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Más allá del Missouri

Western. Aventuras Hacia 1830, varios tramperos, entre ellos Flint Mitchell, se dedican a la caza en los inexplorados territorios de Montana e Idaho. Para evitar que los indios Pies Negros le corten la cabellera, Mitchell se casa con Kamiah, la hija del jefe de la tribu. (FILMAFFINITY)
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
10 de marzo de 2009
31 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los westerns más celebrados del realizador William A. Wellman (“Incidente en Ox-Bow”, 1943). El guión, de Talbot Jennings (“Rebelión a bordo”, Lloyd, 1935), desarrolla un argumento de Talbot Jennings y Frank Cavett, inspirado en el segundo volumen de la trilogía histórica escrita por Bernard DeVoto, titulado “Across the Wide Missouri” (1947). Se rueda en escenarios naturales de Colorado (EEUU). Producido por Robert Sisk para la MGM, se proyecta en público por primera vez el 1-X-1951 (EEUU, preestreno).

La acción dramática tiene lugar entre los años 20 y 30 del s XIX en los territorios montañosos que actualmente forman parte de los estados de Montana e Idaho, entonces ocupados mayoritariamente por tribus indias del grupo de los Pies Negros. El aventurero, comerciante y trampero Flint Mitchell (Gable), junto con una partida de cazadores, montañeros y proveedores de mercancías para los indios, se adentra en las tierras del Alto Missouri, no exploradas todavía. Su objetivo es cazar castores, secar sus pieles y venderlas a buen precio a mayoristas de las zonas del Medio Oeste. Entre sus compañeros de aventura figura el capitán Lyon (Napier), escocés veterano de la batalla de Waterloo (18-VI-1815); Pierre (Menjou), un trampero francés conocedor de la lengua de Pies Negros; y otros. Para evitar problemas con la población indígena se casa con Kamiah (Marqués), hija de un jefe indio, de la que se enamora sincera y apasionadamente.

El film suma acción, aventura, romance y western. Destaca sobre todo la espléndida actuación de Clark Gable en uno de sus pocos papeles en un western. Borda su actuación, poniendo de manifiesto su madurez personal y artística. Le da réplica el belicoso Corazón de Hierro (Montalbán), jefe indio de la guerra. La cinta muestra simpatía por los indígenas, defiende los matrimonios interraciales, elogia el mestizaje y propone el entendimiento y la colaboración con la población indígena. Al mismo tiempo se complace en mostrar la amalgama de nacionalidades diversas que se da entre los aventureros y montañeros llegados de fuera, de modo similar a lo que ocurre en su obra posterior, “Caravana de mujeres” (1951). El relato se desarrolla pausadamente, combinando humor, drama, acción, suspense y camaradería. La narración es rica en matices y detalles. Destacan su sobriedad, emotividad y toques líricos. Presenta una excelente dirección de actores y un acertado aprovechamiento del paisaje abrupto, soberbio y magnífico de las Montañas Rocosas, que deviene un protagonista clave del relato.

Es poco común la época histórica a la que se refiere a la acción. En pocas ocasiones los westerns abordan historias de la primera mitad del XIX y raramente se refieren a los primeros años del siglo. Los relatos del Oeste se suelen situar en el período 1850-1900.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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17 de julio de 2009
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wellman es un director que me encanta y que para mi desgracia se prodigó sobre todo en dos géneros que me aburren un huevo: western y bélico. Pero no pasa nada, porque siempre se las arregla para elaborar un material de primera toque el género que toque. En su visión limpia del mundo y su amor por la naturaleza, los grandes paisajes y el sustrato puro de la humanidad, "Más allá del Missouri" recordará a más de uno las ingenuas epopeyas de John Ford. Pero Wellman no es tan ñoño como el irlandés (aunque tiene la misma tendencia a lo aleccionador) y los detalles que me irritan en Ford no los encuentro en sus películas. O bueno, están más atenuados.

La vida de unos tramperos y su relación con las tribus indias, allá por el siglo XIX en los technicoloridos parajes de las Rocosas da como resultado una bonita película de aventuras entrañables, con pasajes tanto de humor, como de amor y drama, todos bien trabajados por el talento incomparable del director que convierte una historia que otro hubiera hecho arquetípica y aburrida en un fresco lleno de vida en el que es inevitable implicarse con cariño. Clark Gable y la plétora de granujas que le acompañan rebosan tanto encanto que la sensación no es la de estar contemplándolos, sino la de formar parte de sus vidas mientras dura la película. La historia de amor entre Gable y la india, bien trabajada, no me sobra como suele pasar en la mayoría de las películas de aventuras. Y los paisajes -valor asegurado en un filme de Wellman- dejan sin habla.

El desarrollo, lástima, está lastrado por una voz en off muy innecesaria y por la impresión de que estamos más ante una película "de escenas" que ante una obra redonda en sí. Sin embargo, en líneas generales, resulta un filme hermoso, entretenido, con una música soberbia y unos personajes que enamoran. Además sale un lindo plano de un castor construyendo una presa. ¿Se puede pedir más?
Neathara
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23 de marzo de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
092/16(15/03/10) Emotivo y humanista tributo a los pioneros tramperos que agrandaron las fronteras de Estados Unidos. El siempre eficaz William A. Wellman realizó este film que la productora mutiló, de ahí su corto metraje, que además añadió la voz en off que adorna el relato, no sé cómo era el metraje suprimido, pero lo que es la voz en off le queda muy bien, le da un tono nostálgico delicioso que sirve para dar más empaque y solidez a esta historia de aventuras. La cinta alterna de forma brillante varios géneros como el de aventuras, western, drama, humor y el romance en medio de parajes naturales de una belleza salvaje inmensa. El relato es una oda al entendimiento entre diferentes razas, en un mundo que estamos condenados a entendernos, con una transgresora y bella historia de amor entre un cazador blanco, Flint Mitchell (carismático Clark Gable) y Kamiah (María Elena Marques) que sin estar casados (Ave María Purísima!) llegan a tener un hijo, que es el narrador. Asimismo es un magnífico canto a la naturaleza enaltecido por la admirable fotografía de William C. Mellor (curiosamente nacido en Missouri), ganador de dos oscars, un especialista en retratar la naturaleza salvaje y los espacios abiertos como ya dejó patente en ‘Colorado Jim’ y ‘Gigante’. La cinta posee una galería de personajes entrañables, gentes de diferentes países que son un reflejo de lo que es U.S.A., un crisol de razas y personas de diferentes lugares del mundo. La cinta está plagada de escenas maravillosas, resaltaría dos una que es un deleite de simbiosis entre espíritu aventurero, humor, chute de ganas de vivir que es la pelea-pasatiempo que se produce al principio entre casi todos los tramperos y en un momento dado aparece un indio con una armadura como Robocop, los peleantes le arrean y se hacen daño, él ni se inmuta, la otra es la espectacular persecución que Flint y el indio malo hacen a un caballo con un bebe enganchado, para acabar en un crepuscular duelo en medio de un bosque, que un estupendo giro del guión nos entronca con la competición del principio que nos habla que lo importante en entre esta gente no era apuntar bien, si no recargar rápido, excelente. Film recomendable a todos los que gusten de buen cine. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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15 de mayo de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
William A. Wellman fue uno de los pioneros del cine americano. Comenzó en el cine mudo (ganó el primer Óscar de la historia con "Alas", en 1929) y siguió su trayectoria, ya como director consagrado, en el sonoro. Tuvo una gran carrera que duró hasta 1958.
Esta película es de 1951, pero en ella se aprecian todavía todas las características del nacimiento del cine: son películas primitivas, sencillas, optimistas y vitalistas; es como si se celebrase el propio arte; la posibilidad maravillosa de poder contar historias de una forma nueva; un medio que te permitía acercarte a la realidad sin filtros, contar las cosas de manera directa y contundente para así llegar con más facilidad a la gente, apelando sobre todo a los sentidos. Lo que priman son las narraciones simples, la abundancia de acciones y la poca elaboración de los personajes. Son historias infantiles e ingenuas en las que los actores representan arquetipos rígidos y en las que no hay ni matices ni ambigüedad ni complejidad. En este caso se cuenta una bonita fábula sobre los cazadores que descubrieron territorios inexplorados. La película es un canto a estos pioneros y, a través de ellos, a todo el pueblo americano y al modo en el que este se abrió camino y formó. La única nota discordante que cabe poner es la utilización del papel de los indios; en la película tratan de mostrarnos cómo la convivencia entre los pueblos era maravillosa y que los problemas los provocaban las ovejas negras de uno y otro bando. Es poco creíble esa teoría; es más lógico pensar que se trataba de una guerra en la que ambas partes luchaban por el mismo territorio y en la que eran imposibles las medias tintas; por lo tanto, se trata más bien de un revisionismo populista típico del cine americano de aquella época.
Ferdydurke
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9 de noviembre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que se recuerdan por una escena, por unas imágenes que no desaparecen de la memoria colectiva. Por ejemplo: una avioneta fumigadora persiguiendo a un hombre; un crimen en la ducha de un motel, un baño en la fontana de Trevi; un camarote lleno a reventar; un viejo soldado hablando a su esposa fallecida mientra coloca unas flores en su tumba; la estatua de la Libertad semienterrada en una playa, un cazador confundiendo a Chaplin con un pollo, y así podría completar todo un folio. Esta pequeña película en duración, pero grande en lo artístico, siempre será recordada por tres escenas: un jefe indio dentro de una armadura, un bebé atado a la silla de un caballo desbocado y un disparo cuya baqueta atraviesa a un hombre. Por supuesto que este western atípico de Wellman es mucho más que unas determinadas escenas, incluso siendo masacrada por la productora MGM, y con una superpuesta voz en off, la película sigue siendo atractiva.

Una especie de western de aventuras, la contemplación de la vida en un tono cercano al documental, la de unos pioneros al pie de las Montañas Rocosas, la exploración de un territorio habitado por sus moradores nativos, los indios “Pies Negros”. La vitalista mirada de un cineasta formado en el cine mudo, al que bastaban las imágenes para transmitir su discurso humano y ecológico, su deslumbrante uso del paisaje, su fisicidad intrínseca permite sentir el aire fresco y limpio de un territorio grandioso y salvaje. La difícil vida de los tramperos blancos en coexistencia con los pieles rojas del que se enfrentan dos culturas. Seres sin fronteras más allá del horizonte incierto donde acechan los peligros naturales del territorio. Una trama conmovedora, llena de lirismo y romanticismo a la vez, donde no falta el humor noble.

Sus secundarios enriquecen una trama que les convierte en protagonistas corales de la épica de un periodo histórico para los pioneros del Oeste. La violencia está presente pero como un episodio más de los avatares del trampero y cazador. Gable luce su palmito de galán y a la vez explorador en un matrimonio interracial. El sentido afectivo por la familia, el realismo natural de sus escenas de celebración, sus bailes y canciones tradicionales tantas veces escuchadas que nos evocan la nostalgia de aquellos héroes, pero desde una perspectiva nada enfática ni solemne. Todo el film transmite una emotiva sencillez y armonía. Wellman pertenecía a ese tipo de modestos pioneros, maestros del cine que al morir se llevaron consigo el secreto y la magia del celuloide.
EL ALBATROS
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