A cada uno lo suyo

Durante casi diez años, el tándem Elio Petri-Gian Maria Volontè se convirtió en el azote de las fuerzas vivas italianas, es decir, la hermandad formada por la Democracia Cristiana, la mafia y la iglesia católica. Desde posiciones cercanas al PCI, pusieron en solfa a las instituciones y a la complicidad entre los tres grupos antes citados (salvo en La clase obrera va al paraíso, protagonizada por Ugo Tognazzi). Con el tiempo, lo que en esa época nos parecía rompedor se ve ahora engolado y anclado en tics cinematográficos arrinconados (el uso del zoom, cierta interpretación histérica de Volontè, la forma de cargar las tintas sobre determinados personajes), pero queda el valor testimonial de plantar cara a algo que era vox populi, pero nadie se atrevía a denunciar.
El argumento de A cada uno lo suyo es clásico: un valeroso profesor izquierdista quiere averiguar la verdad sobre la muerte de dos personas durante una partida caza, muertes que apestan a mafia. Para colmo, se enamorará de una de las viudas (Irene Papas sin bigote), lo cual acelerará el previsible desenlace. Muerto el perro se acabó la rabia, y la viuda contraerá matrimonio con su ex amante, el político corrupto de turno y gran amigo de la mafia, todo ello bendecido por el representante de la iglesia local, tal como testimonia la última escena, descaradamente propagandística y pedagógica. Se trata de un drama algo deshilvanado (sospecho que la novela de Sciascia debía ser mucho mejor), con una irritante banda sonora de Luis Bacalov y la habitual prestación "bigger than life" de su protagonista, siempre con los ojos húmedos y el lenguaje corporal de alguien cuya psique no se encuentra en su mejor momento. Le acompañan la diva griega, en plan Electra, y el atildado Gabriele Ferzetti, muy en boga en aquellos tiempos. Ver la película ha sido un claro ejercicio de nostalgia: es un tipo de cine que se ha perdido en la historia, en el cine y en la evolución de un país en que siguen mandando los de siempre adoptando otros formatos.
La copia en DVD a la que tuve acceso carece de subtítulos, mucho ojo. Para amantes del viejo cine político a la italiana.

La calidad de la versión que he visto es bastante mala pero, a pesar de ello, la película no deja de ser interesante. La trama -basada en la novela de Leonardo Sciascia- es entretenida y Petri le pone empeño. No está a la altura de su "trilogia della neurosi" pero el inconfundible sello del director se refleja en la mirada social y política que este le estampa. Se trata de la primera obra en la que Petri trabaja con Ugo Pirro, guionista estrella de sus películas más destacadas. Gian María Volonté, como siempre, excelente -también en su primera colaboración con el director-, al igual que Irene Papas. Para pasar el rato no está mal.

Uno de los principales preceptos del derecho romano reza en latín: Suum cuique tribuere (Dar a cada uno lo suyo), el cual también se expresa de otra manera: Unicuique suum (A cada uno lo suyo). Esta frase, es la que da título a la película de Elio Petri y aparecerá, en latín, en el anverso de la palabra que, el profesor Paolo Laurana, desprende del amenazante anónimo enviado al farmacéutico.

Pero… ¿si será que cada uno recibe lo suyo? El director tiene su propia respuesta, y aplicada a nivel social hemos de ver si da en toda la diana. También surge otra importante pregunta, ¿tendrá algún sentido que la cita, en latín, aparezca en aquel trozo de periódico? Vale tener en cuenta que, Unicuique suum, es un lema que, escrito en alemán (Jedem das Seine), figuraba en la entrada del campo de exterminio en Buchenwald, Alemania, y también aparece en la portada del periódico L’Osservatore Romano.

Hay que ver esta notable película para comprender que, Elio Petri, sabía muy bien lo que hacía y que, su crítica social, no busca hacernos felices, pero, es seguro que nos deja más claros porque apunta a la verdad.

Fue este el primer encuentro entre, el director italiano y el escritor Leonardo Scascia (1921-1989) un hombre de izquierda que, tras ejercer la docencia durante dos décadas, llegó al cargo de diputado. Novelista de sonoro éxito, Scascia (pronúnciese Sha-sha) fue, como hombre de Estado, un opositor y franco adversario de las maquinaciones mafiosas y de la corrupción política imperante en el mundo y en su país.

“A ciascuno il suo”, es una novela que publicó en 1966, para la cual se basó en el asesinato, seis años antes, del Comisionado de Seguridad Pública de Agrigento. Fue su segunda novela policíaca después de, “Il Giorno de la Civetta” (El Día de la Lechuza), que también fuera llevada al cine bajo la dirección de Damiano Damiani, y de la libre adaptación se encargaron Elio Petri y Ugo Pirro, quienes estructuran un clima de intriga que sólo se resolverá en los últimos interesantes minutos, comprometiendo a ciertas instituciones que no lucen tan limpias como debieran.

Es una suerte de conspiración política, lo que nos ofrece, “A CADA UNO LO SUYO” y, Gian María Volonte’, nos ofrecerá a un comedido y empecinado antihéroe al que, quizás, podamos asemejar a Ícaro, el recordado mito griego al que su padre, Dédalo, conectó con cera unas alas para que pudiera volar, recordándole, luego, el peligro que podía significar acercarse demasiado al sol.

Gabriele Ferzetti es el abogado Rosello, un hombre que mueve con habilidad los hilos del poder; e Irene Papas es Luisa Roscio, la esposa del médico que, a diferencia del farmaceuta, no ha recibido ningún tipo de amenaza… y por cuya muerte van a ser juzgados tres pobres analfabetas.

¿Hasta dónde llegan las abominables acciones de los poderosos? Es una pregunta que no tiene definitiva respuesta porque, cuando son arrogantes, éstos no conocen límites, pero, con su película, Elio Petri nos da una idea de cómo es que funcionan las cosas.

Título para Latinoamérica: AÚN MATAMOS A LA ANTIGUA

Elio Petri era una persona cercana al Partido Comunista Italiano. Gian Maria Volonté, también. Y juntos hicieron algunas películas de contenido inequívocamente político en las que sacaban a relucir problemas relacionados con la represión policial, los conflictos laborales...y claro, la mafia y sus tentáculos de corrupción.

Este último tema es el eje central de esta película, que arranca con la muerte a tiros en una cacería de dos hombres: un farmacéutico mujeriego, promiscuo y con especial afición por las criadas y campesinas de corta edad, y un médico al que en principio no se le conoce ninguna "falta" capaz de justificar su asesinato. De modo que se da por hecho que el objetivo era el farmacéutico, el motivo un asunto de faldas, y el médico un "daño colateral". Pero un profesor izquierdista algo excéntrico (Volonté) y la viuda del médico (Irene Papas) no están muy convencidos, se ponen a investigar...y los hechos no son lo que parecían...lo que traerá consigo otros problemas...

La historia se desarrolla entre un pequeño pueblo siciliano que nunca se nombra (y donde todo se sabe) y Palermo, y está ambientada a la perfección, con un gran trabajo de puesta en escena, fotografía, decorados...las interpretaciones son bastante buenas, los diálogos son sólidos y la trama avanza de forma ágil gracias a un guión bien trabajado, con giros no siempre muy sorprendentes pero siempre coherentes con lo que se cuenta. Los aspectos de intriga y de crítica social están muy bien conseguidos, no tanto la subtrama romántica, que en ocasiones resulta un poco forzada, siendo en mi opinión este aspecto el principal lunar de una película en todo caso muy interesante.

Recomendable.