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Regreso a Ítaca

Drama Una terraza sobre La Habana, la vista panorámica de la puesta de sol. Cinco amigos se reúnen para celebrar el regreso de Amadeo después de dieciséis años de exilio. Desde el crepúsculo hasta el amanecer, recuerdan sus tiempos de juventud, el grupo que formaban, la fe que tenían en el futuro, y también su desencanto. (FILMAFFINITY)
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
15 de abril de 2015
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Regreso a Ítaca asistimos al reencuentro de un grupo de 5 amigos en La Habana, Cuba. Amadeo acaba de regresar, tras 16 años de ausencia en los que ha vivido en Madrid, y lo están celebrando. Los años han pasado y todos están contentos de verse, pero la alegría del momento está llena de amargura y nadie la oculta. Es tiempo para recordar, repasar lo vivido, lo dejado atrás, lo abandonado y lo que se ha ido sin más. Comprobar en qué punto de sus vidas se encuentran, con añoranza y resentimiento. Durante lo que dura la película, todos los personajes se lanzarán reproches, típicos de una amistad de más de 20 años, rememorarán historias de sueños, rotos y cumplidos, en cualquier caso agridulces, hablarán desde la tarde hasta el amanecer, permaneciendo en vela, mientras el propio país es partícipe de la reunión como un sexto miembro de la misma, finalmente el más importante en el desarrollo de sus vidas y en la formación de sus caminos.

Estamos ante la generación que acababa de nacer en plena Memorias del subdesarrollo (Tomás G. Alea, 1968), los niños de entonces ya han llegado a la madurez, tienen hijos, lo mejor de sus vidas ya ha pasado y ellos mismos lo dejan claro. Mientras, escuchan las canciones de su juventud en un reproductor de CDs, miran viejas fotografías, charlan, rien y lloran. La película se muestra crítica con el régimen cubano, algo obvio más allá de las ideologías de cada uno, porque vivir sometidos o en situaciones de pobreza acaba con la gente.

El valor de esta película reside en que el director, con la inestimable ayuda en el guión del escritor cubano Leonardo Padura, no necesita mostrar con hechos lo que les ocurre a los que allí viven para llegar al espectador, como tampoco hizo falta en el documental Shoah (Claude Lanzmann, 1985) para que sintiésemos en nuestras carnes el horror de los campos de concentración Nazis. Las experiencias, contadas por ellos mismos, sirven para hacernos sentir la dicha y la desdicha que ellos sienten, han sentido y sentirán. Sabes que, pase lo que pase, esas vidas no pueden volver atrás y recuperar lo que les han arrebatado. Es por ello que se debe aplaudir, también, la naturalidad de las actuaciones de todos los actores que participan en Regreso a Ítaca, así como el guión y la dirección, ya que se complementan a la perfección, realizando una cinta sencilla, impulsada por el estilo de Laurent Cantet, y un retrato de la Cuba actual vista desde una azotea de la capital. La estampa de la decadencia.

Como el Ulises representado en El desprecio (Jean-Luc Godard, 1963), Amadeo también echa una mirada a su tierra prometida, pero al contrario que en la película del 63, donde su vista sólo alcanzaba a ver mar y vacío, aquí él encuentra un paisaje nostálgico, abarrotado a la par que desolador, donde la pobreza se extiende bajo un halo de alegría propio —según dicen los Índices que miden nuestra felicidad— de las gentes iberoamericanas. El protagonista se encuentra con, en palabras de Serrat, aquellas pequeñas cosas que creía que el tiempo y la ausencia mató.
Fendor
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6 de mayo de 2015
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película.
Intenso estudio teatral sobre el fracaso, la amistad y la revolución. Se entrelaza con acierto y verdad la pequeña historia de los personajes con la gran historia cubana.
Un ingeniero quemándose las manos con las baterías, una oftalmóloga practicando el trueque con los clientes, un pintor malbaratando su talento con cuadros de usar y tirar y un "dirigentico" que dejó muy atrás su pasión por la escritura. Todos malviviendo, sobreviviendo, amargados y nostálgicos. Todos reciben con los brazos abiertos, y el cuchillo entre los dientes, al amigo que se marchó hace dieciseís años y los dejó en la estacada. Se confunde la alegría de volver a verle con el rencor por haberles abandonado.
La película son las horas que pasan juntos, tomando, bailando, comiendo, cantando y, sobre todo, recordando y haciendo examen de conciencia; una especie de dolorosa purificación colectiva, de confesión o canto general, de los abrazos y las ricuras a la verdad turbia de cada uno, tan sanadora como desoladora.
No es sutil, todo queda dicho y redicho; pero es compleja y sincera. Entendemos a todos los personajes en sus miserias y anhelos, con sus heroicidades, tristezas y, especialmente, cobardías, desilusiones y miedos.
El paso del tiempo como baremo implacable; fuerza destructora de esperanzas y ardores, marea invisible e imparable.
Y, de fondo, la política como arma de destrucción masiva. El ideal cruelmente pervertido, destruido; fue, en verdad, todo nada más que miedo; un martillo pilón que aplastó los sueños, las libertades y alegrías.
¿Qué hacer cuando ya no se puede creer?... Nada, charlar, desahogarse, decirlo, compartirlo, contarlo, beberlo y masticarlo. Seguirá doliendo mucho, pero será un poco más soportable.
Las nuevas generaciones, los hijos, serán un "producto maleable", tocado de muerte, indiferentes y cínicos, la supervivencia como único fin. O irse sin el apoyo familiar, un poco a la aventura, o quedarse convertido en parásito y ladrón. Panorama terrible el que plantea esta historia (no como Benito Zambrano).
Los actores están inmensos y los momentos musicales son maravillosos ("Fórmula V", "Serrat", "The Mamas and the Papas", "Bola de nieve"... ), paréntesis sentimentales en medio de la tormenta de afectos, afrentas y pérdidas sin cuento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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5 de mayo de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El muy estimable director francés Laurent Cantet viaja a La Habana para presentarnos una reunión entre viejos amigos en una terraza, en la que rememoran su pasado en Cuba, sus secretos y sus decisiones pasadas.

La entrega del quinteto principal es magistral, pareciéndonos que Cantet solo a puesto la cámara en una reunión de amigos, reforzando la honestidad de la propuesta y la profundidad y cercanía que los personajes están obligados a demostrarnos en este tipo de íntimas propuestas.

Lo más criticable es que el filme no ahonda el conflicto principal hasta el final además de que la teatralidad de este tipo de filmes puede tirar para atrás a los que busquen más virtuosismo formal y de acción.

Una película sobre como rememoramos el pasado en la madurez, además de una cercana película que busca exponer a través de la palabra y los sentimientos de los personajes el pasado de ese lugar único, en muchos sentidos, que es la tierra cubana.
JasenV19
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9 de agosto de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del pinchazo de "Foxfire: Confesiones de una banda de chicas" (2012) y tras su colaboración con otros directores en "7 días en La Habana" (2012), Cantet ha sabido "quitarse de enmedio" y observar con lucidez a un grupo de actores cubanos que consiguen hacer suyo el guión tras un comienzo algo forzado y que charlan sin parar durante 95 minutos en la azotea-minarete donde se vislumbra y respira como en la casbah argelina la realidad de un pueblo en este caso cubano que se quiso comer el mundo y el mundo se los comió.
Estos amigos, pasado el ecuador de sus vidas hacen balance social y personal, sacan a la luz sus mutuos reproches y acaban desnudando sus almas en un último intento de buscar refugio en la amistad a sus soledades personales.
Gran trabajo actoral para espectadores dispuestos a escuchar.
ELZIETE
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19 de abril de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuba es un país que en el imaginario colectivo permanece como un lugar de clima agradable, amigable, buen alcohol, mejor tabaco y un gobierno dictatorial (comunista/revolucionario para otros). Un lugar que en pleno siglo XXI parece anclado en otra época y que en los próximos años podría ver cómo cambia su suerte con motivo del acercamiento entre sus dirigentes y los de Estados Unidos, su rival desde hace décadas. Un acercamiento para incorporarse a ese mundo occidental/capitalista del que se renegó en su día y que parece ser, mal que pese, la única posibilidad de lograr un poco de progreso. Del régimen castrista y sus consecuencias en la población cubana han dado buena cuenta una gran cantidad de artistas de la isla caribeña, en diversos libros y películas muchas veces prohibidos en sus países de origen y ahora lo hace un realizador francés, Laurent Cantet que muestra esa visión del extranjero, tantas veces certera por estar libre de prejuicios.

Laurent Cantet saltó a la fama de la comunidad cinéfila al lograr en 2008 la Palma de Oro del Festival de Cannes con ‘La clase’, un fresco a la realidad de Francia de hoy a través de sus jóvenes estudiantes, con la presencia de varias razas y clases sociales y el valor que se da a la educación y al aprendizaje cultural. Cantet ya había dejado buenas sensaciones con filmes como ‘Recursos humanos’, ‘El empleo del tiempo’ o ‘Hacia el sur’, pero el galardón en Cannes fue su consagración definitiva. Sin embargo, su siguiente proyecto, ‘Foxfire: Confesiones de una banda de chicas’, rodado en Estados Unidos y en inglés, no le fue tan bien y sus últimas producciones han estado radicadas igualmente en el continente americano, aunque un poco más al sur. Después de rodar un episodio de la película colectiva ‘7 días en La Habana’, ha vuelto a Cuba para filmar su nuevo largometraje, ‘Regreso a Ítaca’. Cantet usa como inspiración el libro ‘La novela de mi vida’, del escritor cubano Leonardo Padura, para realizar un retrato sobre una generación decepcionada con el paso del tiempo y sus ideales de juventud.

Ítaca fue la patria de Ulises, a la que debía volver tras 20 años fuera de ella tras luchar en la Guerra de Troya, según la ‘Odisea’ de Homero. Una patria en la que le esperaba anhelante su esposa Penélope y de la que le separaban diversas dificultades. Amadeo regresa a Cuba tras años de ausencia y de una dura vida como inmigrante en España, aunque a diferencia de Ulises, los que allí le reciben le dejan claro que tampoco están deseosos de que vuelva para quedarse. Amadeo quiere recuperar las sensaciones de su juventud, pero sus amigos le recuerdan que los ideales de aquellos años se han ido al carajo y los que fueron unos jóvenes ilusionados ahora son cincuentones amargados por una vida a la que no han podido o no han sabido adaptarse.



Jorge Perugorría (‘Fresa y chocolate’, ‘Cosas que dejé en La Habana’) es el más conocido en nuestros lares de un elenco protagonista que cumple con solvencia a la hora de encarnar a ese grupo de cincuentones frustrados. El personaje de Perugorría es el clásico trepa que renuncia pronto a los ideales, al darse cuenta de que con ellos no irá a ningún sitio y prefiere valerse de mentiras y artimañas para vivir más cómodamente, sin duda el mejor instalado del grupo de amigos. El resto mantuvo sus convicciones y con ellas nada les ha ido mejor, teniendo que vivir de empleos precarios. Amadeo quiere volver a Cuba para escribir y sentirse protagonista de su propia vida, algo que abandonó cuando emigró y solo pudo preocuparse de cómo sobrevivir. Sin embargo, los suyos le aseguran que regresar no le aportará nada y que el camino artístico en un país como el suyo es poco recomendable, donde muchos viven de chanchullos y trapacerías.

El relato de ‘Regreso a Ítaca’ puede recordar en cierto modo a los años últimos del franquismo y la Transición en España (incluso en referencias musicales populares en aquellos años, como el ‘Eva María’ de Fórmula V y Joan Manuel Serrat), donde una generación se examinó al término de una dictadura que se había extendido durante décadas y los que mejor salieron librados fueron aquellos que se adaptaron como camaleones y abrazaron el nuevo orden como si nada, haciendo bueno aquello del “donde dije digo, digo diego”. Mientras tanto, los íntegros se quedaban a dos velas, como plantea el filme de Laurent Cantet, que deja una amarga conclusión sobre cómo funcionan las cosas en Cuba en particular y del resto del mundo en general.



La puesta en escena de Cantet es abiertamente teatral, con unos pocos personajes enclavados en el mismo escenario y donde la acción se desarrolla a través del diálogo. Sin embargo, eso no significa que sea una narración estática, pues la terraza donde transcurre la mayor parte del metraje nos brinda una panorámica de La Habana y a la terraza llegan los ruidos de la calle, de música a elevados volúmenes, de gente con disputas amorosas, de celebraciones deportivas e incluso de cerdos sacrificados a plena luz. Ligeros apuntes para conocer la naturaleza de un pueblo vitalista a pesar de las dificultades. Porque en ‘Regreso a Ítaca’ hay reflexiones amargas, pero también hay cabida para el humor, incluso cuando la situación no es la más adecuada para sonreír. Porque sus protagonistas tienen cosas que echarse en cara, pero no por ello dejan atrás la amistad, que también tiene ese componente de decirse entre ellos lo que no le permitirían a cualquier otro.

‘Regreso a Ítaca’ es una notable película que habla de la contradicción los ideales que concebimos y que nos ayudan a seguir hacia adelante y las frustraciones que vienen cuando no se cumplen. Esa tensión entre la ilusión personal y la realidad que es uno de los grandes temas del cine de su director.
travis braddock
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