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Luz de luna (Serie de TV)

Serie de TV. Intriga. Comedia Serie de TV (1985-1989). 5 temporadas. 66 episodios. La guapa e inteligente Maddie Hayes (Cybill Shepherd) y el simpático caradura David Addison (Bruce Willis) forman una encantadora pareja de investigadores privados, pero la jefa es ella. Popular serie de televisión con mucho humor, un poco de intriga, tensión sexual entre los protagonistas y un estilo sofisticado y elegante. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
20 de marzo de 2007
55 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo tenía cinco años cuando David Addison confirmó para mí la existencia de dos géneros bien diferenciados. A partir del primer instante en que Bruce Willis esgrimió su primera media sonrisa curvando pronunciadamente una flecha en la comisura derecha que parecía apuntar al cielo descubrí que él era un hombre y yo un proyecto de mujer. Y eso fue cuando las mujeres llevaban zapatos de tacón de aguja, hombreras de jugador de rugby y el pelo voluminoso y enlacado. Cuando no había hombres como David Addison, tan polifacético que marea de puro inverosimil: brillante, encantador, divertido, sensible, romántico y un golferas impresentable, pero paradójicamente enamorado hasta las trancas de una harpía estirada. Ah, y sexy, muy muy sexy; con sus entradas y su barriguilla incipientes incluídas en el pack.
Y aquí estoy yo, casi dos décadas después preguntándome por qué me engañaron así. Ni los había entonces, ni los hay ahora. David Addison pertenece a una raza exclusiva y unitaria que se extinguió con el fin de la quinta temporada de Luz de luna en 1989. Bruce Willis le imita de cuando en cuando, pero en ocasiones resulta grotesco y/o vergonzante y sólo consigue recordarme hasta que punto David esta muerto y bien enterrado. Ya no hay golfos como los clásicos. Hoy vi a Dudley Moore en "Arthur, el soltero de oro" y lloré. Qué nostalgia de aquellos ochenta que viví desde la óptica de un comino...

¿Y qué decir de Cybill? Maravillosamente atravesada por un gigantesco pepino metido por su gran y sobervio trasero. Qué digna y risoria al mismo tiempo. Las chicas como ella sólo se acostaban con el chico a partir de la tercera temporada. Eso sí era tensión sexual no resuelta de calidad. Todos confiábamos en la máxima seguridad del cinturón de castidad de la Shepherd. La bragas de acero y el follarín; no se me ocurre mejor combinación. A la altura de las grandes comedias del Hollywood de los treinta y cuarenta. Estoy segura de que si nunca se hubiesen acostado (sus personajes, no me meto en el sexo entre bastidores; aunque no es un tema poco interesante...) la serie hubiese durado otros tres o cuatro años más. Lástima que Bruce se agenciara aquella camiseta blanca de tirantes.
chaplina
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18 de junio de 2011
45 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, no era de Troya, era de Soria, pero sí se llamaba Helena.

Compartimos aulas tres años y recuerdo perfectamente —con esa claridad fotográfica con que se embalsaman determinadas escenas, y que si uno fuese director de cine las podría recrear con todo lujo de detalles— la mañana que, al término de una clase de gimnasia, se acercó y me preguntó:
—Oye, ¿tú ves "Luz de luna"?
—Sí —respondí. Y entonces, abriendo exageradamente los brazos, exclamó:
—¡SOMOS NOSOTROS!

Me di cuenta que tenía toda la razón del mundo. Esa relación ficticia reflejaba exactamente la nuestra. No era posible tanta casualidad; seguro que algún profe avispado que tenía contactos con los yanquis nos observaba en secreto y les enviaba ideas a los guionistas. Y pienso en el pobre Bruce Willis, que aún no sabe que el papel que le dio la fama estaba basado en mí.

Como a Helena, no he vuelto a ver "Luz de luna". Probablemente, como ocurre con muchas series, fruto de su tiempo, haya envejecido. Pero sí puedo decir, desde la memoria, que durante su emisión disfruté mucho con ella, con su humor, con ese toma y daca constante entre los personajes y esas réplicas ingeniosas de alta comedia bajo las cuales se agazapaban los sentimientos nunca explicitados. Era desternillante la recepcionista y Cybill Shepherd me parecía muy guapa.

Pero no tanto como Helena, claro. Sobre todo sus ojos, los más bellos que me han mirado nunca. Recuerdo que muy pocos años después, charlando con otra amiga que me interrogaba al respecto, intenté definirlos: "Es que no era el color, ni la forma… Era la mirada. Una mirada que no se detenía al chocar con la mía, sino que sin esfuerzo alguno parecía atravesarme, como si yo fuese de cristal, y se posaba suavemente en algún punto difuso del horizonte". Esta otra amiga espetó, con cierto desdén: "Bah, esto es que era miope y no quería ponerse gafas" (sirva este inciso como consejo preventorio a los lectores de mi género más jóvenes: si queréis tener una conversación interesante con una chica, no le gloséis las virtudes de otra chica; por alguna extraña razón no le causará el mismo entusiasmo que a vosotros).

De Helena conservo, por cierto, una fotografía.

Y va y sale con los ojos cerrados.
Quim Casals
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2 de septiembre de 2008
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ciertamente no sé qué hago aquí opinando ( ya que considero "crítica" algo despectivo y no es el caso ) sobre esta gran serie al estar casi todo dicho acerca de ella; pero ya que adoro escribir sobre el tema y me encantaría que subiera su nota media allí va:

- Es la leche!!!, así de simple: en una época en la que no existía el bakalao, las consolas no pasaban de los 16 bits y jugar con los tazos que venían en los "chetos" era mi pan de cada día es cuando mi madre apartaba su novela romanticona de sus ojos y le daba al maldito mando por las noches ....casi obligándome literalmente a tragarme a la "rubia" y al "McClane"...

Pero poco a poco le fui pillando el truco ( a mis seis años, ya ven...no sé si es un hecho del que sentirse orgulloso) hasta el punto de que aún sigo recordándola con gran nostalgia:

Fue precisamente en la navidad pasada cuando le regalé a mi mami una de las temporadas de "la rubia y el McClane" ( para que veais que los veinteañeros de hoy aún adoramos a nuestras madres ) y fue precisamente dos minutos más tarde cuando se me subieron los cataplines a la garganta ...ya que decidió ponerlo y que lo viéramos todos...:(

Gran parte de sus capítulos ( tengamos en cuenta el enorme cambio humorístico y cultural que se produjo en más de una década ) perdieron mucha magia.....pero ( y sigue en el spoiler )....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dr_H_Lecter
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26 de noviembre de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído una crítica en la que se comentaba que ya no quedan hombre como David Addison. ¡¡qué verdad más grande!!
Quizás es que tampoco quedamos muchas mujeres como las de antes, capaces de enamoramos de la sonrisa socarrona del malote de la oficina, pero con el corazón de oro.

Qué ha sido del los hombres zalameros, de piropo fácil, galantería a raudales y mirada calentorra, capaz de sonrojar a la más fría. Esos curtidos en mil camas pero que no dudan en cortarse la coleta, cuando conocen a la mujer de su vida. Esos que se enamoran hasta las trancas y disfrutan de ello.

Esta serie está pasada de moda. No sólo por las hombreras imposibles de Cybill, los trajes de chaqueta 3 tallas más grandes y los zapatos semi-planos. O los cinturones estrechitos de Bruce, sujetando los pantalones a una altura casi casi digna de Cachuli.
No. Esta serie está pasada de moda porque, desafortunadamente, hemos cambiado tanto!!!

Esta serie es un compendio del arte del flirteo. El flirteo de los años 80, claro. Ahora todo es más directo. Te gusta alguien y se lo dices. Si te corresponde bien, que no a otra cosa mariposa. Yo tengo claro con cuál de las dos formas me quedo. El que dude, mejor que le eche otro vistazo a esta serie.
Cyland
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5 de septiembre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bien sonaba la canción de Al Jarreau en el aterciopelado azul noche de aquel escenario que sólo era real en mis sueños. La silueta negra de los edificios de Los Ángeles bajo una luna que para mí tenía una especial atracción anunciaba una hora más en la que yo me transformaba en Maddie Hayes y David Addison, paladeando una serie que rezumaba chispa gracias a la desbordante química entre Shepherd y Willis y a aquella cosilla que tenía el ser detective privado. Era una profesión que, supongo, un buen porcentaje de chiquillería seguidora de "Luz de luna" llegó a adorar, sobre todo cuando sonaban las notas de "Moonlighting" acompañando al cielo nocturno y la sexy aura de la pareja de investigadores se grababa al rojo vivo en los pilares de nuestra memoria.
Vivoleyendo
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