Asesinato por contrato

Se encuentra uno con otra cinta más de esa serie b americana, de alma negra, y no espera más que lo de siempre: sorprenderse ante el buen, buenísimo cine que se llegó a hacer en esa época. Siegel, Fleischer, Ulmer…directores que se desmarcaron de las reglas de juego establecidas en los grandes estudios para adentrarse en el terreno de la improvisación, de la libertad y de la pericia.

Y la primera sorpresa que nos depara “Murder by Contract” es fascinante. Como si de un polar francés se tratara, Lerner filma una película con todas las características que luego aflorarían brillantemente en el cine de, por ejemplo, Melville. Ese soniquete musical sesentero, ese estudio profundo del personaje a través de su mirada, de sus comportamientos, esa abstracción que rodea parte de la cinta…todo nos induce a pensar que lo que vemos no es un film americano, sino un producto del más profundo y excepcional cine francés. No me cabe la menor duda de que este film anticipa claramente a la fantástica “Le Samouraï” (Melville, 1967); y no solo en el argumento o en el desarrollo de la historia de un frío y perfeccionista asesino a sueldo, no. Va más allá de simples coincidencias. Es el espíritu, los matices. Los aires de ambas cintas provienen del mismo lugar.

Así, Lerner nos hace el retrato perfecto de Claude (imponente Vince Edwards), un ciudadano ejemplar cuyo trabajo no alcanza para poder comprar su sueño, una casita en Ohio River. De esta manera, se inicia en el mundo criminal realizando “contratos” para un “agente inmobiliario” por los que es generosamente remunerado. Después de algunos asesinatos, grabados en elipsis con un resultado brillante, Claude se tiene que trasladar a L.A. donde tiene que ocuparse de una testigo que va a declarar en el juicio de un pez gordo. A partir de su llegada a la gran ciudad, Claude se desnudará ante el espectador mostrando su implacable manera de actuar y dejando ver sus fobias, sus manías y sus miedos. El desarrollo del personaje es brutal, antológico y culminará en un final inolvidable.

“Es la película que más me ha influido. Había puesto un extracto de ella en Calles Salvajes, pero tuve que quitarlo porque era muy largo y un tanto esotérico. Hay una escena de entrenamiento físico que recuerda mucho a la de Taxi Driver. En Taxi Driver traté de reencontrar el espíritu de Murder by Contract. Lerner era un artista que sabía trabajar taquigráficamente, como Bresson y Godard. Esta película nos avergüenza a todos, por su economía de estilo, sobre todo al principio, en la escena del asesinato en la peluquería. Vince Edwards está sensacional en el papel del asesino incapaz de matar a una mujer. A los tipos del barrio que no sabían nada de cine les gustaba Murder by Contract. Les gustaba la película simplemente porque veían en ella algo único.”

Palabras de Scorsese que espero que, junto a las mías, les animen a ver un film único e irrepetible. Disfrútenlo.

Bueno, mi erección no fue tan poderosa y rosácea como la de Ricky pero se alzó orgullosa, de todo modos. Y la verdad es que según se desperezaba aquello apuntaba al cielo con firmeza, con los diez minutos iniciales más memorables que me he echado a la retina en los últimos meses, que presentan al asesino a sueldo que protagoniza el relato a base de diálogos incisivos y cortantes, fantásticas elipsis, una eficacia, una sutileza y una economía narrativa tremendas y un tema central, extremadamente deudor de la archiconocida partitura de El Tercer Hombre, que acompaña a la acción en todo momento. Uno se dice, madre mía, lo que se me avecina. Pero por desgracia acaba por no ser para tanto y la película no mantiene ese nivel a partir de entonces. Pese a todo es un disfrute. Ese aroma añejo e inconfundible, oh, ese aroma, del cine negro de toda la vida la inunda de cabo a rabo. Se beneficia de una atmósfera que la hace especial y de un guión bastante original, dentro de los parámetros del género, que a pesar de todo acaba por no serlo tanto y es agarrado de la cabellera en momentos puntuales más de lo deseable, pero el tal Irving Lerner, que vio su carrera pasar entre la serie B y la televisión, hace un buen trabajo tras la cámara. Pero la serie B es lo suyo, no cabe duda. La película trae a la memoria joyas también consideradas de serie B como Blast Of Silence o Detour, pero no atesora la calidad y la negrura de la primera y no le llega a la suela de los talones a la segunda. Pese a todo, cualquier amante del género tiene asegurado aquí, ya digo, una erección respetable.

Me ha sorprendido, sin duda. Y la música tiene mucho que ver, es una banda sonora melodiosa muy adrede para acompañar la personalidad melancólica del asesino. Perfecta para el carácter que quiere tomar la acción.

Hay que tener en cuenta que desde el inicio, al asesino se nos presenta en su intimidad, reposadamente, y que luego convivirá con dos colegas y pasarán los días de forma ociosa, para acentuar una trama expectante, y a pesar que uno de ellos se pone nervioso queriendo ver el método de actuación del asesino, el espectador no se impacienta, al revés, sigue la escrupulosa intromisión con interés y detenimiento. De alguna forma, convive familiarmente con ellos.

El asesino es un hombre frío, calculador y culto, tiene sus estudios. Choca que con lo juicioso que es, en el momento oportuno suelte con toda tranquilidad y convencimiento que la mujer procede del mono, e igual que el mono, es muy curiosa e impredecible; lo cual le fastidia porque es un objetivo de actuación imprevisible.

El caso es que la película tiene un visionado altamente curioso, por su ritmo y su trama presentada de forma diferente, por lo que si nos atenemos a lo dicho y a lo visto, se puede admitir que es una película de lo más recomendable.

Al margen de las grandes producciones, las películas de série B encontraron su pequeña parcela en la que desarrollar historias en las que la imaginación y la inventiva suplía con creces la falta de medios. A esto hay que añadir la libertad que gozaban guionistas y realizadores.

Irving Lerner nos presenta un film prácticamente desconocido, cuya trama gira sobre un asesino a sueldo, Claude (Vince Edwards), el cual no es presentado como un tipo normal y corriente, con trabajo habitual que busca un cambio de "oficio" para aumentar sus ingresos y poder comprarse una casa. Difícilmente podríamos encontrar en producciones importantes un retrato parecido ni mucho menos un protagonista tan frío y metódico. La cámara sigue en todo momento a Claude, de forma que asistimos a su rutina diaria mientras espera una llamada. Con buen criterio, Lerner evita la repetición de acciones, para evitar que el film decaiga a la monotonía o incluso al aburrimiento. Quizás por eso, Claude apenas se está quieto, ni siquiera en su pequeño apartamento, mientras escuchamos los acordes de una guitarra que van acompañando las imágenes.

Una vez presentado a su personaje y sus métodos, la trama le lleva a Los Angeles, donde debe ejecutar un encargo importante, aunque durante los primeros días se dedica a actividades tan banales como la pesca, ir al gimnasio, pasear, para desesperación de los dos tipos que deben prepararle el terreno. Así, Lerner acentúa la imágen de tipo frío, distante, desapasionado, prácticamente una máquina de matar engrasando sus engranajes. Sin embargo, en el último tramo, veremos que dicha imagen tampoco es especialmente acertada.

Sorprende la cotidianeidad con la que nos es mostrado el protagonista. Parece mucho más propia del cine de los 60, y en concreto del cine francés. También es curioso el empleo de un tipo de película que la acerca al documental, y da cierta sensación de realismo, de inmediatez, y con un mayoritario empleo de escenas diurnas, lo que rompe totalmente con las habituales películas de género que tienen lugar en suburbios, reuniones clandestinas, y una puesta en escena expresionista. En general se trata de un film interesante y raro a partes iguales que los amantes del género negro no deberían perderse.

“Asesinato por contrato” nos acerca a la figura de un despiadado asesino a sueldo que cumple sus encargos con eficiencia y la precisión de un cirujano, investiga el entorno, afianza su posición y elimina el objetivo sin más opciones.

Dentro de esta figura tan reprochable, a quien da vida un más que convincente Vince Edwards (secundario en un buen puñado de films y cara conocida por aparecer en la primera película de Kubrick, “Atraco perfecto”), nos encontramos con un hombre que sigue sus propios parámetros y códigos, escogiendo sus objetivo en base a sus premisas vitales, lo cual lo hermana irremediablemente con ese otro asesino a sueldo francés que todos tenemos en mente y que catapultó a Alain Dellon al olimpo de las estrellas del cine.

La película se vuelve más interesante aún cuando al asesino descubre que su próxima víctima es una mujer amargada, pianista de profesión, que vive encerrada en su propia mansión, y es justo en ese momento, cuando comienza la guerra con sus propios demonios interiores.

El final, precipitado y muy apresurado, desmejora toda la experiencia cinematográfica y lo aleja de esa joya de culto que podría haber sido, pero que por desgracia no será jamás.