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Hay un camino a la derecha

Cine negro. Drama A su llegada a Barcelona, Miguel es despedido de su trabajo de marinero y los problemas financieros con los que se tendrá que enfrentar a partir de ese momento harán que poco a poco se introduzca en el mundo de la delincuencia. El poco dinero que hasta entonces había conseguido reunir Inés, su esposa, gracias a su duro trabajo, será dilapidado rápidamente por él... (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
20 de marzo de 2011
41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su tiempo (un ahora lejano 1953) uno de los mayores éxitos de público y crítica del cine español, y hoy prácticamente olvidada y desconocida, "Hay un camino a la derecha", de Rovira Beleta, ejemplifica la desmemoria existente en nuestro país acerca de toda una corriente de cine social y negro que tuvo su momento de esplendor entre 1950 y mediados de los 60. De hecho, y aparte de títulos como "Brigada Criminal" de Iquino, la extraordinaria "Los Peces Rojos" de Nieves Conde, o la no menos buena "A tiro limpio" de Pérez-Dolz (quien oficia de ayudante de dirección en el presente filme), no he visto más películas correspondientes a este género y época, si bien en ello tiene algo que ver mi edad.

La película describe la caída en desgracia de un marinero, Miguel, que sin trabajo y con una mujer y un hijo que alimentar, irá deslizándose paulatinamente hacia el desánimo, la amargura, y finalmente el delito. Así, el género del filme es una mezcla entre cierto documentalismo social de corte neorrealista y la temática negra o criminal (en cierto modo, algo similar a lo que se apuntaba en "Surcos", de Nieves Conde), lográndose un acertado retrato de ambientes y personajes populares de la Barcelona de la época. Las localizaciones tienen así una importancia mayúscula, reduciéndose al puerto y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos magníficamente captados por una cámara frecuentemente elevada, que filma desde los balcones amplias panorámicas de las callejuelas bulliciosas (en el Raval), o documenta el ajetreo del puerto y la miseria de las chabolas (en Somorrostro). También debe destacarse el hábil empleo que hace Rovira Beleta de la escalera interior de la casa que habitan los protagonistas, presentada así como lugar de encuentro entre todos los personajes y realidades del barrio. De este modo, bajo el envoltorio de un drama criminal, asoma un eficaz análisis de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que lejos de presentarse bajo el estigma del delito, aparecen retratados con naturalidad y cierto rigor documental.

Con una estructura clásica, en la que un breve prólogo acompañado de una voz en off da paso a un larguísimo flashback (prácticamente todo el metraje), el filme avanza eficazmente, ganando en oscuridad al tiempo que crece la desesperación de su protagonista, bien interpretado por Francisco Rabal, que acaba enredándose en las andanzas delictivas propias de toda ciudad portuaria, como son el robo de mercancías o el contrabando. Las mujeres tienen un peso importante en la película, pese a su subordinación característica, pues encarnan casi todos los valores positivos (la entrega, el amor, la abnegación), y literalmente, salvan al protagonista.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
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20 de septiembre de 2016
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francisco Rovira Beleta fue un cineasta catalán culto y preparado, que estudió arquitectura y derecho, ejerciendo el periodismo. Más tarde entró en CIFESA, donde se inició en el cine, del que guardo mejor recuerdo en su primera etapa de cine social y policíaco, que de su etapa esplendorosa con films reputados en Hollywood, como “Los Tarantos” o “El amor brujo”. Porque me parece que era un cine más cercano y popular, nada académico ni pretencioso y muy directo al espectador medio que vivía entonces, aquellos problemas y realidades que apreciamos en sus películas. Este estilo de cine social no ha envejecido porque se mantiene como testimonio veraz de su tiempo, portentosamente expresado de forma cautivadora.

Presentándonos una ejemplar muestra de la Barcelona portuaria de principios de los 50, dentro de la corriente de cine policiaco y de denuncia social que habían inaugurado films como “Brigada criminal” y “Apartado de correos 1001”, en un tono neorrealista, filmando en la calle, tal y como se vivían entonces sus ambiente populares, en esta ocasión con un melodrama neorrealista en tono de thriller social y mezclando técnicas del documental. La ruda fisicidad de un Francisco Rabal espléndido que alcanza aquí el estatus de grandioso actor, un trabajo dramático colosal y desgarrador. La angustia de un marinero orgulloso que pierde su empleo, un afligido padre, que no encuentra salida digna a sus acuciantes problemas económicos, teniendo que aceptar un empleo insuficiente para malvivir, dejándose arrastrar por la desesperación en el camino de la delincuencia para alcanzar sus objetivos e ilusiones frustradas por la miseria de una clase social, pobre y abandonada a su suerte.

Una película extremadamente dramática, que defiende y honra a la familia, como no podía ser de otra forma entonces, La familia como institución purificadora y bálsamo de la injusticia social, de la desesperanza y de la fatalidad del destino. Narrada bajo un largo “flash back” que abarca casi toda la cinta, donde las mujeres aportan con su abnegación y sacrificio, la parte más positiva e ilusionante, el amor y la entrega del ser humano, la lucha infatigable contra la adversidad que encarna la esposa de Miguel (Julia Martínez) en un laberinto urbano poblado de contrabandistas, carabineros, estraperlistas, usureros, estafadores, todos ellos conviven y merodean en el Raval (barrio chino) y sus aledaños, malviviendo en casuchas destartaladas con escaleras interminables y patios de vecinos comunitarios. Venta ambulante, casas de empeños y por letras, música de organillos, betuneros infantiles y pícaros ladrones.

Todos los personajes transmiten una realidad manifiesta que te atrapa, con un ritmo trepidante y a la vez infatigable que te involucra en la tensión que viven los protagonistas, en medio de unos decorados naturales inmejorables, filmados muchas veces desde panorámicas y grúas para emplazar la cámara. Un matrimonio lleno de ilusión con el que te emocionas a pesar de sus encontronazos, con Víctor, un niño conmovedor por su nobleza y sencillez, a los que la suerte desgraciadamente les ha dado la espalda, efectuando un retrato social y económico apabullante de la época. Un película inolvidable, de las mejores del cine Español.
Antonio Morales
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25 de septiembre de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
1953 fue un año prolijo para Rovira Beleta. Ese año dirige “Hay un camino a la derecha”, la primera de sus tres películas en las que la delincuencia aparece como personaje principal (las otras son de 1956 y 1961). Éste fue su primer gran éxito, el público y la crítica aplaudieron la película que cuenta con un espléndido Paco Rabal como Miguel, el protagonista abocado a la perdición, un Paco Rabal de rostro casi adolescente (contaba, a la sazón, 27 años) que ganaría en San Sebastián el premio a mejor actor, al igual que su compañera de reparto Julia Martínez (entonces Julita), la abnegada Inés que se afana en subsanar con su ternura y empeño de madre de familia los arrebatos del impetuoso marido.

La película es una mezcla de elegancia y sencillez, valga la paradoja: la sencillez de centrar su interés en personajes de extracción popular, de rodar en las calles de Barcelona; la elegancia de un director que supo darle a su trabajo, pese a la modestia de la producción, un toque que poco o nada tenía que envidiar al cine de Hollywood.

Nos encontramos ante una mezcla entre cierto documentalismo social de corte neorrealista y la temática negra o criminal (en cierto modo, algo similar a lo que se apuntaba en "Surcos", de Nieves Conde), lográndose un acertado retrato de ambientes y personajes populares de la Barcelona de la época. Las localizaciones tienen una importancia mayúscula, reduciéndose al puerto y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos magníficamente captados por una cámara frecuentemente elevada, que filma desde los balcones amplias panorámicas de las callejuelas bulliciosas (en el Raval), o documenta el ajetreo del puerto y la miseria de las chabolas (en Somorrostro). También debe destacarse el hábil empleo que hace Rovira Beleta de la escalera interior de la casa que habitan los protagonistas, presentada así como lugar de encuentro entre todos los personajes y realidades del barrio. De este modo, bajo el envoltorio de un drama criminal, asoma un eficaz análisis de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que lejos de presentarse bajo el estigma del delito, aparecen retratados con naturalidad y cierto rigor documental.

Una muy interesante película, quizás su principal “hándicap” es el exceso de una más que discutible moralina conformista, expuesta a través de una innecesaria voz en off que enmarca el relato, pero ello no impide que sus imágenes posean una notable fuerza, en una formulación bastante sofisticada para los parámetros del cine español de la época.
Juan Marey
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22 de septiembre de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película adscrita al realismo social, retratando una españa negra donde sólo se puede salir rozando la ilegalidad y aplicando el estilo propio de este país de pillos. Retrato oscuro de la familia y las relaciones sociales y de una dureza mayúscula.
Todo bastante bien hasta que aparecen esos segundos finales que parecen un añadido o un final alternativo impuesto por la autocensura del director, o bien directamente, por la censura del régimen franquista que seguro no vería con buenos ojos un final tan triste y devastador.
lughnasad
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8 de marzo de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la época de los cincuenta y los sesenta, la marca Rovira Beleta supo retomar un cine negro, reconvirtiéndolo en “noir a la española”, hibridado con el neorrealismo y el melodrama, pues nuestro director se movía libremente en todos los géneros e incluso podía conjugarlos en una sola película.
Rovira Beleta, en sus películas policíacas transmite sensación de realidad, de verdad, algo poco usual para los artificios de la época, y además, un estilo singular que Rovira explotó en su cine policíaco. Rovira era un esteta y rodaba en ambientes urbanos naturales pero de manera muy cuidada, con cámaras ocultas y avisando con su presencia cuándo se iniciaba el rodaje de las diferentes escenas, que en este film fueron sobre todo en el Barrio chino de Barcelona y el puerto.
El guión del propio Rovira Beleta junto a Manuel María Saló, contiene una arquitectura clásica con una breve introducción a la que acompaña una voz en off que da paso a un larguísimo flashback que abarca prácticamente toda la película; en la trama, la obra avanza de una manera enérgica, va enturbiándose la historia paso a paso, la desesperación del personaje principal va in crescendo, desembocando en el territorio de la transgresión (robo de mercancías, etc.), junto a una gran desgracia que no desvelo por evidentes razones. Música digna y solemne para una película dramática y de acción de Federico Martínez Tudó y una excelente fotografía de Salvador Torres Garriga en blanco y negro.
El reparto es de lujo con dos puntales principales que saben expresar dramatismo y emociones muy intensas como amor, odio, desesperación, ternura o compasión. Un Paco Rabal que ya en su primer papel protagonista importante se declara como el gran actor que fue. Y Julia Martínez que está sublime, medida y entrando al drama en su momento sin exageraciones, contenida. El resto de protagonistas, incluyendo el niño, están excelentes.
Quien haya visto esta película se dará cuenta de lo acertado del retrato y el perfil de los personajes y los ambientes en los que se movían en aquella Barcelona de casi postguerra (aunque lo peor de la postguerra ya había pasado). En fin, una película que me parece interesante, emocionante, bien dirigida y con grandes intépretes, un guión muy bueno y el mérito entre otros, de ser todo un documento de aquella época en la que nacieron los que hoy, si viven, están por jubilarse.
Kikivall
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