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Cuento de verano

Romance. Drama Nuevo cuento de las "cuatro estaciones" de Rohmer. El joven Gaspard llega de vacaciones al balneario francés de Dinard. Su idea es encontrarse allí con Lena, la muchacha que lo tiene loco. Pero en esos días soleados y calmos conoce a otra chica, una morena atractiva y sensual que le sugiere nuevos rumbos a su corazón. Sin embargo, tal vez la respuesta no esté en ella, sino en Margot, la dulce camarera con la que Gaspard hace amistad sin darse cuenta. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
25 de junio de 2006
56 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita y dirigida por Eric Rohmer, es la tercera obra de "Cuentos de las cuatro estaciones", serie iniciada con "Cuento de primavera" (1990), seguida de "Cuento de invierno" (1992) y culminada con "Cuento de otoño (1998). Se filmó en localidades costeras turísticas de Bretaña: Dinard, Saint-Malo, Saint Briac, Saint-Cast le Guildo y Saint-Jacut-de-la Mer.

La acción tiene lugar a lo largo de 20 días en julio/agosto de 1995 en Dinard, sede de un renombrado balneario turístico, y en otras localidades de Côtes-d'Armor y de Ille-et-Vilaine (Francia). La narración invierte la relación de "Cuento de invierno" entre una mujer y 3 hombres por la de un adolescente y 3 muchachas. Gaspard (Melvil Paupaud), estudiante de matemáticas, aficionado a la música, especialmente a la composición, acude a Dinard para encontrarse con la chica que él considera su novia, Lena (Aurelia Nolin). Mientras espera su llegada, conoce a Margot (Amanda Langler), estudiante de etnología, que trabaja como camarera en la crepería de su tía, y a la sensual Solene (Gwenaëlle Simon).

La película glosa las relaciones de amistad y de aproximación al amor de unos adolescentes que juegan a mayores, entre inseguridades, dudas, inquietudes, inexperiencia, curiosidad y temor al fracaso. Los cuatro hacen uso de simulaciones, ocultaciones, pequeñas mentiras, palabras ambiguas y falsas apariencias, para protegerse de compromisos que no desean y de debilidades que no quieren revelar. Como es habitual en el realizador, el azar ocupa un lugar relevante en la historia. La amistad fluye con facilidad y los conflictos de intereses se apuntan con la superficialidad propia de unas relaciones de verano, efímeras y breves. La acción combina escenarios naturales, muy variados, y diálogos sencillos y naturales, que contienen la belleza de la sinceridad y la espontaneidad. No queda del todo claro si Gerard juega con las 3 chicas una historia de leves enredos o si son las chicas las que se sirven de él para dar sentido a unas vacaciones intrascendentes, de sol, música, baile y conversación. Nada serio puede cuajar en tres semanas, pero las 3 muchachas y Gerard salen enriquecidos en experiencia, madurez y apego a la vida.

La música ofrece 2 canciones originales de Philippe Eidel ("Le Forlon" y "Jean Quémeneur") y una de Sebastien Erns ("Fille de corsaire"), que se atribuye a Gerard. La fotogrfía, luminosa y colorista, crea escenarios abiertos y cálidos, muy adecuados a la acción, con paseos por las playas y las campiñas próximas. El guión basa su capacidad de sugerencia y emoción en la sencillez de la historia. La interpretación de los 2 protagonistas (Poupaud y Langlet) desborda naturalidad y espontaneidad. La dirección crea una obra llena de amor a la vida y de exaltación de la juventud.

La película contagia alegría de vivir y trasmite confianza en los jóvenes.
Miquel
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27 de abril de 2011
32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cierto modo la peli de Rohmer, más que de amor, parece de ciencia-ficción. Porque, vamos, si ya de por sí ligarse simultáneamente a tres pibones en un mismo lugar podría catalogarse como un acto poco menos que sobrenatural, imaginaos como podríamos definir ese acto (o lo que de él se deriva) si —tras seducir a ese tierno pack de bollycaos— nuestro atolondrado donjuán se las pirara, acto seguido, con la excusa de comprarse una grabadora. Alucinante, ¿no?

Pues eso mismo, más o menos, es lo que sucede en “Un cuento de verano”. Con la salvedad, claro está, que quien nos lo cuenta es Eric Rohmer. Un cineasta cuya naturalidad, continencia y profusos diálogos nos hacen partícipes de una deliciosa fábula estival que nada tiene de cómica ni de melodramática y sí mucho —aunque parezca increíble— de lúcida, ponderada y reflexiva.

Ocho meritorias estrellitas, pues, para una modesta historia que dice mucho más de lo que parece y que, sin lugar a dudas, ha conseguido recordarme aquella época en la que la delgada línea que separaba amistad, amor y sexo todavía era —bendita inocencia— excesivamente difusa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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5 de mayo de 2009
33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice una máxima del guión: "La amistad es algo serio, tal vez más que el amor."

Sí, opino más o menos igual.

Un joven licenciado en Matemáticas, pero aficionado a componer canciones, llega de veraneo a un pueblo costero de Francia. Se aloja en la casa que le ha prestado un amigo. Está solo pero espera encontrarse quizás con Lena, una joven de la que está enamorado y es medio novia. Mientras ésta aparece, en su lugar surge una que le tira constantemente los tejos y con la que fragua una buena amistad, es Margot, con quien sale y conversa muy a menudo. Luego aparece otra más, Solene, que también quiere ligarse al muchacho.

Entonces, vemos como a este tipo de apariencia frágil, poco acosador, algo tímido, que no va de macho perseguidor de mujeres, de repente le rondan tres hermosas jóvenes todas flirteando con él, jugando con él al juego del tira y afloja.

Cuando son ellas las que atacan seductoramente él suele entrar al trapo, pero luego si intenta ir más allá del roce o el beso sencillo, es decir, que intenta ponerles una banderilla o meterles el estoque hasta el fondo, ellas lo frenan, juguetean con él y son en verdad las auténticas toreras, maestras que hacen sus faenas y dan sus capatozos de izquierda y derecha con el hombre al que tratan como domadoras o toreras.

Película que nos retrotae a los veranos de juventud, de enamoramiento, de ligues, de recuerdos de lo que fuimos y posiblemente no volveremos a ser jamás. ¡Lástima, porque perdemos los veranos en divagaciones y malos entendidos en vez de vivirlos abrazados y besándonos con muchísima pasión, apurando la copa del néctar que sólo posee sabor maravilloso probándolo en presente!

En resumen, esta película me ha recordado el microrrelato de un autor anónimo, titulado “Enamorado” y que consta sólo de once palabras:

«Le propuso matrimonio. // Ella no aceptó. // Y fueron muy felices.»
pezpozo
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5 de agosto de 2008
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lundi.
Llego en barco a un pueblo de Bretaña y encuentro fácil la casa donde unos colegas me ceden un cuarto unos días. Dejo la mochila y doy una vuelta por la playa. Casetas blanquiazules. Bastante gente, lo veo desde una terraza, con una cerveza. L* no está, no habrá llegado aún. Ella sabrá por qué se fue a España con su hermana, pero no tardará en venir. Ceno temprano en una creperie.
Una ventaja de las pelis de Rohmer es que se pasa rato sin hablar.
Por la noche, calles animadas. En el cuarto toco la guitarra.

Mardi.
En la escena de playa salgo con un calzón negro bastante antiguo. Me saluda la camarera de la creperie. Al mirarla caigo en que me suena de otra película de Rohmer, de hace años. Se ha puesto más ancha, aunque tiene gracia. Pero no es mi tipo, creo. Se llama M*. Charlamos un rato. Digo que hago música. Country, baladas irlandesas, rock celta, en esa onda. Por si me cree músico callejero, o no sé por qué, añado que soy consultor de informática. Bueno, que soy de Exactas pero no quiero dar clases. Pues ella resulta que se ha doctorado en Etnología. Hace investigaciones en la región. Su novio está en la Polinesia, para una temporada, con un trabajo. Al contar que estoy esperando a L*, mi novia, comprendo que en realidad no es mi novia, que yo querría que lo fuese pero no lo es todavía, o sea que es una amiga, pero también algo más, o eso me gustaría. Mientras explico la historia me parece notar una mirada burlona en los ojos de M*.

Mercredi.
Excursión con M*, a ver a un viejo marino al que está estudiando. El hombre usa un montón de palabras de argot, muy chulas. Y canta una canción de navegantes, satírica. Me quedo con la copla para hacer un arreglo y regalársela a L*, que me vea con buenos ojos. M* se interesa por L*. De mis respuestas deduce que estoy colgado de una que no me toma en serio. Situación sentimental típica en Rohmer, pienso. La costumbre del azar, dice enigmática. Quiere liarme a cenar juntos pero no voy. Sí a una boite luego, con su pandilla. Hay una que me mira. Se llama S*. Mientras baila con un maromo me mira todo el rato. Tú también la mirabas, dice M*. No creo, pero puede ser. Es algo físico.

Vendredi.
Voy con M* a un sitio con vistas de la costa. Le gusta la gente, la amistad. Digo que soy misántropo, de pocos amigos y menos amigas, tengo que decirlo. Ella quiere ser mi amiga. Hace ojitos. Enseño una foto de L*. Dice que no me pega. Y que S*, la del baile, sí. No se cree que yo tenga algo con L*. Alego que vine a la habitación prestada sabiendo que ella puede estar por aquí. He apostado: puede pasar algo, o no. Es lo de Pascal, la apuesta y el amor y el azar.
Confidencias. Me recomienda que me busque una chica para el verano. Sé en quién está pensando.
Me veo diciendo que soy inclasificable, que estoy al margen de grupos. M* dice que eso es no ser nada, que me pierdo el aprendizaje. En la despedida se amaga un beso, un roce de labios.

(sigue en el spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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11 de marzo de 2008
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rohmer es un experto en recrear historias de cada día, sencillas, sin artificios ni golpes de efecto. Retrata, con la precisión de un observador detallista, estilos de vida que son como los de cualquiera de nosotros.
El estilo de filmación roza el documental, como si la cámara se hubiera infiltrado por casualidad para grabar el transcurrir de los días de una serie de personas. Como si se tratase de una cámara oculta que se limita a filmar lo que ve, pillando desprevenidos a los destinatarios de su atento objetivo.
El buen hacer de Rohmer se demuestra, una vez más, en la brillantez de los diálogos de andar por casa y en los personajes, que se pueden asemejar a gente que conozcamos, a cualquiera de los que estamos acostumbrados a cruzarnos todos los días en casa, en la calle, en cualquier parte. Se demuestra también en la aparente ausencia de eventos singulares, pero a la vez siendo capaz de mantener la atención mediante un desarrollo que conecta con un espectador que fácilmente puede verse identificado. Lejos de colocar fuera de nuestro alcance a unos seres distantes cuya existencia en la vida real resultaría poco probable, Rohmer en cambio nos acerca a unos protagonistas y secundarios que podrían ser una réplica de nosotros mismos o de alguien conocido. Nada de arquetipos planos, sino seres humanos complejos, contradictorios, que dejan traslucir sus debilidades, sus torpezas, sus dudas, sus cambios, sus convicciones que fluctúan entre los considerables matices de gris que hay entre el blanco y el negro...
Nada de héroes ejemplares, ni de malvados disolutos, ni hechos trascendentales. Sólo un chico que va a pasar unos días de vacaciones a un pueblo costero y las chicas a las que irá conociendo. Nada del prototipo ligón e irresistible ni fantasías o perversiones calenturientas a lo "American Pie". Gaspard es tímido, introvertido y poco sociable. Aguardando la llegada de la chica a la que no sabe bien si ama de verdad o no, Gaspard vive a la sombra de ese amor inconsistente que es más espejismo que terreno firme. Mientras sus días se deslizan en el ocio de los paseos por la playa y de las canciones que compone con su guitarra, traba amistad con otras chicas, y lo que parecía que iban a ser unas vacaciones excesivamente tranquilas y solitarias acaban transformándose en un juego tanteador a tres bandas que consigue la virtud de la verosimilitud, sin caer en exageraciones ni en soluciones sorprendentes ni forzadas. Tan sólo los toques justos de azar y casualidades intervienen y nos ayudan a disfrutar sosegadamente de los inseguros vaivenes del protagonista y su interacción con las tres chicas entre las que oscila.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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