Haz click aquí para copiar la URL

Las manos en los bolsillos

Drama En los montes cerca de Piacenza, en un chalet antes lujoso y actualmente en ruinas, vive una familia burguesa casi totalmente aislada. La madre tiene cuatro hijos, está ciega y no se ocupa de su educación ni de la administración de la casa. En cambio, Augusto, el hijo mayor y jefe de familia, parece estar siempre pensando en el momento en que se marchará de esa casa. Sus hermanos Alessandro, Leone y Giulia muestran trastornos mentales. ... [+]
1 2 3 >>
Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
7 de marzo de 2008
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Italia había ofrecido al resto de Europa un naturalismo cinematográfico conmovedor. Y pese a una dura postguerra, la óptica de la supervivencia volvió a gritar al mundo que la vida es bella y merece la pena recomponerla. Bellocchio lo hizo a regañadientes. ¿Había una explicación? "Se necesita mucho pulmón y mucho estómago para no sucumbir al comportamiento lobuno de esta humanidad de la que todos formamos parte, y es necesario volver a respirar ese aire fresco de la verdad más contundente, aunque sea por medio del más terrorífico examen de situaciones, y se viva a merced de la patología humana peor entendida. Marco Bellocchio supo situar su película en la tradición más masoquista de Stroheim y de Buñuel. "Cine de la más sangrante crueldad".
Nos precede un amor incestuoso intuído en la protagonista femenina, efímera y espléndida Paola Pitágora, y más acentuado en el sádico, epiléptico y precoz asesino, Lou Castel. Y una simple y moderada cotidianeidad doméstica y familiar se afianza entre destellos diabólicos. Allí malviven, además de los turbios y sensuales Castel y Pitágora, una madre ciega, un hermano mayor más lúcido y patriarcal, y otro anormal, que sufrirán de forma irreparable la envidia, el rencor, la indiferencia, y una subrepticia lubricidad incestuosa, latente, como ya he dicho, entre los dos protagonistas principales. El joven Bellocchio, parece dejarse recrudecer en el peculiar tormento de cuanto nos está contando. No reniega a la excitación de su miedo, pues se siente incapaz de controlar los extrapolados mecanismos de esa belleza infernal y torturas peculiares que estimulan ciertos masoquismos. "I pugni in tasca" es en sí misma una "conducta", alevosa, un comportamiento, que, aunque no comprendamos y nos duela, también forma parte de los entresijos más enrevesados de los actos humanos, que jamás lograrán conseguir una respuesta concreta a su razón de existir en la tierra.

Lou Castel, iconográfico, sádico e inquisitorial, estuvo superlativo como actor. Un gran descubrimiento de Bellocchio, cuyos vestigios se perdieron para el cine meteóricamente. Pese a ser contemplado con enorme ternura, jamás es absuelto. Sentimos su vértigo, pero no podemos cerrar los ojos a ese hastío mesetario, de trágicos sentimientos aislados que propician todos sus actos criminales. Retorcidas diatribas contra la institución de la familia en general. ¿Sería éste un justo ultimatum firme y lacerante contra la humanidad?: "Somos así, y somos responsables de ser así"

Una pedagogía más exorcizadora de malos presagios, exclamaría: "Proteged a estos niños malos "con las manos en los bolsillos", porque, cuando suena la tormenta ante ellos, ¡nada soportan!"... Sí, porque hay momentos en los que nos merecemos disfrutar de discursos ideológicos muy diferentes a los que tan mal acostumbrados estamos. "I pugni in tasca" es la respuesta más contundente que recuerdo.

¡Todo mi aplauso para este Marco Bellocchio veinteañero! En V.O. please
pablo garcia del pino
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3 de octubre de 2007
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director italiano Marco Bellocchio expone en esta obra la constante búsqueda de la perfección moral, encarnada en un personaje que se debate entre reforzar los débiles vínculos que le unen a su familia o emprender una huida que se antojaría del todo irracional. El joven Augusto representa el anhelo de ciertas perspectivas amorosas, de felicidad, aparentemente alcanzables y que confluyen en la figura de Lucia. Su amor por ella, una chica burguesa, significa la evocación de tiempos mejores, cuando su familia, acostumbrada al lujo, no convivía entre unos muros en ruinas. Augusto pone el punto de cordura en un entorno oprimido por los ataques epilépticos que sufren sus dos hermanos, la ceguera de su madre y la infantil mentalidad de la que hace gala su hermana.
Estamos ante una obra de gran consistencia dramática, algo destacable habida cuenta de que se trataba del primer largo del autor. El progreso se antepone a la tradición como paradigma de la llegada de un nuevo orden, impasible ante las directrices de autoproclamados líderes sociales, encumbrados por cuestiones de sangre. Bellocchio desgrana una problemática que, a día de hoy, sigue vigente: la lucha de clases y la movilidad estamental.
La religión es, asimismo, un tema recurrente en el autor transalpino, quien se ha caracterizado en su trayectoria por promover la controversia ideológica en la pieza cinematográfica. La concepción de la fe en sus personajes se convierte en un factor esencial para su supervivencia, expuesto en mayor medida en obras como 'En el nombre del padre' (1971) o 'La sonrisa de mi madre' (2002).
Solal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
19 de agosto de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace más de 40 años un jovencísimo Bellocchio se estrenaba en la gran pantalla con esta película. Una obra que, desde luego, ha envejecido mucho mejor que su director.

A través de un guion sencillo, original e impactante se logra una sagaz crítica social con la que se refleja la decadencia material y mental de una familia de la burguesía rural italiana. Un retrato intimista capaz de condensar, en esencia, el declive de toda una clase social. La película pone en entredicho uno de los pilares de la moralidad burguesa: la familia. Cuestiona sus cimientos y las relaciones que se dan en su interior, desnudando así la falsa armonía con la que frecuentemente es idealizada. A través de un magnífico guion, Bellocchio hace saltar por los aires una situación ya de por sí extrema. Pareciera que la intención sea incomodar al espectador, revolverlo frente a los contradictorios valores que asume como propios.

La construcción y el desarrollo de los personajes son la piedra angular de su perturbadora trama. Las actuaciones son de diez, sobresaliendo en especial un imponente Lou Castel en su primer papel protagónico. Los cambios de registro son sutiles y magistrales: sus expresiones frías y violentas contrastan con gestos de dulce inocencia que le dan un carácter mucho más impredecible al personaje. Por último, destacar el bajo presupuesto que tuvo la película y la colaboración de dos grandes del cine como Silvano Agosti -montaje- y Ennio Morricone -música-.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Caturla
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
23 de agosto de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hijo de una familia burguesa, Marco Bellocchio, fue educado con las más comunes restricciones católicas, pero, la ocasión de desempeñarse como actor teatral, lo llevó a abandonar sus estudios de filosofía para estudiar dirección en el Centro Experimental de Roma. Después de dirigir varios cortos y documentales, se puso a pensar en sus propias vivencias y esto le dio material suficiente para estructurar esa semblanza de la decadencia social que se convertiría en su Opera prima y a la cual tituló, “I PUGNI IN TASCA” (LOS PUÑOS EN LOS BOLSILLOS), refiriéndose, seguramente, a la furia contenida por Alessandro su personaje principal. Premeditadamente, los incidentes alcanzan aquí cuotas de tragedia griega; la amoralidad pugna por escapar en medio de unas apariencias que se preservan a punto de explotar; pero, para Bellocchio, fue esa la manera de desfogar la rabia reprimida durante muchos años.

La historia fluye en un gradual crescendo, teniendo como eje central a una familia que habita en una villa, compuesta por una madre invidente, un hijo apuesto, Augusto, que pareciera llevar el timón, dos hermanos menores, Alessandro y Leone, que sufren de epilepsia -más manifiesta en el segundo-, y una bella herrnana llamada Giulia, por quien Ale siente un extraño afecto que se debate entre el amor y el odio… más cuando nota la predilección que ella demuestra por Augusto.

No obstante, la austeridad de medios, Bellocchio consigue mantener el interés por aquellas figuras que, para él, son símbolo de esa farsa social que tan cerca ha padecido, y las enfermedades que aquejan a la familia, parecieran verse aquí como símbolo del castigo que la vida les brinda por sus múltiples faltas y dobleces.

En su siguiente filme, “La Cina e Vicina”, volvería con esta suerte de asuntos, y cada vez más empapado de una realidad apabullante que quería transformar, terminó matriculándose en el Partido Comunista y se dedicó, los siguientes años, a un cine abiertamente comprometido.

“I PUGNI IN TASCA”, fue galardonado en el Festival de Cine de Locarno por Mejor Director y lo mismo ocurrió en el Festival de Venecia. Desde entonces, el nombre de Marco Bellocchio fue quedando en la memoria de la Crítica Cinematográfica, que siguió viendo cualquier título suyo con inevitable interés.

A resaltar, la actuación de Lou Castel quien, como Alessandro, posee la figura perfecta con ese rostro de chico desadaptado, pero, cuya frente ancha permite advertir una insospechada inteligencia que igual puede servir para hacer el bien o para producir una catástrofe; y también me gusta, Paola Pitágora (Giulia), con esa belleza cándida que pareciera no matar una mosca, pero que, puede ser de temer cuando se sienta acorralada. Su sorprendente personaje, quizás se sume con alguna acción a esa singular lista que iniciara Mania (“Hija de la Gran Ciudad”, Evgeni Bauer, 1914) y que, luego, continuarían Regina Giddens (“The Little Foxes”, William Wyler, 1941), Ellen Berent (“Leave her to Heaven", John M. Stahl, 1945) y Martha Ivers (“The Strange Love of Martha Ivers”, Lewis Milestone, 1946).

Título para Latinoamérica: LOS PUÑOS EN LOS BOLSILLOS
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
22 de diciembre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Indudablemente, aunque no lo estimaran así los tituladores hispanos, no es lo mismo tener las manos en los bolsillos, que tener los puños. Las manos laxas en la cálida faldriquera denotan inacción; mientras que si los que se esconden apuñados son los dedos retráctiles, la cosa comienza a resultar inquietante; este apretamiento oculto, suele acompañarse de una perturbadora mirada forrada de acero, y en el caso que nos ocupa, no exenta de una peligrosa y hasta cautivadora inteligencia. Alessandro es el vivo ejemplo de joven que embolsa "in tasca" dos violentas armas prestas a establecer un nuevo orden que corrija al fallido, sin tomar en consideración si el pútrido error tiene connotaciones naturales, divinas o humanas.

El joven Marco Bellocchio (26 años), parece que tenía bien claro de quién hablaba cuando decide escribir, y después rodar, sobre una familia burguesa en imparable deterioro económico y social; pero sobre todo atacada por la carcoma del aburrimiento, la enfermedad y el vacío existencial.
La casa señorial es un bunker en el que a fuego lento acaban carbonizándose las escasas ilusiones que pudieran haber caracoleado por las polvorientas estancias.
El infierno, más gris y mortecino gracias al blanco y negro, está efectivamente en la tierra y, como bien anunció Jean Paul Sartre, deberíamos saber que no es casual que la cara de sus príncipes coincida con la de miembros de nuestro círculo y del vecindario.

Maravillosa ópera prima alumbrada por una lucidez que no se corresponde con la edad del autor, que ha seguido en una trayectoria más que meritoria; aunque la crítica haya fustigado a Bellocchio injustamente por no conseguir, según ellos, los niveles de excelencia de sus inicios. Los "reduccionistas", y entre los "cítricos" del cine abundan, quemarían cualquier manifestación artística que estuviera por debajo de la obra maestra. Por tanto: Orson Welles debería haberse quedado quietecito después de Ciudadano Kane; Sidney Lumet tuvo la desvergüenza de seguir después de Doce hombres sin piedad; Kubrick tendría que haberse muerto tras Senderos de gloria y Luis Buñuel retirarse a un monasterio de clausura cuando concluyó, en 1950, Los olvidados.
Sinhué
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow