Reto a la muerte

Reto a la muerte queda como un producto emblemático de la productora Paramount, propagandista del servicio de correos americano de la misma manera que títulos como La casa de la calle 92 era del FBI o Brigada Especial del Departamento del Tesoro. En ese principio semidocumental donde hace apología de la gran labor de los empleados de correos quedan patentes sus intenciones.

Todo lo que acontece en el desarrollo de la historia está contado de una forma entretenida y amena que te mantiene atento hasta su desenlace. Su director, Lewis Allen, consigue salvar todos los escollos de un guión esquemático y moralizante (esa monja testigo de un asesinato) con muchos lugares comunes y múltiples coincidiencias gracias a una perfecta recreación de ambientes (salas de billar, fábricas abandonadas, estación del tren, ...) y una violencia física contundente en las logradas secuencias de persecuciones, peleas y tiroteos. En este sentido, es preciso reconocer varias similitudes con El cuarto hombre de Phil Karlson sin llegar a su sobriedad y precisión.

Alan Ladd da el tipo como este inspector de correos al servicio de la justicia (me sigo quedando con El Cuervo como su mejor título del género). Aquí, la galería de malos si sobresale con la presencia de magníficos secundarios como Paul Stewart o Jack Webb. En su breve aparición, Jan Sterling, brilla como esa rubia fatal en contraste con la comprensiva monja que interpreta Phyllis Calvert.

De este mismo director, será interesante recuperar las que muchos consideran sus películas más destacadas, Misterio de una desconocida (Chicago Deadline) de nuevo con Alan Ladd y Donna Reed o Illegal con Edward G. Robinson.

Thriller negro al servicio del lucimiento de Alan Ladd, un tanto rutinario en su desarrollo y con un guion no del todo coherente, con ese toque un poco absurdo de un protagonista que va a conseguir hacerse más humano a través de la intervención de una monja. Aparte de las cosas de tipo duro de Ladd (un poco sobrado) quizá lo mejor de la película sea Jan Sterling en ese papel de rubia tonta menos tonta de lo que parece. La peli es un homenaje al Servicio de Inspectores Postales, especie de policia de correos. No está mal, sin ser ninguna joya.

Entretenida aunque algo convencional película, donde con ritmo de cine negro, se nos hace propaganda de los agentes especiales de correos de los Estados Unidos.
Cuando es pura propaganda interesa poco, pero cuando se hace referencia a las andanzas de los criminales la película se sigue con interés.
Es por tanto una película irregular.

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Lewis Allen es un directo no especialmente brillante, pero sí tiene tres o cuatro películas muy típicas, bien hechas y que se pueden ver si te gusta el cine negro.
Trabajó con Sinatra, y en este con Alan Ladd, todo un clásico en el cine, y no sé muy bien por qué, porque, la verdad, es un rato inexpresivo. Policía valiente, monja que presencia un crimen y sólo ella puede identificar al asesino, y el atraco a un tren cargado de dinero. Si aprecias el año, 1951, puedes deducir que es todo un clásico, un canon de cinta. Es cierto que hay muchas parecidas o similares, pero esta está bien hecha.
Se agradece ver este tipo de cintas. Tiene 67 años y se puede ver perfectamente. La modernidad no es una cuestión que ver con el tiempo presente, sino con la capacidad creativa, con la libertad para crear. Y eso es lo grande del cine, la potencia creadora.