El guantelete verde

Después de Gilda, Glenn Ford vuelve a enfrentarse con George Macready en este interesante film con buena carga de misterio y acción. Tendremos que aceptar que el desarrollo es confuso en parte, algo complicado de explicar pero es una sensación secundaria que no quita valor a la película. El asunto es que un ex teniente del Ejército regresa a Francia donde luchó contra los nazis e hizo un prisionero, George Macready; identificamos a este personaje como el típico buitre que sabe sacar partido en un escenario lleno de desgracias. Glenn Ford es el teniente que ha caído en una zona de combate dentro del avance norteamericano y debido a la serie de acontecimientos que le ocurren desde ese momento, decide regresar una vez acabada la guerra.

Y el lugar es un pueblo montañoso cerca de Monte Carlo, el típico pueblo pintoresco de casas de piedra y calles empinadas. La historia gira acerca de una reliquia muy valiosa, el guantelete verde, que se exhibe en la iglesia del pueblo, al lado de la tumba del santo que en sus tiempos mozos fue un guerrero siguiendo el estilo de Santiago Cierra España, ya que en su última batalla por liberar a su pueblo expulsó a los moros de aquella zona montañosa. Algunos macguffins suelen ser muy chorras pero en este caso el guantelete va cargado de historia y lo acompañan escenarios góticos, lugares pintorescos y personajes muy definidos.

Pero antes el ex teniente aparece en París y allí se produce el detonante de la intriga con la presencia de Geraldine Brooks; ambos inician una aventura con persecución en la que Rudolph Maté sabe sacar partido a los personajes y al ritmo para que el conjunto resulte creíble y apropiado. Una buena apuesta de decidirse uno a verla.

Distraída pero también algo rutinaria y al final bastante discreta cinta de intriga con elementos de genuino género negro, que contiene un buen elenco interpretativo, pero que, sobre todo en su primera mitad, no posee un buen ritmo que haga se la siga con verdadero interés.
El tercio final es el mejor, con buenas escenas de acción.
Por el medio hay de todo: intriga, romanticismo, humor (la posada con la pareja protagonista haciéndose pasar por recién casados), cine con gángsters... y todo funcional pero escasamente imaginativo.
No, no es una de las mejores películas de Rudolph Maté, un realizador con un buen puñado de buenas películas. En este caso logra que el film sea ameno, pero con algunos momentos de no mucho interés.
Irregular, pero se puede ver bien.

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Glenn Ford vuelve a formar pareja con George McReady, el malo de "Gilda" (que sigue siendo malo), acompañados por Geraldine Brooks en una intriga negra con objeto valioso y misterioso de por medio. Pero si alguien espera encontrar una película tipo "El halcón maltés" se va a llevar una decepción de órdago. Siento decirlo, pero la película me parece calamitosa. No entiendo que un Ford que había hecho "Gilda" o "Los sobornados" pueda meterse en esta peli. El guion es completamente absurdo y se suceden las "casualidades" a cascoporro. Cosas como la aparición de la condesa en plan fantasma de la ópera en un momento dado en las ruinas del palacio son de traca. Además, de repente la película da un giro y pasa a convertirse en una especie de comedia romántica, pero sin gracia ni chispa ni nada. Los diálogos son despiporrantes. Llega un momento en que no sabes muy bien qué estás viendo. Es increíble que esté rodada en 1952, porque parece por momentos de 20 años antes (pero de las malas).

Es una pena, pero encuentro muy poco que salvar. Es una película poco conocida, y mejor que siga así.