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La escopeta nacional

Comedia Un fabricante catalán de porteros electrónicos viaja a Madrid, acompañado de su amante, para asistir a una cacería que él mismo ha organizado. Lo que pretende es relacionarse con gente de la alta sociedad española para promocionar su negocio. En la finca del marqués de Leguineche conoce a diversos personajes y vive multitud de situaciones tan absurdas como disparatadas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
15 de octubre de 2006
104 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un industrial catalán (Sazatornil) dedicado a la fabricación de porteros automáticos organiza una cacería para aristócratas y ministros del franquismo con el fin de poder extender su mercancía por todo el territorio nacional.
La última gran película de Berlanga y el inicio de la popular trilogía del Marqués de Leguineche y familia completada por "Patrimonio nacional" y "Nacional III".
Se trata de una comedia puramente berlanguiana, esto es, de notable coralidad y riqueza/superposición de personajes y situaciones dónde se combinan el humor escatológico y negro con el esperpento y la sátira.
Es una película en la mejor línea de Berlanga, o sea, resulta una vil y divertidísima radiografía en este caso de los restos del franquismo, con su absurda estratificación de poderes, sus falsas apariencias, su mediocridad latente, sus frustraciones y bajas pasiones, su anormal "normalidad", su amoral moralidad.
Película ácida y certera, satírica y de fluido guión lleno de hallazgos (la afición tan particular del marqués - Luis Escobar - de coleccionar pelos de coño), con esa innata habilidad del maestro valenciano para ser capaz de que todos los personajes, por pequeños que sean, tengan su importancia en la sátira.
Película que todavía hoy denota y delata frescura, sano y subversivo humor, y no deja de ser, en su lectura última, lo que cualquier obra clave de su director: una película pesimista que desnuda el egoísmo de esta sociedad y en la que en medio de tanta coralidad nos estalla en las narices el férreo, absoluto y rotundo personalismo en el que vivimos y por el cual lo mismo que al inolvidable Plácido a este industrial catalán nadie le hace realmente caso ni le ayuda, sino es en beneficio propio.
Gran reparto de secundarios con estupendas actuaciones de los ya indicados más Agustín González, Luis Ciges, José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal, etc..
kafka
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18 de mayo de 2008
52 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más ese dueto de genios llamados Berlanga y Azcona se dedican a diseccionar la sociedad española, y lo que encuentran en ese cuerpo putrefacto llamado España de Franco no es más que un catálogo de miserias, degradaciones y esperpento, mucho esperpento.

En este caso la mirada se centra en un grupo de lo que podríamos denominar clases dominantes. El sector político, eclesiástico, nobiliario y económico que durante tanto tiempo ha regido los destinos del país aparecen como seres anacrónicos, anclados en sus chanchullos y que parece que no se han movido desde las crónicas periodísticas de Larra en el siglo XIX.

Berlanga pone su cámara al servicio de todo este mosaico de personajes y los persigue con cinismo y ternura, centrándose en la figura del catalán industrial mortificado por no entender los trapicheos de la villa y corte y al mismo tiempo incapaz de dar un golpe moral y uniéndose al coro de la corrupción. Todo por dinero o por un poder que muchos no querían abandonar.

La construcción de los personajes no puede ser más correcta, todos parecen un tópico parlante, pero es que acaso esa España no lo era? No se atisba ningún rastro de humanidad en ellos, sólo egoismo y ganas de medrar.

Pero quizás lo más interesante es ese ambiente de cambio que se intuye en toda la película. Por momentos todos los personajes saben que una época se está acabando, y lo que hacen no es más que tomar posiciones a la desesperada, conscientes de que el fín de un régimen, si están donde deben estar, no debe suponer ninguna desventaja para ellos. Y es que en España hay una especie de parásitos siempre dispuestos a cambiar de chaqueta, gabardina o chandal, pero nunca de gallumbos. Está en su ADN creerse que el país es su finca y sólo ellos tienen derecho a administrarla, que sólo ellos pueden dictar las leyes y la moral para pasárselas convenientemente por el forro.

El tono es deliberadamente esperpéntico, sín necesidad de hacer sangre gratuitamente; las propias actitudes del elenco los definen por sí solos, cosa que por otra parte no sería creible sino fuera por la inmensa calidad del reparto, destacando especialmente un "Saza" cuyo retrato del burgués catalán es tan real como impagable, siempre dispuesto a pactar con quien haga falta porque la pela es la pela.

Sín duda una película que el tiempo no ha desmerecido y que hoy día tiene clara vigencia. No hay más que verla para entender cosas como las que han pasado en Marbella y toda la tropa de malayos.

Lo mejor: Su retrato fiel de una época y sus dirigentes.
Lo peor: Algunos personajes poco profundizados.
LennyNero
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1 de julio de 2012
42 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Políticos vendidos a grandes empresarios y a grandes banqueros moviendo "a bulto" los hilos del poder que marcarán la vida de millones de ciudadanos mientras se toman unas copas de whisky con sus queridas en una cacería. ¿A qué me suena?.
"El Mundo funciona como parece que funciona" decía, descartando cualquier conspiración maquiavélica que estuviera controlando la evolución la crisis económica, el Campeón del Mundo de ajedrez Viswanathan Anand. Gran e incuestionable verdad que nos recuerdan constantemente películas clarividentes, llenas de humor negro, filmadas por Tarantino, los hermanos Coen o, en este caso, el incombustible Berlanga, en las que la chapuza, el egocentrismo, el egoísmo, el ¿qué hay de lo mío? y la avaricia marcan el destino de un país o del Mundo entero.
Así de triste pero así de certero es el diagnóstico que nos propone Berlanga en este gran film sobre los problemas de la España tardofranquista -y que también se podía aplicar a la España de la UCD, que era la España de 1978, año en el que se estrenó esta inclasificable obra- y que sigue, por desgracia para todos nosotros, de plena actualidad.
lisufelligus
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4 de mayo de 2009
42 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué fue de aquel humor brillante que criticaba y caricaturizaba con acierto las lacras del país, sin caer en lo obvio ni en lo vulgar?
Parece que se sumó a la tradición esperpéntica y cáustica. ¿Tanta necesidad tenía de arrastrarse por el fango de los estertores franquistas en transición, buscando cualquier medio para llamar la atención sobre una élite que seguía en el poder, aunque le lloviesen piedras por eso? ¿En qué estaban pensando Azcona y él cuando escribieron semejante guión? Posiblemente dejasen llevar una vez más sus mentes para construír otra obra maestra retrato de la España de charanga y pandereta que les tocó vivir.
Todo en esta comedia absurda es tan grotesco y busca tanto el ataque frontal y el humor incisivo, que lo que hace es que me orine de la risa y me provoque desprecio hacia una España que se construía en cacerías y demás actos sociales inmundos. La finalidad principal, la de divertir mediante la crítica, se vuelve un tanque conducido por sus autores, dispuesto a disparar directamente a la línea de flotación de una UCD formada por franquistas reconvertidos a toque de corneta y una aristocracia que seguía paseando su anacronismo con un orgullo solo igualado por su patetismo.
En primer lugar, creo que es grandioso lo de la colección de pelos de coño. Creo que no se les podía haber ocurrido nada más genial para retratar la perversión de la nobleza sin dejar de lado un guiño al fetichista que siempre ha reconocido ser Berlanga.
En segundo lugar, si yo fuera actriz y no tuviera para elegir más papeles que los que las mujeres interpretan en esta obra maestra (los típicos prototipos: tontitas, beatas, putas, cornudas consentidas y brujas), agradecería que el elenco masculino también esté tan a su altura (nobles pajilleros, curas fascistas, criados absurdos y totalmente estúpidos, empresarios capaces de todo por un poco más de dinero, políticos de derechas, aristócratas pervertidos...).
En tercer lugar, todos caen como una patada en el hígado. No hay ni un personaje que se salve lo que convierte todo en un maravilloso compendio de toda la bajeza, la vileza y la ambición de las fuerzas vivas y la burguesía mercantil de la época.
(sigue por falta de espacio, que no de ganas, en Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pas
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14 de noviembre de 2010
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer murió Berlanga; hoy continua el mito. Siempre es una buena ocasión acercarse a su aguda filmografía, tan poblada de figuraciones, personajes secundarios y caracterizaciones sociales y esta película no es una excepción. Además de poder disfrutar en sus películas de enormes actores entre los que destaca López Vázquez uno de los mejores actores de todos los tiempos, un estajanovista del cine con cerca de 250 apariciones pero tan lleno de recursos y matices, siempre tan alejado de las estereotipadas poses del star-system del a menudo sobrevalorado mundo del cine. Las interpretaciones de López Vázquez en Plácido (1961), del propio Berlanga, El pisito (1959) de Ferreri y Ferri, Atraco a las tres (1962) de Forqué, Peppermint Frappé (1967) de Saura, El bosque del lobo (1971) de Olea, Mi querida señorita (1971) de Armiñan, La cabina (1972) de Mercero, etc. son una lección auténtica y referencia para tantos actores susurradores de hoy en día.
Respecto a la “La escopeta nacional” lo primero que se podría decir es que, aprovechando las aplaudidas Escuelas de Negocios que hay en España, su visionado debería ser obligatorio para todos los estudiantes que quieran saber más acerca de cómo hacer negocios en España. Berlanga plantea esto en su película de un modo auténtico y característico no lejos de sus personajes habituales desorientados por el desarrollismo tras el Plan de Estabilización Económica.
La cacería es un reflejo cómico y esquemático de algunos de los integrantes de las élites improductivas del franquismo desarrolladas en su reparto coral. De este modo, el fabricante de porteros electrónicos organiza la caza para arrimarse a la alta sociedad y aprovecharse de la capacidad de decisión de éstas, a fin de asegurarse la concesión del negocio. Esta parte crítica de la película se centra en el capitalismo español y la iniciativa empresarial que deja de lado los planes de negocio, el esfuerzo personal, la competencia, la iniciativa privada y el riesgo empresarial (economía teórica) y acude al enchufismo y el capitalismo de amiguetes para subsistir (economía real). El modelo productivo español adolece de muchos de estos lastres arrastrados (desde antes del franquismo); en España el sistema económico se aproxima más a un capitalismo de Estado privatizado en favor de las grandes empresas (y ya no solo por industriales concretos como Saza en la película): unas pocas empresas oligopolistas, influyen en los gestores de los presupuestos públicos, que ofrecen obras, infraestructuras y concesiones públicas a las grandes constructoras, eléctricas o bancos y que, a su vez, subcontratan en varios niveles y viven de de las primas, subvenciones o la pura especulación con las mismas sin importarles la necesidad social de estos negocios, su improductividad o su ineficiencia. Este arribismo queda simbolizado en su continuación “Patrimonio nacional” cuando los Leguineche vuelven de la finca a su palacio en Madrid para hacer la corte en la capital.
persona
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