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Pepito Piscinas

Comedia Don José (Fernando Esteso) es un tipo que se pasa los veranos en las piscinas tratando de ligar, aparentando que es un supermillonario, y no es más que un vulgar vendedor de coches al que todos llaman Pepito Piscina. Un día conoce a una millonaria viuda apasionada de los rallies que quiere competir en el Gran Premio Costa del Sol, Don José no sólo querrá venderle un supuesto Ferrari, sino que le cuenta que él mismo es un piloto de rally ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
23 de septiembre de 2009
25 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos todos los ingredientes del destape. Un actor carismático, como Esteso. Secundarios de orujo, como Emilio Laguna. Muslo y pechuga, como no podía ser menos. Representación costumbrista de un hecho sociológico de la época, como es el ligón de piscina (de hecho, el nombre de la película pasó a incorporarse al léxico del castellano para nombrar a este personaje).

Pero el grandísimo valor de Pepito Piscinas reside en el uso de una delirante figura: el coro griego. Tip y Coll son los encargados de permanecer al margen de la trama y hacer de las suyas sin venir a cuento. La decostrucción de la tragedia clásica sin ser conscientes de ello. Precediendo en el tiempo a Sammy Davis Jr. y Dean Martin en "Los Locos del Cannonball". Mucho antes que un acercamiento más "fiel" a este recurso en "Poderosa Afrodita", de Woody Allen.

Cuando menos se espera, salta la liebre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pas
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18 de febrero de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que ser sinceros la película es mala por el guión pero la idea es genial . Martínez Soria o López Vázquez ya fueron precursores de este tipo de películas pero detrás había talento en las sabias manos de Lazaga Coello o Salvia . Pero la gracia de la película es que cada españolito de a pie nos vemos reflejados en Pepito Piscinas al menos yo . Tras la invasíón guiri quién no ha hecho el ridículo detrás de alguna moza alta rubia o pelirroja tan alejadas del prototipo español de morenaza salerosa? Tuvimos que aprender a balbucear idiomas a marchas forzadas ja y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra . Por tanto se merece un aprobadillo por su valor sociológico y la actuación de las glorias actorales patrias y algo de pechuga se ve que era el aperturismo y lo que ahora nos parece anecdótico era un prodigio en aquellos añorados tiempos de libertad que por desgracia no retornarán . Esteso descomunal .
crisgay
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13 de julio de 2014
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La "película" es una bobada simplona sin pies ni cabeza, con el agravante de majadería total. Las peripecias descabelladas que vive un vendedor de coches usados, interpretado por un “actor” llamado Fernando Esteso, son para fallecer de vergüenza ajena. Con un endeble y casi nulo argumento y guión, arranca una insufrible película de otra época, es como viajar en el túnel del tiempo, para presenciar una especie de comedia bobalicona que llega a cansar al indefenso espectador, con un producto vulgar y aburrido, ¿Cómo es posible que incluso en los años 70, viera la luz este tipo de cine?. Por descontado, esta no es la peor cinta española, pero en la escala del 1 al 10, le otorgo un 2 por el empeño de los conocidos protagonistas en levantar esta pobre película.
Recomendación: Única y exclusivamente para incondicionales y despistados que tenga insomnio, también para nostálgicos de un cierto tipo de cine patrio, afortunadamente ya desaparecido.
El marinero solitario
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12 de febrero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en que podíamos ver en una película a uno de esos especímenes únicos que ya no hay, el llamado "macho español", acercándose con todo su desparpajo, fanfarronería y aires de playboy a las chavalas extranjeras que en manada llegaban a nuestras costas durante el "boom" de los '60 y los '70...y a nadie parecía importarle.

Hoy no, claro, hoy observar los andares chulos y la actitud falsamente varonil de Alfredo Landa ante las sorprendidas turistas en la playa de Torremolinos provoca rechazo y dentera en los ofendidos morales de la actualidad (por ponerles un nombre...). Uno de sus muchos homólogos es el que inventaron Félix Paulet y Antonio Vich a finales de una década marcada por la Transición y la llegada de la democracia, la Constitución y la relajación de los valores tradicionales; es el apogeo del cine del "destape" y uno de sus principales figuras llega en forma de señor bajito, rechoncho y con cara de panadero.
Es Fernando Esteso, que en "Pepito "Piscinas" " se pasea exhibiéndose cual pavo real por esos lugares llenos de turistas, intentando imitar malamente al mencionado Landa. En esta ocasión vuelve a trabajar con Luis María Delgado, ese director que empezó muy bien pero que se estancaría en el humor popular más absurdo y menos ingenioso, regalándonos maravillas de la ponzoña como la que hizo en colaboración con el anterior: "Onofre", uno de los títulos más terroríficamente mediocres que se han abalanzado sobre los ojos de un servidor (y ya han sido muchas...).

Fue la primera que tenía al zaragozano de protagonista, quien ya era respetado dentro del medio televisivo y teatral, y menudo debut con el que nos salió; ciertamente esta etapa temprana de su carrera antes de aliarse con Mariano Ozores (que le quedaba ya muy poco) es poco conocida o simplemente ignorada, y más vale. Ahora lo que vemos es una especie de evolución del anterior Onofre, ese joven que se las quería dar de galán conquistador pero nada de nada; José es exactamente el mismo personaje tras conseguir el éxito pero sin abandonar su maña torpeza y mala suerte.
Y también, como en aquélla, el guión prepara una sucesión de acontecimientos que le van ocurriendo, es decir, una trama episódica cual serie de televisión inundada de secundarios que van y vienen, aparecen y se van, alrededor suya. Pero esta vez a Delgado le sale un poco mejor la propuesta y Esteso parece perfeccionar su talento cómico ante la cámara (sin embargo precisa del guión de Ozores), a lo que ayuda un ritmo más veloz y la total concesión al absurdo y, por supuesto, al erotismo, dándonos el gusto de poder ver ligerísimas de ropa a tan preciosas féminas como Mirta Miller, Isabel Luque o la "inolvidable" Susana Estrada (a la que le falta tiempo para salir desnuda).

Esto no quiere decir nada. La película carece de todo sentido y no tiene ni pies ni cabeza, ni se esfuerza en presentarnos una historia como tal; se limita a dar tumbos como el protagonista en sus desventuras "playboyanas" por la ciudad, la más destacada y mejor filmada es la concerniente al robo de un BMW propiedad del dueño del concesionario donde el anterior trabaja. Porque José es otro que vive de apariencias como su primo Onofre, disfrazándose de millonario para ocultar su identidad de caradura vendedor de coches al que se la da bien timar a los ricos ingenuos y engatusar a las tontas extranjeras.
Si por algo merece ser recordado el film (ya les aseguro que no por ese "romance" entre Lola y José que no se traga nadie y que desvía tontamente la película) es por las repentinas intervenciones, cual coro griego de teatro clásico, del dúo de humoristas Luis Sánchez Polack y José Luis Coll (los Tip y Coll de toda la vida), ataviados en plena piscina con su indumentaria típica y que detienen la historia introduciendo notas de delirante humor al estilo de los Python o relatándonos, con sus diálogos y chascarrillos únicos, los orígenes del protagonista.

Lo que decía antes tiene que ver con la estúpida e innecesaria idea de poner a éste dentro de una carrera automovilística organizada por gentuza de clase alta, una pequeña parte que se desarrolla mal y termina pronto; y sin embargo aparece el mismísimo Jaime de Mora y Aragón en todo esto...
Sin estar para tirar cohetes al menos tiene sus buenas ráfagas de humor, momentos realmente graciosos (el del pub, con Esteso peleándose contra ese repelente baboso que se abalanza sobre las chicas...¡pero que luego sorprende con un discurso que es de aplauso, señores!) y la presencia de grandes secundarios como Rafael Alonso, Emilio Laguna, Alfonso del Real o Rafael Hernández. Al año siguiente Esteso ya se une a Ozores y Pajares, y es cuando empieza de verdad a hacer comedia...
Chris Jiménez
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26 de agosto de 2022
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Confieso que a veces soy cuerdo y a veces loco
Y amo así la vida, y tomo de todo un poco
Me gustan las mujeres, me gusta el vino
Y si tengo que olvidarlas, bebo y olvido

Mujeres en mi vida hubo que me quisieron
Pero he de confesar que otras también me hirieron
Pero de cada momento que yo he vivido
Saqué sin perjudicar el mejor partido

Y es que yo (na-na-ra, na)
Amo a la vida y amo el amor (na-na-ra, na)
Soy un truhan, soy un señor
Algo bohemio y soñador

Y es que yo (na-na-ra, na)
Amo a la vida y amo el amor (na-na-ra, na)
Soy un truhan, soy un señor
Y casi fiel en el amor

Pepito Piscina, más conocido como Pepito Piscinas, fue el precursor chusco y hortera de lo que cantaba poco más tarde Julio Iglesias, mucho más próximo al truhan que al señor, por supuesto. Su canción hablaba de un pícaro que tima y alguna vez que otra le toca ser también el timado en el amor, un enamorado de la vida y aún más de sí mismo. En el caso de Pepito, un caradura de hechuras redondas, simpático estafador de perfil bajo, vividor castizo de temporada, un embaucador de señoras y señoritas sin discriminación de estado civil o sentimental, conquistador de guiris con denominación de origen, un profesional de la apariencia.
El primigenio chulo de playa, piscinas y gimnasios, sin músculos, tatuajes macarras o depilación láser e igual e incomprensiblemente, seductor. Otro tiempo, sin duda, otro ideal de belleza masculina, también, tan espantoso el uno como el otro, pero solo el primero, en su intención canalla y sin escrúpulos, con gracia.
La malicia de Pepito es inocente, porque así lo dispone su hábitat, lugares de descanso veraniego que le son estúpidamente cómplices, del mismo modo que aquellos que le rodean con la excepción necesaria de Mariano (Rafael Alonso), propietario del concesionario de automóviles donde Pepito trabaja que le favorece en su verdadera profesión, la de granuja, porque necesita de alguien con dignidad que, aún con ella, sea tan toreado como los demás. Otro colaborador de la tontería, con enojo, pero también engañado, como el que más.
Sin embargo, Pepito sigue siendo un farsante de poca monta, y eso solo le puede conducir por un camino, el del pitorreo final. Descubiertas sus intenciones, el perdedor pierde toda su vanidad y su orgullo es herido no exento de merecimiento por quienes actúan de jueces kármicos, con la verdadera perversidad que a Pepito le falta.

Es uno de los grandes exponentes de aquella España medio paleta, un esbozo de macho ibérico cazurro que perseguía suecas y alemanas creyéndose por encima de sus posibilidades, el fin de una época censoria y el inicio de una de destape que ya habían comenzado Landa o Martínez Soria con más recato que indiscreción. Pepito Piscina o Piscinas, como se prefiera, es un icono de su tiempo. ¡Qué tiempos! A su manera, ¡qué maravilla!.
John Dunbar
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