Honor de ladrón

Muestra tardía y ejemplar de cine negro de serie “B”, o de bajo presupuesto, de la mano de un casi desconocido del género: Paul Wendkos más prodigado en la tv.

Es una adaptación de uno de los grandes escritores de la clásica novela negra americana: David Goodis. Y nos muestra en todo su esplendor uno de los mejores rostros del género, el incombustible, duro, atractivo y siempre eficaz: Dan Duryea. Además podemos apreciar a otras pseudo-leyendas del celuloide como Jayne Mansfield y Marta Vickers en pleno apogeo.

La película que tiene momentos, para su época, de una gran modernidad (como por ejemplo en los títulos de crédito, algunos montajes en paralelo durante las escenas de violencia y tensión sexual utilizando cámara subjetiva en mano, el “flashback” en forma de pesadilla, fundidos intercalados, etc. ) no deja de lado, también, el clasicismo en su puesta en escena (encuadres y picados) y fotografía expresionista.

Cinta que va ganando a medida que se desarrolla el metraje, llegando a u máximo interés a partir del último tercio. Contiene muchos de los ingredientes del género: Acción, policías corruptos, romanticismo, fatalidad... y además, como curiosidad, podemos incluirla dentro de un grupo de otras grandes películas del mismo género que tienen su final en escenarios dentro de parques de atracciones como pueden ser: “La dama de Shangai” de Welles, “Apartados de correos 1001” de Julio Salvador o “Extraños en un tren” de Hitchcock.

Todo un hallazgo la degustación de este noir de serie B pero de una calidad plástica y argumental indudable, en la mejor tradición del género. Y es que si bien todos contamos con la consistencia y contundencia de los personajes interpretados por DURYEA dentro de los márgenes de este tipo de films, en este en concreto el actor dota de una riqueza de matices el personaje traspasando el arquetipo usual. Así alterna el cinismo y dureza del ambiente socio-profesional en la que se desenvuelve su vida con la ternura, comprensión y cariño ( también un anhelo de amor autocensurado hacie Mansfield), con un codigo del hampa mellvilliano (honor y lealtades entre ladrones), a la vez que con la iconografía del perdedor americano ( quiméricas ensoñaciones de huidas al paraiso basadas en golpes demasiado importantes para el tamaño profesional de los delincuentes).
Pero además de DUREYA, la película ofrece más: corrupción generalizada como medio de acceder a la riqueza ( no solo policial también de predicadores y santonas), fantasias afectivas ( bien Martha Vickers volviendo a la ninfomanía clásica del Sueño Eterno) y desde un punto de vista formal espectacular fotografía "nocturna" con marcados contrastes que acentúan el tono cerrado y desesperanzado del film. Buenísima muestra de cine negro clásico.

Pues interesante como mucho, aunque contando como contamos con el señor Duryea, Jayne Mansfield, más Martha Vickers como mujer intrigante, podía haberse aspirado a algo más.

La fotografía es buena, no así tanto la música que molesta en algunos momentos. El guion, aunque posee un argumento muy a propósito para el cine negro serie B, puede ser la causa de que a la dirección, a cargo de Paul Wendkos, le haya faltado impulso. Hay un ambiente adecuado a la serie negra pero la resolución de las escenas de acción no es siempre buena.

Y es que Dan Duryea, cabecilla de una banda de ladrones, escala por una casa y obtiene un buen botín pero desde ese momento vive atormentado, se autoflagela, vive más pensando en Babia, y lo aceptamos por el tema del honor del ladrón pero eso, amigo, si nos lleva a poca chicha pasional e indecente como procede en un mafioso, se paga con la nota.

Estimable cinta de genuino género negro, un thriller sobriamente realizado por Paul Wendkos, antes de que trabajara casi exclusivamente en la televisión.
Es un trabajo digno y honesto, que se va cociendo poco a poco, minuto a minuto, hasta llegar a su rotundo final.
Tiene diversos elementos que la dignifican, como son la relación entre los personajes del grupo principal, compuesto por tres hombres y una muy sensual mujer joven, que tiene con jefe del grupo una relación intensa y extraña a los ojos de los demás.
Una cinta muy entretenida e interesante, con notables elementos de melodrama, cierta pulsión sexual reprimida e intriga bien conseguida gracias a un conciso guión y a la excelente realización de Wendkos, que consigue un clímax envolvente donde el destino tiene las cartas marcadas para cada personaje.

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Atractivo noir de serie B supuso el debut cinematográfico del director norteamericano Paul Wendkos que centraría su nada destacable carrera en la televisión. Con una encomiable atmósfera, indisimulables aires televisivos y unos personajes algo primarios la película nos relata la historia de un robo y la investigación policial subsiguiente, centrándose en los ladrones y sus reacciones a la espera de que se enfríe la situación para poder vender el collar que han robado.

El pulso narrativo es algo errático, fruto de un guion no del todo pulido, pero la película cuenta con algunos elementos de interés para su disfrute: la cara de póker de Dan Duryea como ladrón algo depresivo, el juvenil atractivo físico de Jane Mansfield, el opresivo y asfixiante ambiente que envuelve a estos decadentes ladrones, la evocadora fotografía de Don Malkames, así como algunas originalidades narrativas como el uso de la cámara subjetiva desde la caja fuerte o el flashback contado en forma de pesadilla.

Para curiosos impenitentes.