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120 pulsaciones por minuto

Drama París, principios de los años 90. Un grupo de jóvenes activistas intenta generar conciencia sobre el SIDA. Un nuevo miembro del grupo, Nathan, se quedará sorprendido ante la radicalidad y energía de Sean, que gasta su último aliento en la lucha. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
4 de noviembre de 2017
58 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película, tal vez no redonda, pero sí con sólidas interpretaciones (excepto acaso Arnaud Valois, que parece estar ahí sólo por guapo), con un estilo seco y directo, aunque no brutal. Me sorprende que la mayoría de críticas coincidan en quedarse en lo conmovedor de la necesaria lucha y en la bonita y triste historia de jóvenes guapos que se enamoran y se quieren mucho. Pero 120 pulsaciones va mucho más lejos: película llena de dobleces, de matices, algunos de los cuales sólo se descubren avanzado el metraje y que hacen de ella una historia profundamente desesperanzadora
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spirit
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21 de enero de 2018
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando eres obscenamente joven, cuando en la lotería de la vida te ha tocado en suerte jugar con cartas marcadas (homofobia, rechazo, incomprensión, odio, indiferencia o un virus letal que a todos inquietaba pero a nadie le quitaba el sueño), cuando sabes que te quedan pocas semanas o meses de existencia pese a que la naturaleza no te ha desvelado aún ninguno de sus tesoros o frutos más preciados, tienes la sensación de que el vigor se te escapa sin razón ni motivo como en un reloj de arena que está a punto de completar su afanoso recorrido imparable. Y te sientes impotente, rabioso, desquiciado, iracundo y lleno de cólera hacia todos aquellos que juegan a ser grandes estadistas o científicos pero desconocen la urgencia aniquiladora de lo inexorable.

Con estos funestos mimbres ha urdido Robin Campillo una frenética cinta llena de pasión, de ardor, de despecho y de homenaje a los años más mortíferos de la plaga del sida, cuando ser diagnosticado con la temida enfermedad era verse anegado por una inmerecida sentencia de muerte y te convertía de golpe en una bomba de relojería a punto de explosionar y perderse en el anonimato abrasador de la marea del tiempo. Abordar la fugacidad de la vida cuando eres un pimpollo que apenas ha empezado a disfrutar de las mieles de la juventud resulta tan duro como aterrador cuando tienes los días contados y las noches son un calvario que quisieras borrar de tu presente. Pero hace falta dar voz y honrar a los miles de anónimos despechados que hicieron tantísimo por dar visibilidad a lo invisible, por cambiar las agendas de los políticos y de las multinacionales farmacéuticas, por reunir fondos donde no había más que eriales de mutismo, por cuestionar que el matadero servil era la próxima parada y enarbolar la bandera de la lucha por la inclusión, la tolerancia, la solidaridad, la camaradería y la compasión.

La memoria es frágil y tornadiza. Aún recuerdo haber leído en el periódico (allá por los primeros años ochenta del siglo pasado) las primeras noticias sobre las inexplicables muertes por el ‘cáncer rosa o gay’ en San Francisco o Nueva York, el loco terror de unos padres que temían que sus hijos pudieran ser contagiados por la inefable plaga bíblica por los salivazos o arañazos de otros niños portadores durante los recreos, las exigencias atemorizadas por crear campos de reclusión – y exterminio – para los infectados, para preservar la pureza de la sangre inmaculada e inocente, los reproches morales por unos ‘estilos de vida’ que te condenaban al ostracismo y la aniquilación. Todos somos responsables de crear un mundo más habitable y acogedor, más amoroso y tierno, desterrando los prejuicios y sembrado de esperanza el futuro de nuestros semejantes.

Sin lugar a dudas le sobra metraje y, sin embargo, no se hace en ningún momento ni pesado ni redundante. ¡Ave César! Los que van a morir te saludan…
antonalva
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1 de febrero de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cruel, terrible, grotesca, ofensiva, dolorosa. Terminan unas letras silenciosas que bajan pantalla abajo ante la atenta mirada de una sala de cine incapaz de reaccionar. Nadie hace ruido, nadie se levanta. Poco a poco movimientos incómodos rompen el silencio sepulcral. La sala empieza a vaciarse, mi cuerpo continúa incapaz de moverse. Ni una lágrima abandona mis ojos, ninguna palabra capaz de formularse en mi boca. Mi pareja me pasa el abrigo, y obligada, me incorporo y camino despacio. -¿Qué tal?- Mis ojos se empañan y empiezo a llorar.

La lucha por la vida y contra quien te la quita. Resumen de una película llena de vida y muerte, de la que formas parte y que latido a latido se sincroniza con los propios hasta ver en el espejo un reflejo propio con una identidad ajena. No tengo SIDA, espero que tú tampoco. Pero después de esta película seguro que sabes más sobre ello, sobre la juventud, sobre la importancia de organizarse y luchar por lo importante. Y vivir, siempre.
CaoticaAna
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12 de enero de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
120 Pulsaciones por Minuto es un drama romántico del director de origen marroquí Robin Campillo, guionista de la famosa película francesa “La Clase” y director de “Los Chicos del Este”, con un tema más o menos parecido a 120 Pulsaciones por Minuto. Se trata de uno de los estrenos más esperados del año 2018. Además de recibir el Gran Premio del Jurado, el Premio FIPRESCI y la Queer Palm en el pasado Festival de Cannes, 120 Pulsaciones por Minuto es una de las tres finalistas a los Premios LUX del Parlamento Europeo.

Por fin llega una película reivindicativa sobre un tema muy duro. La historia nos traslada a principios de los 90, cuando el SIDA era una de las principales razones de muerte. El director narra la historia de la lucha de un grupo de jóvenes activistas de Act Up-París, que no quería seguir esperando a que llegase su hora, para concienciar a la población francesa sobre el tema, además de pedir resultados al gobierno para luchar contra la enfermedad mortal.

Act Up es el acrónimo de la AIDS Coalition to Unleash Power (Coalición del sida para desatar el poder), un grupo de acción directa para llamar la atención sobre la pandemia de sida y la gente que la padece, con el objetivo de promover la investigación científica y la ayuda a los enfermos. En español se traduciría a: pórtate mal.

Así es como se nos introduce en una historia de amor entre un moribundo que lucha hasta el final y un chico que quiere salvar al mundo con sus conocimientos. Enfermedad, lucha, muerte y amor.

120 Pulsaciones por Minuto engloba las historias de muchos activistas del grupo, pero en quien se centra notablemente es en Sean (Nahuel Pérez Biscayart) y Nathan (Arnaud Valois). Nathan es nuevo en el grupo, y es allí donde conoce a Sean y se queda fascinado con sus argumentos y acciones. Este vínculo se convierte en una relación libre y feliz. Se refleja cariño con cada escena en la que interactúan los dos personajes, lo que nos lleva al amor, algo que hace que Nathan esté dispuesto a hacer cualquier cosa por su pareja.

Robin Campillo es el responsable del gran guión y dirección. Se describe a sí mismo como “militante de Act Up en los años 90”, por lo que no ha tenido que hacer mucho esfuerzo para retratar la experiencia. Una escena que nos lleva a una de las experiencias del director es cuando dice “He disfrazado a un novio cuando murió”.

Después de decir en Cannes que “Es sobre todo una película que quería hacer donde la fuerza de las palabras se transforma en momentos de acción pura”, el presupuesto de 5 millones de dólares se elevó notablemente.

Nuestros queridos personajes no quieren morir, quieren seguir viviendo. Nos encontramos ante personas discriminadas por su sexualidad, personas enfadadas, personas luchadoras, personas moribundas. La muerte acecha a muchos de los activistas, ya que el grupo está formado por gente seropositiva y seronegativa. Los enfermos no tienen más tiempo que perder, exigen que el gobierno se fije en la cruda realidad, que le busque solución a esa enfermedad que los está consumiendo.

Además de la muerte tenemos el amor. El amor de una madre que lucha porque su hijo siga con vida, el amor de un amigo que protege con todas sus fuerzas al compañero, el amor de una pareja que lo da todo… Nos enseña el lado humano de las personas, el lado más frágil. Las relaciones personales hacen que este problema crezca, le da más dramatismo porque refleja sentimientos humanos, algo que nos puede obligar a empatizar con cada uno de los personajes.

La homosexualidad y el SIDA son temas que no se tratan mucho en el mundo del cine, lo que provoca que nos interesemos más. Por desgracia, en la sociedad de hoy en día sigue habiendo un tabú enorme que hace que evitemos estas cuestiones. Lo que hace el director es darle una bofetada a la sociedad para que espabile y deje los tabúes de lado.

Escrito por Elene Batsanadze
https://cinemagavia.es/120-pulsaciones-por-minuto-pelicula-critica/
Cinemagavia
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30 de enero de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama sobre el activismo en la lucha contra el sida, su contexto histórico y consecuencias en una época marcada por la proliferación del VIH y los escasos avances en la investigación para su tratamiento. El filme está aderezado por fugaces momentos de distensión festiva y por una única historia de amor, llevada al límite, pero sin apenas concesiones al sentimentalismo. Robin Campillo parece recurrir en esta ocasión a la alternancia de planos y distancias focales cortas (primerísimos primeros planos, primeros planos y planos medios) para mostrar en toda su crudeza y detalle al espectador la dura realidad en la que se recrea y trata de implicarle (o desafiarle) durante esos 150 minutos de metraje. Abandona la cámara al hombro y se reserva algunos planos panorámicos largos con travelling incluidos para otros tantos momentos en que parece querer ensalzar mensajes con alta carga simbólica: Hay lugar para la fugaz felicidad (en el mar); la unidad en la lucha es posible pese a las discrepancias (en la escena con los activistas tumbados ocupando toda la calzada) y la consecución de los propósitos fruto de esa unidad -en este caso, propagandísticos- (el río teñido).
Pedro
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