Las lluvias de Ranchipur

A mediados de los años 50 se estaba en plena época de recrear dramas románticos en ambientes exóticos aderezados por algún desastre natural. Una de las películas que comenzó este tipo de subgénero fue “Cuando ruge la Marabunta” y no tardaron en aparecer muchas más, entre ellas esta fallida “Las lluvias de Ranchipur” que tenía mimbres para poder haber sido una pequeña joya de la historia del cine, pero que es una muestra de que a veces el dinero no lo es todo.

El director nacionalizado norteamericano de origen rumano que por cierto falleció en Marbella en donde residió los últimos años de su vida, Jean Negulesco, es el encargado de dirigir la adaptación al cine de la novela de Louis Bromfield con bastante mala fortuna. Y es que Negulesco, salvo alguna película muy señalada siempre me ha parecido un mal imitador de Douglas Sirk al que no llegaba ni de lejos a su nivel.

En esta ocasión un esperpéntico Richard Burton en un papel en el que se nos intenta hacer pasar por un médico hindú junto con una Lana Turner, que al menos está sensual pero que una vez más confirma que fue una actriz con más nombre que recorrido cinematográfico.

La historia secundaria de amor que se plantea es a veces incluso mejor que la principal pero tampoco es precisamente memorable.

Lo de los Monzones, tratado como si fuera algo extraordinario y no cíclico es un grave error, ya que tiene un tinte más cercano a la catástrofe que al propio clima indostánico.

Como siempre un retrato de la sociedad india excesivamente colonial algo lógico siendo la película norteamericana y pensando en aquello sobre todo como escenario donde los personajes cobran vida.

Recomendable sólo a los grandes aficionados al cine que deberían de verla aunque fuera por simple curiosidad, al resto no les puedo pedir que pierdan más de hora y media de su precioso tiempo.

¡¡¡Menudo tostón de Jean Negulesco!!!

Me he pasado todo el tiempo mirando el reloj a ver si terminaba de una vez este pedazo de filme aburrido como un plomo.

Nos narra como una ricachona y su marido, que sólo lo utiliza como acompañante florero, llegan invitados a una zona de la India llamada Ranchipur donde una Majaraní o señora gobernanta del lugar les invita a su palacio. Allí la vaga supermillonaria hallará a un médico ahijado de la Majaraní de quien se enamorará, poniéndole los cuernos a su esposo con el conocimiento de él y sin importarle la fidelidad matrimonial ni tener el más mínimo indicio de mala conciencia.

El desarrollo y la historia en sí carecen de emoción y no imantan el interés en casi ningún momento.

Completamente prescindible.

Es una adaptación popular novela de Louis Bromfield, previamente llevada al cine por Clarence Brown en 1939. En esta ocasión parece que el éxito no estuvo ni cerca de alcanzarlo, y la verdad, no lo entiendo muy bien.
Solo veo 2 críticas en esta, para mí, sensacional oportunidad que nos brinda FilmAffinity, para expresar nuestras opiniones. Hay verdaderos expertos en la materia, eruditos que nos dan detalle de muchos aspectos que los menos avanzados no somos capaces de ver pero el cine, a veces, lo comparo con el vino, hay muchos matices, olores, sabores, sensaciones, pero a mí o me gusta o no me gusta, y con esta película he pasado un rato realmente bueno. La historia de amor no es ni mejor ni peor que otras muchísimo más afamadas, pero los dialogos, la trama en sí, en distintos escenarios, en la caza, en la elegante mansión del Majara ji, y sobre todo, la escena de las lluvias torrenciales y los derrumbamientos, esas imágenes me parecen espléndidas. Creo que fue una digna competidora por obtener el premio a los mejores efectos especiales, y las actuaciones de los 2 protagonistas tampoco comparto con quien las ve mal, de hecho a mí, Richard Burton no es de mi colección de buenos actores, y aquí, será, posiblemente, ayudado por el doblaje, creo que es de lo mejor que le he visto, bien caracterizado, lo mismo que el otro prota masculino, Fred Mac Murray, un californiano que hizo más de 100 películas.
En el apartado femenino Lara Turner está más que correcta, en un parecido enorme a la Monroe y la que me parece que sale con su actuación es la majarají, la moscovita Eugene Leontovich, que hace un papel que, quizás, bien mereció algo más. En definitiva, para mí, y parece que solo para mí, una película notable. Un 8.

Se pierde en aspectos insustanciales. La trama romántica está bien construida pero no llena. La pretensión de hacer pasar a Richard Burton por indio es excesiva, no cuadra, no llega a meterse en el papel. Lana Turner probablemente no se metió nunca en ninguno, excepto en el del juicio por asesinato de su amante a manos de su hija.
La ambientación de amores en tierras extrañas, exóticas estuvo muy de moda en una época de Hollywood, aunque luego se abandonaron este tipo de rodajes.
Me gusta Negulesco desde que vi "La máscara de Dimitrios". Toda cinta que he visto suya me ha parecido estupenda. Es de los directores que considero de clase media/alta.
Fred MacMurray está de relleno, totalmente. No sé qué pinta, probablemente tenía tiempo libre y como estaba sometido a las exigencias de los estudios tenía que hacer la película programada.
La rotundidad de la belleza de Lana es de las que más me gustan. Tiene fuerza y un magnetismo salvaje, animal, muy primario.

No es Jean Negulesco mi director favorito, precisamente, y creo que disfrutaba de un buen nombre (bastante injustificado) que le permitía trabajar con grandes estrellas y grandes presupuestos, sin que fuera especialmente hábil en sacarles provecho, salvo excepciones.

Esta no es su peor película, pero tampoco la mejor. En el apartado interpretativo Lana Turner hace de Lana Turner, pero tampoco creo que diera para mucho más; Richard Burton (una vez que te acostumbras a verle hacer de hindú) consigue estar menos sobreactuado que de costumbre aunque, a cambio, es bastante inexpresivo.

El romance entre ellos... poco creíble, pero aceptable.

Más interés tiene el personaje de Fred MacMurray, a lo que contribuye también que fuera mejor actor, y su trama - siendo secundaria - es más verosímil.

Respecto a la parte de las escenas de acción, no voy a criticar los efectos especiales de los años cincuenta que, en general, no han envejecido tan mal.

Pero lo que es infumable es la poca gracia a la hora de dosificarlos (simplemente se van cayendo edificios, uno detrás de otro) y la poca garra dramática que imprime al relato (no conocemos a ningún afectado por dichos desastres y nos limitamos a ver a extras cayendo por aquí y por allá, al estilo de los porteadores de las películas de Tarzán).

Aunque lo más terrible es el recurso de pasar a cámara rápida la escena en la que un coche corre (es un suponer), indigno no ya de una gran producción de los años 50, sino de cualquier producción seria desde que los policías del cine mudo perseguían a Charlot.

La frase del título de la crítica corresponde al personaje de MacMurray, un ingeniero desencantado con el mundo, frase que - por lo menos - puedo recordar y es que la película está llena de ese tipo de declaraciones huecas (y supuestamente muy profundas) que lanzan los personajes mirando al vacío, generalmente con una copa en la mano.