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La número uno

Drama. Comedia Emmanuelle Blachey es una brillante ingeniera que ha conseguido escalar y finalmente entrar en el comité ejecutivo de su empresa, el gigante francés de la energía. Un día, una red de mujeres influyentes le propone ayuda para conquistar la dirección de una importante empresa que cotiza en bolsa. Esto la convertiría en la primera mujer en ocupar un puesto de tal calibre. Pero en las esferas aún dominadas por los hombres, los obstáculos de ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
6 de julio de 2018
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El puesto de CEO de una de las principales empresas de Francia tendrá un nuevo titular. Dirigir la compañía, dedicada a tareas de explotación de agua, otorga el acceso a una importantísima plaza de poder, como suele suceder en todo aquel que consiga liderar a una de las firmas que están incluidas dentro del CAC 40 (índice bursátil que recoge los 40 valores más importantes de la Bolsa de París, es decir, similar al IBEX 35 de España). Probablemente Emmanuelle Blachey nunca se habría planteado seriamente ser candidata al puesto. Bastante esfuerzo le costó acceder a una de las plazas ejecutivas de la empresa de energía para la que trabaja y, ni siquiera a través su valía profesional y capacidad de liderazgo, consigue que su voz sea plenamente escuchada entre sus compañeros masculinos. Pero una asociación feminista opina todo lo contrario: ella responde al perfil ideal para hacerse con el puesto, constituyendo la cara visible de un triunfo decisivo para aumentar la visibilidad de la mujer en la dirección empresarial. Sin embargo, Blachey no es la única que oposita al puesto, y lo que se podía prever como una gran noticia deviene en una lucha sin cuartel por el poder.

La directora francesa Tonie Marshall dirige La número uno con el objetivo de poner de relieve uno de los asuntos de mayor presencia en las reivindicaciones feministas contemporáneas: la muy escasa presencia de mujeres en los puestos de poder económico o empresarial. Una situación para la que Marshall ofrece una explicación directa y clara, basada en el machismo todavía arraigado en los círculos directivos masculinos. No obstante, a partir de este ambiente de la cúspide empresarial francesa, Marshall avanza más allá en su relato y circunscribe la idea a términos más globales, incluyendo a mujeres de menor rango profesional, parientes o conocidas de las protagonistas.

El problema fundamental de La número uno es que esa crítica se queda en aspectos demasiado superficiales. Es difícil dudar de que los tejemanejes del poder que nos transmite el film sean realistas, puesto que solo hace falta consultar los datos o darse una vuelta por ambientes similares para respirar las dudas que muchos hombres todavía ostentan acerca de las capacidades de sus compañeras femeninas. Pero la película se enroca en esta situación sin avanzar más allá de la ya comentada extrapolación a otros ámbitos fuera del poder. Esto se empieza a notar a través de la caracterización de personajes como el rival de Blachey por el control de la empresa, que inicialmente aparenta tener un perfil adecuado para un antagonista hasta que en un determinado momento se exagera su carácter, aproximándose a la caricatura. Tampoco la trama posee un gran interés por sí misma, perdiéndose a veces en detalles no del todo relevantes y adentrándose poco a poco en una aburrida espiral de nombres, cargos y hechos, lo que termina por alejar al film de su idea inicial.

Por tanto, lo que Marshall nos presenta con La número uno es un alegato feminista que, en términos cinematográficos, se recubre con la forma de un thriller empresarial de bajos vuelos mezclado con varios pasajes de la vida de la protagonista. Tan solo el primero de esos puntos, la denuncia de las dificultades que tienen las mujeres para acceder a puestos de poder, merece tener su hueco entre los 110 minutos de cinta, aunque la reivindicación al final acaba diluyéndose en el insípido cóctel que elabora la directora. Esta falta de profundidad narrativa, unida a su cierto tono maniqueísta, provoca que La número uno falle como instrumento de reflexión acerca de un tema social de carácter relevante, circunstancia que aniquila el motivo principal de la existencia del film.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
Kasanovic
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18 de noviembre de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película, de esas de política, que pueden ser muy buenas. El problema es cuando no se toman todos los partes del cine en serio. En este caso, como pueden hacer una película así, con esta iluminación, ideal para sacarte completamente de la película. Tiene muy buenas cosas, pero a mí, al menos no me mete por ese motivo.

Los actores están muy bien. Todos son muy creíbles
Si bien, el guion, tiene algunos momentos en los que pega saltos, que luego tienes que cerrar tú. Pero este tipo de películas, tienen guiones de este tipo.

La iluminación es una pena. ¿Cómo se puede iluminar la intriga con una luz blanca? Parece que te está contando una comedia de bajo presupuesto y sin embargo es una película política, de intrigas y suspense.

Tiene una dirección que a pesar de no controlar la iluminación, al menos no aburre. Te lleva hacia delante. No sabe colocar la cámara para narrar con ella pero bueno, al menos hace una película que se ve.

Podría haber sido mucho mejor, es una pena
Andres Camara
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1 de julio de 2018
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora francesa Tonie Marshall en La Número Uno denuncia la dificultad a la que se enfrentan las mujeres para acceder a puestos directivos en la empresas francesas aunque también puede ser perfectamente aplicable dicha situación en nuestro país. Este drama corporativo con ciertos elementos de thriller, está protagonizado por una sensacional Emmanuelle Devos en el papel de una mujer ingeniosa y de mucho talento, que ha de enfrentarse contra el patriarcado y el machismo existente dentro del mundo de las grandes corporaciones. La Número Uno clausuró la primera edición de Cine por Mujeres celebrado el pasado mes de abril en Madrid.

Para ser un número uno en la vida hay tres motores esenciales: poder, sexo y dinero. Sin embargo, ningún hombre puede manejar los tres a la vez, a lo sumo dos. Esta es la declaración de intereses expresada por uno de los personajes masculinos de la película. En esta filosofía o modus operandi se tiene que mover nuestra heroína. Pero, ¿para una mujer ser la número uno en un mundo corporativo significa lo mismo?.

Emmanuelle Blachey (Emmanuelle Devos) es una ejecutiva senior miembro de la junta directiva de una importante corporación energética francesa. Un influyente grupo de presión feminista se acerca a ella para pedirla que se presente a la presidencia de la compañía de agua más grande de Francia. Emmanuelle podría estar ante el hito histórico de ser la primera mujer en dirigir una empresa del CAC 40 (el equivalente a nuestro IBEX 35).

Para Emmanuelle tener éxito significa poder desarrollar y realizar todo su potencial formativo y profesional. Estamos ante una mujer que ha trabajado duro para construir una carrera llena de éxitos en donde nunca tuvo que jugar con la carta feminista. Sin embargo, cuando se le ofrece la posibilidad de ser la primera directora ejecutiva femenina en la historia de Francia, se da cuenta de que no podrá llegar a donde quiere sin el apoyo y la solidaridad femenina, y lo que es más importante, a saber jugar con las mismas armas utilizadas por los hombres.

A partir de aquí la trama se calienta. Para llegar al apreciado cargo no será nada fácil, tendrá que prepararse para una dura y larga travesía, llena de obstáculos, en un mundo dirigido y dominado tradicionalmente por hombres que no soportarán ver a una mujer acceder a tal posición de responsabilidad. Se enfrentará al machismo y a las sucias tretas de sus competidores, encabezados por el manipulador Jean Beaumel (Richard Berry).

Emmanuelle se enrolará en una guerra de guerrillas de sexos, en donde tendrá que aprender a convivir con los celos y las malicias de sus colegas masculinos y con el día a día de las puñaladas traperas por la espalda (el elemento paisajístico más común). Además, debe luchar contra sus problemas psicológicos (su madre perdió la vida ahogada cuando tan solo era una niña), y las rabietas de su marido que al pasar a ocupar un segundo plano tiene que decidir si sacrifica su vida profesional.

La guinda del pastel, como en cualquier historia de este tipo, no estaría lo suficiente completa sin la existencia de un traidor. Uno especialmente deslumbrante y seductor que se confraternizará con su enemigo.

En la elaboración del guion, Tonie Marshall y su co-guionista Marion Doussot, con la inestimable colaboración de la reportera Raphaelle Bacqué, se han documentado ampliamente. Para ello se han puesto en contacto con muchas mujeres próximas al poder conocedoras del tema (Anne Lauvergeon, Claire Pedini o Laurence Parisot).

En la película se aprecia montones de detalles que describen con preocupación la realidad existente en ciertas altas esferas, donde la lucha por el poder está enquistada, marcada y dominada por determinadas prácticas obstinadas, tradicionalistas y machistas que impiden una renovación o transformación. En contrapartida, aparece un nuevo tipo de géstion, practicado por mujeres altamente preparadas y cualificadas que no tienen nada que envidiar a sus homólogos masculinos, a las que se las cuestiona sus habilidades y autoridad, y que ejercen de manera diferente.

Tonie Marshall crea una puesta en escena dinámica y de gran tensión en la carrera hacía el poder. Describe muy bien las pequeñas humillaciones sufridas por las mujeres en su día a día, inclusive en puestos de relevancia, donde tienen que lidiar con un sexismo no acorde a los tiempos en que vivimos, sino más propios de otras épocas.

La interpretación de Emmanuelle Devos es estelar. Tonie Marshall teje una serie de personajes secundarios de gran relevancia, con su propia personalidad, bien desarrollados, alrededor de la protagonista, que ayudan a fortalecer la actuación de Devos. Algunos de ellos memorables, especialmente el de Richard Berry, en el papel de un despiadado ejecutivo, o el de Sami Frey como el carismático padre de Emmanuelle, un profesor de filosofía jubilado, ingresado en un hospital, que ama a su hija pero a la que nunca ha valorado lo suficiente su éxito.

También debemos destacar a Suzanne Clément en su interpretación de Véra Jacob, una confidente y amiga ferozmente feminista, y sobre todo, a Benjamin Biolay como Marc Ronsin, con una interpretación mas que convincente, con múltiples registros, personaje crucial en la trama, y es el que más evoluciona de todos ( no se si a alguien más le pasará igual, pero me recuerda mucho a Benicio del Toro).

Interesante drama con tintes de thriller sobre el mundo corporativo, en la que describe de manera fascinante las complejidades de la lucha por el poder, y nos deja un inquietante y claro mensaje, la batalla para ser la primera mujer número uno no acaba con su consecución. Una vez obtenido el cargo, cada decisión tomada por la ejecutiva, solo por el hecho de ser mujer, será cuestionada y analizada con más profundidad de lo que se le haría a un hombre.

https://cinemagavia.es/la-numero-uno-pelicula-critica/
Eduargil
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25 de marzo de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Actriz, guionista, directora, Tonie Marshall a sus 67 años tiene ya un curriculum formado entre el que se encuentra el Cesar en el 99 a mejor película y dirección con "Venus, salón de belleza". De sus ocho films este es el primero que veo y a tenor de la información por parte de la crítica especializada parece ser el más consistente, el más redondo en todos los sentidos. En cualquier caso me ha parecido un drama notable y oportuno dado los tiempos que corren para seguir haciendo incapie en la desigualdad laboral entre hombres y mujeres, una lucha de la que Marshall no es ajena en sus anteriores propuestas y que aquí parece culminar, de momento, en la inmisericorde guerra sucia que manejan, hombres y mujeres eso sí, para competir en la lucha por el poder empresarial. Guerra en la que los hombres llevan siglos de ventaja.

Recurriendo al thriller es cierto que Marshall atenúa un tanto la propuesta al proponer el hecho de que el "enemigo" de la protagonista no se opone a ella por el hecho de que sea mujer, sino porque necesita tapar su corrupción con alguien que este menos preparado y pueda enmascarar con su ineptitud las perdidas de la empresa. Incluso no se opone a que ella acceda al puesto, siempre y cuando no ponga al descubierto su desfalco. Y siempre reconoce sus innegables aptitudes. Por todo ello y más allá de un tufo machista en el clan de los poderosos ejecutivos varones y sus techos de cristal con respecto a las mujeres, la cosa podría haber hurgado más en la herida sangrante de la desigualdad laboral entre otras muchas.

Marshall rueda con elegancia, aprovecha muy bien la atmósfera que le proporciona el área de negocios de La Defensa parisina, con sus torres de cristal que paradojicamente son centro de opacidad.y sobre todo se rodea de un elenco fantástico que robustece todo el conjunto, con la estupenda Emmanuelle Devos a la cabeza. Las subtramas como la familia, el suicidio de la madre (gran Selley Winters bajo las aguas en "La noche del cazador!"), o el escéptico padre enfermo se acoplan con eficacia a la trama principal. Es cierto que se queda algo corta en sus intenciones pero con todo y con ello no llega a defraudar.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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14 de septiembre de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y sobria película sobre las batallas que libran los CEO más cualificados para acceder a las altas esferas directivas de las grandes empresas. La verdad es que me hace gracia que desde hace relativamente poco tiempo se venga utilizando en España este término anglosajón. Pero ¿a que queda bien responder CEO para señalar cuál es tu profesión?, sobre todo cuando quien te pregunta no tiene ni idea de lo que eso significa. Yo sería partidario de contestar Chief Executive Officer, ¿a que queda más claro?, y más distinguido también; a mí todo esto me parece ridículo, pero hay tantas cosas ya... El caso es que la peli, muy sobriamente filmada y tratada, como decía, versa sobre la jungla humana que debe atravesarse para acceder a los grandes puestos ejecutivos de esa clase de macroempresas que hasta ponen y quitan gobiernos y/o cooperan con ellos: el poder, el del dinero quiero decir, obviamente. En esta película cobra especial interés la figura de la mujer como competidora para ocupar ese escalafón, en realidad ese es el argumento central. Sin embargo, pienso que en una guerra abierta para conquistar el poder de unos pocos sobre millones de personas, poco importa el género del CEO que traicione, corrompa, coaccione, compre, venda, malverse o deslegitime para llegar a ser el número uno. Qué más da el sexo de quien utilice sus armas para atribuirse el paradigma del triunfador: poder, sexo y dinero. Hay que lograr el triplete para ser un dios terrenal, si careces de un solo elemento ya has fracasado. Hay quien nace para mandar y nadie para ser mandado, aunque los segundos o nunca se plantearon la primera opción, o fueron defenestrados antes de llegar a los despachos de mando por otros mejor situados. Como se puede apreciar, la película no se corta a la hora de poner en juego las cartas sobre la mesa para mostrar lo que hay, la película no es maniquea porque no puede serlo, hombres y mujeres calzan las mismas botas, y las armas de la batalla pueden ser diferentes pero aniquilan igualmente por la espalda, aquí no hay buenas y malos. Francamente, no sé cuál era la intención de la directora al comenzar a rodar, pero, desde mi punto de vista, no ha logrado escenificar el feminisno, aunque exista como eje central, lo que ha logrado es retratar una vez más a los esbirros, hombres y mujeres, del capitalismo más salvaje en el que nos movemos últimamente. Me ha gustado la figura del padre de la estupenda Emmanuelle Devos, la protagonista, como contrapunto a la historia, un profesor de filosofía, ya de vuelta, que se mira la escalada de su hija en un silencio comprensivo de padre, una subtrama algo tópica que no obstante le va muy bien al film para desengrasar tanta mala leche.

El caso es que la película pone de relieve muchos elementos en los que pensar, lo que siempre es bien recibido. Y una vez más mi agradecimiento al cine francés por su alta producción de películas de nivel medio alto; también es cierto que en Francia se encuentra más dinero para hacer cine y la prioridad cultural es más alta.

Poder, sexo y dinero, y no lo digo yo, lo dicen los protagonistas de "Numéro Une", y casi se matan por echarse en cara entre ellos no poseer uno de los tres preciados títulos.
DIEGO
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