olvidar antes de salir de la sala, y lo han hecho de tal forma que el espectador no se acerca ni de lejos a la figura o las teorías del famoso psiquiatra.
Las interpretaciones, incluyendo las del estupendo Bruno Ganz, siguen la estela del resto de la película, son malas, infumables ya que hablamos de tabaco.
Increíble todo.
No la veas, te ahorrarás aburrimiento a dosis elevadísimas.
NERI
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11 de junio de 2019
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El veterano director y escritor austriaco Nikolaus Leytner nos presenta su nueva película, basada en la novela homónima de Robert Seethaler. Es la primera película suya que se entrena en nuestro país. Podemos decir sobre ella que no es una película al uso sobre el Nazismo. Como curiosidad, esta película es una de las últimas en las que el maravilloso actor Bruno Ganz actuó antes de su muerte.

La historia se sitúa en el año 1937 en Viena, donde llega un joven de 17 años para trabajar como vendedor de tabaco en un estanco situado en pleno centro de Viena. La trama se divide en dos partes fundamentales, por un lado nos va mostrando la relación que se forma entre el joven protagonista y unos de sus clientes, nada más y nada menos que el famoso doctor Sigmund Freud. Y por otro vamos viendo como el joven va descubriendo el amor y esa necesidad de conquistar a una mujer. Estas dos situaciones son los momentos más entretenidos de la película.

La película va caminando entre una sociedad divida, donde la tensión entre los vecinos es constante, ya sea por la publicación de periódicos nacionalsocialistas, pintadas en la fachada del estanco o por último debido a la aparición de banderas con esvásticas. Aunque el director no quiere entrar de lleno en el nazismo, en muchas de las imágenes que nos muestra se intuye.

Un claro ejemplo son las escenas que se representan en el cabaret donde trabaja la joven amante del protagonista, al principio vemos un show en el cual se parodia continuamente al Führer y a medida que la película va transcurriendo todo cambia hasta que unos meses después los espectáculos cuentan chistas sobre judíos.

Sin ser una gran maravilla, la película se deja ver, tiene una bella fotografía, una gran puesta en escena y un buen estilo narrativo. A mí lo que más que lleno fueron los consejos que le da el doctor (magníficamente interpretado por Bruno Ganz) al joven protagonista. Con frases celebres como,” no hace falta entender el agua para meterse en ella”, cuando el joven le confiesa que “quiere tener novia pero no sabe de mujeres”.

Lo mejor: La química entre el doctor y el joven y la tensión que se palpa en el ambiente
Lo peor: Los continuos sueños del joven protagonista.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
LASO83
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3 de abril de 2020
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elaborada con sensibilidad, donde la acertada mezcla de lo cotidiano con el enrarecido ambiente político vivido en Austria a finales de los años 30, nos conduce desde la visión de un muchacho de 17 años que trabaja como aprendiz de estanquero.

Relato visual, muy bien ambientado y receptivo, cuya acción se desarrolla sin que en ningún momento resulte invasiva. La parte onírica que la acompaña tampoco sobra, aún sin aportar gran cosa al conjunto. Progresa delicadamente haciendo partícipe al espectador de una bien alzada rutina costumbrista.
LEUGIM
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