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Críticas 275
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
4
30 de octubre de 2022
30 de octubre de 2022
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fallida revisión de uno de los episodios de la mítica serie de Chicho Ibañez Serrador que cuando se compara con el original resulta bastante floja a causa de su pretenciosidad y los escasos resultados. Lo más salvable quizá sea la fotografía y el esfuerzo que se ha hecho en diseño de producción, muy en la línea de anteriores trabajos de su directora, lo que cuando se ve lo poco que, pese a ello, engancha la narración, y lo aburrida y confusa que resulta en relación a su referente, sobre todo en el tramo final, da algo de pena.

El intento de adaptar la historia a patrones de corrección política con la conversión del personaje central del episodio en un emigrante subsahariano en la Galicia de 1880 resulta asimismo muy cuestionable al estar metido con calzador. Aunque daría igual si lo que se cuenta interesase, pero eso es algo que nunca llega a ocurrir del todo, ya que casi nunca está bien expuesto, por innovadora que quiera ser la relectura del episodio de la serie original, por artificiosa que sea la puesta en escena y por muy cuidados que estén los decorados, la ambientación y el vestuario.

Una pena, en definitiva, y probablemente sea el peor episodio de las dos nuevas temporadas, ya que le falta asiento, sosiego y claridad y le sobra cripticismo, pretenciosidad y apariencia. Y por supuesto que no hay en él tampoco rastro de la dosificación de la tensión del original, en el que, por citar un detalle, la secuencia inicial en la taberna, con todo el pueblo alrededor del médico interpretado por Tomás Blanco, es antológica.
31 de agosto de 2019
31 de agosto de 2019
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya algún tiempo que disfruté mucho con la notable y magnífica "El Ojo de Cristal" (1956), la única película que hasta la fecha había visto, que yo sepa, de Santillán, un cineasta que me sigue pareciendo tan olvidado como interesante pese a decepcionarme "Cuatro en la frontera". Y es que aunque esta coproducción de Iquino con Francia sorprende en su planteamiento y hasta fascina en algunos momentos por su originalidad y bella factura, se atasca mucho en el desarrollo de la trama, quiere contar muchas cosas y lo hace de forma bastante confusa. Y, en mi modesto juicio, falla en eso bastante el guión en que intervino De la Loma, algo atropellado y apresurado, falto de un desarrollo más pausado para construir las distintas líneas argumentales.

Ahora bien: mola y, como decía, sorprende y fascina, que estando inscrita la peli en eso que se llama "policial barcelonés" en realidad sea, sobre todo, y más que nada, un western. Casi un genuino prespaghetti en ByN de esos que hizo Romero Marchent. Este, del Subgénero hispano pirenaico. Y de frontera. Y de los de ranchos. Y que lo del maromo en el rancho acompañado de tan majas imagenes de valles y vacas le traslade y haga pensar a uno en algun momento en obras maestras como Pradera sin Ley (King Vidor, 1956), filmada solo dos años antes. Y que quién sabe si influyó algo en esta. Aunque aquí Frank Latimore no toque el ukelele (¿o era el banjo lo que tocaba Kirk Douglas?) y la música la ponga de vez en cuando Julio Riscal, al marcarse como quien no quiere la cosa una copla en el tajo en plan Antonio Molina en "Esa voz es una mina" (Luis Lucía, 1955).

Como mola también mucho Juan de Landa, que siempre aporta valor añadido a las pelis que hizo. Y que es una pena que fueran tan poquitas. De hecho, la mejor secuencia tal vez sea la de la pelea en el comedor de los empleados del rancho entre Latimore y Landa.

Después está lo del confuso McGuffin del contrabando en la frontera, ya se ha dicho. Algo a lo que ni siquiera el que Miguel Ligero esté bastante contenido y sin hacer demasiadas de sus habituales muecas contribuye mucho a aclarar. Aunque la contención en las muecas se agradezca. Interpreta el papel de un viejo contrabandista que se encuentra en la indigencia. Mas no será en el fondo, en la Cataluña de los años 50 y en la frontera con Perpignan de un veterano exmaquis de lo que quiere hablársenos?

¿Y las tensiones amorosas dentro del rancho? Lo de las cuñadas celosas prometía mucho en un principio y la secuencia de la cena con Gerard Tichy en plan Abismos de Pasión (Luis Buñuel, 1954) tiene su aquel. Luego, es parte fundamental de la historia. Pero no funciona del todo bien. Y se agosta antes de resolverse de una manera algo ramplona.

Con todo, quedo atento la espera de ver más pelis de Santillán. Aunque todas las que me restan por ver fuesen, como esta, algo fallidas, tengo la impresion de que tambien me encontraré en ellas con cosas interesantes.
1 de septiembre de 2019
1 de septiembre de 2019
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la adaptación de esta conocida novela de Eduardo Mendoza cuenta con una realización seca y aparentemente algo desmañada no le va nada mal a la historia sórdida, esperpéntica y neurótica que cuenta, a la que Cayetano del Real en su primera y última película supo además imprimir un ritmo narativo que termina por engancharte.

El guión, en el que intervino Mendoza y que, como el libreto original, está repleto de humor, está asimismo muy bien servido por y para el gran Pepe Sacristán, que le vino como anillo al dedo al papel del delincuente de poca monta con problemas psiquiátricos que, no obstante, se las sabe todas, y no quiere volver al sanatorio en que estuvo recluido. Uno empatiza con él desde el primer fotograma y la ternura con la que Mendoza trata en la novela al personaje se traslada con eficacia a la gran pantalla. 

Y es que para meter humor en un thriller (o en cualquier otro género, dicho sea de paso) no hace falta sal gorda ni trazo grueso. Y si a ello añadimos que la aparición de la misteriosa belleza de Blanca Guerra en la última media hora de la cinta la eleva varios enteros, incluidas sus tiernas (sí, volví al utiliza esa palabra) secuencias de amor junto a Sacristán (no creo haber visto nunca un desnudo parcial tan natural, elegante y "exigido por el guión" en el cine español de aquella época llamada "del destape" como el de la mexicana aquí), llegaremos a la conclusión de que no nos encontramos solo ante un tierno thriller humorístico protagonizado por un perdedor en el que no faltan sutiles apuntes sociales, sino ante una peli que, a partir de la irrupción de la actriz azteca, incluso ofrecería destellos que podrían remitirnos, en clave de parodia melancólica y triste, a los thrillers románticos de Hithcock o Donen. Aunque ni Sacristán ni su personaje tengan el menor parecido con Cary Grant y los tipos que él incorporaba en esos filmes. Y aunque, como decimos, la supuesta referencia de "La cripta" a aquellos modelos no sea más que un fulgurante, pálido y distorsionado reflejo quinqui-cañí de aquellas intrigas de altos vuelos, hoteles y coches de lujo.

Suménse a todo ello secuencias tan divertidas como las de las indagaciones con los dos jardineros o la del teléfono en el bar (con un curioso cameo del filósofo Eugenio Trías) y el gran trabajo de secundarios como Carlos Lucena (llena la pantalla cada vez que sale) para que aunque no estemos ante La Octava Maravilla del Séptimo Arte, "La Cripta" sea una película muy disfrutable.

Interesará especialmente a los frikis del "cine transitivo" en busca de algo distinto, a los fans de Sacristán, a los lectores de Mendoza y a los amantes de la Barcelona del fin de los años 70. 

Y, sobre todo, les gustará mucho a los amantes de Gustavo Adolfo Becquer. Pero probablemente no tanto a quienes les guste la Coca Cola (sigo en el spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y es que el personaje de Pepe Sacristán tiene una fijación algo obsesiva con la Pepsi Cola (que no con la CocaCola), que quiere beber en todas partes y a todas horas, desde que cautivo en el psiquiátrico lo aficionaron al brebaje para que se estuviera tranquilito. Un poco como lo que les pasaba a las castas inferiores de la novela de Aldous Huxley "Un Mundo Feliz" con su dependencia de aquella droga llamada "soma", no sé si me explico.

Y aunque no sea eso algo que tenga que ver con la trama aparentemente principal (la desaparición de unas adolescentes en un internado de monjas) quizá sí que tenga que ver, y bastante, con el verdadero fondo de la película, eso que poniéndonos estupendos llamaríamos el subtexto. Y que en este caso para mi no es otro que el reto del personaje encarnado por Sacristán de no volver al psiquiátrico del que sale para cumplir la misión que le encomienda la Policía. 

Pero el personaje interpretado por Sacristán (que, como se ha dicho en una crítica anterior, ni siquiera tiene nombre) renunciará a dicho anhelo de libertad por amor a Mercedes (Blanca Guerra), a quien no delata por la muerte del depravado 'pez gordo' raptor de niñas. Una muerte que Mercedes ejecuta salvándole así a él la vida en la cripta, y de la que él se inculpa.

Si bien el final, al poner pies en polvorosa nuestro antihéroe en los ultimos fotogramas, en un inesperado giro en que rehusa traspasar el umbral del psiquiátrico, lo que revela es que tras la odisea vivida y lo aprendido y conocido esos dias de periplo por el exterior, en el futuro sus aspiraciones ya no se van a limitar a beber Pepsi Cola en la cantina del sanatorio y a jugar al fútbol con otros internos.

Porque el "hombre sin nombre", aunque no sea culto y a diferencia de su amada, ignore quien es Stravinsky, conoce y ama la obra de Gustavo Adolfo Becquer. Robó las Rimas y Leyendas en un kiosko, siendo un chaval, antes de dedicarse a la delincuencia. Y se las sabe. Lo primero que hace al recobrar la libertad es repetir la operación en un puesto de Las Ramblas. Y enseguida le recitará en la escena de el bar a la pareja de intelectuales de que forma parte Eugenio Trías el "que solos se quedan los muertos". Como también por boca de Becquer hablará en la cama de amor a su amada Mercedes. Y ya casi al final, al despedirse en el coche de Policía, le regalará el libro robado. Becquer o muerte.
8 de julio de 2023
8 de julio de 2023
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tan prolífico como a veces sorprendente Iquino rodó está agridulce comedia romántica algo esperpéntica de cuyo argumento y guión fue responsable también Rafael Azcona y que parte de una premisa algo inverosímil: una modesta pareja de recién casados decide pasar su luna de miel en Pamplona sin planificar el viaje ni reservar habitación, por lo que su estancia allí se convertirá en un infierno al no encontrar un lugar para consumar su matrimonio.

Rodada con esa planificación y puesta en escena de Iquino tan particular y naturalista en la que la cámara pocas veces se está quieta y hay más de un encuadre imposible, la mínima trama sirve de excusa para realizar una serie de apuntes del natural de la España de entonces, comenzando por el accidentado viaje en tren de la pareja y acabando con la despendolada fiesta en el vestíbulo de la pensión en que han sido acogidos.

Rodada en Pamplona durante las fiestas, de las que se incluyen varias secuencias reales, como las de los encierros, en las que los actores incluso llegan a participar realmente, se trata de un filme bastante curioso, pese a lo limitado de sus propósitos.
22 de enero de 2022
22 de enero de 2022
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1952 e inmediatamente después de la que muchos consideran su mejor película, Brigada Criminal (!950), el prolífico Iquino filmó en Barcelona esta adaptación de la novela homónima de Wenceslao Fernández Florez que el propio escritor gallego adaptó para la gran pantalla.

Una película original y moderadamente sorprendente que, merced a Fernán Gómez y su poderosa y adecuada presencia para encarnar a un personaje cínico y algo histriónico, lo absurdo de la historia y cómo está contada, alguien incluso ha relacionado con el cine de Groucho Marx sin que le falte algo de razón

Sin terminar nunca de despuntar o de asombrar del todo y con un final no muy agraciado, la peli cuenta no obstante con momentos y secuencias bastante logradas no solo por el guión e historia de Fernández Flórez sino por la frescura que aporta un Iquino que no renuncia en ocasiones a su peculiar sello de puesta en escena con algún que otro plano en escorzo o con esos encuadres algo peculiares que ya viésemos en Brigada Criminal.

La compañera de reparto de Fernán Gómez es la portuguesa Isabel de Castro, muy habitual por entonces en España y presente, entre otras pelis, en la más que curiosa “Bajo el cielo de Asturias” (Gonzalo Delgrás, 1951). Dos de los muchos actores de apellido Calvo que en el cine español han sido completan, entre otros, el elenco.
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