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La balada de Buster Scruggs

Western. Drama. Comedia. Musical Antología de seis capítulos, cada uno enfocado desde una perspectiva distinta con respecto a la frontera norteamericana y a los peculiares personajes que habitan en sus alrededores. Cada parte cuenta una historia distinta basada en las convenciones del Lejano Oeste de los Estados Unidos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 94
Críticas ordenadas por utilidad
6 de diciembre de 2018
165 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelven los hermanos Coen. Vuelven los portentosos planos, diálogos brillantes y humor negro que tanto les caracterizan. Y lo hacen retomando un género que ya les dio muy buen resultado con ‘Valor de Ley’, un film que seguramente perdure en la memoria de cualquier amante del séptimo arte. Eso sí, han vuelto, pero lo han hecho como nunca hasta ahora: sin distribución en salas de cine y con una película dividida en seis historias. Y dejando al margen el debate de la nueva forma de comercializar cine, en el cual me postulo a favor de la opinión más purista, hay que reconocer que para los usuarios de Netflix es una noticia cojonuda disponer de obras de calidad en exclusiva.


1er cap. “The Ballad of Buster Scruggs”

Una canción en medio del lejano oeste nos introduce en esta disparatada aventura de un forajido singular y guasón en busca de entretenimiento, al que la ironía de sus blancas ropas define a la perfección. Y entre medias de mucha música, muchos tiroteos y muchos chistes fanfarrones, los acontecimientos se suceden, dando rienda suelta al disfrute, siempre en un tono desenfadado, lejos de lo creíble (abundantes son las situaciones cercanas a la fantasía y varias las intervenciones en las que el protagonista rompe la cuarta pared, hablando directamente con la audiencia).

La más divertida.


2º cap. “Near Algodones”

Con el atraco a un desolado banco en mitad de la nada, al más puro estilo de los míticos villanos del western, se presenta el segundo relato de los Coen. Al igual que en el primer capítulo, la parodia es la que domina la mayoría del producto, pero en esta ocasión lo esperpéntico se convierte en intrascendente, y la diversión solo aparece a cuentagotas. Lástima que el homenaje evidente a Leone y un final glorioso no sirvan para levantar el vuelo.

La peor de las seis.


3er cap. “Meal Ticket”

Un cambio de registro absoluto respecto a las anteriores historias, pasando de la comedia al drama más puro. La pesadumbre impera toda la narración, con un Liam Neeson que quita el habla y un tullido Harry Melling que deshace el alma. Dos supervivientes que hacen del espectáculo su forma de vida. Para el recuerdo su frase inicial (“La calidad de la misericordia no es forzada, desciende como lo hace del cielo la suave lluvia”.) y su secuencia final.

Sobrecogedora.


4º cap. “All good canyon”

Un valle montañoso celestial, lleno de la fauna característica y un riachuelo en el corazón del mismo son la carta de presentación del cuarto episodio. Fascinante visualmente desde el principio, dando una importancia capital al paisaje, como en las mejores obras de John Ford. “All Good Canyon” es, a opinión de un servidor, un duelo (pacífico) entre ese viejo busca-oros y la propia naturaleza, donde la aparición de otro ser humano es solo anecdótica. Largas charlas con un filón, negociaciones con un búho y conquista temporal del terreno de un alce sirven de ejemplo para entender esa “lucha” que ambas partes perciben efímera, firmando las tablas en última instancia.

Maravillosa. Mi preferida. Y qué banda sonora…


5º cap. “The Gal Who Got Rattled”

Una tímida joven y su empresario hermano serán los protagonistas del siguiente volumen. Sorprende la habilidad de los Coen para acercarnos a la bondad y el amor en tan poco tiempo. Reflexiva en su concepción, goza de momentos sublimes. Imperecedera la escena en la que Billy habla acerca de lo conveniente que es la inseguridad, tan presente en la vida de Alice, mientras los ojos de ella muestran, paradójicamente, que esta vez está más segura que nunca de haber elegido la opción correcta. Posiblemente el mejor momento de toda la película, grabado a fuego en mi retina.

Una delicia.


6º cap “The mortal Remains”

Cinco personas en un carruaje y un cochero que no tiene freno, ésa es la premisa inicial del último fragmento. Es con diferencia el capítulo más difícil de abordar y, aun así, resulta realmente atractivo por varios motivos. Creo firmemente que “The Mortal Remains” es un resumen de todo lo visto en la película. Parece claro que el destino al que se dirigen los pasajeros es una metáfora del inexorable viaje hacia la muerte, tema presente en todas las anteriores. Hay pistas evidentes que así lo hacen pensar: “Mi marido ha estado lejos una temporada. Ha estado enfermo, pero ahora vamos a reunirnos”, menciona la dama. Además, el trampero sugiere que, como los urones, todos somos iguales. ¿No les suena a que, por diferente que seas, nadie se escapa de su trágico fin? Otro tema central de la obra a la vista.

Interesante, aunque intuyo que se me escapan cosas.


En el cómputo global, decir que no comparto para nada la opinión de muchos de que ‘La Balada de Buster Scruggs’ es un producto divisible, que podía haberse realizado como una miniserie. Intentar comprender la película en su totalidad es un requisito casi indispensable para adentrarse en las páginas cinematográficas de la nueva novela Coeniana. Y lo es porque todos los episodios caminan en torno a un tema central, que, a opinión de un servidor, va más allá de una indudable reflexión acerca de la muerte. Creo que la cinta gira alrededor de la propia vida, en la que el paso final es inevitable. Alegría, risas, rebeldía, la necesidad de abordar decisiones complicadas, la ilusión, la decepción, el amor, la tragedia… la muerte. ¿No es acaso una recopilación de nuestra existencia?

Pues eso, véanla. Y es que, a pesar de ciertos altibajos, lo nuevo de los Coen es un regalo para los sentidos.
ballestaV
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19 de noviembre de 2018
103 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Canciones, polvo, mesas de póquer, sartenes, indios (americanos), un pollo, oro, los ladridos de un perro, dos tipos de personas, la muerte.

Anoche me enganché a un libro antiguo. Era del 1873. Se trataba de una recopilación de relatos ambientados en el lejano oeste titulado “The Ballad of Buster Scruggs and Other Tales of the American Frontier”. La edición era de lujo, con tapa dura, y cada relato estaba introducido por una magnífica ilustración de una escena que aparecería en él. Encontré música, colores, humor, drama, filosofía, acción…

Ah, no, que no era un libro de verdad. Los hermanos Coen nos la han vuelto a colar; como cuando nos aseguraban al principio de “Fargo” que aquella historia estaba basada en hechos reales, ahora juegan a fingir que “The Ballad of Buster Scruggs” es la adaptación de un libro.

Entonces, unificados por el marco incomparable del salvaje oeste americano se dan cita seis relatos que componen una completa antología de lo que es el cine de los hermanos Coen. Y no se echa en falta ninguna de sus señas de identidad: un envoltorio atractivo, un guion consistente y a rebosar de líneas memorables, actores que disfrutan con sus personajes (algunos con incontinencia verbal, otros casi mudos)…, y por encima de todo un omnipresente humor negro.

La película es irregular, pero no porque tenga capítulos buenos y capítulos mediocres, sino porque mezcla en sus seis cortometrajes todos los registros de los Coen, desde la comedia histriónica hasta la tragedia griega.

A cada espectador le va a gustar más un relato u otro, pero no hay uno solo que deba menospreciarse; al menos a mí me pareció que todos ellos tienen potencial para dejar huella. (Mis favoritos: “The Ballad of Buster Scruggs”, “The Gal Who Got Rattled” y “The Mortal Remains”.)


La frase: «La inseguridad… es apropiada para asuntos de este mundo. La seguridad se nos revela en el más allá. Creo que la seguridad respecto a lo que vemos y tocamos pocas veces está justificada, si puede estarlo. En la historia, desde nuestro pasado, ¿qué seguridades han perdurado? Y aun así nos precipitamos a buscar otras nuevas, buscando su consuelo. ¿Seguridad?..., es el camino fácil.»

El personaje: Buster Scruggs (Tim Blake Nelson) es el más carismático; por algo le llaman el Pájaro Cantor de San Saba, entre otras cosas.

La escena para el recuerdo: los tiroteos están todos magníficamente filmados, son tensos y divertidos, pero a parte de eso destacaría la negociación entre el personaje de Tom Waits y un búho.


www.cinequanon.cat
KillerCarrot
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16 de noviembre de 2018
58 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una antología de micro-relatos del antiguo oeste americano. Primero, dejemos las cosas claras, desde el momento que me enteré de que los Coen iban a hacer un western , le he tenido muchísimas ganas. El resultado, al menos para mi no decepciona para nada, pero puedo entender algunas de las críticas que se han hecho.

Para empezar, el concepto de una antología es tremenda mente complicado, porque en términos de regularidad, ritmo e incluso relato audiovisual necesita de un tino casi de maestros para mantenerlo. La idea original de Netflix era hacer una serie, en vez de hacer una película pero al final ha acabado de esta manera. Pero estamos hablando de los hermanos Coen, que son directores de primer nivel por lo que consiguen sacar a delante la obra.

Es cierto, que algunas historias son superiores a otras. La primera, por ejemplo, es la que tiene mucho más estilo y carisma. Por lo que las demás parecen desentonar. Pese a todo lo dicho, cada historia encentra un hueco para destacar. No tanto por la historia, que hay alguna que es un poco predecible, si no por la dirección y puesta en escena. Mi historia favorita "el buscador de oro", me gusta más por la fotografía de un valle glaciar que por la historia que cuenta.

El punto que permea a todas las historias es la ambientación. Este naturalismo del oeste americano me puede y siempre me ha podido, por lo que entró en su juego mucho más fácilmente.

Conclusiones... Me parece una obra mas que recomendable. Es cierto que al ser tan fraccionaria y al camiar tanto de estilos y formas, pueda molestar a alguien. Pero a mi me ha parecido como mínimo notable.
Paleocinéfago
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21 de noviembre de 2018
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si la hubiéramos encontrado casualmente, reposando el polvo de la biblioteca.
Así se abre esta antología de historias, de alguna manera dejando así patente su antigüedad a la vez que su cualidad inmortal, junto a la sensación de que nada de lo relatado en ella fue lo que se dice importante de verdad.
Tan solo otra colección de personas tratando de prosperar en el entorno más hostil de todos, que si cobran vida una vez más es porque nos hemos acordado de leer sobre ellas.

‘La Balada de Buster Scruggs’ (y Otros Relatos de la Frontera Americana) predispone así desde el comienzo a cierta simpatía descuidada, ni que sea porque ha decidido instalarse en ese lugar de nuestra imaginación donde carecemos de expectativa ninguna; se narra el cuento, y nosotros escuchamos.
Así lo hace de hecho el propio Buster Scruggs nada más empezar, y que vaya primero su relato tiene la virtud de presentarnos una cara insólita del Oeste más peligroso: había sabandijas, criminales y auténticos cabrones en cada hediondo saloon, pero una mala vida no tiene por qué marcar una mala actitud.
Buster cabalga a lo largo del Monument Valley armonizando con su guitarra una canción que le aleja todas las penas, y su único deseo es toparse con un buen sitio para tomarse algo o echar una buena partida de cartas, a poder ser en buena compañía, pero no paran de salirle al paso bárbaros y jaraneros, que afortunadamente no están a la altura de su educación o estilo, tampoco de su habilidad desenfundando el primero.
Por suerte, en la vida del sonriente pistolero todavía caben las sorpresas, y aunque en el polvoriento desierto parezca que solo se pueden dedicar jocosos coros al Hosco Joe de la taberna, también se pueden entonar baladas sentidas sobre cómo, pocas veces en esta vida, no hay más paz que aceptar las cosas como son, mientras se acompaña el paisaje con una canción.

Dejando a un lado el terreno de ese blanco personaje cual dibujo animado que querría alterar el cuadriculado Oeste, los relatos a los que abre paso gozan de menos ingenio, pero no por ello tienen menos poso: forajidos desastrosos, buscadores enajenados y mujeres a la deriva cruzan sus caminos en este marco, inconscientemente mostrando que si no es un tiro o el hachazo de un indio, bien te pueden matar el hambre o juntarte con la persona equivocada.
Una de las narraciones más curiosas tiene a un hombre sin extremidades llamado Harrison, convenientemente mercadeado gracias a su oratoria por un “empresario” ambulante (bienvenido, Liam Neeson), la cual transcurre casi en completo silencio a excepción de las encendidas declamaciones de Percy Shelley o Abraham Lincoln que el tullido obsequia de pueblo en pueblo, mientras el ruido de monedas por la voluntad va decreciendo a medida que lo hace el público. Gélido retrato de cómo los espectáculos más rimbombantes van mudando de atractivo, y en tierras de gentes silenciosas puede ser hasta peligroso depender de tu labia, aunque al venir al mundo no te dieran nada más.
También es curioso contraponer las historias del forajido chapucero y el prospector obsesionado con su veta de oro, donde tal vez se puede ver una lectura particularmente cínica de la gente a tu alrededor, que enseguida te dispara por la espalda si se ve en la oportunidad, y se preocupa bien poco de que tus ambiciones fueran tan humildes como para no estar realmente compitiendo con nadie, solo contigo mismo. Ambas, de hecho, son certeras en mostrar que toda empresa chiflada en el Oeste dura apenas un segundo, y después la naturaleza sigue el curso que apenas puede nadie desviar de lo acostumbrado.

Más opresivas y desesperadas acaban siendo las dos últimas historias, puede que por rebatir la ligereza anterior, donde una señorita pasa por diferentes responsabilidades sin nunca ejercer la suya propia, y una diligencia con incierto destino es sala de debate para “filósofos” de incierto pelaje.
En el primer caso, se nota la tristeza perpetua, ya asimilada, de una mujer obligada a ser moneda de cambio por negocios o deseos, siempre callada asumiendo su lugar, yendo a ninguna parte sobre todo si no es en brazos de un hombre, e incapaz de tomar la decisión más apurada porque otros la han tomado siempre en su lugar. En los confinados límites de ese yermo estado, por lo menos, resulta un consuelo que le florezca la oportunidad de tomar las riendas, por una vez, aunque sin ser lo que deseaba exactamente: la balada de Buster también va para Alice Longabaugh, por haber tomado su libertad cuando no le convenía (qué iba a saber ella).
La segunda sin embargo tiene los mimbres de un chiste malo, con un francés, un inglés, un irlandés, una cristiana devota y un humilde trampero discutiendo en espacio pequeño sobre si las gentes de Dios tienen un molde predeterminado o varios, por tantos caprichos que cargan y tantos pecados que se callan. Mientras, “escuche o no, el cochero no se detiene”… sencilla se ve la metáfora de llegar a un destino final, donde da igual lo que uno crea, porque lo que nos asemeja es que nunca nos sentimos preparados para llegar.

Cerrado el libro, no sería capaz de mandarlo de vuelta a la estantería, en un género concreto.
Caben varios aquí, casi tantos como diferentes vivencias que en el Oeste había. Se hace grato haber pasado por todas ellas, y nunca quedarse demasiado tiempo en ninguna.
Al final, Buster tenía razón: su balada alegra el ánimo, y nunca está de más navegar las aguas profundas con cierto optimismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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27 de noviembre de 2018
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El western definitivo. Una película con seis historias irregulares que toca todos los palos: las caravanas, los pistoleros, los indios, los atracadores de bancos, los buscadores de oro, los charlatanes. Y la muerte, siempre presente, nexo de unión de la narrativa. Y los paisajes, todos abrumadores, la quintaesencia de las aventuras en la frontera. La América con la que muchos soñamos de niños.

Las críticas a esta película son bastante acertadas. La conversión de la idea original de capítulos de una miniserie a un largometraje al uso no se valora positivamente, Las historias son irregulares, en su tono, en su duración, en su originalidad. Es fría, hay poco sentimiento y resulta difícil empatizar con los personajes. Puede resultar bastante aburrida para muchos.

Y sin embargo, a mí me parece que captura la esencia del western en un tono elegiaco irresistible.

La factura formal técnica es espectacular. Esto no lo puede discutir nadie. La fotografía, los paisajes, la banda sonora, los detalles de producción, son de lo mejor que he visto jamás.

Y los diálogos y el humor absurdo de los Coen, marca de la casa. Imprescindibles.

Hazte un favor e invierte un par de horas de tu vida en esta historia. Es mas profunda de lo que aparenta.
Kaiser
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