La voz humana

Puro artificio que ni siquiera Tilda Swinton logra salvar. Acaso el maravilloso perro que la acompaña tenga algo de la emoción del original.
Un nuevo texto en versión libre del de Jean Cocteau, protagonizado por actrices eminentes en el teatro, el cine y la ópera, con el propio Almodóvar dirigiendo a Carmen Maura unos minutos en una puesta más original que esta (La ley del deseo).
El resultado es una extravagancia que rehúye la tensión de un amor no correspondido con un prólogo disparatado y una confusión de ambientes: casa de lujo y parte trasera de decorados de cine... para un final arbitrario, puro capricho del director que deja a la primera actriz ridículamente contratada para semejante estropicio. Algo que ya se veía venir desde el cartel (donde promete algo que no se dará) y los títulos de crédito tan ingeniosísimos que cuesta mucho entender qué dicen.

En sus entrevistas Pedro Almodóvar siempre recuerda que su ilusión era incorporar el monólogo de Jean Cocteau "La voz humana" para una larga escena de "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Finalmente la idea se descartó, convirtiendo "La voz humana" en el eterno asunto pendiente.

Es precisamente ahora, con los cines desiertos por culpa de la pandemia, cuando Almodóvar decide dar forma a su viejo proyecto, adaptándose con destreza comercial a las limitaciones covid. Por un lado otorgando a la historia entidad propia (no como complemento de otra película) y por otro reduciendo la duración a media hora exacta. Y qué mejor manera de promocionar el cine que con la aparición del propio Almodóvar en la primera escena. Es Almodóvar en persona quien nos explica el cortometraje en un amable plano corto. Una introducción inusual pero rebosante de honestidad, donde Almodóvar se presenta como nuestro cómplice cinéfilo y nos contagia su cariño hacia el proyecto.

Tanto el monólogo original de Cocteau, como el de Almodóvar, parten de una incapacidad asumida. La imposibilidad de empatía sobre una historia de la que se desconocen sus causas. El espectador debe bucear, en la charla telefónica que vertebra la obra, para averiguar las motivaciones de la furiosa protagonista. Precisamente esa falta de antecedentes engrandecen el monólogo como una entidad aislada, que funciona como discurso universal de autoafirmación femenina. Una feroz arma de dialéctica pura.

Más que nunca Almodóvar enfatiza la teatralidad como constante de su estilo. Un escenario único, el interior de un moderno apartamento, que la cámara recorre hasta revelar con descaro sus bastidores. Un decorado de plafones de madera dentro de una enorme nave industrial de hormigón y metal. La actriz Tilda Swinton atraviesa con sus idas y venidas aquella realidad relativa entre el teatro y el cine. Un guiño metatextual cuya graciosa pertinencia salva al director de parecer tan pedante como Lars Von Trier en "Dogville".

Poca emoción para un concentrado ejercicio estético, donde la forma supera el fondo. Un Almodóvar barroco, tan cerca del diseño y lejos de su público como la distancia entre los platos deconstruidos de Ferran Adriá y la libreta de recetas de mi abuela. Licencias intelectuales que el director, desde su Olimpo cinematográfico, no necesita justificar como lo hace Woody Allen, adicto a la modestia.

Teatral, hiperestilizada y 100% Almodóvar, "La voz humana" es una obra extraña, que se siente a la vez novedosa y autorreferencial (casi más de lo que era "Dolor y Gloria"), un trabajo de madurez que mira al Almodóvar del pasado, lo reinterpreta y lo resume, y se atreve con un tono más experimental de lo que le permite habitualmente el formato largo.

El cortometraje es una adaptación libre de un texto de Jean Cocteau que Almodóvar lleva a su terreno. La heroína de esta historia se parece a otras que hemos visto en su filmografía. Es un animal herido, una mujer ante el abismo que sufre vértigo y deseos de saltar al vacío al mismo tiempo, intensa, amante y víctima de su propia pasión destructiva. Prima lejana de la Marisa Paredes de "La flor de mi secreto" y de la Carmen Maura de "Mujeres al borde de un ataque de nervios", es una mujer que ha de hacer frente al final de una relación, al cambio, al vacío de una nueva vida que la aterroriza. ¿Hay alguna pequeña posibilidad por pequeña que sea de salvar lo suyo? Pues mucho me temo que no.

El cortometraje se construye en torno a un largo monólogo de Tilda Swinton, tan magistral como demoledor, tan hipnótico como ampuloso y melodramático; artificioso en consonancia con el escenario, una nave industrial que haría las delicias del Lars von Trier de "Dogville" y que contiene el piso de la protagonista, la quintaesencia del piso almodovariano que tantas veces hemos visto, lleno de colores básicos y referencias a la cultura popular que van desde Alice Munro a Pablo Larraín y la soledad de la viuda "Jackie", Paul Thomas Anderson y el romance envenado de "El hilo invisible", o el Tarantino de "Kill Bill". Swinton no es Uma Thurman, pero su visceralidad y la capacidad de destrucción de su amor tóxico la emparentan con la novia vengativa de aquella película.

Todo funciona tan bien en "La voz humana" y la complicidad entre director y actriz es tal, que cuando termina sabe a poco. Quieres más de este Almodóvar. Quieres más de Tilda Swinton. Quieres que se lance a experimentar con el formato corto. O que vuelva al largo pero que cruce el charco de una vez, como lleva insinuando desde hace décadas.

Para terminar, añadir que en el apartado técnico destaca, como no podía ser de otra manera, Alberto Iglesias. Su partitura original es sublime, tan hermosa y rica como el mejor de sus trabajos. Se puede ganar un Goya por la BSO de un cortometraje? Debería.

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La producción es la típica de este Director; muy cuidada en el color, decorados, etc., pero siempre del mismo estilo. Se notan los apoyos económicos pero es como una mezcla de catálogos de muebles y una revista dominical de decoración, cocina, viajes y moda.
La Dirección es correcta, con alguna floritura y poco más, dado que tampoco tenía mucho tiempo y que el tema tampoco da mucho de si.
La Historia, por llamarle de algún modo, no es más que un monólogo adaptado de una obra de teatro. Como dura poco no se hace pesada. Tampoco se trata de algo novedoso que nos llame la atención.
La protagonista está en su papel, el único además del perro, que por cierto está muy bien. Puesto que es un monólogo, en el que la voz es lo más importante, no tiene mucho más que hacer. Para mi gusto un poco sobreactuada.
Resumiendo: como dura poco se ve sin problemas ¿Espectacular como para salir del montón? pues no.

No hay encorsetamiento en el minutaje al que condiciona 'La voz humana' por su formato cortometrajístico que distorsione la irrefutable certeza de que tanto el genial -que no genio- cineasta manchego, este nuestro Pedro Almodóvar, como la estrella británica Tilda Swinton, pertenecen, desde el prisma interpretativo y narrador que a cada cual corresponde, a un rango de personalidad e intelequia creativa tan peculiar como fascinantemente extraño. Pero sí, también equilibradamente adobado, al transcurso de cuatro décadas de ludismo pop, petarderío castizo, tragicomedia cañí -ojo, aquí no hay más brote de humor almodovariano que el palique entre la Swinton y el perro Dash- y fluctuación melodramática en una filmografía inexorablemente enraizada, visual y dramatúrgicamente, en los orígenes del surrealismo europeo. Por lo que recalar en la reinterpretación del material de quien es reconocido como pintor, poeta, dramaturgo, diseñador y cineasta, a la postre de estar bendecido por la nacionalidad del arte vanguardista, se ha antojado (más tarde que pronto) una cuestión formal de agenda y disponibilidad.
'La voz humana' es la tragedia, la impotencia e incertidumbre del abandono delineada por palabras de Cocteau, la paleta de color almodovariana y la agraciada, etérea indefinibilidad de Swinton.
La ecuación pinta magnífica, pero no da para tanto como prometía.