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Roger y yo

7,0
2.365
Documental. Comedia Aclamado documental que arremete contra el poder de las grandes corporaciones industriales, en las que el incorruptible Michael Moore trata de conseguir una entrevista con Roger B. Smith, presidente de General Motors, para poder preguntarle sobre las devastadoras consecuencias del cierre de una planta del gigante del automóvil. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
5 de noviembre de 2008
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película abrió un género que lleva casi veinte años ganando adeptos, el documental para el cine, convirtiendo al actor - director en estrella mediática (con decenas de imitadores) y a la herramienta en utensilio de uso corriente, sobre todo para jóvenes cineastas con problemas para la financiación de obras más costosas. Durante mucho tiempo, “Roger and me” fue el documental más visto de la historia y ahora sigue en los puestos más altos. Voy a intentar a explicar las razones (virtudes) para que esto sea así.

“Roger y yo” tiene un planteamiento muy sencillo: cineasta relata la caída económica de su ciudad natal, tras el traslado de los almacenes de la “General Motors” (la empresa más importante de la zona) a otros destinos del tercer mundo. Por esta razón, el desconocido cineasta quiere hablar con el presidente de la compañía, el mencionado Roger, para que le explique por qué una empresa que funciona bien, que da mucho dinero, se tiene que trasladar.
Es incuestionable que el tema nos debe ser muy cercano, ya que en cada país industrializado este proceso se lleva realizando las últimas dos décadas, con lo que se pierden multitud de puestos de trabajo y se concentra la pobreza en un punto determinado con extrema rapidez. En este asunto se percibe las consecuencias aceleradas del capitalismo extremo, la falta de sensibilidad de las grandes corporaciones y el mínimo control al que se ven sometidos por los gobiernos de turno, por no decir, la nula aparición de propuestas alternativas lógicas de trabajo.

Todo lo expresado en el párrafo anterior lo vemos en “Roger and me” a la perfección. Michael Moore rueda desahucios masivos, inmigraciones generales de los trabajadores (con la lógica pérdida de raíces), la introducción del pueblo en el engranaje del estado con carácter de parásitos, dada la imposibilidad de valerse por sí mismos. También vemos cómo a la General Motors se la trae al pairo todo esto, ellos siguen sumando dividendos y dándose palmadas en la espalda.
Hasta la llegada de Michael Moore, este fenómeno estaba minimizado por los medios, con la consecuente falta de interés de los ciudadanos. Tras este documental, más gente pudo acercarse a la crítica y concienciarse sobre la indefensión del pueblo ante las decisiones que más nos afectan, las relacionadas con el trabajo estable.
El mensaje no se podía difundir en bruto, demasiado triste, sino que se debía ornamentar la seriedad con momentos de humor, de ironía, un montaje ágil y, sobre todo, cierto positivismo para cimentar otra característica del cine de Moore: la esperanza. Y se siente y ayuda cuando se leen titulares como estos: "Nissan anuncia un recorte de 1.680 empleos en Barcelona", "La crisis de Nissan arrastra ya 1.400 empleos de sus proveedores", "General Motors cierra dos fábricas y deja en la calle a 2.700 personas". Habré buscado cuarenta segundos en Internet, las tres noticias no tienen ni tres semanas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
I m feeling good
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4 de enero de 2006
27 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
El desconocimiento de la realidad de la época y del lugar impiden analizar hasta qué punto el documental está influido por un componente tendencioso, hasta qué punto se pueden relacionar directamente los despidos con el deterioro de la zona. En cualquier caso, la presencia de Michael Moore, el hombre-denuncia en pantalla, -que en esta ocasión se hace menos estruendosa que en sus posteriores obras- resulta necesaria para reparar en la falta de respuestas.

Denuncia laboral aparte, lo realmente fascinante de este documental es el retrato humano; la capacidad para desbrozar la decadencia, exhibir lo siniestro del lugar y lo ridículo de los discursos.

En algún punto entre lo grotesco y lo funesto está esa estampa de la ciudad de Flint. Lo más tétrico, sombrío y también cómico. Es la esencia propia de una ciudad levantada alrededor de fábricas de coches, alimentada de aceites y bujías. Y en ella desfilan los residuos humanos que genera la podredumbre estadounidense: el desahuciador, la mujer de los conejos, las viejas jugando al golf, la mujer trastornada por los colores otoñales, los famosos de postín, el show de la cárcel, el gobernador desfilando, las ratas, Ronald Reagan y las pizzas, el tío de la capa… en fin: la humanidad en derribos.
Mequetrefe rimbombante
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24 de noviembre de 2008
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda no es el mejor documental creado por Moore (para mi Bowling for Columbine y Fareheit 9/11 son los mejores) pero no puedo menospreciar el trabajo de este director al poner sobre el tapete los problemas de los trabajadores de la General Motors de su ciudad natal, que se quedan sin trabajo cuando el Sr.Roger (máximo dirigente de la empresa) decide que es más conveniente dejar en la calle a miles de trabajadores que no embolsarse unos beneficios cada vez mayores al llevarse las empresas a México. Choca la frivolidad con que la clase más pudiente trata el tema de los parados (son unos vagos) y se te pone la piel de gallina viendo como el ayudante del cheriff va casa por casa desahuciando a las familias que no tienen con que pagar el alquiler. Así que, para mi, una historia que hoy en día se puede ver en cualquier gran ciudad de nuestro país sin tener que mirar tan lejos y por lo tanto, sin demasiado interés (se me hizo algo larga y con bastante relleno) que otros de los documentales de Moore. Genial para ver con los amigos, debatir sobre el tema y poner nuestras barbas en remojo...
Chinaki
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28 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy en día prácticamente todo el mundo occidental ha oído hablar de Michael Moore, pero lo cierto es que cuando se enfundó su chándal y se empeñó en hacer un documental entrevistando al mandamás de la General Motors, Roger Smith , allá por el final de la década de los años ochenta, sobre un tema que le atañía personalmente, como fue el despedido masivo de tres mil trabajadores en la pequeña ciudad de Flint donde él vivió, aún no sabía que estaba haciendo historia dentro del cine documental. El cineasta llegaría a crear un subgénero dentro del cine documental que hoy en día ha sido y es copiado por numerosos documentalistas, programas de televisión y cualquiera que pretenda con un pequeño equipo cinematográfico mostrar una visión crítica sobre un tema. En nuestras propias fronteras podemos hablar del célebre periodista Jordi Évole, de quien uno deja de acordarse a medida que avanza el metraje del filme y Michael Moore inicia su tanda de preguntas que a priori, por su tono y modo parecen inofensivas, pero que en el fondo guardan un tono jactancioso.

Roger and me (Roger y yo, 1988) se trata de una pequeña joya. Es cierto que la figura de Moore se ha ido ensombreciendo con el paso del tiempo y el estreno de sus últimas obras. En parte, por las críticas de ciertos sectores conservadores de los Estados Unidos, que ven en el cineasta una figura peligrosa a la que hay que como mínimo, ignorar. En parte también, porque el propio estilo de Moore ha ido evolucionando hacía una cierta demagogia. Pero su primera obra, es capaz de aunar a cualquier detractor, precisamente porque la fórmula Moore se demuestra en este filme como una forma fresca de hacer cine. En Roger y Yo las tendencias políticas del espectador dan totalmente igual. El documental es perfectamente compatible con cualquier opción política, en parte por el tono didáctico del cineasta, y también porque Moore se hace el ingenuo en numerosos momentos.

Como ya comentábamos, el documental se centra en la deslocalización de la fábrica de la General Motors en la ciudad de Flint. Algo que forma parte de la propia vida del cineasta, quien vivió en la ciudad y tenía numerosos familiares directos trabajando en la propia fábrica. A lo largo del documental seremos testigos de dos caminos vitales que recorre Moore. Por una parte Moore pretende contactar con Roger Smith, y lo persigue en varias partes del país (siempre recogiendo negativas por parte de su equipo) mientras que el segundo camino nos muestra al director documentando muchos aspectos de la decadencia de Flint después del despido masivo. Ahí se comprimen diversas secuencias: desahucios, muchas entrevistas a habitantes de la ciudad (desde afectados a privilegiados), información documental…

Una de las señas que harían más identificativas a Moore en un futuro, como es el sentido del humor, ya aparece de manera más que significativa en esta cinta. El cineasta sabe que está tratando un tema realmente espinoso y duro. No en vano, a lo largo de la película somos testigos de secuencias tremendamente duras, como desahucios e incluso algún que otro crimen. Sin embargo, el cineasta lejos de mostrar los hechos con una denuncia habitual, pretende darle una patina de humor cínico a la película. De tal manera, que el resultado es aún más demoledor. Sí, el espectador puede sonreír ante los asombrosos desahucios de los que es testigo (entre el ayudante del Sheriff, personaje cómico por su propia apariencia y las estrambótica situaciones que presenciamos, como mínimo se producen varios momentos humorísticos). E incluso sentir auténtico vértigo con otras secuencias que directamente parecen increíbles, caso de las estatuas humanas que son contratadas por los ricachones de Flint para que adornen sus fiestas. Pero una vez pasa la risa nerviosa, la falsa carcajada, al espectador sólo le queda un sentido de rabia enorme. Esa actitud, es precisamente la que seguramente sintió Moore con todo el proceso de la deslocalización de la fábrica, y es exactamente el sentimiento que consigue trasladar el cineasta al espectador. Una máscara cínica que nos ayuda a protegernos de la dolorosa realidad: La imposibilidad total ante los Roger Smiths del mundo. A nuestro cineasta sólo le queda la burla y su cámara para luchar contra los ricachones de Flint. Quizá no sirve para nada, pero como mínimo tiene un sentido personal para el propio Moore. El arte se vuelve entonces como una catarsis aparentemente inane, que tiene puestas sus esperanzas en el receptor.

Así pues, nos queda una obra tremendamente crítica, que de igual manera se disfruta y engancha al espectador por su potente ritmo. Y eso que los medios de producción con los que contó el cineasta fueron mínimos. Durante toda la película pueden comprobarse las armas con las que contó: una cámara, un micrófono, y unas cuantas personas que acompañaron al cineasta. El resto, la increíble historia de Flint se escribió totalmente sola.

https://neokunst.wordpress.com/2016/09/28/roger-y-yo-1988/
Kyrios
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16 de marzo de 2009
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El debut de Michael Moore es una versión sin pulir del estilo con el que reinventó el documental unos años después. Ya se encuentran presentes el carácter satírico de sus denuncias, su habilidad para el montaje y su filosofía de tomar parte activa como personaje y no quedarse en un mero observador. Pero cae en la repetición de argumentos y hay una dispersión excesiva en su mensaje ideológico, que bajo el objetivo (no logrado) de entrevistar al presidente de General Motors plantea un retrato un poco simplón de la división entre clases altas y bajas.

El carácter polémico y manipulador que ha acompañado toda su obra ya se encuentra presente y queda ejemplificado en la manera en la que consiguió la financiación para este documental. Mientras era el editor de la publicación política "Mother Jones" censuró un artículo de un reportero de guerra por diferencias ideológicas. Le echaron pero ganó el juicio por la demanda por despido improcedente que presentó y financió el documental con la indemnización obtenida. Un asunto tratado muy por encima y con otro punto de vista durante el metraje de "Roger & Me".
Felipe Larrea
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