Vende la pistola y cómprate la tumba (Ha llegado Sartana)

Una entrega de la saga en la que el protagonista está encarnado por George Hilton -y no por Garko- y en la que la historia está inicialmente algo mejor empastada que otras veces, aunque finalmente se pierda en el típico enredo "todos contra todos" en busca de un tesoro escondido.

Tiene la particularidad de incluir también a otro icónico "superhéroe del Oeste", Sabata (Charles Southwood), aunque no tiene nada que ver con el que interpretó Lee van Cleek y tiene mucha menos presencia ante la cámara que Hilton interpretando a Sartana.

Asimismo tiene en su haber un segmento inicial en un abandonado poblado mexicano que le otorga cierto colorismo y que es de lo más interesante de la película.

El resto, pese a la presencia de actores muy del 'spaguetti', como Piero Lulli o Nello Pazzafini, aunque se deja ver, no destaca especialmente. Si bien está claro que esta entrega no es de las peores de la saga.

"- ¿Qué quieres?
- Me han dicho que aquí lo eres todo. El amo absoluto de la compañía minera, la ley y como no hay iglesia te has creído que eres el párroco".

Mediocre western europeo, auténtico "spaguetti" no en vano es de producción enteramente italiana.
Al parecer se trata de una secuela. No he investigado de qué película exactamente, ni me interesa.
Tiene como mayor valor positivo que no se trata de una parodia del simpático (sub) género, pese a toques humorísticos, como cuando el protagonista dispara a un gallo que comienza a cantar para saludar el nuevo día, puesto que está en la cama durmiendo.
La cinta es lo de siempre, con la presencia del personaje de "Sabata", esta vez interpretado por el para mí completamente desconocido Charles Southwood (aunque compruebo que ya había trabajado en otros westerns euroepos). Entre los dos singulares personajes existen las consabidas escenas de colaboración y pique profesional, que es previsible y no muy imaginativa que digamos.
Como casi siempre en este género, aspectos como la fotografía y música, están conseguidos.
Pero no tiene mayor importancia y no tiene la personalidad suficiente como para diferenciarse del muchas otras de parecido pelo.

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Lo mismo que Bartolo, que vendió el coche para comprar gasolina. Pues eso, una entrega más de la saga de Sartana (Hilton), ahora con el oro de los mineros de Apaloosa que todos quieren robar: unos mejicanos (pintados como siempre piojosos y cochinos) al mando de El Mantas, el propio dueño del banco Sam Spencer y los inútiles que tiene a su cargo, una pelirroja cabaretera y, por si fuera poco, además de Sartana (de negro riguroso) hace su aparición Sabata (Southwood), un dandy vestido de color crema y tocado con una sombrillita rosa. Vamos como un bocadillo de blanco y negro.
La acción es un auténtico lío, yo creo que al director le da exactamente igual, lo que interesan son las escenas lentas, largas, los tiroteos y los muertos. Mueve la cámara volviendo loco al más pintado al estilo de Valerio Lazarov, en las cabalgadas vamos saltando al compás de los caballos, hay escenas con la pantalla partida en tres, en otras nos vuelve la imagen cabeza abajo para que veamos como lo ve el que ha caído, sin que falte el zoom y los primerísimos planos en la presentación. Entre otras virguerías técnicas.
Casi lo mejor es la escena que se produce en un saloon solitario, el pueblo creo que significativamente se llama Cementerio, cuando Sartana pregunta "¿Qué se puede hacer por las noches aquí?" y lacónicamente le contestan: "Ahora se duerme". Nada, todos a dormir pues.